Cardiff Theosophical Society in Wales
Cardiff, Wales, UK. CF24 – 1DL
Obras Teosoficas en
Espanol - La Sabiduria Antigua – Annie Besant
LA SABIDURÍA
The Ancient Wisdom
Annie Besant
(1897)
The
Secret Doctrine by H P Blavatsky
Return to Searchable Text Index
LA SABIDURIA
INTRODUCCION
LA UNIDAD FUNDAMENTAL DE
TODAS LAS RELIGIONES
El pensamiento recto es
condición necesaria de la vida recta. La rectitud de juicio es
indispensable para la
rectitud de conducta. Ya se nos presente con el nom bre sánscrito,
Brahm a-Vidya, o con el de
Teosofía, deriva do
nuestro auxilio para realizar ese doble obj eto presentándose
a la vez com o filosofía
racional entre todas y com o
religión y éti ca universales. Hablando de las Santas
Escrituras, un cristiano
devotísim o decía una vez que había en ellas fondos que podrían
pasar a nado un niño y abism
os donde se hundiría un gigante. Podem os decir otro tanto
de la Teosof ía, pues entre
sus enseñanzas , las hay tan sencillas y prácticas, que una
inteligencia vulgar puede com
prenderlas y ap licarlas, m ientras otras son tan profundas
que la m á s vigorosa
inteligencia desm aya en el esfuerzo de conocer todo su alcance.
El presente volum en está
destinado a of recer al lector una exposición sencilla y clara
de la doctrina teosófica, a m
ostrar que sus pr incipios generales y sus enseñanzas form an
una concepción coherente
poner de m anifiesto el encadenam iento recí proco de esos
principios y de esas
enseñanzas. Una obra clásica
elem ental no puede tener la pretensión de exponer toda la
ciencia acopiada en obras de
m á s abstrusa didáctica; pero debe presentar claram ente y
de una ojeada los datos fundam entales
añadir, haya poco que quitar. En el cuadro que form a un
libro sem ejante, el estudiante
podrá colocar los detalles
que le sugieran sus estudios ulteriores.
Echando una ojeada sobre las
grandes religiones de la hum anidad, se ve cuánto tienen
de com ún en ideas dogm
áticas, m orales y f ilosóficas. El hecho está universalm ente
reconocido; pero su
explicación se discut e de m odo m uy diverso. Pretenden unos que
las religiones han germ inado
en el cam po de la ignorancia hum ana, donde la
imaginación las cultivó,
elaborándolas gradualm ente desde las form as má s groseras
universales de la naturaleza, im perfectam ente observados y
explicados a capricho.
Sem ejante escuela da com o clave universal el culto
escuela, la clave no m enos universal está en el culto
fálico. El m iedo, el deseo, la
ignorancia y la adm iración
llevaron al salvaje a personificar los poderes de la
naturaleza, y luego los
sacerdotes se aprovecharon de esos terrores y esperanzas,
transform ando los m itos en
Biblias y lo s símbolos en hechos, m ediante sus
2.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
imaginaciones m elancólicas y sus inquietantes c ontiendas; com o
la base era en am bas la
misma, la sem ejanza en los
resultados era inevitable. Así hablan los doctores de la
Mitología com parada, y bajo
el peso de ta l cúm ulo de pruebas, las gentes sencillas
callan, aunque no queden
convencidas por com pleto. No pueden, en efecto, negar las
analogías; pero se preguntan
con vaga inquietud: Las concepciones m á s sublim es de los
hom bres, sus m á s
halagüeñas esperanzas, ¿ sólo son el resultado de los sueños
salvaje o de las
adivinaciones de los ignorante s? Los grandes héroes y m á rtires de la
hum anidad, todos los que han
vivido, trabaj ado y sufrido, ¿ murieron en la ilusión
forjada por los hechos
astronóm icos o por las disim uladas obscenidades de los
bárbaros?
La segunda explicación de la
base común a las varias religiones hum anas, postula la
doctrina de una enseñanza
original, que indi ca una fraternidad de grandes instructores
espirituales. Sem ejantes m
aestros, fruto de los ciclos pasados de la evolución, tuvieron
por m isión instruir y guiar
a la hum anidad nacida sobre nuestro planeta. Ellos
transm itieron a las razas y
a las naciones, a su vez, las verdades fundam entales de la
religión bajo la form a má s
adecuada a las neces idades especiales de aquellos que debían
recibirlas. Según este sistem
a, los fundadores de las grandes religiones son m iembros
de la fraternidad única, y
fueron ayudados en su misión por una pleyade de individuos
un poco menos elevados que
ellos, iniciados y discípulos de grados diversos, em inentes
por su intuición espiritual,
por su saber filo sófico o por la pureza de su m oral. Tales
hom bres son los que han
dirigido a los pueblos nacientes, los que los civilizaron y
dieron leyes (Com o monarcas los gobernaron;
sacerdotes los guiaron). Así es que todos lo s pueblos de la
antigüedad se arrogan
hom bres em inentes, sem
idioses y héroes de los que se descubren vestigios en las
respectivas literaturas,
códigos y m onumentos.
Muy difícil parece negar la
existencia de sem ejantes hom bres, en presencia de la
tradición universal de los
docum entos escr itos aun subsistentes, y de las ruinas
prehistóricas, para no citar
otros testim onios que recusaría el ignorante. Los libros
sagrados de Oriente son los m
á s fidedignos testim onios de la grandeza de quienes los
escribieron. ¿ Q ué puede com
pararse con la sublim idad espiritual de su pensam iento
religioso, con el esplendor
intelectual de su filosofía, con la am plitud y pureza de su
moral? Ahora bien; cuando
hallam os que cu anto esos libros contienen sobre Dios,
sobre el hom bre y el
universo, son enseñanzas substancialm ente idénticas, bajo m ú ltiple
variedad aparente, no será
tem erario refe rirlas a un cuerpo céntrico y original de
doctrina. A este cuerpo
doctrinal le dam os el nombre de Sabiduría Di vina, que es lo que
significa la palabra griega
Teosofía.
ninguna otra. La Teosofía purifica y revela el alto
significado interno de
adulterada por el error en su exposición exotérica y pervertida
por la ignorancia y la
superstición. En cada una de
esas form as se reconoce y defiende la Teosofía, tratando
tam b ién de m ostrar la
sabiduría que oculta.
que el hom bre sondee profundam ente en el corazón de su
propia fe, que abrace las
verdades espirituales con
gran firm eza, y que com prenda sus enseñanzas sagradas con
má s amplio espíritu. Después
de haber dado origen a las religiones, la Teosof ía las
justifica y defiende; pues
roca y cantera es de donde se sacaron y extrajeron. Ante el
tribunal de la crítica
intelectual viene a justificar la Teosofía las m á s profundas
aspiraciones y los m á s nobles sentim ient os
esperanzas que nos forjam os sobre el hom bre y ennoblece m á s
nuestra fe en Dios.
3.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La verdad de esta aserción se
eviden cia má s cuanto m á s estudiam os las diversas
Escrituras santas
disponibles bastarán para establecer el hecho y guiar al
investigador en la búsqueda de
nuevas pruebas.
Las verdades fundam entales
de la religión pueden resum irse así:
1º- La Existencia real, única, eterna, infinita e
Incognoscible.
2º- De ella procede el Dios m anifesta do que desenvuelve
su unidad en dualidad, y
ésta en trinidad.
3º- De la Trinidad m anifestada proceden las innum erables
inteligencias
Espirituales, guías de la
actividad cósm
4º- El hom bre, reflejo de Dios m anifest ado, es, por lo
tanto, fundam entalm ente
trino; y su “Yo” interno y
real es eterno y uno con el “Yo” universal.
5º- Evoluciona por encarnaciones repetidas, a las cuales
le impele e deseo y de las
que se liberta por el conocim
iento y el sacr ificio, llegando a ser divino en acto com o lo
ha sido siem pre en potencia.
La
por los Turanios, cuarta subdivisión de la cuar ta Raza
Raíz que habitó el continente de
la desaparecida Atlántida y que cubrió con sus ram
ificaciones la superficie
Los Mongoles, séptim a y
últim a subdivisión de la m isma raza, reforzaron m á s tarde la
población de esa com arca, de suerte que en
antigüedad, anteriores a establecim iento en la
el Ching Chang Ching o Clásico de la Pur eza, encontram
os un fragm ento de Escritura
antigua de singular belleza,
donde se percibe ese espíritu de calm a característico de la
“enseñanza original”. En el
prólogo de su traducción Mr. Legge dice de este tratado:
Este libro se atribuye a Ko
Yuan (o Hsua n), un Taoísta de la dinastía de W u (222 –
227 J.C.). Se cuenta que este
sabio alcan zó la condición de inm ortal y se la da
generalm ente este título. Se
le representa realizando m ilagros, entregado a la tem planza
y m uy excéntrico en sus
procedim ientos.
Al naufragar cierta vez,
surgió de las aguas con los vestidos enjutos y anduvo
tranquilam ente sobre las
olas. Ascendió a los cielos en pleno día. Estos relatos pueden
quizás atribuirse a
invenciones de época m uy posterior.
Hechos sem ejantes se
atribuyen con frecuen cia a los iniciados de diferentes grados y
no son necesariam ente puras
fantasías. Lo que Ko Yuan dice a este propósito en su
libro nos interesará sin duda
m ucho m á s:
“Cuando alcancé el verdadero
Tao, había rec itado ya este Ching (libro) diez m il veces.
Es lo que practican los
espíritus celestes, y jam á s fue comunicado a los sabios de este
mundo inferior. Se m e dio
por el Jefe Divi no del Hwa Oriental quien lo había recibido
Ahora bien; el título de Jef
e Divino de la Puerta de Oro era el de un iniciado que
gobierna el im perio tolteca
en la Atlántida, y su empleo parece indicar que el Clásico de
la Pureza fue llevado de la Atlántida a
toltecas. Esta idea la corrobora el contenido de este
tratadito que tiene por asunto el
Tao, literalm ente “la Vía”,
nom bre que designa la Realidad una en la antigua religión
turania y m ongola. Así leem
os:
“El Gran Tao no tiene form a
corporal, pues El es quien ha engendrado y nutrido el
cielo y la tierra. El Gran Ta
o no tiene pasiones, pero El es la causa de las revoluciones
del Sol y de la Luna. El Gran
Tao no tie ne nombre, pero es el que asegura el
crecim iento y conservación
de todas las cosas.”
Tal es el Dios m anifestado
com o unidad; pero la dualidad aparece enseguida:
4.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
“El Tao (aparece bajo dos
form as: el Pu ro y el Confuso) posee (las dos condiciones
de) m ovim iento y reposo. El
ci elo es puro y la tierra es confusa; el cielo se m ueve y la
tierra está quieta. Lo m
asculino es puro y lo femenino es confuso; lo m asculino se
mueve y lo fem enino está
quieto. Lo ra dical (Pureza) desciende, y el producto
(Confuso) se extiende en todo
sentido, y así fueron engendradas todas las cosas.”
Este pasaje es interesantísim
o, porque ev idencia los dos aspectos activo y receptivo de
la naturaleza, estableciendo
la diferencia entre el Espíritu generador y la Materia
criadora; distinción f
amiliarizada posteriorm ente.
En el Tao Teh Ching, la
doctrina tradiciona l sobre lo Inm anifestado y lo m anifiesto se
expresa claram ente:
“El Tao que puede suceder no es
el Tao eterno e inm utable. El nom bre que puede ser
nombrado no es el nom bre
eterno e inm utable. El que no tiene nom bre es El que ha
engendrado el cielo y la
tierra; el que no posee nombre es la Madre de todas las cosas...
Bajo estos dos aspectos es
idéntico en rea lidad; pero a m edida que el desarrollo se
produce, recibe diferentes
nom bres. Al conjunto lo llam amos Misterio.”
Los que estudian la Cábala
recordarán uno de los Nom b res Divinos: “El Misterio
oculto”. Más adelante leem
os:
“Hubo algo indefinido y com
pleto que vino a la existencia antes que el cielo y la
tierra. Com o Eso era
tranquilo y sin form a, aislado y sin cam bio, se extendió por todos
sitios sin peligro (de ser
agotado). Eso puede considerarse com o la Madre de todas las
cosas. Eso cuyo nom bre
ignoro, lo llam o el Tao. Haciendo un esfuerzo para darle un
nombre, lo llam o el Grande.
Eso Grande pasa (en un oleaje continuo). Pasando, Eso se
aleja. Alejado, Eso vuelve.”
Es interesante encontrar aquí
esta noc ión de fusión y reabsorción de la Vida-Una,
noción tan f amiliar en la
literatura inda. El versículo siguiente nos parece, por lo tanto,
muy f amiliar:
“Todas las cosas bajo el
cielo han salido de Eso considerado com o existente
(innominado). Esa existencia,
ella m ima ha salido de Eso considerado com o no
existente (e innom inado).”
A fin de que el Universo
pueda llegar a ser, lo Inm anifestado debe engendrar lo
Único, de donde proceden la
Dualidad y la
“El Tao produjo el Uno; el
Uno produjo el Dos; el Dos produjo el tres; los Tres
produjeron todas las cosas.
Todas las cosas dejan tras sí la obscuridad (de donde han
salido) y avanzan para
abrazar la luz (de la que em ergen) en tanto que se arm onizan por
el soplo de vida.”
El “Soplo del Espacio”
estaría m ejor traducido. Habiendo salido Todo de Eso, Eso
existe en Todo:
“El Gran Tao penetra todas
las cosas. Se le encuentra a la derecha y a la izquierda...
envuelve todas las cosas com
o en un traje y no tiene la pretensión de dom inarlas. Puede
nombrarse en las cosas m á s
pequeñas. Todas las cosas retornan (a su raíz y
desaparecen) sin saber que es
El quien presid e su vuelta. Puede nom brarse en las cosas
má s grandes.”
Chwang-ze (400 a J.C.) en su
exposición de enseñanzas antiguas, alude a las
inteligencias espirituales
procedentes del Tao:
“Tiene en sí mismo su raíz y
razón de ser. Antes que hubiera cielo y tierra, en los
má s rem otos tiem pos,
existía con toda segur idad. De El proviene la m isteriosa
existencia de los espíritus y
la m isteriosa existencia de Dios.”
5.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Sigue una
lista de los nom bres de esas inteligencias. Com o el papel preponderante
que desem peñan tales seres
en la religión china es m uy conocido, creo inútil m ultiplicar
las citas sobre el
particular.
El hom bre es considerado com
o una trinidad, y el Taoísm o, según Mr. Legge,
reconoce en él, espíritu,
inteligencia y cuerpo; división que aparece clara en el Clásico
de la Pureza, cuando se dice que el hom bre de be
libertarse
Único:
“El Espíritu
pensamiento
deshacerse constantem ente de sus deseos, su pensamiento se
tranquilizaría. Si su
pensamiento queda lim pio, su
espíritu se pur ifica........ La razón por la cual los hom bres
son incapaces de llegar a ese
estado, estrib a en que no lim pian su pensamiento ni
abandonan sus deseos. Si el
hom bre llega a exim irse de sus deseos, cuando m ira
interiorm ente su pensam
iento no es él; cuando exteriorm ente su cuerpo no es él; y
cuando dirige sus ojos m á s
lejos, hacia las co sas de fuera, nada hay de com ún entre ellas
y él.”
Tras la enum eración de las
etapas que conducen al estado de tranquilidad perfecta se
pregunta:
“En ese estado de reposo
independiente
deseo? Y cuando ningún deseo surge, entones nace la calma
real y el verdadero reposo.
Esta, calm a real llega a ser
una cualidad constante y responde (sin error) a las cosas
exteriores. Ciertam ente esa
cualidad real y c onstante tiene en su posesión la naturaleza.
En este reposo y tranquilidad
constantes se encuentra la pureza y el reposo verdaderos.
Quienquiera que posea esa
absoluta pureza entra gradualm ente en el (la inspiración
verdadero Tao.”
Las palabras inspiración
el sentido; porque entrar en el Tao está conf orm e con
la idea expresada y con lo que se
dice en otras escrituras
sagradas.
El Taoísmo insiste mucho en
la abdicaci ón
la Pureza observa que la com prensión del Ta o depende
de la absoluta pureza, y que “la
adquisición de esa pureza
absoluta depende enteram ente de la abdicación del Deseo;
urgente lección práctica que
surge de este tratado.”
El Tao Teh Ching dice: “Siem
pre sin deseos hem os de hallarnos si querem os
profundizar todo el m
isterio, pues poseídos por el deseo, sólo podrem os conocer lo
externo.”
No parece que la
reencarnación se en señara de m odo que pudiera com prenderse,
aunque se encuentran pasajes
que im plican una adm isión tácita de la idea fundam ental,
considerando al ser a través de sucesivos n acimientos, así anim
ales
Chwang-ze nos refiere la
historia original e instructiva de un m oribundo al
que su am igo
dice:
“El Creador es grande en
verdad” ¿ Q ué hará de ti ahora? ¿ D ónde te llevará? ¿ H ará de
ti el hígado de un ratón o la
pata de un in secto? Szelai respondió: Dondequiera que un
Padre diga a su hijo que
vaya, al este, al oe ste, al sur o al norte, el hijo obedece... He
aquí un gran fundidor ocupado
en fundir el m eta l. Si el m etal se endereza de pronto (en
el crisol) y dice “yo quiero
ser un (espad a parecida al) Moijsh”, el gran fundidor
encontraría la cosa seguram
ente extraña. Pues del m ismo modo, si una form a en
camino de am oldarse gritara:
“Yo quiero ser un hom bre, quiero ser un hom bre”, el
Creador encontraría la cosa
con toda se guridad sorprendente. Una vez com prendido
que el cielo y la tierra no
son sino un vasto cr isol y el Creador un gran fundidor, ¿ a qué
6.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
parte podrá obligarnos ir que
no nos convenga? Nacem os como de un sueño tranquilo y
morim os en calmoso
despertar.”
Si pasam os a la quinta raza,
la raza Aria, encontrarem os las mismas enseñanzas
incorporadas a las m á s
antigua y grande de la s religiones arias: la religión Brahm á nica.
La Eterna Existencia se
proclam a en el Chhâdogyopanishad com o "exclusivam ente una
y sin par”. Dice:
“Quiero eso: m ultiplicar para
el bien del Universo.”
El suprem o Logos, Brahm an,
es triple: ser, consciencia y bondad; y de él se dice:
“De Este procede la vida, la
inteligencia y todos los sentidos; el ét er, el aire, el fuego,
la tierra que lo soporta
todo.”
En ninguna arte se pueden
encontrar desc ripciones m á s grandiosas del Ser Divino que
en las escrituras indas. Son
tan fam iliares que bastarán para el caso breves indicaciones.
He aquí algunas m uestras de
esas joyas preciosas que se encuentran con profusión:
“Manifestado, próxim o, m
oviéndose en lo secreto, perm anece grave donde reposa
todo lo que se m ueve, todo
lo que respira y cierra los ojos. Entiende que hay que
adorar. Esto, a la vez ser y
no ser, lo m ejor, m á s allá
criaturas. Lum inoso, m á s sutil que lo sutil; de El han
salido los m undos con sus
habitantes. Esto es el im
perecedero Brahm an; Esto es tam b ién Vida, Voz y
Pensam iento... En la diadem
a de oro m á s elevado, está el inm aculado, el invisible
Brahm an; es la pura luz de
las Luces, conocida por los que conocen el yo... el
imperecedero Brahm an esta
delante, detrás, a la derecha, a la izquierda, arriba y abajo,
penetrando todas las cosas.
Brahm an es en verdad Todo y lo m ejor”.
“Más allá del Universo, Brahm
an, el S uprem o, el Grande, está oculto en todos los
seres según sus cuerpos
respectivos, soplo único de todo el Universo, el Señor;
conociéndole (los hom bres)
se hacen inm ortales. Conozco ese Espíritu poderoso, Sol
que brilla m á s allá de las
tinieblas... yo le conozco indestructible, antiguo, el alm a de
todos los seres, om
nipresente por naturaleza, el que es llam ado Sin Nacim iento por los
que conocen a Brahm an, a
quien llam an el Eterno.”
“Cuando no hay tinieblas ni día
ni noche ni ser ni no ser, Shiva únicam ente (subsiste)
todavía. Es indestructible.
Debe ser ador ado por Savitri; de El ha salido la Sabiduría
antigua. Ni en el principio
ni en el fin, ni en su medio puede com prenderse. No hay
nada com parable a El, cuyo
nom bre es gloria infinita. La m irada no puede determ inar
su form a, pues no pueden
contem plarla los oj os. Los que le conocen por el corazón y
por la inteligencia, m oran
en su corazón y se inm ortalizan.”
La idea de que el hom bre en
su yo inte rior es idéntico al yo del universo (“Yo soy
Aquél”), esa idea, im pregna
tan prof undam ente todo el pensam iento indo, que
comúnm ente se designa al hom
bre com o: “la ciudad divina de Brahm a”, “la ciudad de
las nueve puertas”, y se dice
“que Dios reside dentro de su corazón”.
“No hay m á s que una m anera
de ver el Ser indem ostrable, eterno, inm aculado, m á s
elevado que el éter, sin
nacim iento, la gran Alm a eterna... Esa gran Alm a, sin
nacimiento, es la m isma que
reside com o alma inteligente en todas las criaturas vivas, la
misma que m ora com o el éter
en el corazón. ¡En él duerm e! A ella están som etidas
todas las cosas; es el
Soberano Señor de todas ellas. No puede acrecentarse por las
buenas obras ni dism inuirse
por las m alas. Quien todo lo gobierna es el Soberano Señor
de todos los seres, el
conservador de todos, el puente y el soporte de los m undos que les
impide caer y destruirse”
(Brihadaranyakopa nishad, IV). iv. 20-22 Trad. Del Dr. E.
Roer).
Cuando se considera a Dios
com o Aque l que desarrolla el universo, aparece con toda
claridad su triple carácter,
en Shiva, Vi shnu y Brahm a, o tam b ién en Vishnu durm iendo
sobre las aguas. El Loto nace
de su seno y en el Loto Brahm a. El hom bre es
7.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
igualm ente triple según el
Mundakopanisha d, el yo está condicionado por el cuerpo
físico, el cuerpo sutil y el
cuerpo m ental, el evándose luego, fuera de todos esos m edios,
en el único sin dual. De la
Trim urti (T rinidad) proceden los num erosos dioses
encargados de dirigir el
universo, y de ella se dicen en él:
“Adorad, ¡OH dioses!, a Aquel
que, im agen del año, cum ple el ciclo de sus días.
Adorad esa Luz de las luces, com
o la eterna vida.” (VI –iv – 16.).
Es superfluo decir que el
brahm anismo enseña la doctrina de la reencarnación, pues
toda su filosofía de la existencia descansa sobre la
peregrinación
sucesivas m uertes y nacim ientos. No hay un solo libro que no
reconozca esta verdad.
El hom bre está unido por sus
deseos a esa rueda de cam bio, y en consecuencia debe
librarse de ella por el
conocim iento, la devoc ión y la extinción de los deseos. Cuando el
contem pla. El conocim iento unido a la devoc ión halla la m
orada de Brahm a. Quien
conoce a Brahm a, se
convierte en Brahm an. Al cesar los deseos, el m ortal se hace
inmortal, y alcanza a Brahm
a.
El budism o, en su m odalidad
septentrional, está com pletam ente de acuerdo con las
religiones m á s antiguas,
pero en su m oda lidad m eridional parece haber abandonado la
idea de la Trinidad Lógica, com o la Existenc ia Una de
donde esa
Logos en su triple m
anifestación se designa
Luz sin lím ites;
Avalokitershvara o Padm apani (Chenresi), el segundo; Mandjusri, el
tercero, representa la
Sabiduría creadora y corresponde a Brahm a. El budism o chino
parece que no contiene la
idea de una existencia prim era, m á s allá del Logos; pero el
budism o de
Padm apani
en parte a Shiva, pero com o el aspecto de la
encarnaciones. Parece m á s bien representa r la m isma idea de
Vishnu, al que está
estrecham ente unido por el
Loto que tiene en la mano (fuego y agua o Espíritu y
Materia com o elementos prim
ordiales
En cuanto a la reencarnación
y al Karm a, son en el budism o doctrinas tan
fundam entales, que no es
preciso insistir en e llo sino para señalar la vía de la liberación,
y para observar que com o el
Señor Buddha fue un indo que predicaba a los indos,
considera en todo m omento en
sus enseñanzas que sus oyentes conocen y profesan las
doctrinas brahm á nicas. Fue
purificador y reform ador, pero no iconoclasta; atacó los
errores introducidos por la ignorancia,
m á s no las verdades fundam entales de la
Sabiduría Antigua.
“Los seres que siguen el
sendero de la Ley, que ha sido bien enseñada, alcanzan la
otra orilla
(Udanavarga. XXIX-37)
El deseo es lo que ata al hom
bre, y debe desem b arazarse de él:
“
Los hom bres constantes que
no se preocupan de la dicha conseguida por los deseos,
rechazan sus lazos y se
alejan enseguida (h acia el Nirvana)... La hum anidad no tiene
deseos duraderos: los deseos
son transitorios en quienes los experim entan. Libertaos de
lo perecedero y no os
detengáis en el lugar de la m uerte.” (Ibíd. II-6-8.)
“El que ha extinguido el
deseo de los bien es terrenos, el estado de pecado, los lazos de
la vista y de la carne, que
ha descuajado el deseo, ése, digo que es un Brahm an.” (Ibíd.
XXXIII-68)
Y el Brahm an es el hom bre
“que está en su últim o cuerpo”. Y se dice que está en él,
quien “conoce sus m oradas
(existencias) anteri ores; que ve el ciel o y el infierno; el
Muni que ha encontrado el m
edio de pone r fin al nacim iento.” (Ibíd. XXXIII-55.)
8.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
En los exotéricos libros
aunque la dualidad sea evidente, y el Dios de que se habla
en ellos sea sin duda alguna
el Logos y no el único Inm
anifestado:
“Yo Soy el Señor y no hay
otro; Yo he fo rm ado la luz y he creado la obscuridad; he
hecho
XLVII-7.)
Filón, sin em bargo, expone
claram ente la doctrina del Logos; y se la encuentra
tam b ién en el cuarto
Evangelio:
“En el principio era el Verbo
(Logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios...
Todas las cosas fueron hechas
por él; y nada de lo que fue hecho, se hizo sin él.” (San
Juan I-i-3.)
En la Cábala está claram ente
enseñada la doctrina del Uno, de los Tres, de los Siete y
de los m ú ltiples:
“El Anciano de los ancianos,
el Desc onocido de los desconocidos, tiene form a y al
mismo tiem po no la tiene.
Tiene una form a sobre la que sostiene el m undo. Al m ismo
tiem po, no tiene form a,
puesto que no puede comprenderse. Cuando revistió en el
principio esta form a (Kether, la
luces brillantes (La Sabiduría y la Voz, que con Kether f
orm aron la Tríada; luego los
siete Sephiroh
inferiores...). Es el Anciano de los ancianos, el Misterio de los m isterios,
el Desconocido de los
desconocidos. Tiene una form a que le pertenece, puesto que se
manifiesta a nosotros (a
través de ella) co mo el Hom b re Anciano sobre todos, com o el
Anciano de los ancianos, y
com o el Suprem o Desconocido entre todos los
desconocidos. Pero bajo esa
form a en la que se da a conocer sigue aún desconocido.”
(Zohar— La Cábala, por Isaac
Myer, Págs. 274-275.)
Myer indica que la “form a”
no es el An ciano de todos los ancianos, que es el Ain
Soph.
Más adelante dice:
“Hay en el Santo de Arriba
tres luces que se unen en una, y son la base de la Torah, y
ésta abre la puerta a
todos... ¡Venid y ved el misterio de la palabra! Aquí hay tres
grados y cada uno existe por
sí m ismo, y, si n embargo, todos son Uno y están unidos en
Uno y no están separados
entre sí... Los Tres pr oceden de Uno, Uno existe en tres, es la
fuerza entre Dos, Dos alim
entan Uno, Uno nut re m ú ltiples lados, y así Todo es Uno.”
(Ibíd. 373-375-376.)
Es evidente que los hebreos
enseñaron la doctrina de la pluralidad de dioses. “¿ Quién
es parecido a ti, ¡OH Señor!,
entre los dios es? ” (Éxodo. XV-II.). Consideraban tam b ién
multitud de seres servidores
y subordinados: los “hijos de Dios”, los “Ángeles del
Señor”, las “diez cohortes
angélicas”.
Sobre el com ienzo
“En el com ienzo era la
Voluntad del Rey anterior a toda existencia m
anifestada por
emanación fuera de esta
Voluntad. Ella dibujó y grabó en la luz suprem a y
resplandeciente del Cuadrante
(Tétrada sagrada), las form as todas de las cosas que,
ocultas, debían aparecer m
anifestar se.” (Myer.__ La Cábala, Págs. 194-195.)
Nada puede existir en donde la
Divinidad no está inm anente. En lo que respecta a la
reencarnación, se enseña que
el alm a esta presen te en la m ente divina antes de venir a la
tierra. Si el alm a perm
aneciese pura durante su prueba, escaparía el renacim iento; pero
esto parece que sólo fue una
posibilidad teórica, porque se dice:
“Todas las alm as están
sujetas a la revol ución (metem psicosis); pero los hom bres no
conocen los caminos del
Señor, ¡bendito sea! Ignoran la m anera cóm o fueron juzgados
en todo tiem po: antes de
haber venido a es te m undo y después de dejarlo.” (Ibíd.,
página 198).
9.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
En las Escrituras exotéricas,
así hebraicas com o cristianas, se encuentran rastros
de
esta doctrina, com o, por
ejem plo, en la creenci a de la vuelta de Elías, y m á s tarde en su
reaparición en la persona de
Juan Bautista.
Si m iram os a Egipto,
encontrarem os allí desde la antigüedad m á s rem ota, la
conocidísim a de Ra (el
Padre); Osiris-Isis, com o dualidad o Segundo Logos; y Horus.
Recuérdese el grandioso him
no a Am ón-Ra:
“Los Dioses se inclinan ante
Tu m ajestad exaltando las alm as
engendrado... y te dicen: Paz a todas las em anaciones
padres conscientes de los dioses... ¡OH Tú, productor de los
seres!, adoram os las
que em anan de Ti. Tú nos
engendras, ¡OH Desconocido!, y te saludam os adorándote en
cada alm a dios que desciende
de Ti y vive en nosotros.” (Citado en La Doctrina Secreta,
Vol. III, Pág. 486, Edic.
Inglesa.)
Los “Padres conscientes de
los dioses” s on los Tres Logos; el “Padre inconsciente” es
la Existencia Una, llam ada
inconsciente por que es infinitam ente m á s y no m enos que la
limitación a la que atribuim
os el nombre de conciencia.
En los fragm entos del Libro
de los m uer tos, podem os estudiar las concepciones de la
reencarnación
fidelísim a con El. El fam oso papiro
rasgos que recuerdan al lector las Escrituras de otras
creencias. Tales son su viaje a
través
reencarnación en los egipcios), y en fin su identificación con el
Logos:
“Osiris Ani dice: Yo soy el
Gran Uno, h ijo
fuego... He unido m is propios hueso s y m e he hecho
entero, sano y joven una vez m á s.
Yo soy Osiris, el Señor de la
eternidad.” (XLIII, i, 4.)
En el exam en crítico
sorprendente pasaje:
“Yo soy el Ser de los nom
bres m isteriosos, que se prepara a sí m ismo las moradas para
millones de años” (Pág. 22).
“Corazón, que me viene de m i madre, m i corazón es
necesario a m i existencia
sobre la tierra... Corazón, que m e viene de m i madre, corazón
que m e es necesario para m i
transform ación” (Págs. 113-114).
En la religión de Zoroastro
encontram os la concepción de la Existencia Una, figurada
por el espacio ilim itado de
donde surge el Logos, Ahura-Mazda el creador:
“Suprem o en omnisciencia y
en bondad, sin rival en esplendor, la región de la luz es
la residencia de
Ahura-Mazda.” (The B undahis. __Sacred Books of the.
4__V.2)
A él se rinde hom enaje en
prim er lugar en el Yasna, la principal obra litúrgica de los
zoroastrinos:
“Yo proclam o y cumpliré mi
Yasna (culto) hacia Ahura-Mazda, el Creador, el
radiante, el m á s grande y el m ejor, el m á s herm oso (? )
(
firm e, el m á s sabio y aquel entre todos los seres cuyo
cuerpo es el m á s perfecto, el que
cumple sus fines mas
infaliblem ente por el or den equitativo que ha establecido; hacia el
que pone nuestras alm as en
la vía recta, el que irradia a lo lejos su gracia creadora de
alegría, que nos ha hecho y
form ado, alim entado y protegido, el Espíritu bienhechor
entre todos...” (S. B. of the
E. XXXI, Págs. 195-196.)
El adorador rinde luego hom
enaje a los Ah meshaspends y a otros dioses; pero el Dios
suprem o manifestado, el
Logos, no se represen ta aquel com o Tri-Unidad. Com o entre
los hebreos, hubo en el culto
exotérico la tendencia a perder de vista esta verdad
fundam ental. Felizm ente
podem os encontrar la huella de su enseñanza originaria,
aunque desapareciera de las
creencias popular es. El Dr. Haug, en su Ensayo sobre los
Parsis (Vol. V de Trübner´s
Oriental se ries), dice que Ahura-Mazda (Aubarm azd u
10.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Horm azd) es el Ser Suprem o
y que de él fueron engendradas “dos causas prim ordiales,
que, aunque diferentes,
estaban unidas y pr odujeron el m undo de las cosas m ateriales,
así
Esos dos principios fueron
llamados gem elos y están presentes en todas las cosas, así
en Ahura-Mazda com o en el
hom bre. El uno e ngendra lo real, el otro lo no real, y estos
dos aspectos se convirtieron
posteriorm ente en los genios antagonistas del Bien y
Mal; pero en la enseñanza
prim itiva form aban evidentem ente el Segundo Logos, cuyo
signo característico es la
dualidad.
Lo bueno y lo Malo son
sencillam ente la Luz y las Tinieblas, el Espíritu y la Materia,
los gem elos esencialmente de
universo, los Dos procedentes del Uno.
Criticando la idea posterior
de los dos ge nios, dice el Dr. Haug: “Tal es la noción
zoroastriana original de los
Espíritus creadores, que f orm an sencillamente dos partes
Ser Divino. Pero ulteriorm
ente, a consecuencia de errores y falsas interpretaciones, esta
doctrina
Espíritu Bueno) fue
considerado com o uno de los nom bres
se consideró com o su perpetuo enem igo. Así nació el
dualism o de Dios y
Diablo” (Pág. 205).
La opinión de Dr. Haug parece
corroborad a por el Gatha Ahunavaiti dado a Zoroastro
o Zaratushtra por los
arcángeles el m ismo tiem po que otros Gathas.
“En el principio había una pareja gem ela, dos
Espíritus, cada uno de actividad
particular, a saber: el bien
y el m al... Y es os dos espíritus unidos crearon la prim era cosa
(las cosas materiales): uno
la realidad, otro la no-realidad... Y para socorrer esta vida
(para acrecentarla) Arm aiti
acudió con sus riquezas , la inteligencia buena y verdadera.
Ella, la eterna, creó el m
undo m aterial...
Todas las cosas perfectas, reconocidas
com o los seres m ejores, se recogen en la
morada m agnífica de la Buena
inteligencia, la Sabia y la Justa.” (Yasna, Págs. 149-151.)
Aquí encontram os los tres
Logos. Ahura- Mazda, el prim ero (el principio), la Vida
Suprem a; en El y por El los
dos gem elos, el Segundo Logos; luego Arm aiti, la
inteligencia, Creador del
Universo, el Ter cer Logos. Mas tarde aparece Mithra y viene
a obscurecer hasta cierto
punto, en la religión exotérica la verdad prim itiva. De ella se
ha dicho: “Ahura Mazda la
estableció para conservar y velar todo este universo. Nunca
dorm ida, siem pre en vela,
guarda la cr eación de Mazda.” (Mihir. Yast. XXVII.
103.__S.b. of the East,
XVIII.)
Mithra era un dios
subordinado, la Luz del Cielo, com o Varuna era el cielo m ismo,
una de las grandes
inteligencias directoras. Las m á s elevadas de esas inteligencias
fueron los seis Ahm
eshaspends, presididos por Vohum an, el Buen Pensam iento de
Ahura-Mazda. Ellos son los
“que adm inistra n toda la creación m aterial”. (S. B. of the
East, V. Pág. 10, nota.)
La reencarnación no se
consigna en las obr as que se han traducido hasta el presente, y
tal creencia no se encuentra
tam poco en los países modernos. Pero encontram os en
ellos la idea de que el
Espíritu, en el hom b r e, es una chispa cuyo fin es ser un día llam a
y reunirse con el Fuego
Suprem o; lo cual implica un desarrollo para el cual es
indispensable el renacim
iento. El Zoroastrism o quedará incom prendido m ientras no se
hallen los Oráculos Caldeos y
los escritos que a ellos se refieren, porque realm ente de
ahí procede su origen.
Yendo hacia Occidente, hacia
Grecia, en contram os el sistem a Órfico,
R. S. Mead nos habla en su
obra titulada Or pheus. La inefable obscuridad, Tres
veces
desconocida, tal era el nom
bre dado a la Existencia Una.
11.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
“Según la teología de Orfeo,
todas las co sas proceden de un principio inm enso, al
que
la pobre y débil concepción
hum ana nos obliga a designar con un nom bre, aunque sea
completam ente inefable. Ese
principio es, según el lenguaje referente de los egipcios,
una obscuridad tres veces
desconocida, en c uya contem plación toda ciencia se convierte
en ignorancia.” (Thom as
De ahí procede la Trinidad
Prim ordial: el Bien universal el Alm a universal y la Mente
universal. He aquí, pues,
nuevam ente la Trin idad Lógica, Mr. Mead se expresa en los
siguientes térm inos:
“La prim era tríada que se puede
m anifestar al intelecto no es sino una reflexión o
representación de lo que no
puede m anifestarse . Sus hipóstasis son: a) el Bien que es
supra-esencial; b) el Alm a (el alma
Intelecto
(o la Inteligencia), que es una es encia indivisible e inm utable.” (Ibíd., Pág. 94.)
Luego viene una serie de
Triadas si empre descendentes, que con decreciente
esplendor reproducen las
características de la prim era hasta llegar al hom bre, que
“contiene
en sí m ismo potencialm ente la sum a y la substancia
los hom bres y de los dioses es una”. (Pinda r, que era
uno de los pitagóricos, citado por
San Clem ente, Strom , v,
709.) “Por eso se ha llam ado al hom bre m icrocosm os o mundo
pequeño, para distinguirle
271.)
El hom bre posee el vodg (Nous)
o inteligencia real, el soloy (Logos) o parte racional y
el akoyoc (alogos) o
parte irracional; las dos prim eras form an cada una Triada nueva, y
presentan así la división
septenaria m á s elaborada. El hom bre era considerado tam b ién
o auyoelong (Augoeides), que “es el cuerpo
causal o vestido Kárm ico
se acumula su destino, o m as bien todos los gérm enes
de la causalidad pasada. Esta es
aquí el “alm a
encarnación”. (Ibíd., Pág. 284.)
En cuanto a la reencarnación:
“de acuer do con todos los adeptos a los m isterios en
todos los países, los órficos
creían en ella”. (Ibíd., Pág. 292.)
Mr. Mead cita en apoyo de su
aserto numerosos testim onios y dem uestra que Platón,
Em pédocles, Pitágoras y
otros enseñaron tal doctrina. Únicam ente por la virtud podían
los hom bres ligarse de la
“Rueda de las vidas”.
propósito de las enseñanzas de Platón sobre lo que hay m á s
allá del Uno, la Existencia
In-m anifestada:
“Parece, en verdad, que
Platón nos lle va inefablem ente a través del Uno com o
interm ediario hasta lo
Inefable m á s allá del Uno, que es actual objeto de nuestra
discusión. Llega por una
ablación del Uno, co mo llega al Uno por una ablación de las
dem á s cosas... Lo que está
m á s allá
El Uno, en verdad, quiere
existir por sí mismo sin ningún otro. Pero lo Desconocido
má s allá del Uno es
absolutam ente inefable , y confesam os que no podem os conocerle ni
ignorarle, aunque está
recubierto por nosotro s de un velo de súper ignorancia. Por
consecuencia, estando próxim
o de Eso, el Uno está por sí obscurecido: pues estando
próxim o
santuario de ese silencio verdaderam ente m ístico... El
principio está por encim a del Uno
y de todas las cosas, porque
es m á s sencillo que cada uno de ellos” (páginas 341 – 343).
Las escuelas pitagóricas,
platónica y ne oplatónica tienen tantos puntos de contacto
con el pensamiento indo y
budista que es eviden te su derivación de una fuente única. R.
Garbe, en su obra Die Sam
khya Philosophie (III. Págs. 85-105) señala esos puntos, y su
opinión puede resum irse así:
12.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Lo m á s sorprendente es la sem ejanza __o m ejor dicho, la identidad— de la doctrina
del Uno o del Único en los Upanishads y en la escuela de
Xenóf anes sobre la unidad de
Dios y
má s aún la de Parm énides, que consideraba la realidad
com o atributo exclusivo
Único increado,
indestructible y om nipotente , m ientras que todo lo que es m ú ltiple y
está sujeto a cam bio sólo es
apariencia, y enseña adem ás que ser y pensar no son sino
una misma cosa; sem ejantes
doctrinas son com pletam ente idénticas a la enseñanza
esencial de los Upanishads y
a la filosofía Vedanta de donde se derivan. En época m á s
rem ota todavía, la opinión de Tales, de que todo lo
existente ha salido
parece sorprendentem ente a la doctrina védica, según la
cual el universo salió
de las aguas. Más tarde Anaxim andro a doptó com o
origen de todas las cosas una
Substancia eterna, infinita e
indefinida de donde proceden todas las substancias
definidas y a la que vuelven;
hipótesis idénti ca a la que se encuentra en el fondo de la
filosofía Sankhya, a saber,
la Prakriti, fuer a de la cual se desarrolla todo el aspecto
material del Universo. Y la
frase célebre expresa la opinión característica de la doctrina
Sankhya de que todas las
cosas se m odifican continuam ente, sin cesar, bajo la actividad
incesante de las tres gunas.
Em pédocles, a su vez, ense ño un sistem a de trasm igración y
evolución idéntico en sum a
al Sankhya, y así su teoría de que nada puede venir a la
existencia si de antem ano no
existe, presenta una identidad aun m á s estrecha con una de
las doctrinas características
de la citada f ilosofía.
Las doctrinas de Anaxágoras y
de Dem ócrito están en m uchísim os puntos en íntim a
conform idad con las doctrinas indas, es pecialmente las
ideas
naturaleza y el papel de los dioses. Lo mismo puede decirse de
Epicuro, sobre todo
respecto de algunos detalles.
Pero sobre todo en las doctrinas de Pitágoras encontram os
má s íntim a y frecuente
identidad en la ense ñanza y en la argum entación, y la tradición
explica esas analogías diciendo que el m ismo P itágoras
visitó la
su filosofía.
En tiem pos má s recientes
vem os que algunas ideas notoriam ente sankhyas y budistas
juegan un papel preponderante
en el pensam iento gnóstico. El extracto siguiente de
Lausen, citado por Garbe
(Pág. 97), nos ofrece un ejem plo:
“El budism o, en general,
establece una distinción clarísim a entre el Espíritu y la Luz,
no considerando a esta últim a
esta religión una enseñanza que se aproxi ma mucho a la
doctrina gnóstica. Según esa
enseñanza, la Luz es la m
anifestación del Espír itu en la m ateria, en la que la Luz puede
aminorarse y totalm ente
obscurecerse. En este últim o caso la Inteligencia acaba por
caer en com pleta
inconsciencia. De la S uprem a Inteligencia se dice que no es Luz ni
No-luz, ni Obscuridad ni
No-obscuridad, puesto que todas esas expresiones indican
relaciones entre la
Inteligencia y la Luz, relaciones que no existen desde el origen; y
únicam ente cuando m á s
tarde la Luz envuelve a la Inteligencia, le sirve de interm ediaria
en sus relaciones con la
Materia. Síguese de ahí que la Teoría budista atribuye a la
Suprem a Inteligencia el poder
de engendrar la Luz fuera de sí, y en esto están tam b ién
de acuerdo el budism o y el
gnosticism o.”
Garbe observa aquí, que la
concordancia entre los puntos exam inados
con los de la filosofía Sankhya, es m á s completa
todavía que con el budism o. Así,
mientras esa m anera de ver
las relaciones entr e la Luz y el Espíritu pertenece a una fase
muy reciente
Sankhya, por el contrario,
enseña con precisión y claridad que el Espíritu es Luz. Más
recientem ente aún, la influencia
notada en los neoplatónicos, hasta el punto de que la
doctrina del Logos o del Verbo,
aunque no de origen Sankhya, revela en sus de talles que fue
tom ada de la
13.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
tan preponderante papel en el sistem a brahm á nico desem
peña la concepción de Vach, el
Verbo divino.
Pasando a la religión cristiana,
contem poránea de los sistem as gnóstico y
neoplatónico, encontrarem os
sin esfuerzo la m ayoría de las básicas enseñanzas que nos
son familiares.
El triple
Logos aparece en la
Padre; el segundo,
dualístico, es el Hijo, el Dios-hom bre; y el tercero, la Inteligencia
creadora, él es
mundos. Luego vienen los “siete espíritus de Dios” y las
cohortes de ángeles y
arcángeles.
Es indiscutible la Existencia
Una de donde todo procede y a donde todo vuelve, cuya
naturaleza nadie puede
descubrir. Pero lo s grandes doctores de la iglesia católica
postulan siem pre la
insondable Divinidad in comprensible, infinita, y, por lo tanto,
necesariam ente Una e
indivisible. El hom bre está hecho a “im agen de Dios”. Es, pues,
triple en su naturaleza:
espíritu, alm a y cuerpo. Es la m orada de Dios, el tem plo de
Dios, el tem plo
Nuevo Testam ento la doctrina
de la reen carnación está m á s fácilm ente adm itida que
claram ente enseñada. Así,
Jesús, al hablar de San Juan Bautista, declara que es Elías
“que debe venir”, haciendo alusión
a las pala bras de Malaquias: “Yo os enviaré a Elías
el profeta”. Y m á s
adelante, en otro luga r, a una pregunta acerca de que la venida de
Elías había de preceder a la
del Mesías, contesta: “Elías ha venido ya y ellos no le han
conocido”. Vem os a los
discípulos sobrentender una vez m á s la reencarnación cuando
preguntan si un hom bre nace
ciego en castigo de sus pecados, Jesús, en su respuesta, no
rechaza la posibilidad
de la ceguera en aquel caso. La frase ta n notable del
Apocalipsis (III. 12): “A quien
venciere, le haré colum na en
el Templo de m i Dios, y no saldrá jam á s fuera”, se ha
considerado com o
significativa de la liber ación de la reencarnación. Los escritos de
algunos Padres de la Iglesia
abogan con m ucha claridad a favor de una corriente
creencia en la reencarnación.
Algunos pretenden que enseñan únicam ente la
preexistencia
La unidad de enseñanza m oral
no es m enos sorprendente que la identidad de las
concepciones
carne, llegan a la libertad de las esperas superiores. Es
claro que ese cuerpo de
enseñanza prim ordial fue
confiado a guardas inteligentes que lo enseñaron en las
escuelas y form aron los
discípulos. La iden tidad de esas escuelas y su disciplina se
evidencia al estudiar su
enseñanza m oral, las condiciones im puestas a los discípulos y
los estados m entales y m
orales a que llegaban.
En el Tao Teh Ching encontram
os una di stinción m ordaz entre las diversas categorías
de estudiantes:
“Los estudiantes de la clase
m á s elevada, cuando oyen hablar del Tao, lo practican
sinceram ente. Los de la
clase m edia, ta nto parecen seguirle com o abandonarle; y los
estudiantes de la clase
inferior, cuando oyen ha blar de él, se ríen grandem ente.” (S. B.
of East, XXXIX. Op. cit.
XLI-i).
En el m ismo leemos:
El sabio pone su propia
persona la últim a, hallándola, sin em bargo, la prim era. La
trata com o extraña, y sin em
bargo la preser va. ¿ N o es por carencia de fin personal y
privado por lo que tales
fines se realizan? (VIII. 2.). Está desprovisto de vanidad y por
eso brilla; no tiene presunción
y por eso se le distingue; no se vanagloria y se le
reconoce m é rito; no se m
uestra suficiente y por eso adquiere superioridad; y porque está
libre de toda lucha, nadie
puede luchar cont ra él. (XXII.2.) No hay crim en mayor que
14.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
alimentar la am bición; ni calam idad m á s gr ande que estar
descontento de la propia
suerte; ni falta m á s
gravísim a que el dese o de obtener. (XLVI.2.)
buenos (conm igo), soy bueno, y tam b ién para los que no lo
son; así (todos), por ser
sinceros. (XLIX.I.) El que
posee abundant emente todos los atributos (del Tao)
aseméjase a un niño. Los
insectos venenos os no le morderán, las fieras no le
acometerán y las aves de
rapiña no le tocará n. (LV.I.). Tengo tres cosas preciosas que
estim o y guardo con el m
ayor cuidado. La prim era es la dulzura; la segunda, la
economía; y la tercera, no
codiciar lo de otr o... La dulzura está segura de vencer aún en
el comb ate, m anteniéndose
con firm eza. El cielo salvará al que la posee, pues
(precisam ente) su dulzura le
protegerá (LXVII.2-4.)
En los indos había discípulos
escogidos , considerados com o dignos de instrucción
especial, a quienes el “Gurú”
transm itía la enseñanza secreta, m ientras que las reglas
generales de la vida m oral
pueden recopilars e en las Leyes de Manu. Los Upanishads, el
Mahabharata y m uchos otros
tratados:
“Que se diga lo que es verdad
y lo que agrada; que no se profiera ni verdad
desagradable ni falsedad
agradable: tal es la ley eterna. (Manu, IV. i38.) No haciendo
mal a ningún ser se acum ulan
poco a poco mé ritos espirituales (IV.238.)
hom bre dos veces nacido que no ocasiona el menor daño a
los dem á s seres creados, no
habrá daño alguno (de ninguna
parte) el día en que se liberte de su cuerpo. (VI.40.)
Aquel que sufre con paciencia
las injurias, no insulta a nadie ni se hace a consecuencia
de su cuerpo (perecedero)
enem igo de ni nguno. El que no responde con cólera a la
cólera, con su pensam iento
fijo en el Yo buscando en el Yo su refugio, purificados por
el fuego de la sabiduría, m
uchos entran en m i Ser. (Bhagavad Gita, IV. io) El suprem o
gozo para el yogui, cuyo m
anas (la inteligencia) está en calm a, cuya naturaleza pasional
está apaciguada, es estar sin pecado y ser
no tiene resentim ientos con ningún ser, el hom bre am
igo y com pasivo, sin apegos, sin
egoísm os, equilibrado en el placer
y en el dolor, am ante de perdón, que siem pre está
atento, es arm onioso, y
dueño de sí. Y el que ha consagrado su pensam iento (m anas) y
su corazón (buddhi), ese am
igo m ío, m e es querido en verdad.” (XII. 13-14.)
Pasem os a Buda. Le encontram
os rodea do de arhats a quienes transm ite enseñanzas
secretas. Su doctrina pública
nos enseña que:
El sabio, por la sinceridad,
la virtud y la pureza, se transform a en una isla que m area
alguna puede sepultar.
(Udanavarga, IV. 5) El sabio en este m undo conserva
preciosam ente la fe y la
sabiduría, que s on sus grandes tesoros, y rechaza toda otra
riqueza. (X.9.) Quien alim
ente rencor cont ra los que le quieren m al, jam á s podrá ser
puro; y en cam bio, quien no
lo alim enta, paci fica a los que le odian. Com o el odio es
fuente de m iseria para la
hum anidad, el sa bio no conoce el odio. (XIII.12.). Triunfad de
la ira no encolerizándonos, triunfad
verdad (XX.18.)
El Zoroastrism o enseña a
loar a Ahura-Mazda. Dice:
“¿ Lo herm osísimo, lo puro,
lo inm ortal, lo brillante, todo esto es bueno. Honrem os al
espíritu bueno, al reino
bueno, la ley buena, y la buena sabiduría. (Yasna, XXXVII.)
Que el contento, la
bendición, la inocencia y la sabiduría de los puros descienda a este
lugar. (Ibíd., LIX.) La
pureza es el m ejor bien. Los dichosos son los m á s puros en
pureza (Ashem vohu.) Todos
los buenos pensam ientos, las buenas palabras, las buenas
acciones se realizan con
conocim iento. T odos los m alos pensamientos, las m alas
palabras, y las m alas
acciones se realizan sin conocim iento. (Mispa Kum ata.)”
(Extractos del Avesta en
Ancient Iranian and Azoroastrian Morals, por Dhunjibhoy
Jam setji Medhora.)
15.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Los hebreos tuvieron sus
“escuelas de pr ofetas” y en su Cábala y obras exotéricas
encontram os las enseñanzas m
orales aceptadas:
“¿ Quién subirá la cuesta del
Señor y se m antendrá en su santo lugar? El que tenga
limpios el corazón y las m
anos, el que no esté henchido de vanidad ni jure en falso (PS.
XXIV.3, 4.) ¿ Q ué exige de
ti el Señor, sino obrar justam ente, ser m isericordioso e ir
hum ildem ente con tu Dios? (
siempre, pero una lengua em bustera sólo durará un instante.
(Prov. XII. 19.) ¿ P or
los pesados haces, despacha libres a aquello s que están
quebrantados y quebranta todo
yugo. Parte con el ham b
riento tu pan y a lo s pobres y peregrinos m é telos en tu casa;
cuando vieres al desnudo
cúbrelo y no desperdicies su carne (Is. LVIII. 6,7.)”
Tamb ién el m aestro
cristiano tenía enseñanzas secretas para los discípulos y les hacia
esta recom endación: “No
arrojéis a los perro s lo que es sagrado, ni echéis m argaritas a
los puercos.” (Mat.VII.6.)
bienaventuranzas del Serm ón de la Montaña así com o los siguientes
preceptos:
“Más yo os digo: Am ad a
vuestros enem igos; haced bien a los que os aborrecen, y
rogad por los que os
persiguen y calum nian... Sed, pues, perfectos, así com o vuestro
Padre celestial es perfecto.
(Mat.V. 44, 48.) El que
perdiere su alm a por m í la hallará. (X.39.). Cualquiera,
pues, que se hum illare com o
este niño éste es el m ayor
en el reino de lo s cielos. (XVIII.4.) Mas el fruto
es: caridad, gozo, paz, paciencia benigni dad, bondad,
longanim idad, m ansedum bre, fe,
modestia, continencia,
castidad. Contra esas cosas no hay ley. (Galátas. V.22, 23.)
Am aos los unos a los otros,
porque el am or viene de Dios y quien am a nace de Dios y le
conoce. (Juan, IV.7.)
La escuela de Pitágoras y la
de los neopl atónicos perpetuaron la tradición en Grecia.
Sabem os que Pitágoras
adquirió parte de su sa ber en la
fue iniciado en las escuelas de Egipto. De las escuelas
griegas tenem os inform aciones
muy precisas, m á s que de
otra alguna de la an tigüedad. La de Pitágoras tenía discípulos
juram entados de una parte, y
de otra una disc iplina externa. El círculo interior pasaba
por tres grados en cinco años
de prueba. (P ara m á s detalles, véase Orpheus, de G. R S.
Mead, Págs. 263 y siguientes)
La disciplina externa se describe así:
“Es menester ante todo
entregarnos a Dios por com pleto. Cuando un hom bre reza, no
debe pedir ningún beneficio
particular, plenam ente convencido de que recibirá lo que es
justo y conveniente, según la
sabiduría divi na y no según el interés egoísta de sus
deseos. (Diod. Sic. IX.4i.)
Únicam ente por su virtud llega el hom bre a la
bienaventuranza, y esto es privilegio ex clusivo
Felicitate, II.284) En sí,
por su propia na turaleza, el hom bre no es bueno ni
dichoso,
pero puede serlo por la
enseñanza de la verdadera doctrina ( mathesios cai pronaias
potideetai ). (Hippo. Ibid.) El deber m á s sagrado es la piedad
filial. “Dios derram a sus
bendiciones sobre quien honra
y reverencia al autor de sus días”, dice Pam pelus. (De
Parentibus, Orelli. Op. Cit.,
II.345.) La i ngratitud con los padres es el m ayor y m á s
abom inable crim en, escribe
Perictiona (Ibid, 350), que se supone fue la m adre de
Platón. La pureza y
delicadeza de todas las obr as pitagóricas eran notables. (Oelian,
Hist., Var. XIV.19) En lo que
respecta a la castidad y al m atrim onio sus principios son
de absoluta pureza. Al m ismo
tiem po, el gr an maestro recom ienda la castidad y la
continencia, pero pide que
los casados e ngendren antes de entregarse al celibato
absoluto, a fin de que los
hijos se procreen en condiciones de perpetuar la vida santa y la
transm isión de la ciencia
sagrada. (Jám b lico, Vit. Pythag.; y Hierocles AP. Stob. Serm .
XLV.14.) Esto es en extrem o
interesante, porque encontram os la misma recom endación
en el Manava Dharm a Sastra,
el fam oso código indo... El adulterio se condenaba con
16.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
gran severidad. (Jám b., Ibid.) Se prevenía adem ás al m
arido que tratase a la m ujer con
extrem a dulzura, porque la
había tom ado por compañera ante los dioses. (Véase
Lascaulz. Zur Geschichte der
Ehe bei de n Griechen en las MEM. de l´Acad. De
Baviere, VII.107 y
siguientes).
El m atrim onio no era unión
anim al, sino lazos espirituales. Por eso, a su vez, la m ujer
debía am ar al esposo m á s
que a sí m isma y obedecerle en todo. Es interesante hacer
notar que los m ejores
caracteres de m ujer que nos presenta la Grecia antigua, fueron
form ados en la escuela de Pitágoras, los mismos que los
antiguos dicen que esta disciplina logró form ar , no sólo m
ejores ejem plos de castidad de
pureza y de sentim iento,
sino tam b ién de se ncillez de m odales, perfecta delicadeza y
gusto sin precedentes para
las cosas m á s serias . Esto está adm itido hasta por los autores
cristianos. (Véase Justino, XX.4...)
Entre lo s miembros de la escuela, la idea de
justicia presidía todas las
acciones, observaban la m á s estricta tolerancia y la m á s
perfecta com pasión en sus
mutuas relaciones; por que la justicia es el principio de toda
virtud, según Polo (ap. Stob.
Serm . VIII, edi. Schow, p.232.) La justicia m antiene el
y la que engendra la concordia entre el esposo y la
esposa, y el am or entre el am o y el
siervo.
Todo pitagórico estaba ligado
por su pala bra, debiendo, en fin, vivir el hom bre de tal
modo que estuviese dispuesto
a m orir en cualqui er instante (Hipólito. Filos, VI. — Ibid.
P. 263-267.)
Interesante es la m anera cóm
o se consideran las virtudes en las escuelas
neoplatónicas. Se establece
en ellas clara di stinción entre la sim ple moralidad y el
desarrollo espiritual. En
otros térm inos,
inmaculado, sino en llegar a Dios”. El prim er grado consistía
en hallarse sin pecado al
adquirir las “virtudes
cívicas”, que hacen al hom bre perfecto en su conducta (las
virtudes físicas y éticas
form aban los grados inferiores); la razón dirigía y em bellecí
entonces a la naturaleza
irracional. Luego ve nían las “virtudes catárticas” propias de la
razón pura, libertadoras de
los lazos de la generación; después las “virtudes teóricas”,
que elevaban el alm a al
contacto de las natu ralezas superiores a la suya; y finalm ente
las “virtudes paradigm
áticas”, que le dan a conocer el verdadero ser.
“Síguese de ahí que el que
obra según la s virtudes cívicas es un hom bre justo, pero el
que obra por las virtudes
catárticas únicam ente es un hom bre dem oníaco, o m ejor un
buen dem onio. El que obra
por las virtudes te óricas, ése es un Dios; y el que lo hace
según las virtudes paradigm
áticas, ése es el Padr e de los dioses”. (N ota en La Prudencia
intelectual, p.325-332.)
Gracias a diversas prácticas,
los discípulos aprendían a abandonar su cuerpo para
elevarse a regiones
superiores. Com o una hier ba se saca de su vaina, el hom bre interior
debía deslizarse de su
cubierta exterior o corporal. El “cuerpo lum inoso” o “cuerpo
radiante” de los indos es el
“cuerpo fusifo rm e” de los neoplatónicos, el en que el
hom bre se eleva para encontrar
el yo, “que no puede percibirse ni por el ojo ni por la
palabra ni por los dem á s
sentidos (literalm ente , Dioses), ni por la autoridad ni por los
ritos religiosos. Sólo por la
sabiduría serena, por la pura ciencia, se puede ver, en la
meditación, al Único
Indivisible. Ese yo sutil lo conocerá la inteligencia en que la
quíntuple vía (los sentidos)
esté dorm ida. La inteligencia de toda criatura está invadida
por esas vías, pero en cuanto
se purifi ca, se m anifiesta el Yo en ella”.
(Mundakopanishad, III. II, 8,
9.)
Sólo entonces puede entrar el
hom bre en la región donde la separación no existe, donde
las “esferas han cesado”. G.
R. S. Mead, en su introducción a Plotino de Taylor, cita un
pasaje de Plotino en que
describe una región que es evidentem ente el Turîya de los indos.
17.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
“Ven igualm ente todas las
cosas, no la s sometidas a la generación, sino aquellas en
que reside la esencia. Se ven
a sí m ismos en las dem á s. Todo es diáfano en ese lugar,
nada obscuro ni resistente, y
todo se ve por cada uno interiorm ente y de parte a parte.
cosas, ve igualm ente todo en cada una. De suerte que todas
las cosas están en todas
pares y que todo es todo.
es infinito. Porque todo allí es grande, incl uso lo
pequeño. El sol en ese sitio es al
mismo tiem po todas las
estrellas y cada una es a su vez el sol y todas las dem á s. En
cada una, sin em bargo,
predom ina una cualidad diferente, pues al m ismo tiem po todas las
cosas son visibles en cada
una. Igualm ente, en ese lugar, el m ovim iento es puro, porque
el movim iento no esta
trastornado por un m otor que difiera de él m ismo” (p. LXXIII).
Descripción totalm ente
insuficiente, por que ésa es una región que ningún idiom a hum ano
puede describir. Únicam ente
quien tuvo los ojos abiertos, pudo trazar esas líneas.
Las concordancias que existen
entre las religiones
un gran volum en; pero el im perfecto esbozo que precede
debe bastar com o prefacio al
estudio de la Teosofía, y com
o introducción a esta nueva y com pleta exposición de las
verdades antiguas que alim
entaron al m undo. Todas esas sem ejanzas revelan una fuente
única, y esa fuente es la
Herm andad de la L ogia Blanca, la Jerarquía de los Adeptos que
velan por la hum anidad y la
guían en su evolución. Ellas han conservado
constantem ente intactas esas
verdades, y de cuando en cuando, según las necesidades de
las épocas, las revelaron a
los hom bres. Frutos de m undos m á s elevados, de
hum anidades anteriores,
productos de una e volución análoga a la nuestra __evolución
que nos parecerá m á s
inteligible a com pletar nuestro estudio— han venido en auxilio de
nuestro globo, y desde los
prim eros tiem pos hast a el presente, asistidos por la flor de
nuestra hum anidad, le han
prodigado sus cuida dos. Hoy tam b ién instruyen a discípulos
ardorosos y los guían por el
estrecho sender o. Hoy tam b ién puede hallarlos quien los
busque, llevando en la m ano,
com o ofrenda inic ial, la caridad, la devoción, el deseo
desinteresado de saber a fin
de servir. Hoy tam b ién ordenan la antigua disciplina y
descubren los antiguos m
isterios. Las dos colum nas de la Logia Blanca son el Am or y
la Sabiduría, y a través de
su angosta puerta pueden pasar únicam ente los que han
desem b arazado sus espaldas
Larga tarea
nos aguarda. Com enzando por el
escala
echar una ojeada a vista de pájaro sobre la evolución y su
objeto.
Antes que com enzara a
existir nuestro sistem a, un Logos lo concibió todo en su
inteligencia. Todas las
fuerzas, todas las form as, todas las cosas que, cada cual a su
hora, surgirán a la vida
objetiva, todo está prim eram ente com o idea en el pensam iento
divino.
El Logos trazó entonces la
esfera de manifestación en cuyo interior quería desplegar
su energía; y se lim itó a sí
m ismo para ser la vida de su Universo.
A m edida que observam os,
vem os dibujar se gradualm ente siete zonas sucesivas de
diferente densidad. Siete
grandes regione s aparentes, en cada una de las cuales
nacen centros de energía, torbellinos de subs tancia cósm
fin, la separación y a condensación se efectúa n, al m
enos en lo que respecta a nuestro
sistem a actual, y vem os
ante los ojos un so l central, sím bolo físico del Logos, y siete
grandes cadenas planetarias,
com puestas cad a una de siete globos. Si lim itam os ahora
el campo de observación a la
cadena de que form a parte nuestro m undo, la verem os
recorrer oleadas sucesivas de
vida, form ando los reinos de la naturaleza: prim ero los tres
reinos elem entales; luego
los reinos m ineral, vegetal, anim al y hum ano. Lim itando
nuestra m irada al globo
terrestre y a las regiones que le rodean, observarem os la
18.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
evolución hum ana, y verem os al hom bre dese nvolver su sí m
ismo su propia conciencia
por m edio de larga serie de
ciclos vitales.
Concentrando, en fin, nuestra
m irada en un solo individuo, podem os seguir su
crecim iento. Verem os que
cada ciclo de vida contiene una triple división, y que está
unido a todos los ciclos
pasados cuyos resultados cosecha, y a todos los ciclos futuros,
cuyos gérm enes siembra, por
ley ineludible. De suerte que el hom bre puede subir la
pendiente en cada ciclo vital
contribuyendo a elevarse en m ayor grado de pureza, de
devoción, de inteligencia y
de utilidad, hast a llegar donde están los que llam amos Maestro,
prontos a satisfacer a sus
herm anos menores la deuda contraída con los Mayores.
Acabam os de ver que la
fuente de que todo universo procede es un Ser Divino
manifestado, al que la
Sabiduría Antigua, ba jo su form a moderna, da el nom bre de
Logos o Verbo. Este nom bre está
tom ado de la filosofía griega; pero expresa
perfectam ente la idea
antigua:
La palabra salida del
Silencio,
La Voz, el Sonido por el que
los m undos surgen a la existencia...
Echem os desde luego una
ojeada sobre la evolución
comprender m ejor la naturaleza de los m ate riales que nos
ofrece el
físico. La posibilidad m isma de la evoluci ón yace en las
potencialidades sum ergidas y
ocultas en el espíritu—m
ateria de ese m undo físico. Todo el proceso de la evolución es
un desarrollo gradual,
espontáneam ente im pelido desde el interior y solicitado
exteriorm ente por seres
inteligentes que pue den retardar o acelerar la evolución, sin
sobrepujar nunca la norm a de
las capacites inherentes a los m ateriales. Es, pues,
necesario que nos form emos
idea de esas etapas prim ordiales de llegar a Ser universal;
pero com o la tentativa de
una dilucidación detallada nos llevaría m á s allá de los lím ites
que nos im pone este tratado
elem ental, debem os contentarnos con una breve exposición.
Saliendo de las profundidades
de la Existe ncia Una,
un Logos se im pone a sí mismo un límite ,
circunscribiendo voluntariam ente la
extensión de su propio ser, para
determ inar se en el Dios Manifestado. Al trazarse el
límite de su esf era de
actividad, delim ita tam b ién el área de su universo; y en esta esf era
nace, evoluciona y m uere
este universo que en el Logos vive, se m ueve y encuentra su
ser. La m ateria
universo son las
sostén donde se desarrollan todas las cosas. Es el principio
y el fin, la causa y el objeto,
Esta en
todas las cosas y todas están en él.
Él. He aquí lo que los guardianes de la
Sabiduría Antigua nos han
enseñado sobre el origen de los m undos m anifestados.
Por la m isma fuente sabem os
que el Logos se desarrolla en sí m ismo, de sí m ismo, en
una triple form a.
El prim er Logos, fuente
De el procede el segundo
Logos, m anifestando un doble aspecto, vida y form a,
principio
de dualidad; los dos polos de la naturaleza ante la cual
se tejerá la tram a
VIDA- FORMA, ESPIRITU-
MATERIA,
En fin, el tercer Logos,
inteligencia universal, en la que existe el arquetipo de toda cosa
y es fuente de los seres, m
anantial de las energías form adoras y tesoro donde están
almacenadas todas las form as
ideales que se han m anifestado y elaborado en la m ateria
en los planos inferiores durante la evolución
19.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Estos arquetipos son fruto de
los universos pasados, transm itidos para servir de germ en
al universo presente.
La m anifestación fenom énica
de un universo cualqui era, en espíritu y m ateria, es finita
eternas.
Un profundo escritor ha dicho
que el L ogos percibe la raíz de la m ateria
(MULAPRAKRITI) com o velo que
cubre la Existencia Una, el Suprem o Brahm an
(Parabrahm an) según la denom
inación antigua.
El Logos se reviste de ese
velo para producir la m anifestación.
Se sirve
actividad y
que guía y rige toda form a. (Por esto ciertos libros
sagrados de Oriente le llam an El
Señor de Maya, porque Maya o
ilusión es el principio de la Form a. La form a se
considera com o ilusión a
consecuencia de su naturaleza transitoria y de sus perpetuas
transform aciones. La vida
expresada bajo el velo de la form a es, al contrario, la
realidad.)
De lo que pasa en los planos
m á s eleva dos
podem os tener sino m uy vaga idea. La energí a del Logos,
al m overse en un torbellino
de inconcebible rapidez,
“abre agujeros en el espacio”, en la raíz de la m ateria; y ese
rem olino de vida lim itado
por una envoltura perteneciente a Mulaprakriti, f orm a el
átom o prim ordial. Los átom
os prim ordiales y sus agrupaciones diversas, disem inados en
todo el universo, form an todas las subdivisi ones
una parte de esos innum erables átom os prim ordiales
determ inan torbellinos en el seno
de agregados m á s densos de su propio
cubierta de espirales constituidas por com b inaciones má s
densas
viene a ser el últim o elemento de espíritu—m ateria, es
decir, el átom o
Los átom os
sí, constituyen las diversas subdivisiones
Y el átom o
agregados m á s densos de su propio
envoltura, viene a ser lo m á s sutil de espír itu—m ateria, es
decir, el átom o
de los planos cuarto, tercero, segundo y prim ero. Tales
son las siete grandes regiones
podrem os form
las modificaciones
encontrará esta concepción m á s clara si considera los átom os
Atm a, los
cubierta externa es activa en cada
no dejan de estar presentes y prontos a desper tar a la
vida activa en el arco ascendente
Él térm ino espíritu- m
ateria se em plea con objeto de significar que no hay m ateria
muerta.
Toda m ateria es viva y las
partículas m á s pequeñas tienen vida.
La ciencia afirm a con verdad
al decir “no hay fuerza sin m ateria ni m ateria sin fuerza”
La fuerza y la m ateria están
unidas por indisol uble lazo a través de todas las edades de
la vida
20.
-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La m ateria es la form a y no
hay form a que no exprese vida; el espíritu es vida, y no hay
vida que no este lim itada
por una form a.
TAMBIEN EL LOGOS,
EL SEÑOR SUPREMO, TIENE EL
UNIVERSO POR FORMA,
MIENTRAS DURA LA
MANIFESTACION.
La involución de la vida del
Logos com o fuerza anim adora de cada partícula y su
envolvim iento sucesivo en el
espíritu- m ateria de los diferentes planos, de suerte que los
materiales de cada uno, adem
ás de las energí as que le son propias, contienen en estado
latente u oculto todas las
posibilidades de f orm a y de f uerza pertenecientes a los planos
superiores, esos dos hechos
evidencian la evolución cierta y dan a la m as ínfima
partícula las potencias que,
gradualm ente tr ansform adas en poderes activos la capacitan
para entrar en las form as de
seres m as elevados. La evolución puede resum irse así en
una sola frase, diciendo
que”:
Es el tránsito de las
potencias latentes al estado de poderes activos”.
La segunda gran oleada de
evolución, la e volución de la form a
exam inarán m á s adelante.
Estas tres
hum anidad; fabricación de m ateriales, constr ucción de
la casa y desarrollo
vive en ella, o m ejor, según los térm inos antes em
pleados, evolución
materia, evolución de la form a y evolución
Si el lector puede fijarse
puede en esta idea, se obtendrá una indicación precisa y útil
para guiarse a través
Podem os pasar ahora al exam
en detallado de l
existe y al que pertenece nuestro cuerpo carnal.
Lo que ante todo nos llam a
má s la atención cuando exam inamos los materiales de este
Los objetos que nos rodean
son de variedad infinita, m inerales, vegetales, anim ales,
todos difieren en su
constitución.
Adem ás la m ateria dura o
blanda, transparente u opaca, tenaz o m aleable, dulce o
amarga, agradable o
nauseabunda, coloreada o incolora. De esa conjunción surgen,
líquido y gaseoso.
Un exam en má s atento nos m
uestra que los sólidos, líquidos y gases están constituidos
por com b inaciones de
cuerpos sim plicísimos, llam ados por los quím icos elementos, que
tam b ién pueden existir en
estado sólido, líquido y gaseoso sin intercam biar de
naturaleza.
Así el elem ento quím ico
oxigeno entra en la composición de la m adera form ando con
algunos otros elem entos las
fibras leñosas só lidas; existe igualm ente en la savia,
form ando con otros elem
entos una com b inación líquida, el agua; y finalm ente subsiste
por sí m ismo
Bajo estas tres condiciones
es siem pre oxi geno, y puede adem ás reducirse de estado
gaseoso a liquido y de este
al sólido sin de jar de ser oxigeno puro; y lo m ismo ocurre
con los dem á s elementos.
Obtenem os así tres
subdivisiones o estados de la materia en explano físico: los sólidos,
los líquidos y los gases.
Obtenem os así tres subdivisiones o estados de la m ateria en el
encontram os un curto estado, el éter; e i nvestigaciones
todavía m á s minuciosas nos
enseñan que el éter existe
bajo cuatro esta dos tan claram ente definidos com o los estados
21.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
sólido, líquido y gaseoso.
Tom emos el oxí geno com o ejem plo. Así com o puede
reducirse del estado gaseoso
al líquido, y de esta al sólido, tam b ién puede elevarse a
partir del estado gaseoso, a
través de los cuatro estados etéreos, de los que el últim o está
constituido por el últim o
átom o físico. Cuando este átom o físico se descom pone, la
materia abandona por com
pleto el plano físico y pasa al plano superior inm ediato. La
lám ina adjunta presenta tres
cuerpos en el estado gaseoso y en los cuatro estados
etéreos. Se observará que la
estructura del últim o átom o físico es la misma para todos, y
que la diversidad de los elem
entos quím icos se debe a la diversidad de com b inaciones
que form an entre sí esos
últim os átom os físicos. La séptim a subdivisión del espíritu—
materia física está form ada,
pues, por átom os hom ogéneos. La sexta, por com b inaciones
heterogéneas m uy sencillísim
as de esos átom os, cada una de los cuales se conduce
como unidad nueva. La quinta
y la cuarta lo están por com b inaciones de creciente
complejidad, condiciéndose
cada una tam b ién como unidad. La tercera, en fin, se
compone de organizaciones
todavía m á s complicadas, consideradas por los quím icos
como los átom os gaseosos de
los elem ento s. En esta subdivisión, gran núm ero de las
comb inaciones consideradas
ha tom ado nom bres especiales: oxígeno, nitrógeno, cloro,
etc., y cada com b inación
nuevam ente descubier ta otro nom bre a su vez. La segunda
subdivisión se com pone de
com b inaciones en estado líquido; unas consideradas com o
elementos, com o el brom o;
otras com o compuestos, com o el agua. En fin, la prim era
subdivisión contiene los
sólidos que se c onsideran com o elementos: yodo, oro, plom o
etc; o com o compuestos: m
adera, piedra, creta, etc.
El plano físico puede servir
de m odelo al estudiante, según ese tipo general, podrá por
analogía form arse idea de
las subdivisiones de l espíritu—m ateria de los dem á s planos.
Cuando el teósofo habla de un
plano, entiende una región com pletam ente com puesta del
espíritu—m ateria en todas
las com b inaciones que se derivan de un tipo especial de
átom o. Tales átom os fundam entales
son a su vez unidades com plejas organizadas de
materia análoga. Su vida es
la vida del Logos, velada bajo m ayor o m enor núm ero de
envolturas, según el plano
considerado. Su fo rm a se compone de la m ateria m á s grosera
o materia sólida del plano
inm ediato superior. Un plano no es, pues, sólo una idea
metafísica, sino una
subdivisión de la naturaleza.
Hasta ahora hem os estudiado
los resultados de la evolución del espíritu—m ateria en
nuestro m undo físico,
subdivisión la m á s inferior del sistem a a que pertenecem os.
Durante edades sin cuento la
corriente de evolución del espíritu—m ateria form ó la
substancia cósm ica, y en los
m ateriales de nuestro globo vem os el resultado de ese
trabajo de elaboración.
Pero cuando estudiam os los
seres que habitan este m undo físico, tenem os que
considerar la evolución de
las form as constituyentes de los organism os aparte de los
materiales.
Cuando la evolución de los m
ateriales alcanzó un grado suficiente, la segunda gran
oleada de vida procedente del
Logos dio el im pulso a la evolución de la form a y fue la
fuerza organizadora (En tanto
que Atm a-buddhi es indivisible en acción, y por esto
denom inada la Mónada, todas
las form as tienen Atm a-Buddhi com o vida reguladora.)
de su universo, ayudado en la
construcción de form as por m edio de com b inaciones de
espíritu—m ateria, por innum
erables cohortes de seres llam ados constructores ( Algunos
de estos Constructores son
inteligencias espirituales de orden elevadísim o; pero el
nombre se aplica tam b ién a
los elem entos o espíritus de la naturaleza. —V. m á s
adelante el capítulo XII.)
La vida del Logos que reside
en el corazón de cada form a es la energía central directora
y regente.
22.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Es im posible estudiar aquí
al porm enor esa construcción de las form as sobre los
planos superiores. Baste
decir que todas las form as existen com o idea en la inteligencia
del Logos, y que por esa segunda
oleada de vida se manifiesten para servir de m odelos a
los constructores. En el
tercero y el segundo plano, las prim eras com b inaciones de
espíritu—m ateria están
organizadas de m anera que pueden fácilm ente agruparse en
form as para desem peñar m
omentáneam ente el papel de unidades independientes y
encargarse de dar poco hábito
de estabilidad al espíritu—m ateria cuando se encuentra
bajo form a de organism o.
Este proceso de term ina en el tercero y segundo plano la
existencia de tres reinos llam
ados elem entales, y las de substancia que se form a en ellos
llevan generalm ente el nom
bre de esencia elem ental. Esta esencia se m oldea, por
agregaciones, en form as que
subsisten cier to tiem po para dispersarse en seguida. La
vida expansiva del Logos, o
Mónada, evoluci ona descendiendo a través de esos tres
reinos, y alcanza fácilm ente
el plano físic o, donde com ienza a agrupar en torno de ella
las partículas de éter que m
antiene en form as diáfanas atravesadas por corrientes vitales.
En esas form as se congregan
los m ateriales m á s densos, constituyendo los prim eros
minerales. Estos evidencian
adm irablem ente, com o puede com probarse viendo
cualquier obra de
cristalografía, los datos num éricos y geom étricos que sirven para la
construcción de las form as.
Igualm ente nos aseguram os por m uchísim os testim onios, de
que la vida obra en todos los
cuerpos m inerales, aunque se encuentre en ellos
verdaderam ente aprisionada,
lim itada y reduc ida en sum o grado. El fenóm eno de la
“fatiga de los m etales” m
uestra que son tam b ién cosas vivas. Pero baste decir aquí que
la doctrina oculta los
considera com o tales, puesto que sabe, según acabam os de ver,
como la vida se encuentra
involucionada en ellos.
Habiendo adquirido una gran
estabilidad de form a en muchos de los m inerales, La
Mónada evolutiva elabora una
plasticidad m á s grande en el reino vegetal, continuando
esa plasticidad con
estabilidad provista de organización. Estos caracteres de estabilidad
y plasticidad com b inados,
adquieren todaví a expresión m á s equilibrada en el reino
animal y alcanzan finalm ente
el sum o equilibrio en el hom bre, cuyo cuerpo físico está
constituido por com puestos m
á s instables, que perm iten una gran adaptación, pero que
se unen por una fuerza central
de com b inación que resiste a la disgregación general
hasta en las condiciones m á
s diversas.
El cuerpo físico del hom bre
contiene dos divisiones esenciales; el cuerpo denso, cuyos
elementos están form ados de las
tres s ubdivisiones del plano físico, sólido, liquido y
gaseoso; y del doble etéreo,
de un gris vi oleta o azulado com penetrado con el cuerpo
material com puesto de m
ateriales tom ados de las cuatro subdivisiones superiores del
mismo plano.
La función general del cuerpo
físico consiste en recibir los contactos del m undo
exterior y transm itirles al
interior com o efectos m ateriales para trabajar sobre ellos, a
fin de allegar conocim iento
al ser consciente que reside en el cuerpo.
El doble etéreo llena, adem
ás del papel especial de interm ediario, el de agente
transform ador, gracias al
cual la energía vita l irradiada por el sol pueda adaptarse al uso
de las partículas m á s
densas.
El sol separa nuestro sistem
a el gran observatorio de fuerzas eléctricas, m agnéticas y
vitales, que derram a con
abundancia.
Estas corrientes
vivificadoras se asim ilan por el doble etéreo de los m inerales, los
vegetales y los hom bres y se
transform an en las diversas energías vitales necesarias para
cada ser. (La vida solar así
apropiada r ecibe el nom bre de PRANA y viene a ser el
soplo de vida de cada criatu
ra. PRANA es el nom bre que sirve para designar la vida
universal asim ilada por una
entidad de la que esta separada)
23.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El doble etéreo las absorbe,
las especia liza y las distribuye por el cuerpo m aterial. Se
ha observado que, en estado
de buena sal ud, el doble etéreo transm ite tam b ién una
cantidad de energía vital m
ucho m ayor que la exigida por el cuerpo físico para su
mantenim iento.
El excedente irradia en todos
sentidos y puede utilizarse por los organism os má s
débiles.
Se da el nom bre de aura de
salud a la porción de doble etéreo que se desborda del
cuerpo físico y que lo rodea
algunos centím etros en todos los sentidos.
Se le puede observa sobre
toda la superficie del cuerpo en líneas que irradian com o
los radios de una esfera.
Estas líneas se inclinan hacia
el suelo cuando hay poca vitalidad y la salud esta
debilitada; pero cuando las
fuerzas reviven, i rradian de nuevo perpendicularm ente a la
superficie del cuerpo.
Esta es la energía vital,
especializad a por el doble etéreo, que el m agnetizador gesta
para restaurar las fuerzas o
curar la enferm edad, y a la que se m ezclan com únm ente
otras corrientes m á s
sutiles.
Tal es la causa de la
depresión de la energía vital que atestigua el agotam iento del
magnetizador cuando prolonga
el exceso de trabajo.
El cuerpo hum ano es sutil o
denso en su contextura, según los m ateriales tom ados del
plano físico para su com
posición.
Cada subdivisión de la m
ateria sum inistra substancias m á s sutiles o m á s densas.
Compárese, por ejem plo, el
cuerpo de un carnicero con el delicado sabio. Am bos
contienen sólidos; pero
cuanto difiere su cualidad.
Sabem os tam b ién que se
puede refinar un cuerpo grosero y hacerse m á s basto uno
delicado.
El cuerpo cam bia sin cesar.
Cada partícula es una vida y
las vidas van y vienen.
Un cuerpo vibrante las atrae
al m ismo diapasón que ellas y la rechaza un cuerpo de
naturaleza opuesta.
Todas las cosas viven en
vibraciones rítm icas, se atraen por la arm onía y se separan
por la disonancia.
Un cuerpo puro rechaza las
partícul as impuras porque tienen una vibración
incompatible con la suya; y
al contrario, un cuerpo grosero las atrae por el acuerdo de
esas vibraciones.
De lo que se infiere que si
el cuerpo cam bia su ritm o de vibración arroja gradualm ente
de su seno los elem entos
constituyent es que no pueden vibrar al unísono,
reem plazándolos con otros
tom ados de la naturaleza externa m as en arm onía con él.
La naturaleza sum inistra los
m ateriales vibrando según todos los m odos posibles y
cada cuerpo ejerce su
selección m as adecuada.
En la construcción prim itiva
de los cuerpos hum anos, la selección debiese a la
Monada de la Form a; pero
ahora el hom bre es un ser consciente y preside, por lo tanto,
su propia construcción.
Por su pensam iento hace resonar
la tónica de su arm onía individual y determ ina los
ritm os que son los factores
m á s poderosos en las modificaciones continuas de su cuerpo
físico y sus dem á s cuerpos.
A m edida que aum enta su
conocim iento, ap rende a edificar su cuerpo físico con ayuda
de una nutrición pura,
facilitando él ponerle a diapasón. Aprende así a vivir según el
axiom a de la pureza: “Alim
ento puro, pe nsamiento puro y un continuo recuerdo de
Dios”.
24.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La criatura m á s elevada, si
vive sobre el plano físico, es sobre este plano el virrey del
Logos, responsable según la
extensión de su s poderes, del orden, paz, y buena arm onía
que debe reinar en dicho
plano.
Y ese deber no pude cum
plirse sin la triple condición que acabam os de enunciar.
El cuerpo físico, al tom ar
sus elem entos de todas las subdivisiones del plano físico, es
apto para recibir im
presiones de toda clase y responder a ellas.
Los prim eros contactos serán
las má s sencillas y groseras clases, y com o la vibración
emitida por la vida interior
en respuesta a la excitación externa suscita entre las
moléculas del cuerpo m ovim
ientos correspondien tes, poco a poco el sentido del tacto se
desarrolla sobre la superficie
del organism o perm itiendo reconocer la presencia de
objetos.
A m edida que se form an los
órganos especiales, para recibir las vibraciones de
determ inados géneros, el
valor del cuerpo aum enta y se prepara para ser un dic en
explano físico el vehículo de
una entidad propiam ente consciente.
Cuantas m as impresiones
diversas puede recibir, m ayor Será su utilidad, porque solo
las impresiones a que pueda
responder llegaran a la conciencia de ser encarnado.
Aun ahora, a nuestro
alrededor, en la naturaleza física, hay una infinidad de
vibraciones que se nos
escapan por com plet o, porque nuestro cuerpo físico es incapaz
de recibirlas, es decir, de
vibrar al unísono.
Bellezas inimaginables,
sonidos arm oniosos y sutilidades delicadas chocan contra los
muros de nuestra prisión y
pasan inadvertidas.
Aun no se ha desarrollado el
cuerpo perf ecto que vibrara respondiendo a todos los
estrem ecimientos de la
naturaleza com o arpa cólica al soplo del céfiro.
Cuando el cuerpo puede
recibir las vibracione s las trasm ite a los centros físicos de su
sistem a nervioso sum amente
com plejo. Igualm ente las vibraciones etéreas que
acompañan a todas las
vibraciones de los m ate riales m á s densos, se reciben por el doble
etéreo y se transm iten a los
centros correspondientes.
La m ayoría de las
vibraciones de la m ateria densa se transform an en energía quím ica,
en calor o en otras form as
de energía física.
Las vibraciones etéreas
ocasionan acciones magnéticas y eléctricas y se transm iten al
cuerpo astral, donde alcanzan
la inteligencia.
Así es com o las inform
aciones del m undo exterior llegan al ser consciente que habita
en él cuerpo o al “Señor del
cuerpo” com o se le llama a veces.
A m edida que las vías de
inform ación se perfeccionan por el ejercicio del ser
consciente se desarrolla
gracias a los m ateriales que sum inistran a su pensam iento.
Ahora bien:
El bien: hom bre de nuestros
días ha e volucionado todavía poco y su doble etéreo no es
suficientem ente arm ónico
para transm itirle regularm ente las im presiones recibidas
independientem ente del
cuerpo m aterial, así com o tam poco, para fijarlas en el cerebro.
A veces sin em bargo, la
transm isión se efectúa y tenem os entonces la clarividencia en
su form a má s inferior,
visión por el doble et éreo de los objetos cuya envoltura m á s
material es un cuerpo etéreo.
Como verem os hom bre anim a
una serie de vehículos: físico, astral y m ental, y es
importante saber y recordar
que, en nuestra e volución ascendente, el vehículo inferior,
el cuerpo físico denso, es el
prim ero que rige y racionaliza la conciencia.
El cerebro f ísico es el
instrum ento de la conciencia en estado de vigilia sobre el plano
físico, y en el hom bre puro
evolucionado la conciencia funciona aquí de un m odo m á s
efectivo que en cualquier
otro vehículo. Su s potencias son inferiores a las de los
vehículos m á s sutiles, pero
sus realizacione s son má s grandes, y el hom bre se conoce
como “yo” en el cuerpo físico
antes de descubrirse en los dem á s.
25.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Pero si esta m as
evolucionado que el prom edio de su raza, no se revelara aquí abajo
sino en los limites perm
itidos por su organism o físico, porque de conciencia únicam ente
puede m anifestar sobre el
plano físico lo que el vehículo físico es capaz de recibir.
En general el cuerpo denso y
el cuerpo etéreo no se separan jam á s en la vida terrestre.
Funcionan juntam ente, en el
estado norm al, com o las cuerdas altas y bajas de un
mismo instrum ento cuando se
efectúa un aco rde; pero ejercen adem ás funciones
distintas, aunque
coordinadas. En condi ciones de poca salud o de sobreexcitación
nerviosa el doble etéreo
puede proyectarse anorm almente en gran parte fuera del cuerpo
denso.
Este ultim o tiene entonces
una concienc ia muy vaga o se haya en estado de trance
según sea la m ayor o m enor
proporción de substancia etérea exteriorizada. Los
anestésicos del cuerpo la m
ayor parte del dobl e etéreo, de suerte que la conciencia no
puede afectar su vehículo m
aterial ni se r afectada por él, rom piéndose el lazo de
comunicación.
En las personas de
organización ahora llamadas MEDIUMS, la separación del cuerpo
etéreo y del cuerpo denso se
efectúa fác ilmente, y el doble etéreo exteriorizado
suministra en gran m edida la
base física necesaria a las “m aterializaciones”.
Al dorm ir, cuando la
conciencia deja el vehículo físico que utiliza en estado de vigilia,
el cuerpo denso y el cuerpo
etéreo descansan conjuntam ente.
Pero en la vida del sueño
físico funciona independientem ente uno del otro hasta
cierto punto.
Las im presiones recibidas en
la vigilia se producen autom á ticam ente en el cuerpo, y el
cerebro m aterial y el
cerebro etéreo se llenan ambos de im ágenes fragm entarias e
incoherentes, donde las
vibraciones se atrope llan, por decirlo así, entre ellas m ismas,
produciendo las com b
inaciones má s grotescas.
Las vibraciones externas
vienen igualm ente a afectar esos dos vehículos, y las
comb inaciones (asociaciones)
fr ecuentem ente repetidas en estado de vigilia son traídas
nuevam ente a la actividad
por corrientes astrales de la naturaleza análoga.
Las imágenes producidas en
nuestro sueño engendradas espontáneam ente o
suscitadas por una fuerza
externa, se hallan determ inadas en gran parte por la pureza o
impureza de nuestros pensam
ientos en estado de vigilia.
Al acaecer el fenóm eno que
se llam a muer te, la conciencia se evade y despoja al
cuerpo etéreo de la envoltura
densa.
Rom pe así el lazo m agnético
que unía esas dos partes del cuerpo físico en la vida
terrestre, y el ser
consciente perm anece envuelto por algunas horas, en su vestido etéreo.
A veces se m anifiesta en tal
estado a las personas que están cerca del. Bajo una
form a nebulosa, vagam ente
consciente y m uda; el fantasm a.
El doble puede igualm ente
verse después que el ser consciente se ha evadido del,
flotando sobre la tum b a
donde el cadáver m ateri al yace, y se disgrega lentam ente con el
tiem po.
Cuando llega el m omento de
renacer, el cuerpo denso, en su desarrollo prenatal, sigue
paso a paso al doble etéreo
que esta c onstituido gradualm ente con anticipación. Puede
decirse que esos dos cuerpos
determ inan los límites en que el ser consciente ha de
vivir y trabajar durante su
vida terrestre. Este asunto se esclarecerá m á s completam ente
en el capítulo IX, que tiene
por objeto el Karm a.
El plano astral es la región
del universo vecina, si podem os emplear esta palabra, del
plano físico.
En el plano astral la vida es
m á s activa y la form a má s plástica que en él físico.
26.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El espíritu –m ateria se
encuentra allí, por lo tanto, m á s altam ente vitalizado y m á s sutil
que en todos los grados del m
undo físico.
En efecto: según hem os visto
ya, el últim o átom o físico que constituye el éter m á s sutil,
tiene com o envoltura innum
erables agregados de la m ateria astral m á s grosera.
Se dice la palabra vecino la
cual es m uy impropia, porque sugiere la idea de que los
planos del universo están
dispuestos en zona s concéntricas de m odo que al térm ino de
uno señale el principio del
otro; cuando m á s bien son esferas concéntricas penetradas
mutuam ente y separadas entre
sí, no por opos ición, sino por diferencia de constitución;
lo mismo que el aire y el
agua y el éter en el sólido m á s denso, la m ateria astral penetra
en toda la sustancia física.
El m undo astral está sobre
nosotros, bajo nos otros, alrededor de nosotros y tam b ién nos
atraviesa.
Vivim os y nos m ovem os en
él, pero es intangi ble, invisible, silencioso e im perceptible,
porque estam os separados de
él por la presi ón del cuerpo físico, y las partículas físicas
son dem asiado densas para
vibrar bajo la acción de la m ateria astral.
En este capítulo vam os a
estudiar el aspecto general del plano astral, dejando a un
lado, para considerarlas
separadam ente, las condiciones especiales que presenta la vida
de ese plano con relación a
los seres hum anos que lo atraviesan llenándolo de la tierra al
cielo.
El espíritu—m ateria del
plano astral tiene subdivisiones análogas a las del plano
físico que acabam os de
describir en el capítulo dedicado a dicho plano.
Encontrarem os aquí, com o en
el plano físico, innum erables com b inaciones que form an
los sólidos, los líquidos,
los gases y los éteres astrales.
Pero en este plano la m
ayoría de las form as materiales tienen, cuando se las com para
con las form as del plano f
ísico, un brillo y una traslucidez que les ha valido el epíteto
impropio, pero que aceptado
por el uso no hem os de cam biarlo.
Como no hay nom bres
especiales para las subdivisiones del espíritu—m ateria astral,
podem os emplear las
designaciones terrestres.
La idea esencial que hem os
de fijar, es lo que los objetos astrales son com b inaciones de
materia física, y que la
disposición del m undo astral se asem eja m uchísim o a la de la
tierra, estando constituida
en gran cantidad por los dobles astrales de los objetos físicos.
Una particularidad, sin em
bargo, detiene y desconcierta al observador poco
acostum brado, en parte, a
causa de la traslu cidez de los objetos astrales, y en parte
tam b ién a consecuencia de
la naturaleza m isma de la visión astral (la conciencia está
menos sujeta en la m ateria
astral sutil que en su prisión terrestre); toda cosa es
transparente: en anverso y el
reverso, lo inte rior y lo exterior, son visibles al m ismo
tiem po.
Hace falta m ucha experiencia
para ver co rrectam ente los objetos, y aquel que ha
desarrollado la visión astral
sin estar todavía al corriente de su em pleo, se expone a ver
todas las cosas trastocadas y
a com eter los m á s disparatados yerros.
Otra característica
sorprendente, que desconc ierta a veces al principiante, es la rapidez
con que cam bian de contornos
las form as astrales, sobre todo las que no se relacionan
con ninguna m atriz
terrestre.
Una entidad astral puede m
odificar su aspecto por com pleto con pasm osa rapidez,
porque la m ateria astral tom
a form a bajo cad a impulso del pensam iento, y la vida retoca
constantem ente esa form a
para darse nueva expresión.
Cuando la gran oleada de vida
de la evolución de la form a atraviesa de alto a bajo el
plano astral, constituyendo
sobre este plano el tercer reino elem ental, la Mónada atrae a
su alrededor com b inaciones
de m ateria astral, y da esas com b inaciones, conocidas con
27.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
el nombre de esencia elem
ental, una vitalidad particular y la propiedad característica de
tom ar form a instantáneam
ente bajo el im pulso de las vibraciones m entales.
Esa esencia elem ental form a
muchísim as variedades en cada subdivisión del plano
astral.
Podem os form arnos una idea
de ello s uponiendo el aire visibl e; fenóm eno producido
por un gran calor que hiciese
la atm ósfera pe rceptible bajo la form a de ondas vibrantes,
y que nos pareciera anim ado
de un m ovi miento ondulatorio continuo ilum inando de
cambiantes colores com o los
del nácar.
Esa misma atm ósfera
elemental responde sin cesar a las vibraciones del pensam iento,
del sentim iento y del deseo.
Las form as surgen en ella
bajo el im pulso de esas fuerzas com o las burbujas en el agua
hirviente.
La duración de la form a así
engendrada depende de la fuerza de im pulsión que la
origina; la nitidez de sus
contornos, de la precisión del pensam iento; y su coloración, de
la cualidad del m ismo.
(Intelectual, religioso, pasional, etc.)
Los pensam ientos vagos e inconsis
tentes que engendran con frecuencia las
inteligencias poco
desarrolladas, reúnen en torno de ellos, cuando llegan al m undo
astral, nubes difusas de
esencia elem ental que van de aquí para allá atraídas por otras
nubes de análoga naturaleza,
se detienen en el cuerpo astral de las personas cuyo
magnetism o bueno o m alo los
atrae y se disuel ven al fin después de cierto tiem po para
reintegrarse en la atm ósfera
general de esencia elem ental.
Mientras conservan su
existencia separada, son entidades vivas que tienen por cuerpo la
esencia elemental y por vida
anim adora un pensam iento.
Se les da entonces el nom bre
de elem entales artificiales o pensam ientos—form as.
Los pensamientos claros y
precisos tie nen form a definida, un contorno firm e y lim pio
y su aspecto varía al
infinito.
Están m odeladas por la
vibraciones del pe nsamiento de un m odo análogo al de las
figuras que encontram os en
el plano físico determ inadas por las vibraciones del sonido.
Las figuras vocales y las
figuras m entales ofrecen gran analogía entre sí, porque la
naturaleza, a pesar de su
infinita variedad, es en cuanto a sus principios m uy económ ica
y reproduce los m ismos
procedim ientos operatorios en todos los planos sucesivos a su
imperio.
Esos elem entales artif iciales,
claram ente delim itados, tienen una vida m á s larga y m á s
activa que sus herm anos
nebulares, y ejercen una acción m uchísim o má s poderosa sobre
el cuerpo astral, y a través
de él sobre el m ental, de aquellos de donde han salido.
Originan por su contacto
vibraciones análoga s a ellos y los pensam ientos se extienden
así de inteligencia a
inteligencia sin necesidad de expresión física.
Adem ás pueden dirigirse por
el pensador hacia la persona que desea alcanzar, y su
potencia depende de la fuerza
de su voluntad y de la intensidad de su potencia m ental.
En los hom bres de cultura m
edia, lo s elementales artif iciales creados por el
sentim iento o el deseo son m
á s vigorosos y precisos que los creados por el pensam iento.
Así, una explosión de ira
dará una potente fulguración roja, claram ente dibujada, y una
cólera sostenida engendrará
un peligroso elem ental de color rojo, puntiagudo,
dentellado, pero bien
organizado para dañar.
El am or, según su cualidad, determ
inará form as má s o menos adm irables de color y de
dibujo, que podrá ofrecer
todos los tonos desde el carm ín hasta los m atices m á s
exquisitos y delicados del
rosa, sem ejantes a los pálidos reflejos de la aurora o del
crepúsculo, en nubes difusas
o en form as protectoras de vigorosa ternura.
28.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Comúnm ente las am antes
oraciones de una m adre afectan form as angélicas cerca del
hijo, que apartan de él las
influencias perniciosas que sus propios pensam ientos
pudieran atraer.
Un rasgo característico de
esos elem enta les, es que dirigidos por la voluntad hacia
determ inada persona, están
anim ados de la tendencia a cum plir la voluntad del ser que
los crea.
Un elem ental protector se
colocará cerca de su objeto, buscando todas las oportunidades
de alejar el m al, de atraer
el bien, no c onscientem ente, sino por espontáneo im pulso que
lleva por la línea de m enor
resistencia.
Del m ismo modo, un elem
ental anim ado por un pensamiento m alo, gravitará alrededor
de su víctim a espiando la
ocasión para dañarle.
Pero ni uno ni otro pueden pr
oducir im presión, a m enos que haya en el cuerpo astral de
la persona a quien se dirigen
algún elem ento susceptible de vibrar acorde con ellos
facilitando su fijación.
Si no encuentra en esa
persona m ateria análoga para ello, entonces, por una ley de su
misma naturaleza, vuelven a
lo largo de la trayectoria que han recorrido, siguiendo la
estela m agnética que han
dejado tras si y caen sobre su propio creador con una fuerza
proporcional a la de su
proyección.
Conocidos son los casos en
que un pensam ient o de odio m ortal, im potente para alcanzar
a quien iba dirigido, a
causado la m uerte de su proyector.
En cam bio los pensam ientos
saludables, di rigidos a una persona indigna, recaen com o
bendiciones sobre aquel que
los engendra.
La comprensión, siquiera
rudim entaria, del mundo astral, obrará como poderoso
estím ulo del buen pensam
iento.
Hará nacer en nosotros la noción
de una gran responsabilidad respecto a los
pensamientos, las em ociones
y los deseos que hem os desencadenado en esa región.
Hay m uchas fieras, que
desgarran y devoran, entre los pensam ientos de que el hom bre
puebla el plano astral.
Pero por ignorancia y no sabe
lo que hace.
Uno de los fines que se
propone la enseñanza teosófica levantando parcialm ente el velo
del m undo desconocido, es
dar a los hom bres una base m á s firm e de conducta, una
apreciación m á s racional de
las causas sólo visibles por sus efectos en el m undo
terrestre.
Pocas doctrinas hay m á s
importantes por su alcance moral que esta doctrina de la
creación y dirección de los
pensam ientos—form as, o elem entales artificiales.
Por ella aprende el hom bre
que el pensam iento no le afecta exclusivam ente, que sus
pensamientos no le afectan a
él solo, sino que en cada instante de su vida pone en
libertad, en el am biente,
ángeles y dem onios de cuya creación es responsable y de cuya
influencia se le pedirá
cuenta.
Al conocer la ley regularán
los hom bres su pensam iento en concordancia de la m isma.
Si en vez de considerar los
elem enta les artif iciales separadam ente, los tom amos en
conjunto, com prenderem os
sin dificultad la importante acción que ejercen en la
producción de los sentim
ientos nacionales y de la raza, y por lo tanto en la form ación de
los prejuicios.
Todos crecem os en una atm
ósfera en que pul ulan elementales acopiadores de ciertas
ideas.
Los prejuicios nacionales, la
m anera naci onal de considerar las cosas, los tipos
nacionales de sentim iento y
de pensam iento, todo eso obra sobre nosotros desde que
nacemos y aun antes de nacer.
29.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Todo lo vem os a través de
esa atm ósfera que refracta m á s o menos los pensamientos y
en la que vibra nuestro
propio cuerpo astral acordonándose con ella.
De ahí que la m isma idea sea
apreciada diferentem ente por un indo, un inglés, un
español o un ruso.
Las concepciones fáciles para
uno son casi inabordables para otro.
Estam os todos dom inados por
nuestra atm ósfer a nacional, es decir, por esa porción del
mundo astral que m á s
inmediatam ente nos rodea.
Los pensam ientos de los dem
á s, vaciados as í en el mismo molde, obran sobre nosotros
y provocan vibraciones
sincrónicas, refuerzan los puntos de concordancia que nos
rodean y afinan y suavizan
las divergencias.
Esa influencia continua,
sufrida por m edio de nuestro cuerpo astral, nos im prim e el sello
nacional y traza en nuestras
energías m entales los canales por donde se deslizarán m á s
fácilm ente.
Día y noche esas corrientes
influyen sobre nos otros y la m isma inconsciencia en que nos
hallam os sobre su acción nos
la hace m á s afectiva.
Como la mayoría de las gentes
tiene m á s receptividad que iniciativa, reproduce así
autom á ticam ente los pensam
ientos que hasta ellos llegan.
Y de esa m anera se alim enta
y refuerza la atm ósfera nacional.
Cuando el hom bre comienza a
ser sensib le a las influencias astrales ocurre, a veces
que se abate de pronto, o se
siente por lo menos exaltado por un terror com pletam ente
inexplicable y casi
irracional, que arroja sobre él una fuerza capaz de paralizarle.
Toda resistencia es inútil
contra ello y no puede por lo m enos de indignarse quien la
sufre.
La m ayoría de los hom bres
han debido e xperim entar m á s o menos, en tal caso, ese
tem or indefinible, ese
dolor, al aproxim ars e un invisible no sé qué, el sentim iento de
una presencia m isteriosa, de
no estar solo.
Este sentim iento procede, en
parte, de una hostilidad que anim a al mundo elem ental
natural contra la raza hum
ana, hostilidad debida a la reacción sobre el astral de las
fuerzas destructoras puestas
en juego por la hum anidad en el plano físico.
Pero es tam b ién atribuible
a la presencia de elem entales artificiales de naturaleza hostil,
engendrados por el pensam
iento del hom bre.
Los pensam ientos de odio,
envidia, venganza, rencor, m ala intención y descontento se
producen por m illones, de suerte
que el plano astral esta lleno de elem entales artif iciales
cuya vida consiste en tales
sentim ientos.
¡Qué oleadas de desconfianza
y de suspicacia nos encontram os tam b ién, com o veneno
arrojado por el ignorante
contra todos los que por su m aneras o su aspecto tienen para él
algo raro y poco com ún!
La ciega desconfianza
respecto de todo forastero, el desdeñoso m enosprecio hacia
naturales de otras com arcas,
contribuyen tam b ién a las m alas influencias del m undo
astral.
Tales pensamientos crean día
y noche en el plano astral legiones ciegam ente hostiles, y
el choque sobre nuestro
propio cuerpo astral engendra ese sentim iento de terror vago,
resultante de las vibraciones
antagónicas que se sienten sin poder com prenderlas.
Adem ás de los elem entales
artificiales, el mundo astral contiene una población densa,
en la que se om iten, com o
lo hacem os aquí, los seres hum anos desem b arazados de su
cuerpo físico por la m uerte.
Encontram os aquí innum
erables legiones de elem entales naturales o espíritus de la
naturaleza, divididos en
cinco clases: del éter, del fuego, del aire, del agua y de la tierra.
Los cuatro últim os fueron
llam ados por los oc ultistas de la Edad Media: salam andras,
silfos, ondinas y gnom os.
30.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Es inútil decir que otras dos
clases com plementan el septenario; pero no nos interesan
por ahora, puesto que aun no
se m anifiestan.
Estos son los verdaderos elem
entales o criaturas de los elem entos tierra, agua, aire,
fuego y éter.
Estos seres tienen por m
isión realizar las actividades que se refieren a sus elem entos
respectivos.
Constituyen los canales a
través de los que las energías divinas operan en m edios
diversos; y son en cada elem
ento la expresión viva de la ley.
A la cabeza de cada una de
esas divisiones se encuentra un Ser superior (I) (llam ados
deva o dios por los indos.
—El estudian te querrá conocer, sin duda, los nom bres
sánscritos de los cinco dioses
de los elem entos m anifestados. Helos aquí: Indra, señor
del Akasha o éter del
espacio. Agni, señor del fuego. Pavana, señor del aire. Varuna,
señor del agua. Kshiti, señor
de la tierra), jefe de un ejército poderoso, inteligencia
suprem a y directora de la
dem arcación de la naturaleza que los elem entales de la clase
considerada adm inistran y en
donde realizan sus energías.
Agni, el dios del fuego, es,
por lo tanto, una entidad espiritual superior que preside las
manifestaciones del fuego en
todos los pla nos del universo y ejerce su adm inistración
por m edio de las legiones de
elem entales del fuego.
Una vez conocida la
naturaleza de esos seres y los m é todos que perm iten dirigirles, se
hacen posibles y com
prensibles los llam ados m ilagros u obras m á gicas, que atraen de
cuando en cuando la atención
de la prensa.
El procedim iento es el m
ismo, ya se adm ita f r ancamente com o resultado de las artes
má gicas, ya se atribuya a
los espíritus.
Existen personas que pueden
tom ar en sus m anos una braza de carbón encendido sin
experim entar daño alguno.
El fenóm eno de la levitación
(suspensión de un cuerpo grave en el aire sin sostén
visible) y el que consiste en
andar sobre el agua, pueden ef ectuarse con el auxilio de los
elementales del aire y del
agua respectivam ente, aunque se em plee con frecuencia otro
mé todo.
Como los elementos entran en
la constitución del cuerpo hum ano y uno de ellos
predom ina en él según la
naturaleza de la persona, todo ser está relación con los
elementales, y aquellos que
particularm ente le son favorables predom inan en el mismo.
Las, consecuencias de este
hecho, frecuente mente observable, se atribuyen por el vulgo
a la “suerte”.
Se dice que una persona
“tiene buena m ano” para los cuidados de las plantas, para
encender el fuego o para
encontrar m anantiales, etc.
La naturaleza, con sus
fuerzas ocultas, nos advierten a cada paso; pero som os muy
tardos en recibir sus
indicaciones.
La tradición oculta m uchas
veces una verd ad en un proverbio o en una fábula; pero
nosotros hem os pasado ya,
según parece, la edad de todas esas “supersticiones”.
Encontram os igualm ente en
el plano astr al espíritus de la naturaleza—este nom bre les
cuadra m ejor que el de elem
entales—que se ocupan de la construcción de form as en los
reinos m ineral, vegetal,
anim al y hum ano.
Hay espíritus de la
naturaleza que dirigen las energías vitales en las plantas, que
construyen los cuerpos, m
olécula por m olécula , en el reino anim al, y que presiden la
construcción del cuerpo
astral de los m inerale s, las plantas y los anim ales, así com o de
la construcción del cuerpo
físico hum ano.
Tales son la hadas y los
silfos de las leyendas, “los seres pequeños” que juegan tan gran
papel en la dem ótica o
folklore en cada n ación, los niños encantadores e irresponsables
de la naturaleza, fríam ente
relegados por la ciencia en m anos de las nodrizas.
31.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Día vendrá en que los sabios
m á s esclarecidos de futuras épocas los restituyan al lugar
que les corresponde en el
orden natural; pero en tre tanto el poeta y el ocultista creen en
su existencia, uno por la
intuición de su ge nio y otro por la visión de sus sentidos
internos am pliamente
desarrollada.
La m ultitud se burla de am
bos, del segundo sobr e todo; pero no im porta: la sabiduría se
rehabilitará un día por sus
hijos.
La circulación activa de las
corrientes de vida en el doble etéreo de las form as
minerales, vegetales y anim
ales, despierta poco a poco de su estado latente la m ateria
astral im plicada en su
constitución atóm ica y m olecular.
Sem ejante m ateria em pieza
a vibrar m uy débilm ente prim ero en los m inerales.
La Mónada de la Form a ejerce
su poder orga nizador y atrae sobre sí algunos m ateriales
con cuya ayuda los espíritus
de la natural eza construyen el cuerpo astral m ineral, m asa
difusa sin organización
precisa.
En el reino vegetal, el
cuerpo astr al se encuentra m á s organizado y com ienza a
manifestarse su
característica especial: la sensación; así pueden observarse en la
mayoría de las plantas,
sensaciones sordas y difusas de bienestar o de enferm edad, que
son el resultado de la
actividad creciente del cuerpo astral.
Las plantas gozan vagam ente del
aire, del sol y de la lluvia, que buscan com o a tientas,
mientras se alejan cuando
esas condiciones son nocivas.
Unas buscan la luz, otras la
oscuridad, responden a las excitaciones y se adaptan a las
condiciones externas; en fin,
en algunos tipos má s elevados, aparece definido el sentido
del tacto.
En el reino anim al, el
cuerpo astral está m á s desarrollado, y en los individuos
superiores alcanza una
organización bastante clara para m antener su conexión durante
cierto tiem po después de la
m uerte del cuerpo físico, y para tener existencia
independiente en el plano
astral.
Los espíritus de la
naturaleza que presiden la construcción del cuerpo astral anim al y
hum ano han recibido el nom
bre especial de elementales del deseo (I) (Se les llam a
kamadevas, dioses del deseo)
Porque están poderosam ente anim ados por deseos de toda
clase que introducen
continuam ente en la constitución de los cuerpos astrales del
hom bre y de los anim ales,
las variedades de esencia elemental análogas a las de que su
propia form a está com
puesta, de suerte que esos cuerpos adquieren, com o parte
integrante de su estructura,
los centros sensoriales y las diversas actividades pasionales.
Esos centros se excitan a la
actividad por los impulsos que reciben de los órganos
físicos densos y se trasm
iten a través de los órganos físicos etéreos hasta el cuerpo
astral, y m ientras los
centros astrales no son atacados, el anim al no experim enta ni
placer ni dolor.
Herid una piedra y no
expresará dolor; contiene moléculas físicas densas y etéreas, pero
no tiene cuerpo astral
organizado.
El anim al, en cam bio,
siente dolor inm ediatam ente al choque, porque posee centros
astrales de sensación, que
los elem entales del deseo han tejido con su propia naturaleza.
Como en la obra de esos
elementale s sobre el cuerpo astral interviene una nueva
consideración, term inarem os
desde luego la revi sta de habitantes del plano astral, antes
de pasar al exam en de la
form a astral hum ana má s compleja.
Según acabam os de decir, el cuerpo
del deseo (I) (Kam arupa es el nombre
teosófico del cuerpo astral,
de Kam a, deseo, y rupa, form a.), O cuerpo astral de los
animales lleva en el plano
astral existenc ia independiente, aunque efím era, así que la
muerte destruye su envoltura
física.
En los países “civilizados”
esos cuerpos as trales anim ales contribuyen m uchísim o al
sentim iento general de
hostilidad de que se ha hablado m á s arriba.
32.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La m atanza organizada en los
m ataderos y la afición al deporte de la caza, lanzan todos
los años al m undo astral m
illones de seres lle nos de horror, de tem or y de aversión hacia
el hom bre.
El núm ero com parativam ente
m ínimo de los seres a quienes se deja m orir en paz, se
pierde entre las innum eras
legiones de los asesinados; y las corrientes que engendran,
arrojan del m undo astral
sobre las razas hum anas y anim ales influencias que tienden a
acrecentar su división porque
de un lado suscitan el tem or y la desconfianza
“instintivas” y de otro la
propensión a la crueldad.
Sem ejantes sentim ientos se
han excitado sobrem anera hace algunos años por los
mé todos fríam ente m
editados de tortura científica, conocidos con el nom bre de
vivisección; m é todos cuyas
crueldades sin cu ento han introducido nuevos horrores en el
mundo astral por su reacción
sobre los culpables, agregando al m ismo tiem po el abism o
que separa al hom bre de sus
“pobres parientes”.
Independientem ente de lo que
podem os llamar la población norm al del m undo
astral, encuéntrense en él
transeúntes llevados por su trabajo y que no podem os por
menos de m encionar.
Algunos de ellos vienen de
nuestro propio mundo terrestre, m ientras otros vienen de
regiones elevadas.
Entre los prim eros, muchos
son In iciados de diversos grados, algunos de ellos
miembros de la Gran Logia
Blanca, la Herm andad del Thibet o del Him alaya, com o se
la llama frecuentem ente (I)
(Algunos m iembros de esta Logia han dado origen a la
Sociedad Teosófica), m
ientras que otros pertenecen a diferentes logias ocultas
extendidas por el m undo,
cuyo color característic o varía desde el blanco hasta el negro
pasando por todos los m
atices del gris (II) (Los ocultistas desinteresados, consagrados por
completo al cum plimiento de
la voluntad divina, o que trabajan por adquirir esas virtudes,
se llaman blancos. Los
egoístas que trabaj an contra el fin divino se llam an negros.
La abnegación que irradian el
am or y la devoción caracterizan a los prim eros; y el
egoísm o, el odio y la
arrogancia son los signos de los segundos.
Entre am bos hay clases cuyo
m otivo es m ixto, que no han com prendido claram ente la
necesidad de evolucionar
hacia el Ser Ún ico o hacia el Yo separado. A estos les
llamamos grises, y se dirigen
a uno u otro de am bos grupos indicados.)
Todos son hom bres que viven
en un cuerpo fí sico y que han aprendido a despojarse a
voluntad de su envoltura
corpórea para obrar, en plena conciencia, en su astral.
Los hay de todos los grados
de saber y virtud; benéficos y m alhechores, fuertes y
débiles, pacíficos y
terribles.
Encontram os aquí adem ás m
uchos aspirantes jóvenes, no iniciados todavía, que
aprenden a servirse de su
vehículo astral y que se ocupan en obras de beneficencia o de
maleficio, según el sendero
que se disponen seguir.
Se encuentran igualm ente en
este plano si mples psíquicos y otros soñolientos, errando a
la ventura m ientras sus
cuerpos físicos duerm en o se hallan en trance.
Viene, en f in, la m ultitud
de hom bres ordinarios.
Millones de cuerpos astrales
flotan así in conscientes del m undo que los envuelve, a una
distancia m ayor o m enor de
los cuerpos físicos profundam ente dorm idos.
En cada una de esas form as
astrales, la c onciencia hum ana se repliega sobre sí m isma
absorta en sus pensam ientos,
retirada, por decirlo así. En lo íntim o de su seno astral.
Como verem os muy pronto, el
ser consciente de su vehículo astral, se escapa cuando
el cuerpo duerm e, y pasa al
cuerpo astral; pero perm anece inconsciente de lo que le
rodea hasta que el cuerpo
astral está bastante desarrollado para funcionar
independientem ente del
cuerpo físico.
33.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Alguna vez se puede ver en
este pl ano a un discípulo (Chela ) que ha franqueado el
umbral de la m uerte, y se
prepara a una reen carnación inm ediata bajo la dirección de su
Maestro.
Goza evidentem ente de plena
conciencia, y tr abaja com o los dem á s discípulos que tan
sólo se separan de su cuerpo
físico dorm ido.
Verem os que en cierto grado
le esta perm itido al discípulo reencarnar inm ediatam ente
después de la m uerte.
Debe entonces esperar en el m
undo astral una ocasión favorable para renacer.
Los seres hum anos ordinarios,
en vías de reencarnación, pasan igualm ente a través
del plano astral com o se
indicará luego.
No tiene ninguna relación
consciente con la vi da general del plano; pero las actividades
pasionales y sensorias de su
pasado determ inaron una afinidad entre ellos y algunos
elementales del deseo, y
estos últim os se agrupan a su alrededor favoreciendo la
construcción del nuevo cuerpo
astral para la existencia terrestre que se prepara.
Pasem os al exam en del
cuerpo astral hum ano durante el período de existencia física.
Estudiarem os su naturaleza y
su constitución al mismo tiem po que sus relaciones con el
mundo astral; y para ello
considerarem os sucesivam ente: A) el cuerpo astral de un
hom bre poco evolucionado; B)
el de un hom bre medianam ente evolucionado; y C) el de
un hom bre espiritualm ente
desarrollado.
A) —El cuerpo astral de un
hom bre poco evolucionado form a una masa nebulosa m al
organizada e im precisa.
Contiene m ateriales (m
ateria astral y esencia elemental) tom ados de todas las
subdivisiones del plano
astral, pero con pre dom inio de los elem entos procedentes del
astral inferior; de suerte
que es denso y de textura gruesa, a propósito para responder a
todas las excitaciones
relativas a las pasiones y a los apetitos.
Los colores engendrados por
los ritm os vibr atorios de esos m ateriales son com pactos,
cenagosos y som b ríos.
Los m atices dom inantes son:
rojo oscuro y verde sucio.
Ningún cam biante, ni
chispazo alguno hay en esos cuerpos astrales.
Las diversas pasiones se m
anifiestan en fo rm a de vagas oleadas pesadísim as, o m uy
violentas, com o relám pagos.
Así la pasión sexual
producirá una oleada de carm ín sucio, y la ira un relám pago rojo
siniestro.
El cuerpo astral es mayor que
el físico, y se extiende 25 a 30 centím etros alrededor
de aquél, en el caso que
consideram os.
Los centros de los órganos
sensorios clar amente señalados, actúan cuando les afecta
desde fuera; pero en reposo,
las corrientes vitales son apáticas, y el cuerpo astral
perm anece inerte e
indiferente porque no recibe excitación de los m undos físico ni del
mundo mental (I) (El
estudiante reconocerá aquí el predom inio de la guna Tâm asica, la
cualidad de tinieblas o
inercia de la naturaleza)
Característica constante del
estado prim itivo es que la actividad se determ ina má s bien
por excitación externa que
por iniciativa interna del ser consciente.
Para que una piedra se m ueva
es preciso em puj arla; una planta crece bajo la acción de la
luz y de la hum edad; y un
anim al se hace m á s activo cuando le aguijonea el ham b re.
El hom bre poco desarrollado
necesita excitarse de una m anera análoga.
Es m enester que la
inteligencia haya e volucionado parcialm ente para que em piece a
tom ar la iniciativa de la
acción.
Los centros de las facultades
superiores (I) (Las siete ruedas. Estos centros se
llaman así por el aspecto
giratorio que pr esentan, parecido a las ruedas de fuegos
34.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
artificiales cuando se ponen
en m ovim iento); emparentados con el funcionam iento
independiente de los sentidos
astrales, apenas son visibles.
En este grado, el hom bre
necesita toda suerte de sensaciones violentas para su
evolución, a fin de sacudir
su naturaleza y ejercitarse en la actividad.
Los choques violentos, tanto
de placer com o de dolor, procedentes del m undo externo,
son necesarios para despertar
y aguijonear la acción que tanto m á s se acrecienta y
favorece, cuanto m á s
numerosas y violentas sean las sensaciones.
En este estado prim itivo, la
calidad im porta poco: la cantidad y el vigor son condiciones
esenciales.
La m oralidad del hom bre dim
anará de sus pasiones.
Un leve m ovim iento de abnegación
en sus re laciones con la esposa, con el hijo o el
amigo, constituirá el prim er
paso en el cam ino ascendente.
Este m ovim iento provocará
vibraciones en la materia m á s sutil del cuerpo astral, y
atraerá hacia él m ayor
proporción de esencia elem ental de la m isma naturaleza.
El cuerpo astral renueva
constantem ente sus materiales por influencia de las pasiones.
Apetitos, deseos y em
ociones.
Todo buen im pulso fortifica
las partes m á s sutiles de ese cuerpo, expulsa algunos
elementos groseros y perm ite
la recepción de materiales m á s delicados, atrayendo sobre
sí elementales de naturaleza
benéfica, que ayudan a favorecer el proceso de renovación.
Todo m al impulso produce en
cam bio efectos contrarios; tiende a fortificar los
elementos groseros, a
expulsar los elem entos sutiles, hace entrar en el cuerpo astral
materiales im puros y atrae
elem entales que favorecen el proceso de deterioro.
En el caso que consideram os,
las potencias morales e intelectuales del hom bre son
de tal m odo em brionarias,
que podem os decir que la construcción de su cuerpo astral y
su modificación se cum ple má
s bien en él que por él.
Esas operaciones dependen
antes de circunsta ncias externas que de su propia voluntad;
pues como acaba de decir, el
carácter distinti vo de su ínfim o grado de evolución estriba
en que el hom bre está m
oviendo desde el exte rior por m edio de su cuerpo, y no desde el
interior m ediante su
inteligencia,
Así denota considerable
progreso el que el hom bre pueda m overse por su voluntad, por
su propia energía, por su
iniciativa, en vez de m overse por el deseo, es decir, por la
respuesta a una atracción o a
una repulsión externa.
Durante el sueño, el cuerpo
astral, que sirve de envoltura al ser consciente, se
desliza fuera del organism o
físico, dejando juntam ente dorm idos el cuerpo denso y al
etéreo.
Pero en este grado, la
conciencia del hom bre no está despierta todavía en su cuerpo
astral, porque no puede
encontrar nada pa recido a los contactos violentos que le
estim ulan cuando está en
form a física.
Sólo los elem entales de
naturaleza densa pueden afectarle, provocando en su envoltura
astral vibraciones difusas
que se reflejan en el cerebro etéreo y denso, donde determ inan
los sueños de sexualidad
bestial.
En el cuerpo astral flota inm
ediato al cuer po físico, retenido por su poderosa atracción,
y no puede alejarse de él.
B) — En el hom bre m edianam
ente desa rrollado desde el punto de vista m oral e
intelectual, el cuerpo astral
m anifiesta in menso progreso respecto del tipo anterior. Sus
dim ensiones son má s
considerables, sus materiales de naturaleza diversa m ejor
escogida, y las esencias, m á
s sutiles, dan al conjunto cierta potencia lum inosa; m ientras
que la expresión de las em
ociones superiores determ ina en él adm irables corrientes de
color.
35.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La form a del cuerpo es m
enos vaga y ondulante que en el caso anterior; es clara,
precisa, y reproduce la im agen
de su poseedor.
Este cuerpo astral está
evidentem ente en cam ino de ser un vehículo práctico para uso
del hom bre interior,
vehículo lím pido y esta blem ente organizado, apto al m ismo tiem po
para funcionar, prestar
servicio y m antenerse independientem ente del cuerpo físico.
No obstante su gran
plasticidad, tiene form a determ inada, a la que vuelve
invariablem ente así cesa el
esfuerzo que ha modificado su aspecto. Su actividad es
constante y está en vibración
perpetua, re vistiendo tonos cam biantes que varían al
infinito.
Las “ruedas” son m á s claram
ente visibles , aunque no funcionen todavía (I) (Notarán
aquí la preponderancia de la
guna rajásica o cualidad—pasional de la naturaleza.)
Esta form a astral responde
vivam ente a todos los contactos que lleguen a ella a través
del cuerpo físico, y la
afectan igualm ente la s influencias internas procedentes del ser
consciente.
La m emoria y la im aginación
estim ulan, pues, el cuerpo astral, y éste, a su vez, pone el
cuerpo físico en actividad en
vez de estar movido exclusivam ente por él com o en el
caso anterior.
La purificación sigue siempre
la misma marcha: expulsión de elementos inferiores
por la producción de
vibraciones contrarias, y asim ilación de m ateriales m á s sutiles en
reem plazo de los elim
inados.
Pero en el caso presente, el
desarrollo m oral e intelectual del hom bre coloca esta
construcción casi enteram
ente en sus propias manos, puesto que las excitaciones de la
naturaleza exterior no le
balancean de un lado para otro, sino que razona, juzga y resiste
o cede según lo que estim a
bueno.
Por el ejercicio de su pensam
iento conscientem ente dirigido puede afectar
profundam ente a su cuerpo
astral, cuyo perfecci onamiento prosigue desde entonces con
rapidez creciente.
Y para llegar a ese resultado
no es necesario que el hom bre com prenda con exactitud el
modus operandi, com o para
ver tam poco necesita com prender las leyes de la luz.
Durante el sueño, ese cuerpo
astral bien desarrollado, se desliza, com o
ordinariam ente, de su
vestidura física, pues no está tan retenido cerca de él com o en el
caso precedente.
Va a lo lejos en el m undo
astral, arrastrado por las corrientes astrales, en tanto que el ser
consciente, en el interior
del cuerpo, incapaz de dirigir todavía sus m ovim ientos, aunque
despierto, se ocupa en gozar
sus propias im ágenes y actividades m entales.
Puede igualm ente recibir a
través de su envoltura astral im presiones que transform a
enseguida en im ágenes m
entales.
De esta m anera el hom bre
adquiere conocim ientos fuera del cuerpo físico y puede
trasm itirlos al cerebro bajo
la form a de sueño o de visión.
Y aun cuando los lazos de la
m emoria cereb ral faltaren, los conocim ientos adquiridos
podrán infiltrarse
insensiblem ente hasta la conciencia en estado de vigilia.
C) —El cuerpo astral de un
hom bre espiritu almente desarrollado está com puesto de las
partículas m á s sutiles de
cada sub división de materia astral, con preponderancia de las
calidades m á s elevadas.
Ese cuerpo form a, pues, un objeto
adm irable de luz y de color.
Tonos desconocidos en la
tierra nacen en él bajo los im pulsos que preceden de la
inteligencia purif icad.
Las “ruedas de fuego”
justifican ahora el nombre que se les da, y su m ovim iento
rotatorio denota la actividad
de los sentidos superiores.
36.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Un cuerpo sem ejante es un
vehículo de conc iencia en la má s amplia acepción de la
palabra.
En el curso de la evolución
fue vivificado en cada uno de los órganos y dirigido bajo el
poder absoluto de su
poseedor.
Cuando en esa envoltura, el
hom bre deja su cuerpo físico, no experim enta la m enor
solución de continuidad en su
estado consciente.
Deja sencillam ente su
vestido m á s grueso y se liberta de un gran peso.
Se puede m over en todos los
sentidos en los lím ites de la esfera astral con rapidez
increíble, no hallándose por
las condicionantes de la vida terrestre.
Su cuerpo responde a su
voluntad, refleja su pensamiento y le obedece; sus m edios de
servicio se centuplican y sus
poderes están totalm ente guiados por su virtud.
Las ausencias de partículas
densas en su cuerpo astral le exim en adem ás de responder a
las seducciones de objetos
inferiores del deseo.
Sem ejantes tentaciones no
pueden alcanzarle y se separan de él.
Todo el cuerpo vibra solam
ente para responder a las má s elevadas em ociones; el am or
se derram a en abnegación y
la energía se yugula por la paciencia.
Dulce, tranquilo, sereno,
lleno de fuerza, pero sin agitación alguna, tal es el hom bre a
quién “todos los siddhis
están prontos a servir” (I) (Aquí predom ina la guna sáttvica,
la cualidad de arm onía,
felicidad y pureza. Los siddhis son los poderes hiperfísicos.)
El cuerpo astral es un puente
tendido sobre el abism o que separa la conciencia
hum ana del cerebro físico.
Los im pulsos recibidos por
los órganos sensoriales y trasm itidos, com o se ha visto, a los
centros densos y etéreos,
pasan enseguida a los centros astrales correspondientes.
Una vez allí, los elabora la
esencia elem ental y los transf orm a en sensaciones, para
presentarle finalm ente al
hom bre interior , com o objetos de su conciencia, las
vibraciones correspondientes
suscitadas por las vibraciones astrales en la m ateria del
cuerpo m ental.
Por m edio de estas sucesivas
gradaciones de l espíritu—m ateria, de sutilidad creciente,
pueden transm itirse al ser
consciente los groseros contactos de los objetos terrestres.
Del m ismo modo, las
vibraciones determ inadas por su pensam iento pueden pasar por el
mismo puente hasta el cerebro
físico pa ra suscitar en él vibraciones físicas
correspondientes a las
vibraciones m entales.
Tal es la norm al y regular m
anera cóm o la conciencia recibe las im presiones del exterior
y las devuelve a su vez al exterior.
En esa transm isión y paso de
vibraciones en uno y otro sentido consiste principalm ente
la evolución del cuerpo
astral.
Esa doble corriente obra
sobre él a un tiem po en lo interior y exterior, determ ina su
organización y auxilia su
general crecim iento.
A medida que el cuerpo astral
se desa rrolla, se afina su contextura, su form a exterior
gana nitidez y se com pleta
su organización interna.
Im pelido a responder a la
conciencia con perfección creciente, gradualm ente se hace
apto para servirle de
vehículo separado y trasm itirle con precisión las vibraciones
recibidas directam ente del m
undo astral.
La m ayoría de los lectores
tendrán, sin duda , alguna experiencia de esas im presiones
que proceden de fuente
externa sin que puedan atribuirse a cont acto físico, y que no
tardan en confirm arse por
algún hecho m aterial.
Así el cuerpo astral siente a
m enudo las im pr esiones directam ente y las trasm ite a la
conciencia, m ostrándose m
uchas veces bajo form a de previsiones com probadas a no
tardar.
37.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Cuando el hom bre está
avanzado el grado varía según los individuos por una serie
de consideraciones que no son
de este luga r) se establecen com unicaciones entre el
cuerpo físico y el astral, y
entre éste y el m ental.
La conciencia pasa entonces
sin interr upción de un estado a ot ro, y el recuerdo no
presenta esas lagunas que, en
el hom bre ordi nario, interponen una fase de inconsciencia
al paso de un plano a otro.
El hom bre puede adem ás
ejercer librem ente sus sentidos astrales m ientras su conciencia
funciona en el cuerpo físico.
Las m á s amplias vías de
inform ación, abiertas por los sentidos hiperfísicos, vienen a ser
peculio de su conciencia en
estado vigilia.
Los objetos que fueron antes
para él m ate ria de fe, se convierten en m ateria de
conocimiento, y puede com
probar personalm ente la exactitud de gran parte de las
enseñanzas teosóficas
respecto de las regiones inferiores del m undo invisible.
.................................................
Cuando se divide el hom bre
en “princip ios”, es decir, en m aneras de m anifestarse la
vida, los cuatro inferiores,
designados con el nombre de “cuaternario inferior”, se
consideran funcionantes en
los planos astral y físico.
El cuarto principio es
entonces Kam a, el dese o, es decir, la vida en función en el cuerpo
astral y condicionada por él.
Sem ejante principio está
caracterizado por el atributo de la sensibilidad, que se
manifiesta bajo la form a
rudim entaria de sensación, o bajo la m á s compleja de la
emoción o cualquiera otra m
anera m ediadora.
Todo esto se resum e en la
palabra “deseo ”; es decir, lo atraído o rechazado por los
objetos según proporcionen
gusto o disgusto al “yo” personal.
El tercer principio es Prana,
la vida esp ecializada para el m antenim iento del organism o
físico.
El segundo principio es el
doble etéreo, y el prim ero el cuerpo denso.
Estos tres principios actúan
en el plano físico.
En clasificaciones ulteriores
H. P. Bl avatsky descarto de la lista de los principios
prana y el cuerpo físico
denso: prana, por se r la vida universal, y el cuerpo físico denso
por no ser sino el com
plemento del cuerpo etéreo, form ado de m ateriales siem pre
cambiantes insertos en la m
atriz etérica.
Adoptando esta m anera de
ser, llegam os a la grandiosa concepción filosófica de la Vida
Una, del Yo Único, m
anifestado com o Hom b re, con aspectos diversos y transitorios
según las condiciones que le im
ponen las form as vivificadas.
La vida m isma perm anece
idéntica en el centro, pero se m uestra bajo apariencias
diferentes, cuando se la m
ira desde fuera, según el género de m ateria que contiene uno u
otro cuerpo.
En el cuerpo físico, es
Prana, que vitaliza, ri ge y coordina; y en el astral es Kam a, que
siente, goza y sufre.
La encontrarem os todavía
bajo otros aspectos al pasar a los planos m á s elevados; pero la
idea fundam ental es siem pre
la m isma, y tam b ié n una de las ideas raíces de la Teosofía,
una de esas ideas que, claram
ente fijadas, sirven de hilo conductor a través del
intrincado laberinto de
nuestro m undo.
38.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
EL KAMALOKA
Este térm ino signif ica
literalm ente: lugar o s itio del deseo, y sirve, com o ya se ha
dicho, para designar una
parte del plano astr al, una región separada del resto de ese
plano, no com o lugar
distinto, sino com o el estado consciente especial en que se
encuentran los seres que hay
en él (I) (Los indos llaman a este estado Pretaloka, el
lugar de los Pretas. Un preta
es el ser hum ano que ha perdido su cuerpo físico, pero que
no se ha despojado del
vestido de la natura leza anim al. No puede ir m uy lejos con ese
vestido, y queda preso en él
hasta que sobreviene la disgregación.)
Contiene los seres hum anos
privados de l cuerpo físico por el golpe de la m uerte,
destinados a sufrir ciertas
transform aciones purificatorias antes de entrar en la vida
pacífica y feliz propia del
hom bre verdaderam ente dicho, del alm a hum ana. (I) (El
alma es el intelecto hum ano,
el lazo entr e el Espíritu Divino en el hom bre, y su
personalidad inferior. Es el
Ego el individuo, el Yo que se desarrolla por la evolución.
En el lenguaje teosófico es
Manas, el Pensa dor. La inteligencia, tal com o se concibe de
ordinario, es la energía del
Manas que obr a a través de las lim itaciones del cerebro
físico.)
Esta región representa y
engloba las condiciones atribuidas a los diferentes estados
interm edios, infiernos o
purgatorios, que t odas las grandes religiones consideran com o
residencia tem poral del hom
bre tras el abandono de su cuerpo físico y antes de su
entrada en el cielo.
No contiene lugar alguno de
tortura externa, porque el infierno eterno, en el que creen
algunos sectarios de espíritu
estrecho, no es si no una pesadilla de la ignorancia, del odio
y del m iedo.
Comprende sin em bargo, a
decir verdad, c ondiciones de sufrim iento, tem porales y
purificadoras, efectos de
causa que ha realizado el hom bre durante su vida terrestre.
Son así tan naturales y tan
inevitables com o las consecuencias de nuestras derrotas en el
mundo, porque vivim os en un
universo regido por leyes, según las cuales, todo germ en
debe fructificar según su especie.
La m uerte en nada cam bia la
naturaleza m ental y m oral del hom bre, y el cam bio de
estado al pasar de un m undo
a otro destruye su cuerpo físico pero deja al hom bre tal
cual era.
El estado Kam aloka se
encuentra en cada una de las subdivisiones del plano astral,
de suerte que podem os
considerar el Kam aloka como comprendido de siete regiones
que se designarán a
continuación: prim era, segunda, y tercera región, y así hasta la
séptim a contando de abajo
hacia arriba. (I) (Estas regiones se numeran
frecuentem ente de arriba
abajo. Esto im porta poco, y aquí se num eran de abajo hacia
arriba según el m é todo
adoptado en esta obra.)
Se ha visto ya que entran en
la com posición del cuerpo astral m ateriales tom ados de
todas las subdivisiones del
plano; pero la r ecomb inación especial de estos m ateriales es
lo que separa a los hom bres
de una región de los de otra, aunque los de una m isma
región pueden com unicarse
entre sí.
Las siete regiones de las
subdivisiones corre spondientes al plano astral, difieren en
densidad, y la densidad de la
form a exteri or de la entidad purgatorial determ ina la
región se encuentra lim
itada.
Estas diferencias en el
estado de la m ateria im piden el paso de una región a otra.
Las gentes de una región no
pueden com unicarse con las de otra, com o el pez no puede
comunicarse con el águila.
El m edio necesario para la
vida de uno sería fatal para la vida del otro.
39.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Al morir el cuerpo físico, el
doble et éreo, con Prana y los dem á s principios, todo el
hom bre por consiguiente, m
enos el cuerpo de nso, se retira del tabernáculo de carne
(térm ino que designa
perfectam ente la envoltura exterior del ser.)
Todas las energías vitales
que irradian al exte rior vuelven al interior reunidas con Prana;
su retirada se m anifiesta
por el sopor que i nvade a los órganos físicos de los sentidos.
Los órganos están prestos a
servir com o siempre; pero el ser interior que gobierna, el
que ve por ellos, él oye,
toca, siente y gusta, se va; sin él, solo son los sentidos sim ples
agregados de m ateria, viva,
es verdad, pero sin poder alguno de percepción.
Lentam ente el sueño del
cuerpo se retira, e nvuelto en el doble etéreo y absorto en la
contem plación del panoram a
de su vida pasada, que se desarrolla ante él, a la hora de la
muerte, hasta en sus m enores
detalles.
En ese cuadro están todos los
sucesos de su vida, grande y pequeños.
Ve sus am biciones realizadas
o f allidas, sus esfuerzos, triunf os, derrotas, am ores y
odios.
La tendencia predom inante
del conjunto surge claram ente; el pensam iento director de la
vida se afirm a y se im prim
e profundam ente en el alm a, señalando la región en donde
pasará la m ayor parte de su
existencia póstum a.
Solem ne es el instante en
que el hom bre, frente a frente de su vida, oye salir de labios de
su pasado el augurio de su
porvenir.
En breve espacio de tiem po
se ve com o es, r econoce el fin de su vida y sabe que la ley
es poderosa, justa y buena.
Luego de roto el lazo m
agnético entre el cu erpo denso y el etéreo, estos asociados de
toda una vida se separan, y
salvo en cas os excepcionales, el hom bre cae en apacible
inconsciencia.
La calma y el respeto deben
presidir la conducta de quienes rodean el lecho del
moribundo, a fin de que un
silencio solem ne facilite el exam en de su pasado al alm a que
se va.
Los gritos y lam entos
ruidosos producen sobr e ella penosa impresión y pueden perturbar
el mantenim iento de su im
presión.
Es desde luego a la vez im
pertinente y e goísta interrum pir por el disgusto de una
pérdida personal, la calm a
que le debe ayudar y apaciguar.
La religión ha prescripto
sabiam ente oraciones para los agonizantes, porque m antienen
la calma y provocan aspiraciones
desinteresadas que ayudan al m oribundo.
Como todo pensam iento am
ante, contribuyen a defender y proteger.
Algunas horas después de la m
uerte, unas treinta y seis por regla general, el hom bre
se retira del cuerpo etéreo.
Este últim o, abandonado a su
vez com o cadáver inerte, queda cerca del cadáver denso y
comparte con él su suerte.
Si el cuerpo denso se
entierra, el doble et éreo flota sobre la tum b a, disgregándose
lentam ente; y la penosa im
presión que m uch as personas experim entan al visitar los
cementerios, se debe en gran
parte a la presencia de los cadáveres etéreos en
descom posición.
Por el contrario, cuando se
quem a el cuerpo, el doble etéreo se dispersa rápidam ente,
porque pierde su punto de
apoyo y su centro de atracción física.
Esta es una de las razones,
entre otras muchas, para preferir la crem ación a la
inhum ación, com o medio de
disponer de los cadáveres.
La retirada del hom bre de su
doble et éreo va acom pañada de la retirada de Prana,
que vuelve desde entonces al
gran depósito de la vida universal; m ientras que el ser
hum ano, presto a pasar a Kam
aloka, sufre una recom posición de su cuerpo astral, por lo
que éste podrá som eterse a
las transform aciones purificadoras que necesita la liberación
40.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
del hom bre mismo. (I) (Esta
recom posición determ ina lo que los indos llam an Yätanä o
cuerpo de sufrim iento; o
bien en caso de hom bres perversos, que tengan en su cuerpo
astral preponderancia de elem
entos densísim os, el Dhruvam , o cuerpo fuerte.)
Durante la vida terrestre,
los diversos estados de la m ateria astral se m ezclan con la
form ación del cuerpo astral,
com o hacen los sólidos, los líquidos y los gases en el
interior del cuerpo físico.
La recom posición del cuerpo
astral después de la muerte, apareja la separación de esos
materiales por orden de
densidad, en una se rie de envolturas o capas concéntricas, la
má s sutil dentro y la m á s
densa fuera, esta ndo cada capa form ada por la m ateria de una
sola subdivisión del plano
astral.
El cuerpo astral viene a ser,
pues, un conj unto de siete capas superpuestas, un séptuple
estuche de sustancia astral,
donde puede d ecirse m uy bien que el hom bre está preso,
pues solo la ruptura de esas
capas le ha de libertar.
Se com prenderá ahora la im
portancia capital de la purificación del cuerpo astral durante
la vida terrestre.
El hom bre queda detenido en
cada una de esas subdivisiones del Kam aloka hasta que la
envoltura de m ateria de esa
subdivisión esté suficientem ente disgregada para perm itirle
pasar a las subdivisiones
siguientes.
Adem ás, según la actividad
conscientem ente desp legada por el ser durante su vida en tal
o cual estado de la m ateria
astral, se encont rará despierto y consciente en la región que
le corresponda después de su
m uerte; o bien no hará sino pasar, inconscientem ente,
absorto por sueños agradables
y quedar rete nido durante el tiem po que en aquel estado
exija la disgregación m
ecánica de su envoltura.
El hom bre espiritualm ente
desarrollado, que ha purificado su cuerpo astral hasta el
punto de que los elem entos
estén tom ados ta n sólo de la m ateria m á s sutil de cada
subdivisión del plano, no
hará sino atravesar el Kam aloka sin detenerse en él.
Su cuerpo astral se
disgregará con rapidez extrem a y quedará sin disgusto en el lugar
que su destino le asigne,
según el grado de evolución que haya alcanzado.
Un hom bre menos
evolucionado, pero cuya vida haya si do pura y sobria, que no
haya estado apegado a las
cosas de la tierra , atravesará el Kam aloka con vuelo m enos
rápido; soñará pacíficam
ente, inconsciente de lo que lo rodee, m ientras su cuerpo
mental vaya desechando
sucesivam ente las dive rsas capas astrales, y despertará por fin
al alcanzar las m oradas
celestes.
Otros, m enos desarrollados
todavía, despertarán después de haber atravesado las
regiones inferiores del plano
astral, rea dquiriendo conciencia en la división que
corresponda a su actividad consciente
durante la vida terrestre, pues el ser se despierta
al contacto de las im
presiones fam iliares, aunque las reciba entonces directam ente por el
cuerpo astral sin auxilio del
cuerpo f ísico.
Los que hayan vivido en el
seno de las pasi ones animales despertarán en la región que
corresponda a esas pasiones,
pues cada hom bre se coloca exactam ente en el sitio que él
mismo se asigna.
El caso de supresión brusca
de la vida física por accidente, suicidio, asesinato o
muerte repentina bajo
cualquier form a que sea, m erece atención especial, porque difiere
de la m uerte ordinaria que
sigue al agotam iento de las energías vitales por vejez o
enferm edad.
Si la víctim a es pura y de
tendencias espir ituales, será objeto de protección especial y
dorm irá tranquilam ente
hasta el térm ino de su existencia física norm al.
Pero si es de otro m odo,
quedará consciente , aunque incapaz de darse cuenta de que ha
perdido su cuerpo físico, y
obsesionada a veces durante algún tiem po por la escena fatal
de horrores a que no puede
sustraerse.
41.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
En todo ese tiem po quedará
en la región del pl ano astral con la que esté en relación por
la zona m á s externa de su
cuerpo astral.
Para un alm a semejante, la
vida regular del Kam aloka comienza cuando ha agotado la
tram a de su existencia
terrestre norm al; y tiene conciencia m uy viva de los objetos
físicos astrales que la
rodean.
Un asesino ejecutado por su
crim en, con tinúa (según el testim onio de uno de los
Maestros que instruyeron a H.
P. Blavats ky) viviendo y reviviendo en Kam aloka la
escena del crim en y los
sucesos siguientes, repitiendo sin cesar su acto diabólico,
volviendo a pasar por todos
los terrores de la prisión y del suplicio.
Del m ismo modo, un suicida
repetirá autom á ticam ente los sentim ientos de
desesperación y tem or que
precedieron a su crim en, y renovará casi indefinidam ente
con lúgubre persistencia el
acto fatal y la lucha de la agonía.
Una m ujer m uerta el llam
as, presa de terro r loco después de esfuerzos desesperados
para escaparse, creó tal tem
pestad de em ociones tum ultuosas, que cinco días después
luchaba todavía desesperadam
ente viéndose rodeada de llam as y rechazando
violentam ente todos los
esfuerzos que se hacían para tranquilizarla.
Otra m ujer, en cam bio,
ahogada en una tem pestad, m urió con el corazón tranquilo y
lleno de am or, teniendo a su
niño en brazos, má s allá de la m uerte pudo ser observada,
durm iendo sosegadam ente y
soñando con su m ari do y sus hijos que se le aparecían en
dichosas visiones tan lím
pidas com o la realidad.
En los casos m á s comunes,
la m uerte por accidente es un desventaja real, resultado
de alguna falta grave (1) (No
es necesario por una falta com etida en la vida
presente. La ley de
casualidad se estudiará c on detenim iento en el capítulo IX); pues el
hecho de tener plena
conciencia en las regi ones inferiores del Kam aloka, estrecham ente
unidas a la tierra, entraña
inconvenientes y hasta peligros.
El hom bre está absorto por
proyectos e in tereses que han ocupado su vida y tiene
conciencia de la presencia de
las gentes y de las cosas que a ello se refieren.
Se siente casi irresistiblem
ente lanzado a ef ectuar todos sus esfuerzos para influir en
negocios a que sus pasiones y
sentim ientos le atan todavía.
Se encuentra, pues, ligado
por sus deseos al mundo físico, aunque ha perdido ya todos
los órganos habituales de
actividad.
El único m edio para llegar a
la paz en aparta r resueltam ente su pensam iento de la tierra
y fijarlo en cosas m á s
altas; pero el núm ero de los que tienen valor para tal esfuerzo es
comparativam ente m uy
reducido, a pesar de los auxilios que siem pre ofrecen los
trabajadores del plano
astral, cuya tarea c onsiste en ayudar y guiar a los que han dejado
este m undo (I) (Estos
trabajadores son discípulos de algunos de los Grandes
Maestros que guían y ayudan a
la hum anidad y que tienen el deber especial de socorrer
a las almas necesitadas de
asistencia.)
Con frecuencia esas alm as
sufrientes, incapaces de soportar su inacción forzada, buscan
la ayuda de un sensitivo con
el que puedan relacionarse para ocuparse una vez m á s en
los negocios terrestres.
A veces tam b ién, obsesionando
a algún m é dium di sponible, se esfuerzan en em plear su
cuerpo para sus propios
fines.
Contraen así grandes
responsabilidades para lo por venir.
No sin razón oculta la
Iglesia nos enseña es ta oración: “De guerra, de asesinato y m uerte
repentina, líbranos Señor:”
Podem os ahora considerar una
a una las subdivisiones del Kam aloka para form arnos
idea de las condiciones que
el hom bre separa, en este estado interm edio, por los deseos
que nutre durante su vida
física.
42.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Porque es preciso recordar
que la sum a de vitalidad en cualquiera de las capas, y por
consiguiente el período de la
detención correspondiente, dependen de la sum a de
energía com unicada durante
la vida terrestre al género de m ateria astral de la que esa
capa se compone.
Si las pasiones m á s bajas
han sido activas, la materia astral m á s densa, fuertem ente
vitalizada predom inará en
cantidad.
Este principio tiene
aplicación a través de todas las regiones del Kam aloka, de suerte
que el hom bre, durante su m
isma vida, pue de darse cuenta exactísim a del porvenir
inmediato que se prepara cada
día siguiente a la m uerte.
La prim era división, la má s
inferior, contiene las condiciones que responden a los
diferentes géneros de
“infiernos” descritos por los libros santos indos y buddhistas.
Es preciso com prender que el
hom bre, al pasa r de uno a otro de esos estados purgativos,
no se desem b araza realm
ente de las pasiones y de los viles deseos que le han llevado
allí.
Sem ejantes elem entos
persisten, porque son parte integrante de su carácter y quedan
latentes, com o en germ en,
en la m ente, pa ra estallar y form ar su naturaleza pasional
cuando esté pronto a renacer
en el m undo físico.
Su estancia en la m á s baja
región del Kam aloka se debe exclusivam ente a la presencia,
en su cuerpo Kám ico, de gran
proporción de m ateria perteneciente a esta región; y
queda prisionero en ella hasta
que la cap a de que se com pone está suficientem ente
disgregada para perm itir al
hom bre poners e en contacto con la región inm ediata
superior.
La atm ósfera de ese lugar es
somb ría, pesada, triste, deprim ente en grado
inconcebible; parece im pregnada
de todas las influencias m á s opuestas al bien.
Tal es su carácter esencial,
engendrado por los mismos cuyas m alas pasiones le han
llevado a ella.
Todo deseo y sentim iento
hórrido encuentra allí los m ateriales m á s adecuados para su
expresión.
No falta nada de lo que puede
haber en un lugar m á s infecto, sin contar con que todos
los horrores que se ocultan a
la vida f ísica se manifiestan allí en toda su espantosa
desnudez.
El carácter repugnante de
esta región acrecen tase por el hecho de que, en el m undo
astral, la form a de adapta
al carácter.
El hom bre presa de pasiones
m alsanas tiene, pues, todo el aspecto de lo que es.
Los apetitos bestiales dan al
cuerpo astral as pecto bestial, y las terribles f orm as, sem i—
hum anas, sem i—anim ales,
son la vestidura má s adecuada a las alm as parecidas a las
bestias.
En el m undo astral nadie
puede ser hipócrita ni disim ular sus m alos pensamientos bajo
el velo de apariencia
virtuosas.
Todo lo que es un hom bre, se
ofrece en su form a y en su aspecto exterior, irradiando
belleza cuando su pensam
iento es noble, y infundiendo fealdad cuando es vil.
Se com prenderá, pues fácilm
ente, cóm o los Maestros, tales com o Buddha, con la visión
infalible de aquellos a
quienes todos los mundos están abiertos, pudieron describir lo
que veían en esos infiernos
con un lenguaje de terrible realism o, que parece increíble a
los lectores de hoy, porque
olvidan que las almas, una vez libertadas de la m ateria
grosera y poco plática del m
undo físico, se aparecen bajo la form a que les corresponde,
teniendo exactam ente el
aspecto de lo que son en verdad.
En este m ismo mundo de aquí
abajo, un faci neroso envilecido tiene por lo general
aspecto repugnante.
43.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
¿ Q ué habrá de esperar,
pues, de la m ateri a astral plástica, que se adapta al m enor
impulso de los deseos crim
inales?
Es com pletam ente natural,
pues, que un hom bre tal revista form a horrible y que se
manifieste con verdadero lujo
de odiosas transform aciones. Conviene recordar que la
población de ese abism o del
Kam aloka se compone de la escoria de la hum anidad;
asesinos, bandidos, crim
inales de todo géner o, borrachos, libertinos; en una palabra, de
todo lo m á s vil del género
hum ano.
Nadie se encuentra allí, con
la conciencia despierta a lo que le rodea a no ser un
culpable de un crim en
brutal, de una crue ldad obstinada y persistente, o víctim a de
algún vicio abyecto.
Las únicas personas de
carácter m á s elevado que sin em bargo se encuentran retenidas
allí por algún tiem po, son
los suicidas que ponie ndo fin a sus días intentaron sustraerse a
los castigos terrestres.
No hacen sino agravar su
situación.
No se encuentran allí,
naturalm ente, todos lo s suicidas, porque el suicidio puede haberse
efectuado por m otivos m uy
diversos; se en cuentran los que cobardem ente quisieron
evitar las consecuencias de
sus propias acciones.
Aparte de la lobreguez del
lugar y de las com pañías abyectas que encuentra, el
hom bre m ismo es allí el
creador inm ediato de su propia m iseria.
Como no experim enta otro cam
bio que la pérd ida de su velo corporal, m anifiesta sus
pasiones con toda su fealdad
original y su brutal desnudez.
Llenos de apetitos f eroces e
insaciables, inf lamados de venganza, odio y
concupiscencias que no pueden
satisfacer, por fa lta de órganos, las alm as vagan furiosas
y ávidas a través de aquél
lúgubre am biente.
Se congregan en los peores
lugares de la tierra , cerca de las casas de lujuria, de los sitios
de em briaguez, excitando los
concurrentes asi duos a esos lugares a la deshonestidad y a
la violencia, buscando el m
omento de obsesionarlos y llevarlos a los m ayores excesos.
La sof ocante atm ósfera que se
observa en esos sitios se debe en gran parte a la presencia
de esas entidades ligadas a
la tierra, poseídas de pasiones abyectas y de infam es deseos.
Los m é dium , a m enos que
no tengan carácter noble y puro, son principalm ente el objeto
de sus ataques.
Con frecuencia, faltos de
voluntad, debilitados por el abandono pasivo de su cuerpo a la
ocupación tem poral de otras
entidades desencarnadas, quedan poseídos por esos seres
malos y arrastrados a la
intem perancia y a la locura.
Los asesinos ejecutados,
llenos de terror, de odio y de venganza in—saciados, renuevan
sin cesar su crim en por im
pulso maquina l y reproducen m entalm ente los terribles
sucesos, envolviéndose en una
atm ósfera de pensamientos—form as (form as creadas) de
crim en.
Llevados hacia cualquiera,
alim entan sentim ientos de odio o de venganza e incitan a
cometer el crim en que m
editan.
Se verá a veces, en esta
región, aun asesino constantem ente seguido por su víctim a, a
cuya angustiosa presencia no
puede sustraerse, form a inerte que persigue sus pasos con
persistencia inquebrantable,
a pesar de los esfuerzos que haga aquél para
desem b arazarse de ella.
Y la víctim a, a m enos que
no tenga carácter vil, es inconsciente, y su propia
inconsciencia contribuye a
acrecentar el horror en el culpable a quién persigue
maquinalm ente.
Aquí tam b ién encontram os
el infier no del vivisector, pues la crueldad atrae el
cuerpo astral los m ateriales
m á s densos y las com b inaciones má s repugnantes de la
materia astral.
44.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Vive entre las f orm as de
sus m utiladas víctim as, gim ientes, trém ulas, aullantes,
vivificadas no por las alm as
de los m ismos animales, sino por la vida elem ental
estrem ecida de odio contra
el sacrificador.
Este m ismo, con regularidad
autom á tica, rep ite sus nefastos experim entos, consciente
de su horror, im periosam
ente lanzado a inf ligir de nuevo el torm ento por la costum bre
contraída en su vida
terrestre.
Antes de abandonar esta
triste región recordarem os que no hay en ella castigos
arbitrariam ente inf ligidos
por lo exterior , sino que son inevitable efecto de las causas
que ha puesto en juego cada
uno.
Durante su vida física, esos
hom bres cedieron a los m á s viles im pulsos, atrajeron y
asimilaron a su cuerpo astral
los m ateriales que únicam ente pueden vibrar en respuesta a
esos impulsos.
Ahora, pues, ese cuerpo que
ellos m ismos construyeron, se convierte en prisión de su
alma y ha de caer arruinado
antes de que logre evadirse de él.
¿ E l borracho no tiene
forzosam ente que vivir aquí abajo, en su repugnante cuerpo físico,
abrazado por el alcohol?
Pues la m isma ley le
obligará vivir en Kam aloka, en su cuerpo astral no m enos
repugnante.
La sem illa semb rada se
recoge según su esp ecie; tal es la ley en todos los m undos y
nadie puede sustraerse a
ella.
A decir verdad, el cuerpo
astral no es a llí ni má s escandaloso ni m á s horrible que
cuando el hom bre vivía sobre
la tierra y produc ía en torno a él una atm ósfera fétida por
sus emanaciones astrales;
pero las gentes de la tierra no se daban cuenta de su fealdad,
porque astralm ente son
ciegas.
Cuando consideram os, adem
ás, a esos desgraciados que son nuestros herm anos,
podem os consolarnos pensando
que sus sufrim ient os son tem porales y que dan a la vida
del alm a una lección
sumamente necesaria.
Bajo la reacción de las leyes
de la natural eza que violó, aprende la existencia de estas
leyes y la m iseria que
inevitablem ente dim ana de no observarla en la vida y conducta
del hom bre.
La naturaleza no nos econom
iza nada; pero en últim o térm ino sus lecciones son
elocuentes, porque aseguran
nuestra evoluci ón y conducen al alm a a la conquista de la
inmortalidad.
Pasem os a una región m enos
somb ría.
La segunda subdivisión del m
undo astral puede considerarse com o reproducción astral
del m undo físico.
Con efecto, la m ateria de
esta región predom ina en la composición en la composición
del cuerpo astral de los objetos
m ateriales, así com o en la mayoría de los hom bres.
Ninguna región esta m á s
estrecham ente relacionada con el m undo físico.
La m ayoría de los “m uertos”
residen aquí dur ante cierto tiem po y gran núm ero de ellos
tienen aquí plena conciencia.
Se interesaron por la nim
iedades y trivialidades de la existencia, se apegaron a las
fruslerías; m uchos se
dejaron dom inar por su naturaleza inferior y m urieron llevados
vivos sus apetitos, deseos y
goces f ísicos.
Cómo tal fué el em pleo de
sus energías vitales, edificaron su cuerpo astral con
materiales que responden con
facilidad a los contactos físicos.
Después de la m uerte, este
cuerpo astral sólo puede retenerlos en la proxim idad de
objetos terrestres.
Estas gentes son, en su m
ayoría, descontento s, am biciosos, inquietos, con m á s o menos
sufrim iento según su
intensidad de los deseos que no pueden satisfacer.
45.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Algunos sufren de hecho una
angustia real y en ella perm anecen largo tiem po hasta que
se limpian de sus
concupiscencias terrenas.
Muchos de ellos prolongan
inútilm ente su estancia tratando de com unicarse con la
tierra, de llevar a ella los
intereses a que es tán ligados, a favor de los m é dium que les
prestan el cuerpo físico,
supliendo así la carencia del suyo propio.
De esta región proviene, en
general, la vana charlatanería, tan conocida del que haya
frecuentado las secciones
espiritistas públicas—c harla de portera y m oralidad de la casa
de huéspedes.
El elem ento fem enino está
en m ayoría.
Estas alm as, ligadas a la
tierra, tienen por lo general escasa inteligencia, y sus
comunicaciones no revisten
otro interés, para el que ya está convencido de la existencia
del alm a después de la m
uerte, que el que tendría su conversación en la tierra.
Adem ás, com o aquí abajo,
esos desgracia dos son tanto m á s afirm ativos cuanto m á s
ignorantes e im ponen a sus
fieles, com o ú ltim a concepción del m undo invisible, el
conocimiento lim itado que
ellos m ismos tienen.
Después de la m uerte, com o
antes de ella,
Confunden las hablillas de su
pueblo
con los grandes rum ores del
universo.
Se encuentran tam b ién en
esta región las gentes que m uertas con alguna
preocupación tratan de com
unicarse con sus am igos a fin de arreglar el asunto terrestre
que les preocupa.
Si no logran m anifestarse, o
trasm itir su de seo a algún am igo bajo la form a de sueño,
pueden ocasionar m uchas m
olestias por golpe s u otros ruidos hechos para atraer la
atención o provocados
inconscientem ente por sus im pacientes esfuerzos.
En tal caso, una persona com
petente hará obra de caridad com unicando con la entidad
angustiada para saber lo que
desea.
Esta intervención bastará en
ocasiones para devolver la quietud am enazada.
En esta región, el alm a está
fácilm ente e xpuesta a fijar su atención en la tierra, aunque
no lo solicite espontáneam
ente.
Sem ejante flaco servicio lo
hacen con dem asiado frecuencia los tristem ente apasionados
y el ardiente deseo que de su
querida presencia sienten los am igos que dejó en la tierra.
Los pensam ientos—form as
engendrados por estos sentim ientos, se posan alrededor del
alma y la despiertan de
pronto cuando duerm e apasiblem ente.
Otras veces, cuando tiene conciencia,
su aten ción queda violentam ente atraída hacia la
tierra de que debe alejarse.
En el prim er caso, sobre
todo, el egoísm o inconsciente de los am igos que hay en la
tierra, perjudica a los m
uertos am ados, de tal modo, que esos m ismos amigos serían los
prim eros en lam entarlo si
fueran conscientes.
Quizá la com prensión de los
sufrim ientos infligidos sin necesidad por esta causa a los
que abandonaron la tierra,
ayude a algunos a reconocer la autoridad de los preceptos
religiosos que ordenan la sum
isión a la ley divina y la represión del dolor excesivo y
tum ultuoso.
La tercera y la cuarta región
del Kam aloka difieren poco de la segunda y pueden
considerarse casi com o
etéreas.
La cuarta es m á s sutil que la
tercera, pero las características generales de las tres
regiones son las m ismas.
Encontram os aquí alm as de
un tipo m á s evol ucionado, y aunque estén retenidas en este
lugar por la envoltura debida
a la actividad de los interese terrestres, su atención se
dirige por lo general hacia
adelante y no hacia atrás.
46.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Mientras no se les llam a por
fuerzas a lo s negocios de la vida física, pasan sin
preocuparse de ellos.
Perm anecen, sin em bargo,
accesibles todavía a la s impresiones terrestres, y el interés
cada día m á s débil que
tienen por los asuntos m undanos puede despertarse por los
clamores de aquí abajo.
Un gran núm ero de personas
instruidas y reflexivas que , no obstante, se dejaron
absorber por los cuidados del
m undo, tienen conciencia en esas regiones.
Se les puede obligar a com
unicarse por los mé dium , pero es raro que busquen por sí
mismos tal com unicación.
Sus palabras tienen con toda
evidencia m ayor valor que las que preceden de los de la
segunda región.
No ofrecen, sin em bargo, m á
s interés que la conversación de esas m ismas personas en
su vida.
La ilum inación espiritual no
procede, por lo dem á s, del Kam aloka.
La quinta subdivisión del Kam
aloka ofrece m uchas características nuevas.
Su aspecto es claram ente lum
inoso o radian te y m uy atractivo para quien sólo está
acostum brado a los som b
ríos colores de la tierra, justificando el epíteto de astral,
estrellado, que se da al
conjunto del plano.
Aquí se encuentran todos los
cielos m aterializados que tan im portantes papel
desem peñan en las religiones
del m undo.
Las cacerías celestes del
piel roja; en el W alhalla del escandinavo; el paraíso lleno de
Huríes, del m usulmán; la Nueva
Jerusalén de oro y puertas de piedras preciosas, del
cristiano; el cielo lleno de
liceos, del reform ador m aterialista; todos tienen aquí su sitio.
Los rígidos devotos que se
apegan desesperad amente a la “letra que m ata”, encuentran
aquí la satisfacción literal
de sus deseos.
Gracias a su `potencia im
aginativa, alim entada por la corteza estéril de los libros santos
del m undo, construyen
inconscientem ente con m ateria astral los castillos en el aire en
que sueñan.
Las creencias religiosas m á
s extrañas encuentran aquí su realización inform e y
tem poral, y los sectarios de
las letras de t odas las religiones, deseosos de su exclusiva
salvación en el cielo m á s
materialista que pueda im aginarse, encuentran satisfacción en
este lugar que les conviene
perfectam ente, rodeados com o se hallan de las m ismas
condiciones a las que
ajustaron su fe.
Los religiosos y filántropos
que no tuvier on otro propósito que ejecutar sus propios
caprichos e im poner al
prójim o su manera de ver, en vez de trabajar desinteresadam ente
por el acrecentam iento de la
virtud y de la dicha hum anas, se encuentran aquí a sus
anchas y organizan reform
atorios, asilos y escuelas con plena satisfacción personal; y en
ocasiones se regocijan al m
eter m ano astral en cualquier asunto terreno, a favor de un
mé dium dócil al que dirigen
con la m ayor condescendencia.
Edifican astralm ente
iglesias, casas escuel as, reproduciendo los cielos m ateriales que
ambicionaron, y aunque a la m
irada clariv idente puedan parecer sus construcciones
imperfectas, y con algo
dolorosam ente grotesco, para ellos nada dejan de desear.
Los sectarios de una m isma
religión se reúnen y cooperan de m aneras diferentes,
form ando com unidades que
difieren entre sí tanto com o las comunidades análogas de
aquí abajo.
Cuando se les atrae hacia la
tierra, buscan en general, correligionarios y com patriotas,
no por afinidad natural, sino
porque las ba rreras del idiom a persisten en Kam aloka,
como denotan los m ensajes
recibidos en los círculos espiritistas.
47.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Las alm as de esta región tom
an a veces vivo interés por las tentativas efectuadas para
establecer com unicaciones entre
este m undo y el suyo; y de ahí que de la religión
inmediatam ente superior
provengan los espíritus guías de gran núm ero de m é dium .
Esas alm as saben generalm
ente que hay ante ellas una posibilidad de existencia m á s
elevada, y que están destinadas
a pa sar, tarde o tem prano, a m undos donde la
comunicación con esta tierra
no les será posible.
La sexta región del Kam aloka
asemejase a la quinta, pero es m ucho m á s sutil.
Se encuentra poblada
principalm ente de alm as má s evolucionadas, que acaban de gastar
la envoltura astral, a través
de la cual su s energías m entales se m anifestaron en gran
parte durante la vida física.
Su detención se debe al
preponderante pape l desem peñado por el egoísm o de su vida
intelectual y artística, y a
que prostituye ron sus talentos, de un m odo refinado y
delicado, en pro de la
naturaleza sensible.
Les rodea todo cuanto de m á
s bello en Kam aloka, porque su pensam iento creador
modela la sustancia lum inosa
de su estancia pasajera en paisajes adm irables, en
palpitantes océanos de luz,
en m ontañas con picos de nieve, en f é rtiles llanuras y en
escenas de hechizante
belleza, aun com paradas con lo m á s exquisito de la tierra.
Se encuentran igualm ente
aquí los devotos de las religiones, pero de tipo m á s elevado
que de la subdivisión
precedente, con se ntim ientos m á s justo de sus propias
limitaciones.
Todos confían seguram ente en
dejar su estancia actual para pasar a m á s elevada esfera.
La séptim a y superior
subdivisión de l Kam aloka, está ocupada casi exclusivam ente
por los intelectuales, hom
bres y m ujeres, que tuvieron sobre la tierra vigorosos
materialism o o estuvieron de
tal m odo sujeto s a los medios por los cuales el m ental
inferior adquiere conocim
ientos en el cuer po físico, que continúan persiguiendo esos
conocimientos según el
antiguo m é todo, aunque con facultades m á s desarrolladas.
Recuerda uno instintivam ente
cuan hostil era Carlos Lam b a quién la idea de que en el
cielo había de adquirir el
conocim iento por “ no sé que raro procedim iento de intuición”
en vez de adquirirlo en “sus
queridos libros”.
Más de un sabio vive durante
años, y siglos a veces (según H. P. Blavatsky) en una
verdadera biblioteca astral,
recorriendo ávidam ente todas las obras que tratan de su tem a
favorito, perfectam ente
satisfecho de su suerte.
Quienes concentraron toda su
energía en una dirección cualquiera de investigación
intelectual y abandonaron el
cuerpo físico sin calm ar su sed de conocim ientos,
continúan persiguiendo su
objeto con infalible persistencia, unidos por ese trabajo al
mundo físico.
Con fr ecuencia tales hom
bres son todavía escépticos en cuanto a las posibilidades
superiores que les aguardan,
retroceden ante la perspectiva de lo que les parece
realm ente una segunda m
uerte, la pérdida de la conciencia que precede al nacim iento
del alm a a la vida superior
del cielo.
Los políticos, los hom bres
de estado y los hom bres de ciencia perm anecen algún tiem po
en esta región, despojándose
lentam ente de su envoltura astral, sujetos todavía a la
existencia terrestre por el
vivo interés que prestan a los m ovim ientos en que tan gran
papel desem peñaron y por el
esfuerzo que hacen para efectuar astralm ente aquellos
proyectos que la m uerte les
im pidió realizar.
Para todos, salvo para la
ínfima minoría que no experim entó sobre la tierra un sólo
movim iento de am or
desinteresado o de aspi ración intelectual, que vivió sin reconocer
jam á s algo elevado que su
yo; para todos llega, tarde o tem prano, un tiem po en que por
fin se desatan las ligaduras
del cuerpo astral.
48.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El alm a adquiere m
omentáneam ente concienc ia de lo que le rodea, conciencia
semejante a la que sigue a la
m uerte físi ca, pues se despierta por un sentim iento de
felicidad intensa, inm ensa,
insondable, im posible de im aginar aquí abajo, de la felicidad
del m undo celeste, del m
undo a que por naturaleza pertenece el alm a.
Pudo haber nutrido m uchas
pasiones viles y baja s, m uchas codicias vulgares y sórdidas;
pero ha visto resplandores de
naturaleza má s elevada, resplandores interrum pidos,
esparcidos, de una región m á
s pura.
Entonces, estos resplandores
m aduran por ser ya época de la cosecha, y los pobres y
débiles recogen el fruto que
les pertenece.
Por esto va el hom bre m uy
lejos a recoger esa cosecha celeste, a fin de com erla y
asimilarse sus frutos.
El cadáver astral, com o se
le llama a veces, o el cascarón astral de la entidad de que
es parte, se com pone de
restos de las siet e capas concéntricas anteriorm ente descritas,
restos m antenidos en
conjunto por la rem anencia magnética del alm a.
Cada capa o corteza, a su
vez, se disgrega hasta reducirse a fragm entos esparcidos, que
quedan sujetos, por la
atracción m agnética, a las capas que todavía subsisten.
Cuando todas quedan reducidas
a sem ejante condición, incluso la séptim a, la m á s
interna, el hom bre m ismo
escapa dejando tras sí esos restos.
El cascarón flota luego a
través del m undo as tral, repitiendo de una m anera autom á tica
sus vibraciones acostum
bradas, y a m edida que el m agnetism o rem anente va
perdiéndose, se descom pone
el cascarón cada vez m á s y acaba por disolverse del todo,
restituyendo sus m ateriales
al fondo com ún de la materia astral, com o el cuerpo físico
devuelve al m undo físico los
elem entos de que se com ponía.
El cascarón astral va de un
lado a otro según las corrientes astrales, y si no esta m uy
descom puesto puede
vitalizarse por el m agnetis mo de las alm as encarnadas en la tierra,
siendo así capaz de alguna
actividad.
Absorbe el m agnetism o como
una esponja el agua, repitiendo con intensidad
marcadísim a las vibraciones
a que ha estado acostum brado en otro tiem po.
Sem ejantes vibraciones se
ponen de m anifiesto generalm ente bajo la acción de algún
pensamiento com ún al alm a
desaparecida y a sus amigos terrestres, y el cascarón, así
vitalizado, puede desem peñar
m uy regularm ente el papel de inteligencia com unicante.
Se distingue, sin em bargo,
aparte del em pleo de la visión astral, por la repetición
autom á tica de los pensam
ientos f amiliares, así com o por la carencia de toda idea
original y de todo conocim
iento adquirido después de la m uerte física.
Así com o las almas pueden
hallar en su progreso obstáculos opuestos por los am igos
ignorantes e irreflexivos, es
posible, igua lmente, que reciban socorro por esfuerzos
sabios y bien dirigidos.
Por eso, todas las
religiones, que conservan al gún vestigio de la oculta sabiduría de sus
fundadores, prescriben preces
u oraciones fúnebres.
Estas oraciones, com o las
cerem onias que las acompañan, son m á s o menos eficaces
según el conocim iento, el am
or y la fuerza de voluntad que las anim a.
Tienen por base el principio
universal de la vibración, según la cual está construido,
modificado y conservado el
universo.
Los sonidos engendran
vibraciones y m odelan la materia astral en form as determ inadas
que el pensam iento anim a
por m edio de las palabras.
Estos pensam ientos—form as
se dirigen h acia la entidad que está purgando, y obran
sobre su astral precipitando
su disolución.
Con la decadencia del saber
oculto, estas cerem onias han venido a ser cada vez m enos
eficaces y hasta de utilidad
casi nula.
49.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Sin em bargo, cuando se
efectúan por un hom b r e de saber, ejercen la influencia
apetecida.
Por lo dem á s, cada uno
puede ayudar a sus m uertos am ados enviándoles pensam ientos
de am or y de paz, y haciendo
votos por un rápido progreso a través del Kam aloka y por
su liberación de las trabas
astrales.
Que nuestros m uertos no
sigan solitarios su cam ino, sin el auxilio de nuestros
pensamientos—form as má s
cariñosos, abandona dos a los ángeles custodios que deben
guiarlos y anim arlos en su m
archa hacia la dicha.
50.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
EL PLANO MENTAL
SABIDURÍA ANTIGUA
Según su nom bre indica, el
plano m ental es el dom inio propio de la conciencia cuando
actúa com o pensamiento.
En el plano de la
inteligencia, no en func ión por m edio del cerebro, sino en su propio
mundo, libertada de las
ligaduras del espíritu—m ateria físico. La palabra inglesa m an
(hom bre) viene de la sánscrita
m an, raíz del verbo que significa pensar.
Así m an (hom bre significa
pensador, designá ndose al hom bre por la inteligencia com o
su má s característico
atributo.
En inglés encontram os únicam
ente la palabra m ind (m ente) para designar a la vez la
propia conciencia intelectual
y los efectos producidos sobre el cerebro físico por las
vibraciones de la conciencia.
Pero debem os considerar
ahora la conciencia intelectual com o entidad distinta, com o
individualidad y ser real.
Las vibraciones de su vida
son pensam ientos son im ágenes y no palabras.
Esta individualidad es Manas,
el Pensador (I) (De la palabra Manas se deriva el nom bre
técnico: plano m anásico,
traducido por pla no mental. Le podem os llamar el plano de la
inteligencia propiam ente
dicha, para distinguir sus actividades de las de la inteligencia
operante en la carne)
Es él yo que revestido de la
m ateria de la s subdivisiones superiores del plano m ental
trabaja bajo las condiciones
que esa m ateria le im pone.
Sobre el plano físico se
revela su presenci a por las vibraciones que transm ite al cerebro
y al sistem a nervioso.
Estos órganos responden a las
vibraciones de su vida por las vibraciones sim páticas;
pero a causa de la densidades
sus m ateri ales, no pueden reproducir sino una parte m uy
débil de las vibraciones
recibidas, y aún de m anera m uy im perfecta.
Del m ismo modo que la
ciencia afirm a la exis tencia de una inm ensa serie de vibraciones
del éter, serie de la cual sólo
percibim os un fragm ento, el espectro solar lum inoso, el
aparato físico del pensam
iento, el cerebro y el sistem a nervioso, no pueden pensar sino
un pequeño f r agm ento de la
inm ensa serie de vibraciones m entales em itidas por el
Pensador en su propio m undo.
Los cerebros m uy receptivos
responden a un grado que convenim os en denom inar gran
potencia intelectual; y los
excepcionalm ente receptivos responden a lo que se llam a
genio.
En fin, los cerebros
excepcionalm ente inertes responden solam ente al grado
denom inado idiotez.
Cada uno de nosotros envía a
su cerebro m illones de ondas m entales a las que el órgano
puede responder por la
densidad de sus m ateri ales; y lo que se llam a poder m ental de un
hom bre está en relación directa
con esta sensibilidad.
Antes de estudiar al Pensador
convendrá c onsiderar el m undo que ocupa, es decir, el
plano mental m ismo.
El plano m ental es el que
sigue al astral.
No está separado de él sino
por la diferencia de los m ateriales, lo m ismo que el plano
astral del plano físico.
Podem os así repetir en la
com paración del pl ano mental y del astral lo ya dicho al
comparar el plano astral y el
plano físico.
La vida sobre el plano m
ental es m á s activa que en el astral y la form a en él es m á s
plástica.
51.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El espíritu—m ateria se halla
m ucho m á s vitalizado y sutil que la m ateria del m undo
astral.
El átom o má s sutil de m
ateria astral contiene en su cubierta esferoidal innum erables
agregados de la m ateria m
ental m á s densa, de suerte que la disgregación del átom o
astral pone en libertad una
cantidad de m ateria m ental de variedades m uy densas.
En tales condiciones, se
comprende rá que es m uy activa la acción de las fuerzas
vitales sobre este plano,
puesto que la m asa que ha de m over es infinitam ente m enor.
La m ateria está anim ada de
un m ovim iento continuo e incesante, tom a form a al menor
estrem ecimiento de vida, y
se adapta sin vacilación a los m enores m atices de esas
vibraciones.
La substancia m ental, com o
se la ha llamado, hace aparecer denso, pesado y em pañado
al espíritu—m ateria astral,
tan m aravillosa mente lum inoso cuando se le com para con la
materia física.
Pero la ley de analogía
conserva todo su valo r, y será para nosotros un hilo conductor a
través de esta región
súper—astral, lugar que es nuestro lugar de nacim iento, nuestra
verdadera patria, aunque lo
ignorem os, presos como estam os en un país de destierro, y a
pesar tam b ién de la
extravagancia que revist e a nuestros ojos la descripción de esta
región gloriosa.
Aquí tam b ién, com o en los
dos planos infe riores, hay siete subdivisiones del espíritu—
materia; y aquí tam b ién, estas
variedades form an innumerables com b inaciones de toda
clase de com plejidad,
constituyendo los sólidos , los líquidos, los gases y los éteres del
plano mental.
Esto no es m á s que una m
anera de hablar, porque la palabra sólido parece absurda aun
hablando de las form as má s
sustanciales de la m ateria m ental, y no tenem os otros
calificativos de los que se
basan sobre las condiciones físicas.
Bástenos com prender, por lo
dem á s, que este plano sigue la ley y orden general de la
naturaleza, que apareja para
nuestro gl obo una base septenaria; y que las siete
subdivisiones de su m ateria
decrecen en de nsidad con relación unas a otras com o los
sólidos, los líquidos, los
gases y los éteres; y que la séptim a y últim a subdivisión se
hallan exclusivam ente com
puesta de los m á s sutiles átom os mentales.
Estas subdivisiones se
clasifican en dos grupos, a los que se les ha dado el nom bre
no muy apropiados y al prim
er intento ininteligible, de: “no form al” y “form al” (I) (En
sánscrito Arupa y Rupa. —Rupa
significa form a, envoltura, cuerpo.)
Las cuatro subdivisiones
inferiores constituye n el segundo grupo, y los tres superiores el
prim ero.
Esta agrupación es necesaria
porque hay una distinción m uy real, aunque es m uy difícil
de definir.
Estas regiones corresponden
en la conciencia hum ana a las mismas divisiones de la
inteligencia, com o se verá m
á s claram ente luego.
Quizás se podría expresar m
ejor sem ejant e distinción diciendo que, en las cuatro
subdivisiones inferiores, las
vibraciones de la conciencia dan origen a form as, im ágenes
o representaciones,
apareciendo cada pensam iento com o una form a viva; m ientras que
en las tres subdivisiones
superiores, aunque la conciencia tam b ién produce vibraciones,
parece m á s bien em itirlas
com o una ola poderosa de energía viva que no se incorpora en
imágenes distintas m ientras
está en esa región superior, sino que engendra form as
mú ltiples, ligadas entre sí
por una condici ón común, desde que penetra en los m undos
inferiores.
La m á s íntim a analogía que
se puede encont rar para la concepción que se trata de
exponer es la de los pensam
ientos abstractos y los concretos.
52.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La idea abstracta de un
triángulo no tiene fo rm a, pero sirve para designar todas las
figuras lim itadas por tres
líneas rectas, cuyos ángulos sum an dos rectos.
Tal idea, condicionada, pero
sin form a, al pr oyectarse en el m undo inferior, dará origen
a una infinita variedad de
triángulos, rect ángulos, isósceles, escálenos, de colores y
dim ensiones variados, que
satisfagan todas las condiciones; triángulos concretos con
propia y definida form a.
Es impotente la palabra para
mostrar claram ente la diferencia entre las dos maneras
de actuar la conciencia en am
bas regione s; porque las palabras son sím bolos de
imágenes, pertenecen a las
operaciones del m ent al inferior en el cerebro y se basan
exclusivam ente sobre sus
operaciones.
Mientras que la región “sin
form a” pertenece a la razón pura, que jam á s trabaja en los
estrechos lím ites del
lenguaje.
El plano m ental es el que
refleja la Inteligencia Universal en la Naturaleza, el plano
que, en nuestro pequeño
sistem a, corresponde al de la Gran Inteligencia en el Cosm os
(I) (Mahat, el tercer Logos o
la Inteligencia Divina creadora; El Brahm â de los indos, el
Mandujusri de los buddhistas
del Norte., el Espíritu Santo de los cristianos)
En sus regiones superiores
existen todas las ideas arquetipos que se hallan actualm ente
en vías de evolución
concreta; y en sus regiones inferiores esas ideas se elaboran en
form as sucesivas para
reproducirse enseguida en el m undo astral y en el físico.
La m ateria del plano es
susceptible de com b inarse al im pulso de vibraciones m entales, y
puede form ar cuantas com b
inaciones sea capaz de im aginar el pensam iento.
De la m isma manera que el
hierro puede c onvertirse en arado para el labrador o en
espada para el guerrero, la m
ateria m ental puede m odelarse en form as que aprovechen o
perjudiquen.
La vida del Pensador, en
vibración continua, modela la m ateria que le rodea, y su obra
se educa a la voluntad que la
engendra.
En esta región el pensam
iento y la acción, el propósito y el hecho son la m isma cosa.
El espíritu—m ateria es el
esclavo dócil de la vida y se adapta espontáneam ente a cada
impulso creador.
Por su velocidad y sutilidad,
esta s vibraciones que m odelan en pensam ientos—
form as la materia del plano
m ental, dan ta mb ién nacim iento a exquisitas coloraciones
constantem ente cam biantes:
ondas de tintes va rios com o las irisadas del nácar, pero
etéreas y lum inosas en grado
incom parable, que resbalan sobre todas las superficies y
penetran todas las form as,
de m odo que cada una de ellas ofrece una arm onía de colores
tornasolados, vivos, lum
inosos y delicados, com o no se conocen en la tierra.
Las palabras son incapaces de
expresar la exquisita belleza y brillo de las
comb inaciones de esa m
ateria sutil, trém ula de vida y de m ovim iento.
Todos los videntes que lo
atestiguan, indos , buddhistas, y cristianos hablan con éxtasis
de su gloriosa belleza y
confiesan que son incapaces de describirla.
Parece que toda descripción,
por hábiles que sean sus térm inos, no sirven sino para
rebajarla.
Los pensamientos—form as
juegan naturalm ente un papel considerable entre las
criaturas vivas que actúan en
el plano m ental.
Asem ejase a las que hem os
hallado en el mundo astral, salvo que son m ucho m á s
luminosas, m á s brillantem
ente coloreadas, m á s vigorosas, m á s persistentes y m á s
vitalizadas.
A m edida que las cualidades
intelectuales superiores se señalan m á s claram ente en
quién las engendra, presentan
un contor no má s definido y tienden a una singular
perfección geom étrica, al m
ismo tiem po que ha una pureza de luz y de color no m enos
adm irable.
53.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
No hay necesidad de decir
que, en el es tado actual de la hum anidad, las form as
nebulosas e irregulares
predom inan como producto habitual de inteligencias m al
dirigidas.
No obstante, tam b ién se
encuentran en el pl ano astral pensam ientos artísticos de rara
belleza, y así no es extraño que
los pintores, de spués de entrever un instante su ideal en
sueños, se im pacienten por
no poder expresar su radiante belleza con los colores de este
mundo.
Estos pensam ientos—form as
están constituidos por la esencia elem ental del plano.
Las vibraciones del pensam
iento m odelan la esencia elem ental en form a adecuada, de la
que el pensam iento es vida
anim adora.
Encontram os aquí, pues, los
elem entos artific iales idénticos, en su m odo de form ación,
a los del m undo astral, todo
lo que se ha di cho en el capítulo II sobre su generación e
importancia, puede repetirse
a propósito de lo s elementales del plano m ental; pero hay
que tener en cuenta la
responsabilidad adic ional adquirida, a consecuencia de la m ayor
fuerza y de la perm anencia
característica de los elem entales de este m undo superior.
La esencia elem ental del
plano m ental está form ada por la Mónada en el estado de
descendencia que precede inm
ediatam ente a su entrada en el m undo astral.
Constituye entre las cuatro
subdivisiones in feriores del plano m ental el segundo reino
elemental.
Las tres subdivisiones
superiores, “sin fo rm a”, están ocupadas en el prim er reino
elemental.
Aquí el pensam iento produce
en la esencia elem ental irisaciones brillantes, corrientes
coloreadas y relám pagos de
fuego vivo, en vez de incorporarse en form as definidas.
La esencia elem ental tom a,
por decirlo así, su prim era lección de actividad orgánica, de
acción comb inada; pero no
reviste aún las lim itaciones definidas de las form as.
En las dos grandes divisiones
del plano mental viven inteligencias innum eras, cuyo
cuerpo inferior está form ado
de m ateria lum inosa y de la esencia elem ental del plano:
Seres Resplandecientes que
guían el proceso del orden natural y dirigen las legiones de
entidades inferiores de que
ya se ha habla do, pero som etidos a su vez, en sus m ú ltiples
jerarquías, a los Soberanos
Señores de los siete elem entos (I) (Estos seres son los
Arupa Devas y los Rupas Devas
de los indos y buddhistas, los Señores de los cielos y la
tierra de los zoroástricos,
los Arcángeles y Ángeles de los cristianos y m ahom etanos.)
Son, com o se imagina com únm
ente, seres de gran conocim iento, de inm enso poder y de
esplendente aspecto; criaturas
radiantes y brillantísim as con mil camb iantes parecidos
al arco iris de los colores
celestes.
Llenos de real m ajestad
respiran tra nquila energía y tienen expresión de fuerza
irresistible.
Aquí se presenta al espíritu
la descripci ón del gran vidente cristiano cuando habla de un
arcángel poderoso:
“Había un arco iris sobre su
cab eza; su rostro se parecía al sol y sus pies a dos colum nas
de fuego” (I) (Apocalipsis,
X- I.)
Sus voces son com o sonido de
profundas aguas, com o eco de la arm onía de las esferas.
Son los guías del orden
natural y m andan a legiones inm ensas de elem entales del m undo
astral.
De suerte que sus cohortes
persiguen inces antem ente la obra de la naturaleza con
regularidad y precisión
infalibles.
En el plano mental inferior
hay numer osos Chelas que trabajan en su cuerpo m ental
(2) (Cuerpo ordinariam ente
llam ado Mayavi Rupa o form a ilusoria, cuando este
dispuesto para funcionar
independientem ente en el m undo m ental.) Libertados
tem poralm ente de la
envoltura física.
54.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Cuando el cuerpo carnal está
sum ergido en profundo sueño, el Pensador, el hom bre real,
puede escaparse de él a fin
de trabajar libre de trabas en esta región superior.
De ahí qué, al obrar directam
ente sobre la es fera m ental de sus sem ejantes, les sugiera
buenos pensam ientos,
presentándoles ideas nobles, y los pueda ayudar y confortar m á s
viva y eficazm ente que a
través de la prisión del cuerpo físico.
Percibe m á s claram ente sus
necesidades y puede así socorrerlos de m anera m á s
perfecta.
Su m ayor privilegio y su m á
s intenso goce consiste en ayudar a sus herm anos que
luchan, sin que tengan
conocim iento de sus servicios ni la m enor idea del poderoso
brazo que les aligera el
yugo, de la dulce voz, que m uy por lo quedo los consuela en sus
penas.
Ni se les ve ni se les
reconoce.
En la tarea ayuda a am igos y
enem igos c on igual placer y la m isma libertad, repartiendo
entre los hom bres las diversas
corrientes bienhechoras dim anantes de los grandes
Protectores de las superiores
esferas.
Tamb ién se hallan algunas
veces en esta región las form as gloriosas de los Maestros,
aunque generalm ente residan
en las subdivisiones m á s elevadas del m undo “sin form a”.
Tamb ién descienden hasta
este plano en cier tas épocas otros Grandes Seres, cuando la
compasión requiere de su
parte que se m anifiesten en planos inferiores.
Sean hum anas o no, estén en
su cuerpo o fuera de él, la com unicación es
prácticam ente instantánea
entre las inteligenci as que funciona conscientem ente en este
plano, porque se produce con
la rapidez del pensam iento.
Las barreras del espacio han
perdido su fuer za de separación, y para ponerse en contacto
un alma con otra basta con
dirigir su atención hacia ella.
La com unicación no sólo es
rápida, com o se acaba de decir, sino que es igualm ente
completa si las alm as se
encuentran en el m ismo grado de evolución.
Las palabras no pueden im
pedir o am inorar la comunicación; el pensam iento pasa de
uno a otro ser, o, m ejor
dicho, cada ve el pensam iento tal com o lo concibe el otro
Las verdaderas barreras entre
las alm as son las diferencias de evolución.
El alm a menos evolucionada
no conoce en el alma que lo está m á s, sino aquello que
puede percibir, y es
evidente, y es evidente que sólo la m á s adelantada tiene conciencia
de esa lim itación, puesto
que la otra recibe todo lo que puede contener.
Cuanto m á s evolucionada
está un alm a, m á s conciencia tiene de lo que la rodea y m á s
íntim amente se aproxim a a
la realidad; pero el plano m ental tiene tam b ién sus velos de
ilusión, aunque m enos
numerosos y m á s transparentes que los del m undo físico.
Cada alm a está rodeada de su
propia atm ósfera m ental, y com o todas las im presiones le
llegan a través de esta atm
ósfera, todas están m á s o menos expuesta a las ilusiones
cuanto m á s transparente,
pura y m enos teñida por la personalidad esté su atm ósfera.
Las tres subdivisiones superiores
del plano m ental son la m orada del Pensador, que
reside en una u otra según su
grado de evolución.
La inm ensa mayoría
evolucionada en grados di versos, vive en él ínfim o de esos tres
niveles.
Un núm ero com parativam ente
reducido de alm as vigorosam ente intelectuales habita en
el segundo nivel.
Em pleando una frase m á s
aplicable al plano fí sico que al plano m ental, direm os que el
Pensador asciende a ese
segundo nivel cuando en él prepondera la m ateria m á s sutil de
esa región, y de este m odo
opera el cam bio necesario.
No hay naturalm ente
ascensión, propiam ente hablando, ni cam bio de lugar; ocurre sólo
que el Pensador com ienza a
percibir vibraci ones de esa m ateria sutil, que provoca en él
55.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
una respuesta, pudiendo él m
ismo desde enton ces emitir fuerzas que hagan vibrar esas
tenues partículas.
Es indispensable que el
estudiante se familiarice con el hecho de que su ascenso en
la escala de la evolución no
im plica cambi o alguno de lugar, sino sencillam ente m ayor
aptitud para recibir las im
presiones.
Todas las esferas están en
torno a nosotros, sean la astral, la m ental, la búdica, la
nirvánica, o ya se trate de m
undos m á s elevados aún, hasta la vida del Ser Suprem o.
No tenem os necesidad de m
overnos para encontrarlas, pues están aquí m ismo; pero
nuestra grosera percepción
nos aparta de e llas con mayor lejanía que si estuvieran a
muchos m iles de kilóm etros.
No tenem os conciencia de lo
que nos afect a, de lo que provoca en nosotros vibraciones
de respuesta.
A m edida que nos hacem os má
s receptivos , que nos organizam os con materia m á s
delicada, entram os en
contacto con los m undos m á s sutiles.
Al hablar, pues de la ascensión
de un nive l a otro, significam os que tejem os nuestros
vestidos con m ateriales m á
s sutiles y que podem os recibir a través de ellos los—
contactos de m undos sem
ejantes.
Más profundam ente significa esto,
que en él Yo envuelto por todos esos vestidos, los
poderes divinos pasan del
estado latente al activo y em iten al exterior las vibraciones
sutiles de su vida.
El Pensador que ha alcanzado
este se gundo nivel, tiene plena conciencia de lo que le
rodea y recuerda su pasado.
Conoce los cuerpos que le
revisten, por m edi o de los cuales está en contacto con los
planos inferiores y puede
influir determ inadam ente sobre esos cuerpos y dirigirlos.
Prevé las dificultades y
obstáculos que le aguardan com o resultado de una conducta
descuidada en vidas
anteriores, y se esfuerza en infundirles la energía necesaria para el
cumplimiento de su tarea.
La dirección en que ha de em
plearla se deja sentir a veces en la conciencia inferior
como una fuerza im periosa e im
pulsiva que ven ce toda resistencia y le traza al ser una
línea de conducta cuyas
razones no aparecen clar as a la confusa visión de los vehículos
astral y m ental.
Los hom bres que realizaron
grandes acciones nos dan frecuente testim onio de ello,
cuando afirm an haber tenido
conciencia de una i rresistible fuerza interior que los m ovía,
poniéndolos en a im
posibilidad de obrar de otra m anera.
Y es que entonces obraban com
o hom bre reales.
El Pensador, el hom bre
exterior, obra conscientem ente a través de sus cuerpos, que
desem peñan en este m omento
su verdadero papel de vehículo de la individualidad.
A m edida que la evolución se
cum pla, todos alcanzarán estos altos poderes.
En el tercer nivel, el m á s
elevado de la región superior del plano m ental, residen los
Egos de los Maestros y sus
discípulos o Chelas, los Iniciados.
La m ateria de está región
predom ina desde luego en el cuerpo del Pensador.
En el seno de esta región,
foco de las má s sutiles energías m entales, ejercen los
Maestros su benéfica tarea en
pro de la hum anidad, vertiendo a torrentes sobre las
regiones inferiores el ideal
sublim e, el pensam iento inspirador, el anhelo de fe sincera,
todas las fuerzas
espirituales e intelectuales de que tan necesitado se halla el hom bre.
Cada fuerza allí engendrada
irradia en multitud de direcciones com o de un foco
luminoso, y las alm as má s
nobles y puras pueden recibir con m ayor facilidad sus
auxiliadoras inf luencias.
Un descubrim iento sorprende de
los secret os de la naturaleza; una nueva m elodía
embelesa el oído de un gran m
ú sico; la resolución de un problem a largo tiem po
56.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
meditado, se ofrece a la m
ente del filósofo sublim e; una energía nueva de esperanza y
de am or caldea el corazón
del filántropo in fatigable; y sin em bargo, aún entonces se
creen abandonados los hom
bres y sin auxilio, a pesar de que sus m ismas frases; “Se m e
ha ocurrido este pensam
iento, “Me ha venido esta idea”, “He sido sorprendido por este
descubrim iento”, atestiguan
inconscientem ente la verdad de que su Yo no ignora,
aunque sea invisible a los
ojos del cuerpo.
Pasem os ahora al estudio del
Pensador y de su vehículo, tales com o se les encuentra
en el hom bre que habita en
la tierra.
Se llam a cuerpo m ental el
de que está revestid a la conciencia y por el cual se encuentra
condicionada en las cuatro
subdivisiones inferiores del plano m ental.
Este cuerpo está constituido
por com b inaciones de la m ateria de las cuatro
subdivisiones.
Al acercarse una nueva
encarnación, el Pensador, el Individuo, que es la verdadera
alma hum ana cuya form ación
se explicará al fin del capítulo, irradia una porción de su
energía en vibraciones que
atraen alrededor de él una envoltura de m ateria form ada por
las cuatro subdivisiones
inferiores de su propio plano.
La m ateria atraída
corresponde a la naturaleza de las vibraciones em itidas; los
elementos m á s sut6iles
responden al llam amiento de las vibraciones m á s rápidas y
tom an form a bajo su
influencia; y las comb inaciones má s groseras responden a las
vibraciones m á s lentas.
Como un hilo m etálico que
vibra espontáneam ente, respondiendo a otro hilo del m ismo
peso y de la m isma tensión,
pero que perm anece mudo a vibraciones de hilos diferentes,
las materias de diversos
órdenes se ar moniza en correspondencia con los diversos
órdenes vibratorios.
La naturaleza, pues, del cuerpo
m ental del Pensador está exactam ente determ inada por
las vibraciones que él em
ite; y ese cuerpo se llama mental inferior, o Manas inferior,
porque está constituido por
la m ateria de las subdivisiones inferiores del plano m ental, y
condiciona al Pensador en sus
operaciones ulteriores.
Las sutilísim as y rapidísim
as energías necesar ias para m over esa m ateria y obtener una
respuesta, no se pueden m
anifestar sino a través de ella.
El Pensador está forzosam
ente lim itado y condicionado en su expresión.
Esta es la prim era de las
cárceles en que se encierra durante su vida encarnada, y
mientras sus energías
funcionan en ella, se encuentra excluido en gran parte de su
propio y m á s elevado m
undo, porque su atención se fija en las energías que tienden al
exterior y su vida se
proyecta con ellas en el cuerpo m ental inferior, designando con
térm inos de vestidos,
estuche, envoltura o ve hículo: expresiones significativas de que el
Pensador no es el cuerpo m
ental, sino que c onstruye ese cuerpo y se sirve de él para
expresar de sí m ismo en la
región m ental inferior.
No hay que olvidar que las
energías del Pensador, en proceso de exteriorización,
atraen cerca de él la m
ateria m á s densa del pl ano astral para form ar su cuerpo astral, y
que durante la encarnación de
su vida, las en ergía que se m anifiestan a través de los
estados inferiores de la m
ateria m ental, se convierten m uy fácilm ente por ella en
vibraciones lentísim as a las
que responde la materia astral, vibrando continuam ente los
dos cuerpos de acuerdo hasta
llegar a com penetrarse estrecham ente.
Cuanto m á s se asimilan las
comb inaciones de m ateria densa por el cuerpo m ental, m á s
íntim a se hace esa unión,
por lo que am bos cuer pos se clasifican juntam ente y aun se
consideran com o único
vehículo (I) (Así el teósofo habla de Kam a—Manas para
designar la inteligencia que
trabaja en y con la naturaleza del deseo, afectando la
naturaleza anim al y afectada
por ella. Los veda ntinos clasifican am bos cuerpos juntos y
consideran él yo com o
funcionante en el Manom ayâkosha, envoltura com puesta del
57.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
mental inferior de las em
ociones y de las pasiones. El psicólogo europeo hace del
sentim iento una de las
secciones de la trip le división del intelecto, e incluye en los
sentim ientos las em ociones
y las sensaciones)
Al abordar el estudio de la
reencarnación verem os la capital im portancia de este hecho.
El tipo del cuerpo m ental del
hom bre que desciende a una encarnación nueva, se
determ ina por el grado de
evolución del m ismo hom bre.
Como en el estudio del cuerpo
astral, podem os exam inar en el cuerpo m ental tres tipos
de hom bres diversam ente
evolucionados : A), un individuo no e volucionado; B), un
individuo m edianam ente
desarrollado; C), un individuo espiritualm ente evolucionado.
A) En el individuo no
evolucionado es casi imperceptible el cuerpo m ental, porque sólo
consta de una pequeñísim a
cantidad de materia m ental sin organización, tom ada
principalm ente de las
subdivisiones ínfim as del plano.
Sufre casi exclusivam ente la
influencia de los cuerpos inf eriores; y las torm entas
astrales desencadenadas por
el contacto de los objetos sensibles determ inan en él
vibraciones de poca
intensidad.
Así, cuando no está estim
ulado por esas vibr aciones astrales, queda casi inerte y aun
responde con pereza al estím
ulo.
No engendra interiorm ente
ninguna actividad definida, y sólo los choques del m undo
exterior pueden provocar una
respuesta clara.
Cuanto m á s violentas son,
tanto m á s cont ribuyen al progreso del hom bre, pues cada
vibración responsiva acelera
el desarrollo em brionario del cuerpo m ental.
Los placeres tum ultuosos, la
cólera, la ira, los sufrim ientos, el terror, todas estas
pasiones producen terribles
torbellinos en el cuerpo astral y suscitan débiles vibraciones
en la materia del cuerpo m
ental.
Estas vibraciones provocan un
com ienzo de actividad en la conciencia m ental y la
estim ulan a añadir gradualm
ente cierta actividad propia a las im presiones recibidas de
fuera.
Hem os visto que el cuerpo m
ental está tan íntim amente unido con el astral, que am bos
obran com o un cuerpo único;
pero las facu ltades m entales nacientes añaden a las
pasiones astrales cierta
fuerza y cierta cu alidad que no se m anifiestan cuando esas
pasiones obran com o fuerzas
puram ente anim ales.
Las im presiones en el cuerpo
m ental duran m á s que las efectuadas en el astral, y aquél
las reproduce de una m anera
consciente.
Aquí com ienzan la m emoria y
la im aginación.
Esta facultad se despierta
poco a poco, a m edida que las im ágenes del m undo externo
obran sobre la sustancia del
cuerpo m ental y m odelan sus m ateriales a su propia
semejanza.
Tales imágenes, nacidas del
contacto de los se ntidos, atraen a ellas la m ateria m ental
má s densa y pueden
reproducirse a la vol untad por los nacientes poderes de la
conciencia.
Esta reserva de im ágenes
acum uladas tiende a estim ular la actividad interiorm ente
engendrada, por el deseo de
experim entar una vez m á s, por m edio de los órganos
externos, las vibraciones que
han dejado un recuerdo agradable y evitar las que
determ inaron disgusto.
El cuerpo mental comienza
desde entonces a excitar al astral, y a reanim ar en él los
deseos que en el anim al
duerm en mientras no se despiertan por un estím ulo físico.
Por esto encontram os en el
hom bre poco evol ucionado el continuo anhelo de placer que
no se nota jam á s en los
animales; la codicia, crueldad y doblez desconocidas en el reino
inferior.
58.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Los poderes conscientes del
pensam iento, puestos al servicio de los sentidos, hacen del
hom bre un bruto m á s
peligroso y feroz que ningún otro, y las fuerzas m á s profundas y
sutiles inherentes al
espíritu—m ateria m ent al prestan a la naturaleza pasional una
violencia y agudeza que no se
encuentran en las razas inferiores.
Pero estos excesos llevan en
sí m ismos, graci as a los sufrim ientos de que son causa, el
germ en de su propia
corrección.
Estas penosas experiencias
obran sobre la conciencia y provocan im ágenes nuevas sobre
las que la im aginación
actúa, estim ulando a la conciencia a resistir a ciertas vibraciones
que le llegan del m undo
exterior por m ediación de su cuerpo astral, y entonces
comienza a em plear su
voluntad para< retener el im pulso de las pasiones en vez de
abandonarse a ellas.
Una vez en juego estas
vibraciones de re sistencia, atraen al cuerpo m ental
comb inaciones sutilísim as
de m ateria m ent al, expulsando las com b inaciones groseras
que vibran en respuesta a las
notas pasionales del cuerpo astral.
Gracias a esta lucha entre
las vibr aciones provocadas por las im ágenes pasionales y
las vibraciones contrarias
debidas a la reproducción im aginativa de experiencias
penosas de otro tiem po, se
desenvuelve el cuerpo m ental, em pieza a tener organización
definida y a ejercer una
iniciativa cada vez m ayor frente a las actividades externas.
Mientras la vida terrestre se
aplica a cosechar experiencias, la vida interm edia se em plea
en asimilar, com o verem os
detalladam ente en otro capítulo, esas m ismas experiencias.
De suerte que a cada nueva
vuelta a la tierra, el Pensador se encuentra en posesión de
mayor conjunto de facultades
para construir su cuerpo m ental.
Así, el hom bre no
evolucionado, esclavo de sus pasiones, se transform a en
medianam ente evolucionado,
cuya inteligenci a es campo de batalla donde las pasiones y
las potencias m entales luchan
con fortuna diversa y con fuerzas casi iguales.
En este período, el hom bre
evoluciona gr adualm ente hacia la dom inación de su
naturaleza inferior.
B) En el hom bre m edianam
ente evoluciona do es m á s vigoroso y de m ayor tam año el
cuerpo m ental.
Revela cierta organización y
contiene bast ante cantidad de m ateria de la segunda,
tercera y cuarta
subdivisiones del plano m ental.
La ley general que rige la
construcci ón y transform ación del cuerpo m ental podrá
estudiarse aquí con algún
provecho, aunque esté basada sobre el m ismo principio que ya
vim os operando en los reinos
inferiores de los m undos astral y físico.
El ejercicio vigoriza y la
inacción atrofia y acaba por destruir.
Cada vibración provocada en
el cuerpo m ent al determ ina en la región afectada una
modificación de sus elem
entos constitutivos.
La m ateria que no puede
vibrar al unísono se elim ina y reem plaza por m ateriales
convenientem ente tom adas de
la reservas verdaderam ente inagotables que se encuentran
alrededor.
Cuanto m á s se repite un
conjunto de vibraciones, m á s se desarrolla la región afectada
del cuerpo m ental; de ahí,
dicho sea de paso, el perjuicio que irroga al cuerpo m ental la
especialización exagerada de
sus energías.
Este error de m é todo en la
utilización de fuerzas determ ina un desarrollo desigual y
desequilibrado del cuerpo m
ental.
En la región continuam ente
ejercitada hay tendencia a la plétora, y tendencia a la atrofia
en otras regiones acaso m uy
im portantes.
El ideal está en perseguir un
desarrollo ge neral arm ónico y proporcionado; y para eso
basta el análisis tranquilo
de sí m ismo y la justa adaptación de los m edios a los fines.
59.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El conocim iento de esta ley
perm ite explicar algunas experiencias m uy conocidas y
forja la esperanza en un
progreso seguro.
Cuando se em prende un nuevo
estudio o se introduce un cam bio en el sentido de una
má s elevada m oralidad en la
evidencia, las pr imeras etapas están llenas de dificultades y
a veces se abandona el
esfuerzo porque parecen insuperables los obstáculos.
Al com ienzo de una nueva em
presa m ental, cualesquiera que sea, todo el autom atism o
del cuerpo m ental rehuye el
esfuerzo.
Sus m ateriales, acostum
brados a vibrar de cierta m anera, no pueden adaptarse a los
nuevos im pulsos.
La prim era etapa del trabajo
consiste, pues, principalm ente, en realizar esfuerzos
prelim inares que, aunque no
provoquen en el cuerpo m ental vibraciones adecuadas, son
cuando m enos indispensables
para que surj an las vibraciones arm ónicas, porque tienden
a rechazar del cuerpo los
antiguos m ateriales refractarios y a atraer com b inaciones
simpáticas.
En este tiem po el hom bre no
tiene conciencia de progreso alguno, sino de lo inútil de
sus esfuerzos y de la
resistencia inerte que encuentra; pero al cabo de cierto tiem po, si
persiste, los m ateriales
nuevam ente adqui ridos em piezan a funcionar recom pensándole
los esfuerzos que creyera
estériles.
Finalm ente, expulsados todos
los m ateriales viejos y ya en función los nuevos, triunfa
sin el menor esfuerzo y
realiza su deseo..
El período verdaderam ente
crítico es el prim er paso, o la prim era etapa.
Pero si tenem os confianza en
la ley, tan inf alible en sus operaciones com o todas la s de
la naturaleza, y si renovam
os con persistencia nuestros esfuerzos, debem os
necesariam ente triunfar.
El conocim iento de este
hecho puede serv irnos para anim arnos en m edio de las
tribulaciones que de otro m odo
nos llevarían a la desesperación.
He ahí, pues, cóm o el hom
bre m edianam ente desarrollado puede proseguir sus
esfuerzos, descubriendo con
gozo que a medida que resista m á s y m á s a las
solicitaciones de la
naturaleza inferior, pier den su poder sobre él, porque expulsa de su
cuerpo m ental todos los m
ateriales que pueden producir vibraciones sim páticas.
Cuando el cuerpo m ental sólo
contenga la s comb inaciones má s sutiles de las cuatro
subdivisiones inferiores del
plano m ental, a dquirirá la form a radiante y exquisitam ente
bella del estadio siguiente.
C) El hom bre espiritualm
ente desarrollado ha elim inado ya del cuerpo m ental las
comb inaciones groseras, de
suerte que los objetos de los sentidos no encuentran
materiales capaces de responder
sim páticam ente a sus vibraciones.
Este cuerpo m ental sólo
contiene com b inaciones de las m á s sutiles, pertenecientes a las
cuatro subdivisiones del m
undo m ental inferi or; adem ás, la substancia del tercero y
cuarto súplanos entra por m
ucho en la com posición de los dos prim eros.
Es, pues, sensible a todas
las operaciones s uperiores del intelecto, a las im presiones
delicadas de las artes
superiores y a t odas las puras vibraciones de las em ociones
sublim es.
Un cuerpo tal perm ite al
Pensador revestido de él, expresarse m á s completam ente en la
región m ental inferior y en
los m undos astral y físico.
Sus m ateriales pueden
responder a una es cala de vibraciones m ucho m ayor y los
impulsos procedentes de
arriba los m oldean en un organism o má s noble y m á s sutil.
Se aproxim a el momento en
que ése cuerpo este pronto pana trasm itir todas las
vibraciones em itidas por el
Pensador, susceptibles de expresión en las subdivisiones
inferiores del plano.
60.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El Ego tendrá entonces el
instrum ento perfect o para desem peñar plenam ente su papel en
la región m ental inferior.
A modificar en gran manera la
educación m oderna y hacerla m á s útil al Pensador
que lo es actualm ente,
contribuirá una clar a comprensión de la naturaleza del cuerpo
mental.
Las características generales
de este cuerpo dependen de las vidas anteriores del
Pensador sobre la tierra;
echo del que podrem os convencernos íntim amente al estudiar
la Reencarnación y el Karm a.
El cuerpo está construido en
el plano m ental y sus m ateriales dependen de las
cualidades que el Pensador ha
acum ulado en él com o resultados de experiencias
anteriores.
Todo lo que puede hacer la
educación es dirigi r los estím ulos exteriores adecuados para
despertar las f acultades
útiles que ya posee el Pensador; pero al m ismo tiem po debe
propender a la atrofia y
desarraigo de las m alas inclinaciones.
Favorecer el desenvolvim iento
de las facultades innatas y no recargar la m emoria con
abrum ador cúm ulo de
palabras: tal es el objeto de la educación verdadera.
La m emoria no necesita
cultivo com o facultad distinta, porque depende de la atención,
es decir, de la firm a
concentración del pens amiento sobre el objeto estudiado y de la
afinidad natural que existe
entre el objeto y la inteligencia del niño.
Si el objeto agrada, es
decir, si la inteligen cia tiene aptitudes en tal sentido, no hará falta
la memoria para sostener la
atención.
Por esto la educación,
orientándose hacia las facultades innatas del niño, debe arraigar
el hábito de la firm e y
sostenida concentración de la atención.
Pasem os ahora a la división
“sin form a” del plano m ental, a esa región que es la
verdadera patria del hom bre
a través del ciclo de sus reencarnaciones.
En ella nace el alm a
incipiente, el Ego ni ño, individualidad em brionaria en el m omento
en que com ienza su evolución
hum ana propiam ente dicha.
La form a del Ego, del Pensador,
es ovoide, y por eso H. P. Blavatsky da el nom bre
de huevo áureo al cuerpo de
Manas que persiste a través de todas las encarnaciones.
Está form ado de la m ateria
de las tres subdi visiones superiores del plano m ental, es de
exquisita finura y parece un
velo desde su prim era aparición.
A m edida que se desarrolla
se convierte en un objeto radiante de gloria y belleza
suprem a: “El Ser lum inoso”,
com o justam ente se le ha llam ado (2) (Este es el
Augoeides de los
neoplatónicos, o el cuerpo espiritual de San Pablo)
¿ Q ué es, pues, el Pensador?
Ya lo hem os dicho: él Yo
divino, lim itado o individualizado en una form a sutil form ada
por m ateriales de la región
“sin form a” del plano mental (3) (Es decir, él Yo cuando
funciona en el estuche del
Discernim iento; el Vignyânam ayakosha, la clasificación
vedan tina)
Esta m ateria, aglom erada
alrededor de un rayo del Yo, de un rayo vivo de la Luz Una,
que es la vida del universo,
separa a ese rayo de su fuente en lo que concierne al m undo
externo.
Lo envuelve com o un velo
traslúcido y lo transform a así en “un individuo”.
La vida que le anim a es la
vida del Logos, pero al principio todas las fuerzas de esa vida
están latentes y veladas.
Todo está en él potencialm
ente en estado de germ en, com o el árbol en el germ en
minúsculo de la sem illa.
Esta sem illa está plantada
en la tierra fecunda de la vida hum ana, a fin de que
vivificadas las fuerzas
latentes por el sol de la alegría y la lluvia de las lágrim as, pueden
61.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
nutrirse con los jugos del m
antillo vital que llamamos experiencia, y se desenvuelva en
árbol potente a im agen del
Señor que lo engendrara.
La evolución hum ana es la
del Pensador.
Se reviste de cuerpos en los
planos m ental inferior, astral y físico.
Luego de gastados estos
cuerpos a través de la s vidas terrestres, astral y m ental inferior,
los deja sucesivam ente en
los diversos estados de ese ciclo de vida, a m edida que pasa
de un m undo a otro, pero
acum ulando siem pr e los frutos cosechados, para su
aprovecham iento en cada
plano.
Al principio, tan escasam
ente consciente co mo el cuerpo físico de un recién nacido,
perm anece como en soñolencia
hasta que las experiencias obran sobre él desde lo
exterior y le ayudan a
despertar la actividad de alguna de sus fuerzas latentes.
Luego, poco a poco va desem
peñando papel cad a vez m á s importante en la dirección de
su existencia; y finalm ente,
conseguida la m adurez, tom a su vida entre sus propias
manos t adquiere siem pre
creciente im perio sobre su destino futuro.
De extrem a lentitud es el
crecim iento del cuerpo perm anente que con la conciencia
divina constituye lo que llam
amos el Pensador.
Su nom bre técnico es el de
cuerpo causal, por que reúne en sí los resultados de todas las
experiencias, los cuales
obran com o causas y m odelan las existencias futuras.
El cuerpo causal es el único
perm anente de cuantos el hom bre necesita en su
encarnación.
Sabem os, en efecto, que los
cuerpos físico, as tral y m ental inferior se reconstruyen en
cada encarnación.
Cada uno de ellos, al
desaparecer, trasm ite su residuo al cuerpo inm ediatam ente
superior, y todos los
residuos se acopian en el cuerpo perm anente.
Cuando el Pensador vuelve a
encarnar, exte rioriza sus energías, com puestas de sus
frutos, sobre cada plano
sucesivo y atrae s obre sí uno tras otros nuevos cuerpos en
arm onía con su propio
pasado.
En, cuanto al acrecentam
iento del cuerpo causal, es, com o hem os dicho,
extrem adam ente lento,
porque sólo puede vibr ar en respuesta a im pulsos susceptibles de
expresión en la sutilísim a
materia que lo com pone.
Únicam ente se asim ila estos
im pulsos en la textura de su ser.
Las pasiones, que tan im
portante papel juegan en las prim eras fases de la evolución
hum ana, no pueden por lo
tanto afectar directam ente el crecim iento del cuerpo causal.
El Pensador sólo asim ila las
experiencias que pueden reproducirse por las vibraciones
del cuerpo causal; y esas experiencias
deben pertenecer a la región m ental, con carácter
sumamente intelectual o m
oral.
Adem ás, su m ateria sutil no
puede hallar en el plano físico ninguna vibración sim pática.
Con un poco de reflexión com
prenderá cada cu al cuán pobre es su vida cotidiana en
materiales útiles para el
desarrollo de ese cuerpo sublim e.
Y de la lentitud de la
evolución proviene la tardanza en el progreso.
Cuando el Pensador sea
bastante potente pa ra m anifestarse de un m odo m á s completo
en cada vida sucesiva, la
evolución se efectuará a gigantescos pasos.
La persistencia en la
iniquidad repe rcute sin em bargo indirect amente sobre el cuerpo
causal y retarda su crecim
iento.
Efectivam ente, parece que la
prolongada pers everancia en el m al determ ina cierta
incapacidad para responder a
las opuestas vibraciones del bien.
El crecim iento se retrasa
así durante un período considerable, aun después de haber
cesado en la práctica del m
al.
Para dañar directam ente al
cuerpo causal, hace falta una perversidad m uy intelectual y
sutil. El “pecado
espiritual”, que m encionan las diversas Escrituras del m undo.
62.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Felizm ente es un caso tan
raro com o el bien espiritual.
Ni uno ni otro se encuentran
sino en los seres altam ente evolucionados, que siguen el
sendero de la derecha o el de
la izquierda . (I) (El sendero de la derecha es el que
conduce a la hum anidad
divina, al Adepta do puesto al servicio de los m undos. El
sendero de la izquierda lleva
al Adeptado que intenta frustrar los progresos de la
evolución en provecho de
intereses indivi duales y egoístas. Se les llam a tam b ién
sendero blanco y sendero
negro.)
La residencia del Pensador,
del Hom b re Eterno, es el quinto subplano, el nivel
inferior de la región “sin
form a” del plano m ental.
Allí están las grandes m asas
de la hum anidad, apenas despiertas, en la inf ancia de su
vida.
El Pensador llega con
lentitud al estado consciente, a m edida que sus energías obran
sobre los planos inferiores y
adquieren en ellos experiencia.
Esta experiencia es absorbida
al m ismo tie mpo que las energías exteriorizadas del
Pensador, cuando a él vuelven
cargadas con la cosecha de una vida.
El Hom b re Eterno, él Yo
individuali zado, es el verdadero actor en cada uno de los
cuerpos que le envuelven.
Su presencia da el sentim
iento del Yo tanto al cuerpo com o al intelecto, y el Yo es el
principio que posee
conciencia y por ilusi ón se identifica con aquél cuerpo en que
despliega m á s activam ente
sus energías.
Para el hom bre sensual él Yo
es el cuerpo físi co y el cuerpo de deseo; saca de ellos su
gozo y los considera com o a
sí mismo porque su vida está en ellos.
Para el sabio, él Yo es la
inteligencia, porque en el ejercicio de ella encuentra su alegría
y en ella concentra su vida.
Un reducido núm ero puede
elevarse hasta la s cumb res abstractas de la filosofía
espiritual, para sentir com o
su Yo el Hom b re Eterno cuyo recuerdo se extiende a través
de las vidas pasadas y cuya
esperanza abarca las futuras.
Los fisiólogos nos dicen que
el dolor de un corte en un dedo no se siente realm ente en
donde la sangre fluye, sino
en el cerebr o, y que nuestra im aginación lo proyecta
inmediatam ente al exterior
sobre la parte lesionada.
Dicen que es ilusoria la
sensación de dolor en el dedo, pues la im aginación lo lleva al
punto de contacto con el
objeto que ocasiona la herida.
Así un hom bre experim entará
dolor en un miembro am putado, o m ejor dicho, en el
espacio que ese m iembro
ocupaba.
De un m odo análogo él Yo
único, el Hom b re in terior, experim enta sufrim iento o placer
en los puntos de sus
envolturas corporales que están en contacto con el m undo exterior;
y considera su envoltura com
o a sí mismo, ignorando que esa sensación es ilusoria, y
que él m ismo es él único ser
que obra y recoge la experiencia en cada vehículo.
Con arreglo a estos
conceptos, consideram os ahora las relaciones entre el mental
superior y el m ental
inferior, y su acción sobre el cerebro.
Manas, el Pensador, es decir,
la m ente verdad era, es única, y no otra que él Yo en el
cuerpo causal, fuente de
energía innum eras, de vibraciones infinitam ente diversas que
irradian en torno de él.
Las m á s elevadas y sutiles de
estas vibraciones se m anifiestan en la m ateria del
cuerpo causal, la única
bastante delicada para responderlas.
Ellas constituyen lo que llam
amos la Razón Pura, cuyos pensam ientos son abstractos y
cuyo m é todo de conocim
iento es la intuición.
“Su verdadera naturaleza es
conocim iento”, y reconoce así la verdad a prim era vista por
su conform idad con ella.
63.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Las vibraciones m enos
sutiles pasan al exterior , atrayendo la m ateria de la región m ental
inferior, y estas vibraciones
constituyen el Mana s inferior o m ental inferior, que, por lo
tanto, está constituido por
las energías m á s gr oseras del m ental superior, m anifestadas
en materia m á s densa.
Esto es lo que llam amos el
intelecto, com prendiendo la razón, el juicio, la im aginación,
la comparación y otras
facultades m entales.
Sus pensam ientos son
concretos y tiene por m é todo la lógica: discute, razona y deduce.
Estas vibraciones obran a
través de la m ateria astral sobre el cerebro etéreo, y m ediante
éste sobre el cerebro físico
denso, dando or igen en él a otras vibraciones pesadas y
lentas en reproducción de
aquellas m ismas.
Lentas y pesadas, porque las
energías pierde n mucho de su actividad, puesto que han de
mover m ateria m á s pesada.
Esta am inoración de energía,
cuando se in icia una vibración en un m edio sutil para
trasm itirse enseguida a un m
edio m á s denso, es cosa familiar para quien ha estudiado
física.
Tocad un tim bre al aire
libre y suena claram ente.
Tocadlo en un am biente de
hidrogeno, y las vibraciones del hidrogeno, al conm over a su
vez las ondas atm osféricas
am inorarán el sonido.
Las operaciones del cerebro,
en respuesta a choques rápidos y sutiles del pensam iento,
son igualm ente débiles; y no
obstante, cons tituyen lo que la m ayoría de los hom bres
reconoce com o estado
consciente.
La importancia inmensa del
funcionamiento mental de esa conciencia física
proviene de que es el único interm
ediario por donde el Pensador puede recoger el fruto
de la experiencia.
Mientras está dirigido por
las pasiones, la s sigue, y el Pensador , sin nutrición alguna no
puede desarrollarse.
Y m ientras está totalm ente
absorbida por las actividades m entales del m undo exterior,
sólo puede despertar las
energías m á s ínfimas del Pensador.
Únicam ente el día en que
este puede hacer sentir el verdadero objeto de su vida,
comienza a llenar sus f
unciones má s útiles y a recoger las experiencias que despiertan y
nutren las energías m á s
elevadas del Pensador.
A m edida que éste se
desenvuelve, se h ace cada vez m á s consciente de sus propios
poderes, así com o de las
operaciones de sus en ergías sobre los planos inferiores, y sobre
los cuerpos cuyas energías
actúan cerca de él.
Comienza, en fin, a
esforzarse en influir en esos cuerpos, utilizando la m emoria del
pasado para guiar su
voluntad; y produce en tonces sobre ellos las im presiones que
llamamos “conciencia”, si sé
refieren a la moral, y “relám pagos de intuición”, si
iluminan el intelecto.
Cuando estas últim as
impresiones son bast ante frecuentes para que se las pueda
considerar com o norm ales,
designam os su conjunto con la palabra “genio”.
La evolución superior del
Pensador está señalada por él m á s completo dom inio que
ejerce en lo sucesivo sobre
sus vehículos inf eriores, por su creciente susceptibilidad a su
influencia, y por su
contribución, siem pre m ayor, a su desarrollo.
Los que quieren colaborar
deliberadam ente en esta evolución pueden efectuarlo por una
dirección m etódica del m
ental inferior y de la naturaleza m oral en esfuerzo constante y
bien dirigido.
El hábito de un pensam iento
sereno, sostenido y perseverante, sobre los objetos de
meditación y estudio que no
sean m undanos y exteriores, desenvuelve el cuerpo m ental
y lo m ejora com o instrum
ento.
64.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El esf uerzo que tiende a cultivar
el pensam iento abstracto es igualm ente útil, porque
eleva al m ental inferior
hacia el m ental s uperior y atrae sobre sí los m ateriales m á s
sutiles de su propia región.
Gracia a m é todos sem
ejantes todo hom bre puede cooperar activam ente a la evolución
de su verdadero ser.
Cada progreso efectuado
acelera los progresos siguientes.
Ningún esfuerzo se pierde,
por m ínimo que sea; todos producen efecto, y toda
contribución recogida y trasm
itida al interior se acopia en el tesoro del cuerpo causal
para utilizarla ulteriorm
ente.
Así la evolución, aunque
lenta y llena de frecuentes soluciones de continuidad, va
siempre en progreso, y la
Vida Divina que sin cesar florece en cada alm a, som ete
gradualm ente todas las cosas
a su im perio.
65.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
EL DEVACHAN
SABIDURÍA ANTIGUA
Devachán es el nom bre que se
da al Cielo en el tecnicism o teosófico.
Traducido literalm ente
signif ica: m orada lum inosa o morada de los Dioses (I)
(Devasthan, el lugar de los
Dioses, es el térm ino sánscrito equivalente. Es el
Svarga de los indos, el
Sukhâvati de los buddhistas, el cielo de los zoroastrinos y
cristianos, así com o el de
los m usulmanes menos materialistas.)
Es una región sum amente
protegida del pla no mental, de la que están excluidas por
completo la tristeza y el m
al por las Altas Inteligencias Espirituales que presiden la
evolución hum ana, y en la
que residen, tr as el cumplimiento de su estancia en
Kam aloka, los seres hum anos
despojados de sus cuerpos físicos y astral.
La existencia devachánica com
prende dos períodos.
El prim ero transcurre en las
cuatro subdivi siones inferiores del plano m ental, dónde el
Pensador conserva su cuerpo m
ental y perm anece condicionado por él, en tanto que
dura la asim ilación de los m
ateriales reunidos con la ayuda de ese cuerpo durante la
vida terrestre que acaba de
pasar.
El segundo se desarrolla en
el m undo “sin form a”, donde el pensador, desem b arazado
de su cuerpo m ental, goza
sin trabas de la vida que le es propia, en la plena conciencia y
conocimiento a que ha
llegado.
La duración total de la
estancia en el Devachán depende de la calidad de m ateriales
propios para la existencia
devachánica, acopiados por el alm a durante su vida terrestre.
La recolección de los frutos
destinados a consumirse y a asim ilarse en el Devachán
comprende todos los pensam
ientos y todas las em ociones puras engendradas durante la
vida terrena, todos los
esfuerzos intelectua les y m orales y todas las aspiraciones del
mismo orden, todos los
recuerdos del trabajo útil efectuado y los proyectos ideados para
el servicio de la hum anidad;
en una palabra, todo lo que es susceptible de convertirse en
facultades m entales y m
orales a fin de ayudar a la evolución del alm a.
Ni uno sólo de esos esfuerzos
se pierde, por débil y efím ero que haya sido.
Pero las pasiones egoístas y
brutales no tienen allí cabida, porque no encuentran
materiales adecuados para su
expresión.
Adem ás, todo el m al de la
existencia pasada, aunque hubiese preponderado sobre el
bien, no puede im pedir la
recolección del bi en que se ha sem b rado, por poco que haya
sido éste; la escasez de
cosecha puede abreviar la vida celeste, pero el hom bre m á s
depravado, si tuvo una leve
aspiración al bien, si experim entó el m á s mínimo
movim iento de ternura,
tendrá en el Devach án un período de existencia donde el germ en
del bien anhelado y la chispa
del bien efectuado se desenvuelva en una tenue llam a.
En otras épocas, cuando los
hom bres sentían el deseo del cielo y regulaban su vida
con objeto de saborear sus
delicias, la es tancia devachánica era m uy larga y duraba
veces m illares de años.
En la época presente, el
espíritu hum ano se apega tanto y tan persistentem ente a las
cosas terrenas y tiene tan
pocos pensam ientos elevados, que el período devachánico ha
quedado reducido a m uy corto
período.
De un m odo análogo, la
estancia en las regiones superior e inferior (I) (Estancia
designadas por las palabras:
Devachán Rupa , o Arupa, según se trate de las regiones
Rupa o Arupa del plano m
ental.) del plano mental es respectivam ente proporcional a la
suma de pensam ientos
realizados en los cuerpos causal y m ental.
Todos los pensam ientos pertenecientes
al yo personal, a la vida que acaba de
extinguirse, con sus am
biciones, intereses, afectos, esperanzas t tem ores; todos estos
pensamientos se desarrollan
en la esfera devachánica, donde las form as subsisten
66.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
todavía; m ientras que los
pensam ientos que pertenecen al m ental superior, a las regiones
de la inteligencia abstracta
e im personal, se desenvuelven y asim ilan en la región
devachánica “sin form a”
La m ayoría de los hom bres
no hacen m á s que en trar en esta región sublim e, para salir
de ella inm ediatam ente.
Algunos pasan allí gran parte
de su existencia celeste, y otros perm anecen casi la
totalidad de esta existencia.
Antes de entrar en porm
enores fijarem os algunas de las ideas fundam entales que
regulan la existencia
devachánica, aunque ésta difiere hasta tal punto de la vida física,
que toda descripción corre el
riesgo de extraviarse por su m isma rareza.
Las gentes vulgares se fijan
tan poco en su vi da m ental, aún en la vivida en su cuerpo
físico, que ante la
descripción de la vida mental fuera de él, pierden toda noción de
realidad y les parece estar
en el m undo de los sueños.
En prim er térm ino, conviene
fijar la idea de que la vida m ental es infinitam ente m á s
intensa, activa y m á s
cercana a la realidad que la vida de los sentidos.
Lo que tocam os, oím os y
gustam os, todo lo que hacem os aquí abajo, es m ucho m enos
real que las cosas que
percibim os en el De vachán; pero aun en este estado no vem os las
cosas tales com o son, pues
cúbrenlas todavía dos velos.
Nuestro sentim iento de la
realidad en este mundo es totalm ente ilusorio; no conocem os
los objetos ni los seres
tales com o son sin tan sólo las im presiones producidas por ellas
en nuestros sentidos, y las
conclusiones erróneas con frecuencia, que nuestra razón
deduce del conjunto de esas
im presiones.
Pónganse frente a frente las
ideas que de un mismo hom bre tienen su padre, su am igo
íntim o, la m ujer am ada, su
rival en los negocios, su m ayor enem igo y un conocido
casual, y se verá cuánto
difieren esas im ágenes.
Cada cual puede sum inistrar
únicam ente la imagen o im presión producida sobre su
propio espíritu, y ¡cuánto
difieren esas impresiones del hom bre real, visto en su
integridad por los ojos que
penetran en todos los velos!
De nuestros am igos conocem
os la impr esión que producen sobre nosotros y esa
impresión está estrictam ente
lim itada por nuestra facultad de percibir.
Un niño puede tener por padre
a un gran hom bre de estado, lleno de proyectos sublim es;
pero ese guía de los destinos
de una nación, só lo es para él su m á s divertido com pañero
de juego y el m á s seductor
narrador de consejas.
Vivim os en la ilusión, pero
tenem os el sentim iento de la realidad y esto basta para
contentarnos.
En el Devachán estarem os
todavía rodeados de ilusiones, pero próxim as, en dos grados,
a la realidad, com o acabam
os de decir; y allí tam b ién tendrem os un sentim iento de
realidad que nos satisfará
com pletam ente.
Las ilusiones terrestres no
quedan desvan ecidas, por lo tanto, en el cielo inferior,
sino dism inuidas; y el
contacto de los seres en esta región es m á s real y m á s inmediato.
No hay que olvidar, en
efecto, en efecto, que este cielo form a parte de un basto sistem a
de evolución, y que en tanto
que el hom bre no encuentra su Yo real, su propia irrealidad
le sujeta a las ilusiones.
Un hecho contribuye, sin em
bargo, a darnos el sentim iento de realidad en la vida
presente y el de irrealidad
cuando estudiam os el Devachán, y es: que consideram os la
vida terrestre en sí m isma,
som etidos com o estam os a toda la fuerza de sus ilusiones,
mientras que contem plamos el
Devachán desde el exterior, libres por el m omento de
maya.
67.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
En el Devachán se invierten
las condi ciones, y los que se encuentran en él sienten
que únicam ente su vida es
real y que la vida terrestre es un tejido de ilusiones y
engaños.
En una palabra, están m enos
apartados de la verdad que quienes desde la tierra denigran
su morada celeste.
Hem os de notar que el
Pensador, revestido exclusivam ente de su cuerpo mental,
cuyos poderes puede utilizar librem
ente, m anifiesta la naturaleza creadora de esos
poderes en una m edida im
posible de concebir en el plano físico.
El pintor, el escultor, el m
ú sico, tienen en la tierra sueños de exquisita belleza, y crean
sus visiones por la fuerza
del pensam iento; pe ro cuando tratan de encarnar su sueño en
los materiales groseros de la
tierra, la obra queda m uy por debajo de la creación m ental
imaginada.
El m á rm ol es dem asiado
rígido para expresar la form a perfecta, y el color m uy pálido
para reflejar la perfecta
luz.
Pero en el cielo, todo lo que
el artista piensa se plasma directam ente en form a, porque la
materia delicada
Y sutil del m undo celeste es
la m isma sustancia m ental, por el m edio en que trabaja
norm almente la inteligencia
lim pia de toda pasión.
Y esa m ateria tom a form a a
la menor vibración del pensam iento.
Se sigue dé ahí que, en
realida d, cada hom bre crea su propio cielo, y que puede
acrecentar indefinidam ente
la belleza de lo que le rodea, según la fuerza y riqueza de su
inteligencia; y así, a m
edida que el alm a de sarrolla sus facultades, su cielo se hace m á s
delicado y m á s exquisito.
Ella m isma crea todas sus
lim itaciones, y a m edida que gana en profundidad y
expansión, su cielo se
agranda y es m á s profundo.
Si el alm a es débil y
egoísta, pobre y m al de sarrollada, la vida celeste participa de ese
carácter m ezquino, aunque
representa siem pre lo que de m ejor hay en el alm a, por
mediano que sea.
Pero a m edida que el hom bre
evoluciona, su vida en el Devachán es m á s completa, m á s
rica, m á s real.
Las alm as elevadas entran en
relación m á s íntim a y su com unicación es sin cesar m á s
libre y profunda.
Por el contrario, una vida
terrestre m ezquina, vana e inútil, tiene por consecuencia en el
Devachán, una existencia
relativam ente m ezquina e incolora, subsistiendo sólo en ella
los elementos m orales y m
entales.
No podem os tener m á s que
lo que som os, y nuestra cosecha es proporcional a nuestra
siembra.
No os engañéis: nadie se
burla de Dios; porque lo que el hom bre haya sem b rado, eso,
ni, m á s ni menos cosechará.
Nuestra indolencia y nuestra
avidez quisieran cosechar donde no sem b ram os; pero en el
universo, en el m undo de la
ley, La Buena Ley, m isericordiosam ente justa, da a cada
uno el exacto salario de su
trabajo.
En el Devachán estarem os dom
inados por las impresiones o imágenes mentales que
nos form emos de nuestros am
igos.
En torno de cada alm a se
presentan aquello s a quienes am ó sobre la tierra, porque la
imagen de un ser am ado,
conservada intacta en el fondo del corazón, viene a ser en el
cielo un compañero real y
vivo para el alm a.
No cam bian allí los que hem
os amado; serán para nosotros ni m á s ni menos lo que
fueron aquí abajo.
68.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Por la fuerza creadora de
nuestro pensam iento en el Devachán m odelam os en sustancia
mental, la apariencia externa
de nuestros am igos tal com o afectó a nuestros sentidos en
la tierra.
Lo que sólo era para nosotros
en el m undo fí sico una imagen m ental subjetiva, viene a
ser en el cielo una form a
objetiva en sustanci a mental viva, que reside en nuestra propia
atm ósfera m ental; y lo que
era vago aquí abajo, tom a intenso y vivo aspecto.
¿ Y que decir de la verdadera
com unión de alm a con alma? Es m á s íntim a, m á s próxim a,
má s amante que todo lo que
conocem os en la tierra; porque, com o hem os visto, en el
plano mental no hay barreras
entre las alm as.
La realidad de la com unión
de las alm as es allí proporcional a la realidad de la vida de
las almas.
La im agen m ental de nuestro
am igo es nuest ra creación propia; su form a es tal com o la
que conocim os y am amos, y
su obra se m anifiesta a la nuestra a través de esa form a
según el grado de sim patía
que exista entre sus vibraciones respectivas.
Ahora bien: ningún contacto
es posible con los que hem os conocido en la tierra, si
nuestras relaciones sólo
fueron las del cuer po físico o del cuerpo astral, o si no hay
acuerdo en la vida interior
entre ellos y nosotros.
Por esto, en el Devachán no
puede pe netrar ningún enem igo, pues únicam ente el
acuerdo sim pático de los
espíritus y de los corazones unen allí a los hom bres.
La separación del corazón y
de la inteligencia im plica separación en la vida celeste,
pues nada inferior al corazón
y a la inteligencia puede encontrar expresión en ella.
Con aquellos que nos
adelantan en su evol ución, nos ponem os en contacto en cuanto
podem os comprenderlos.
Las inm ensas regiones de su
ser se extienden fuera de nuestro alcance; pero todo lo que
podem os alcanzar, está en
nosotros.
Adem ás, esos herm anos
mayores pueden a yudarnos y nos ayudan efectivam ente en
nuestra vida celeste, bajo
condiciones que vam os a considerar.
Nos ayudan a ascender, nos
elevan hasta ellos y nos colocan en situación de recibirlos.
No hay, pues, en el cielo
separación de tiem po ni de espacio; pero hay separación por
falta de acuerdo entre
espíritus y corazones.
Vivim os, pues, en el cielo
con todos los que am amos y adm iram os; y el grado de
nuestra com unión con ellos
lo determ inan los límites de nuestra capacidad, o de la suya
si estam os má s avanzados
los volvem os a encontrar bajo las form as en que los am amos
sobre la tierra y con el
recuerdo perfeccionado de nuestras relaciones terrestres; porque
el cielo es eflorescencia de
cuanto no pudo fl orecer en la tierra, y los am ores frustrados
y tibios de esta vida se
desarrollan allí con vigoroso poder.
Como la comunión es directa,
no pueden equi vocarse ni de palabra ni de pensam iento
que crea su am igo, o por lo
m enos todo lo que le es asequible de ese pensam iento.
El Devachán, el mundo
celeste, es una mansión de felicidad y de dicha inefable,
pero es tam b ién algo m á s
que un reposo para el peregrino fatigado, pues allí se produce
la elaboración y asim ilación
de cuanto tiene va lor real en las experiencias adquiridas por
el Pensador durante su pasada
vida.
Todas estas experiencias se m
editan dilatadam ente y se transform an de m anera gradual
en facultades m orales y m
entales, en podere s adquiridos, con los que el hom bre volverá
a la tierra en su próxim a
reencarnación.
No asim ilado a su cuerpo m
ental el recuerdo, subsistirá sólo para el Pensador que
atravesando ese pasado
sobrevivirá inm ortal.
Ahora bien: las experiencias
pasadas se tras mutan en aptitudes m entales, de suerte que
si un hom bre ha estudiado
con profundidad un problem a, el efecto de su trabajo será la
69.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
creación de una facultad
especial que le pe rm ita profundizar sin esfuerzo sem ejante
cuestión cuando se le ofrezca
coyuntura en una encarnación venidera.
Nacerá así con aptitudes
especiales para tal género será estudioso y estará seguro de
triunf ar f ácilm ente.
Todo lo que ha pensado el hom
bre sobre la tierra se utiliza así en el Devachán: cada
aspiración se transform a en
poder, todos los esfuerzos estériles se convierten en
facultades y en aptitudes.
Las luchas y las derrotas son
m ateriales para forjar los instrum entos de victoria; y los
sufr imientos y los errores
son com o brillantes y preciosos m etales que se transf orm arán
en voluntades sabias y
justas.
Los proyectos de beneficencia
que en la tierra fracasaron por falta de poder y de
habilidad se elaboran por el
pensam iento en el Devachán, ejecutándose, por decirlo así,
detalle por detalle,
desarrollándose bajo form as de facultades de la inteligencia, con
poderes y habilidades
necesarias.
Sem ejantes facultades se
utilizarán en una vida futura sobre la tierra, cuando el
estudiante aplicado renazca
com o genio y el devoto com o santo.
La vida celeste, no es, pues,
un sim ple sueño, ni un paraíso oriental de m olicie y
abandono, sino un estado
donde la inteligencia y el corazón se desenvuelven libres de
las materias groseras y de
los cuidados triv iales de la tierra, el estado en que forjam os
las arm as para asegurar
nuestro progreso futuro tras los rudos com b ates terrenales.
Cuando el Pensador ha consumido,
en su cuerpo m ental, todos los frutos de su vida
terrestre debidos a la
actividad de ese cuer po, lo abandona para vivir sin trabas en su
propia residencia.
Todas las facultades m
entales que encontraba n expresión en los niveles inferiores del
plano mental se retraen al
interior del cuerpo causal, de la m isma manera que los
gérm enes de la vida pasional
se absorbie ron en el cuerpo m ental cuando este abandonó
él cascaron astral a su
disolución en el Kam aloka.
Todas esas energías m entales
y pasionales se eclipsan un instante en el cuerpo causal,
como fuerzas latentes faltas
de m aterias en que m anifestarse. (I)
( El estudiante encontrará
aquí una s ugestión fecunda sobre el problem a de la
continuidad de la conciencia
tras el cumplimiento del ciclo del universo. Ponga a
Ishvara (el Logos) en lugar
del Pensador, y reem place las facultades, fruto de la
experiencia, por las alm as
hum anas, frutos de un universo, y entonces entreverá que es
la condición indispensable
para la continuida d del estado consciente durante el intervalo
que separa dos universos)
El cuerpo m ental, la últim a
vestidura tem poral del verdadero hom bre, se disgrega
entonces; y sus m ateriales
reingresan en el Océano com ún de m ateria, de donde fueron
sacados en el últim o
descenso del Pensador.
Así el cuerpo causal sólo
subsiste com o receptáculo y tesoro de cuanto ha sido
asimilado en la vida pasada.
El Pensador, cum plido uno de
los ciclos de su gran peregrinación, reposa por un
momento en su región natal.
En este instante, su estado
consciente depende por com pleto del grado de evolución
conseguido.
En las prim eras fases de su
vida, el Pens ador no puede sino dorm ir inconscientem ente,
al dejar los cuerpos que le
servían de vehículos en los planos inferiores.
Su vida palpita dulcem ente
en él, asim ilando algunos resultados, casi insignificantes, de
su existencia terrestre, que
pueden entrar en sus substancias, pero no tiene conciencia de
lo que le rodea.
70.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Ahora bien: a m edida que
progresa, este pe ríodo de su vida adquiere m á s importancia y
ocupa una parte m á s
considerable de su existencia celeste.
Adquiere conciencia de sí, y
por consiguien te de lo que le rodea, del no—yo; y la
memoria le presenta todo el
panoram a de su vida a través de las edades pasadas.
Ve las causas que en la últim
a existencia terrestre produjeron sus efectos, y estudia las
nuevas causas que ha
engendrado en esta últim a encarnación; absorbe y asim ila en la
textura de su cuerpo causal
todo cuanto hay de m á s noble y sublim e en el capítulo de la
existencia que acaba de
pasar; y por su ac tividad interior desarrolla y coordina los
materiales que lo com ponen.
Se pone tam b ién en contacto
directo con la s grandes alm as, estén encarnadas o no en
aquel instante, y de su com
unicación con ellas recibe enseñanzas de m á s firm e sabiduría
y m á s grande experiencia.
Cada vida celeste es
sucesivam ente m á s rica y profunda.
A m edida que la potencia
receptiva del Pensador se desarrolla, el saber entra en él en
poderosas oleadas y m á s y m
á s aprende a com prender las operaciones de la Ley y las
condiciones del progreso
evolutivo.
Torna así cada a la vida
terrestre con m ayor sabiduría, con poder m á s efectivo, con
visión m á s clara del fin de
la vida y con di scernim iento m á s claro del sendero que a él
conduce
Por poco evolucionado que
esté el Pensador, llega para él un m omento de visión
clara en el instante de su
vuelta a la vida de los m undos inferiores.
En un m omento ve su pasado
con las causas que contiene, preñadas de lo porvenir, y
ante sus ojos desfila el plan
general de su próxim a encarnación.
Poco después las nubes de la
m ateria inferior su rgen en torno de él y su visión se pierde
en las tinieblas.
Comienza el ciclo de una
nueva encarnación; se despiertan los poderes del m ental
inferior y sus vibraciones
reúnen los m aterial es de la región correspondiente para la
form ación del cuerpo m
ental, prim er paso del nuevo ciclo.
Estas indicaciones deben
bastar por ahora, pues se tratarán de un m odo m á s especial en
los capítulos consagrados a
la Reencarnación.
Hem os dejado el alma adorm
ecida, des pojada de los últim os o jirones o restos de su
cuerpo astral, presta a pasar
del Kam aloka al Devachán, del purgatorio al cielo.
La conciencia adorm ecida se
despierta a un sentim iento de gozo inefable, de felicidad
indecible, de paz que
sobrepuja a toda com prensión..
Las m elodías m á s dulces
resuenan en torno a ella, los m atices m á s delicados f ascinan
sus ojos; la atm ósfera m
isma parece un conjunt o de m ú sica y de color, y todo el ser se
inunda de luz y de arm onía.
Luego, a través de la brum a
de oro, aparecen sonriendo con dulzura, las figuras am adas
sobre la tierra, idealizadas
por la belleza que expresan sus em ociones má s nobles, m á s
sublim es, sin la m enor som
b ra de los cuidados y de las pasiones de los m undos
inferiores.
¿ Q uién podrá referir la
felicidad de ese sue ño, la gloria de esa prim era aurora de la
existencia celeste?
Vam os a estudiar ahora
detallada mente las condiciones que distinguen las siete
sub—divisiones del Devachán.
Recordarem os que, en las
cuatro subdivisi ones inferiores, estam os en el mundo de
form as, o m ejor dicho, en
un m undo donde todo pensam iento tom a inmediatam ente
forma.
71.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Este m undo “form al”
pertenece a la personalidad, y cada alm a se encuentra allí, por
consiguiente, rodeada de todos
los elem entos de su vida pasada que han penetrado en su
inteligencia y pueden
expresarse en pura sustancia m ental.
La prim era región, la
inferior, es el cielo de las alm as menos evolucionadas, cuya
má s alta em oción sobre la
tierra fué un am or acendrado, sincero y a veces desinteresado
hacia la f amilia y los am
igos.
Puede haber ocurrido tam b
ién que hayan e xperim entado adm iración am ante por una
persona m á s pura y m ejor
que ellas, o que ha yan deseado llevar una vida m á s elevada, o
hayan tenido algún anhelo de
expansión m ental y m oral.
Sin em bargo, no disponen
todavía de los m ateriales necesarios para m odelar las
facultades y su vida va así
en progresión m uy lenta.
Sus afectos de fam ilia, alim
entados un poco acrecentados, renacerán después de cierto
tiem po con una naturaleza em
ocional y una tendencia m á s acentuada a reconocer un
ideal superior y a obrar
conform e al mismo.
Entretanto gozan de toda
dicha que pueden contener; su vaso es pequeño, pero está
colmado de felicidad, y su
goce celeste se extiende a todo lo que pueden concebir.
La pureza de esta existencia
y su arm onía obran sobre sus facultades em brionarias, que
solicitan dulcem ente su
atención, y com ienzan a sentir los prim eros estrem ecimientos
interiores, precursores
indispensables de todo nacim iento.
El segundo grado de la vida
dev achánica com prende los fieles de todas las
religiones, cuyo corazón
durante la vida te rrestre se dirigió con am or hacia Dios,
cualquiera que haya sido el
nom bre o la form a de adoración.
La form a puede haber sido m
enguada, pero su corazón se ha elevado por la aspiración,
y allí encuentran el objeto
de su culto y de su am or.
El Ser Divino les espera, tal
com o lo concibieran en la tierra, pero revestido de la
radiante gloria de las
substancias del Devachán, m á s herm osa y divina de lo que pueden
imaginar los sueños m á s
exaltados.
Es Ser Divino se lim ita a sí
m ismo para pone rse al alcance de su adorador; y cualquiera
que sea la form a bajo que
haya sido adorado, en ella se ofrece a las ávidas m iradas del
bienaventurado, cuyo corazón
esta henchido por la correspondencia del Am or divino.
Las alm as se abism an allí
en éxtasis religios o, adorando al Único bajo las form as que su
piedad prefirió en la tierra,
en m edio de su devoto entusiasm o en comunión con el Ser
adorado.
En la m orada celeste ningún
creyente es tá desam parado, porque el Ser Divino es
siempre visible bajo la form
a familiar a cada uno.
Al resplandor de esa com
unión, las alm as crecen en pureza y en devoción, y cuando
vuelven a la tierra estas
cualidades se encuentran sum amente desarrolladas.
No cabe im aginar, sin em
bargo, que toda su existencia celeste se deslice en éxtasis
devoto, pues tienen tam b ién
m uchas ocasione s de edificar y fortalecer las dem á s
cualidades de corazón y de la
inteligencia.
En la tercera región
encontram os a los eres sinceros y nobles que consagraron sus
servicios a la hum anidad
sobre la tierra y fundieron de un m odo generoso su am or a
Dios en form a de trabajo
para el hom bre.
Recogen allí el f r uto de
sus buenas obras y desarrollan al m ismo tiem po su disposición
para servir y la sabiduría
que utilizarán después.
Los proyectos de am plia
beneficencia se suceden ante el pensam iento del filántropo.
Como un arquitecto, traza los
planos del futuro edificio que construirá al regresar a la
tierra, y m adura los
designios que ejecutará en su día.
Como un Dios creador, concibe
de ante mano un mundo de bondad, que se m anifestará
en la grosera m ateria física
cuando llegue oportunidad de tiem po.
72.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Estos serán los grandes
filántropos de la tie rra en los siglos venideros y encarnarán con
dones innatos de am or
desinteresado y realizadora fuerza.
El cuarto cielo es seguram
ente el que entre todos ofrece m á s variado carácter,
porque en él se despliegan
los poderes de las almas má s avanzadas, en cuanto pueden
expresarse en el m undo de
las form as.
Se encuentran allí los prim
ates del arte y de las letras, ejerciendo todos sus poderes de
form a color y arm onía,
creando facultades m ayor es, con las que al renacer volverán a la
tierra.
Los m á s potentes genios m
usicales de la tie rra, que sobre ellas derram aron torrentes de
arm onía superior a toda
descripción, así co mo el genio de Beethoven ya sin sordera,
hacen este cielo m á s arm
onioso, arrancando a las esferas m á s altas inefables m elodías
que resuenan vibrantes por
todos los ám bitos celestes.
Encuéntranse tam b ién allí
los m aestros de la pintura y de la escultura, aprendiendo
colores nuevos y líneas de no
soñada arm onía.
Hay tam b ién otros,
fracasados a pesar suyo en sus grandes aspiraciones, que se ocupan
en transform ar sus deseos en
poderes y sus sueños en facultades y serán m aestros en
otra vida.
Igualm ente se encuentran
allí los verdaderos sabios e indagadores de la naturaleza,
aprendiendo los secretos de
las cosas.
Ante sus ojos se deslizan los
sistem as del m undo, m ostrando su m ecanismo oculto con
la tram a delicadísim a y com
pleja de las leyes que regulan sus transform aciones.
Y éstos volverán a la tierra
con intuiciones ciertas de las vías m isteriosas de la
naturaleza y serán los
autores de los grandes “descubrim ientos” del porvenir.
En este cuarto cielo se
encuentran tam b ién los estudiantes de una sabiduría m á s
profunda, los celosos y
respetuosos neófitos que han buscado a los Instructores de la
raza, los que han querido
ardientem ente encontrar un Maestro y han m editado con
paciencia las enseñanzas de
cualquiera de los grandes m aestros espirituales de la
hum anidad.
Allí realizan sus
aspiraciones y reciben la instrucción que creyeron buscar inutilm ente;
sus almas beben con avidez la
sabiduría celestial, y sentados a los pies del Maestro
crecen y progresan a grandes
pasos.
Estos renacen sobre la tierra
para instruir e ilum inar y volverán al m undo con el sello de
función sublim e de
instructores de la hum anidad.
Muchos estudiantes que
ignoran esta s operaciones sutilísim as, se preparan un lugar
en el cuarto cielo, m ientras
en el m undo terrestre m editan con verdadera devoción las
páginas de cualquier m aestro
genial, las enseñanzas de cualquier alm a elevada.
Form an así, sin saberlo, un
lazo entre ellas y el m aestro que am an y veneran; y en el
mundo celeste se m anifestará
este lazo de l alma, atrayendo a una m utua com unión a las
almas que une entre sí.
Sem ejantes al sol que
adentra sim ultáneam ente sus rayos en gran núm ero de
habitaciones, estando ilum
inada cada una según su total capacidad para recibirlo, esas
grandes alm as del m undo
celeste bañan con sus rayos centenares de im ágenes m entales
de ellas, creadas por sus
fieles discípulos.
Estas im ágenes están llenas de
vida y anim adas de la esencia m isma del ser que
representan, de suerte que
cada estudiante tiene su m aestro por instructor, sin poder
monopolizarlo, sin em bargo,
en perjuicio de los dem á s.
El hom bre reside, pues, en
los cielos “form ales”, durante un período determ inado
por la abundancia de m
ateriales recogidos sobre la tierra.
Todo lo bueno que ha podido
cosechar en la últim a vida personal encuentra allí su
completo desarrollo, su
realización total, hasta en los porm enores.
73.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Después, según hem os visto,
cuando todo está extinguido, apurada ya la últim a gota del
cáliz de la dicha y consum
ida la últim a migaja del festín celeste, todo cuanto se ha
transform ado en facultad,
todo lo de valor pe rm anente, queda absorbido en el interior
del cuerpo causal, y el
Pensador se despoja de los últim os restos del cuerpo m ental, por
medio del que ha m anifestado
sus energías en las regiones inferiores del m undo celeste.
Despojado del cuerpo m ental,
continúa en su propio m undo a fin de elaborar cuantos
elementos de la cosecha asim
ilada puedan encontrar en esta región elevada m ateriales
propios para su expresión.
El gran núm ero de almas
vulgares, no hacen, por decirlo así, m á s que tocar un
instante el nivel inferior
del m undo “sin form a”.
Allí se refugian m omentáneam
ente, puesto que todos sus vehículos inferiores se han
dispersado; pero se hallan en
tan em bri onario estado que todavía no son capaces de
poseer ningún poder activo
para funcionar independientem ente en esta región.
Esas alm as quedan
inconscientes desde que se disgrega el cuerpo m ental.
Tan sólo por un instante
puede reaccionar su conciencia; el recuerdo ilum ina su pasado,
como un relám pago, y así ven
las causas m á s salientes.
Un relám pago de previsión
igualm ente breve, ilumina su porvenir y ven los efectos que
han de realizarse en la
próxim a existencia.
Tal es la única experiencia
del m undo “sin form a” concedida a la m ayoría, porque allí,
como en todas partes, la
cosecha es proporci onal a la siembra, y si no se sem b ró nada,
¿ cómo esperar cosecha?
Ahora bien: muchas almas semb
raron durante su vida terrestre, con pensam ientos
profundos y noble conducta, m
ucho grano c uya recolección pertenece a esta quinta
región celeste; así, es
grande ahora su recom pensa por haberse em ancipado de la
servidum bre de la carne y de
las pasiones, y comienzan a sentir la vida real del hom bre,
la existencia sublim e del
alm a misma, des pojada de las vestiduras que pertenecen a los
mundos inferiores.
Aprenden, adem ás, las
verdades por visión dir ecta, y ven las causas fundam entales de la
que son efecto los objetos
concretos.
Aprenden, adem ás, las
verdades por visión di recta, y ven las causas fundam entales de
las que son efecto los
objetos concretos.
Estudian las unidades
subyacentes, cuya presencia está disfrazada en los m undos
inferiores por la engañadora
variedad de porm enores aparentes.
Obtienen así un profundo conocim
iento de la Ley y aprenden a conocer sus operaciones
inmutables bajo los fenóm
enos al parecer m á s dispares.
He aquí cóm o se graban en el
cuerpo indestructible las convicciones firm es e
inquebrantables que en la
vida terrestre se revelarán com o certezas profundas e
intuitivas del alm a por
encim a y m á s allá de todo razonam iento.
Aquí todavía estudia el hom
bre su pasado, separando cuidadosam ente el com plejísim o
haz de las causas que ha
engendrado.
Nota sus m utuas reacciones,
las fuerzas resulta ntes que de ellas proceden, y ve en parte
cuáles serán sus efectos en
las existencias que le reserva el porvenir.
En el sexto cielo encontram
os las almas má s avanzadas, que durante su vida
terrestre sólo experim
entaron débil apego a las cosas tem porales y cuyas energías
estuvieron consagradas por
com pleto a la vida superior, intelectual y m oral.
Para ellas el pasado no tiene
velos, su r ecuerdo es perfecto y sin discontinuidad alguna;
se preparan para la próxim a
vida la actividad de las energías destinadas a neutralizar un
gran núm ero de fuerzas
contentivas y a reanim ar y fortalecer a los que trabajan por el
bien.
74.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Tan clara m emoria les perm ite
adoptar dete rm inaciones precisas y enérgicas sobre lo
que ha de hacerse y lo que ha
de om itirse; y pueden fijar sus decisiones en los vehículos
inferiores, en la existencia
que se prepara, im posibilitando algunos m ales incompatibles
con esa naturaleza íntim a
que el ser siente en sí, haciendo, por lo contrario, inevitables
algunas costum bres que
responden a las exigenci as irresistibles de una voz interior que
no tolera contradicción
alguna.
Tales almas vienen al m undo
con las m á s nobles y elevadas cualidades que hacen
imposible una existencia
vulgar y señalan al niño desde la cuna com o uno de los
campeones de la raza.
El hom bre que llega a este
sexto cielo ve desf ilar ante sí los inm ensos tesoros de la
Inteligencia Divina en su
actividad creadora, y puede estudiar los arquetipos de todas las
form as que están en vías de
evolución gradual en los m undos inferiores.
Puede bañarse en el
insondable océano de la Sabiduría Divina y resolver los problem as
que se refieren a la
ejecución progresiva de esos arquetipos, com prendiendo, en fin,
aquel bien parcial que parece
ser un m al a los ojos de los envenenados por la carne.
En este horizonte agigantado,
los fenóm enos tom an su justo valor relativo, y hom bre ve
allí la justificación de los
“cam inos del Señor ”, que dejan de ser para él “insondables”
en cuanto se refieren a la
evolución de nuestros m undos inferiores.
Los problem as que se propuso
inútilm ente en la tierra y cuyas soluciones escaparon
siempre de su ávida
inteligencia, los resu elve por su intuición que rasga los velos
fenoménicos y descubre los
ocultos eslabones de la no interrum pida cadena de las
causas.
Aquí tam b ién el alm a goza
de la presenci a inmediata y de la plena com unión de las
grandes alm as que han cum
plido su evolución en nuestra hum anidad.
Libertada de las trabas que
pone “el pasado” terreno, gusta “el eterno presente” de una
vida inm ortal y continua.
Aquellos a quienes en la
tierra llam amos “muertos ilustres” son arriba vivientes
gloriosos, y el alm a, em
briagada con su pr esencia, vibra al contacto de su potente
arm onía haciéndose cada vez
m á s semejante a ellos.
Más sublim e, má s adm irable
brilla toda vía el séptim o cielo, patria intelectual de los
Maestros y de los Iniciados.
Alm a alguna puede residir en
él si no ha franqueado en la tierra la estrecha puerta de la
Iniciación, la puerta “que
conduce a la vida eterna” (I) (El iniciado sale del camino
ordinario de la evolución y
va hacia la perfección hum ana por un sendero m á s corto y
escarpado)
Este m undo es la fuente de
los m á s poderoso s impulsos intelectuales y m orales que se
extienden sobre la tierra, y
de él se derra man, en reparadoras corrientes, y las m á s
sutiles energías.
La vida intelectual del m
undo tiene su raíz en él, y de él recibe el genio sus m á s puras
inspiraciones.
Para las alm as que allí
tienen su m orada, poco im porta que estén o no sujetas a los
vehículos inferiores.
Su conciencia sublim e no se
interrum pe jam á s ni su comunión con los que le rodean.
Cuando “encarnan” pueden com
unicar esta conc iencia a sus vehículos inferiores en
proporción m ayor o m enor,
según lo juzguen oportuno.
Sus determ inaciones están
guiadas cada vez m á s por la voluntad de los grandes Seres,
identificados con la del
Logos, con la Volunt ad que converge sin cesar al m ayor bien de
los mundos, porque allí, los
últim os vestigios de la separatividad (2) (Aham kara, el
principio que da nacim iento
al Yo, principio necesario a la evolución de la conciencia,
pero que debe elim inarse
concluida su obra.), están en vísperas de elim inarse en todos
75.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
los que no han alcanzado la
liberación final, es decir, que todavía no son Maestros; y a
medida que esos vestigios
desaparecen, la voluntad hum ana se arm oniza cada vez m á s
con la voluntad que rige el
universo.
He aquí un bosquejo de las
siete zonas celestes, a una de las cuales pasa el hom bre a
su hora, tras el “cam bio que
llam amos muerte”.
Porque la m uerte es tan solo
un cam bio que liberta parcialm ente al alm a librándola de
sus má s pesadas cadenas.
Es el nacim iento a una vida
m á s larga, el regreso del alm a a su verdadera patria tras
breve destierro en la tierra;
el paso de la pr isión de aquí abajo a la atm ósfera libre de
arriba.
La m uerte es la m á s grande
ilusión terrestre.
No existe la m uerte: sólo
cam bian las condi ciones de vida, porque la vida es continua,
sin interrupción ni
posibilidad de solución de continuidad.
“El espíritu es nonato,
eterno, inm emorial, constante”; no perece al m orir los cuerpos de
que se ha revestido.
Creer en la m uerte del
espíritu cuando el cuerpo cae en el polvo, sería com o creer que
los cielos se hunden cuando
se rom pe un ánfora. (com paración em pleada en el
Bhagavad Purana.)
76.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
LOS PLANOS
BÚDDHICO Y NIRVÁNICO
Hem os visto que el hom bre
es un ser inte ligente y dotado de conciencia, es decir, el
Pensador, revestido de
envolturas o de cu erpos pertenecientes a los planos m ental
inferior, astral y físico
Quédanos por estudiar ahora
el Espíritu, que es su Yo m á s íntim o, la fuente de donde
procede.
Este Espíritu Divino, rayo em
anado del Logos y participe de su Esencia, posee la
triple naturaleza del Logos m
ismo: y la e volución del hom bre com o hom bre consiste en
la manifestación gradual de
los tres asp ectos que se desenvuelven desde el estado
latente al estado afectivo,
repitiendo en m iniat ura en el hom bre la evolución del m ismo
universo.
Por eso se ha llam ado m
icrocosm os al hom bre al llam ar m acrocosm os al universo.
Y por eso tam b ién se le ha
llam ado el espejo del universo, la im agen o el reflejo de Dios
(I) (<<Hagam os al hom
bre a nuestra im agen y sem ejanza>>) (Génesis, I. 26.)
En, fin el viejo axiom a:
“Como es arriba, así es
abajo” expresa la m isma correspondencia.
La presencia de esa divinidad
encubierta gara ntiza, adem ás, el triunfo final del hom bre.
En el resorte oculto, la
potencia m otora por la que la evolución es, a la par, posible e
inevitable; la fuerza
ascensional que vence le ntam ente todos los obstáculos y todas las
dificultades.
Es la presencia que Matthew
Arnold pres entía vagam ente cuando hablaba de “la
Potencia que fuera de
nosotros m ismos tiende hacia la perfección”.
Pero se equivocaba al decir:
“fuera de nos otros m ismos”; porque en verdad es el m á s
íntim o Yo de todos; no
nuestro yo separado, sino nuestro Yo. (Atm a, el reflejo de
Param â rm â.)
Este Yo es él Único, y por
eso se le llam a la Mónada (se le llama la Mónada ya se
trate de la Mónada del
espíritu—m ateria, o Atm a, o de la Mónada de la form a Atm a—
Buddhi o de la Mónada hum ana
Atm a—Buddhi—Manas. En los tres casos perm anece
una y desem peña el papel de
unidad,, teni endo uno, dos o tres aspectos.); y conviene
repetir que esta Mónada es el
soplo vital del Logos, que contiene en sí m isma, en
germ en o en estado latente,
todas las potencias y atributos divinos.
Y sem ejantes potencias
tienen que m anifest arse por los choques procedentes de los
contactos con los objetos del
universo en que la Mónada se proyecta.
El roce engendrado solicita
en respuesta las vibraciones de la vida som etida a esa
excitación; y las energías de
esa vida, pasan una a una, del estado latente al activo.
La Mónada hum ana, así llam
ada para distingui rla, presenta, com o hem os visto, los tres
aspectos del Ser Divino,
porque es la im agen perfecta de Dios; y en el ciclo de la
evolución hum ana, los tres
aspectos se desarrollan sucesivam ente.
Estos aspectos son los
grandes atributos de la Vida Divina, m anifestada en el universo:
existencia, felicidad e
inteligencia. (Satchitânanda se usa frecuentem ente en las
escrituras indas com o nombre
abstracto de Brahm an, de quién las tres personas de
Trim urti son m
anifestaciones concretas.)
Los tres Logos m anifiestan
respectivam ente estos atributos con toda la perfección que
requieren los lím ites de la
m anifestación.
En el hom bre se desenvuelven
estos aspectos en orden inverso: inteligencia, felicidad y
existencia, significando esta
últim a la manifestación de los poderes divinos.
77.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Hasta ahora, en nuestro
estudio de la evolución hum ana, hem os observado el
desarrollo del tercer aspecto
de la Divinida d oculta, o sea el de la conciencia com o
inteligencia.
Manas, el Pensador, el alm a
hum ana, es la im agen de la inteligencia universal, del tercer
Logos, y toda aquella larga
peregrinación en los tres planos inferiores está aplicada a la
evolución de este tercer
aspecto: el intelectual de la naturaleza divina en el hom bre.
Mientras dura la evolución,
podem os considerar las otras energías divinas com o, por
decirlo así, en estado de
incubación en el ser hum ano, sin desarrollar aún activam ente
sus fuerzas en él.
Están replegadas en sí m
ismas, in--m anifestadas.
Sin em bargo, la preparación
de estas fuerzas, anterior a su m anifestación, prosigue poco
a poco.
Gradualm ente despiertan del
sueño de la no—m anifestación, que llam amos estado
latente, por la energía siem
pre creciente de las vibraciones de la inteligencia.
El aspecto beatíf ico del Yo
com ienza desde entonces a em itir sus prim eras vibraciones,
y las palpitaciones nacientes
de su vida m anifestada se sienten de un m odo vago.
Este aspecto beatífico se
llam a Buddhi en térm inos teosóficos.
Es una palabra derivada de
otra sánscrita que significa sabiduría, y el principio así
designado pertenece al cuarto
plano del universo, el plano búddhico, donde todavía
subsiste la dualidad, pero
sin separación.
Se trata aquí de valerse
inútilm ente de palabras para exponer esta idea, porque las
palabras pertenecen a los
planos inferiores donde dualidad y separación son lo m ismo.
Se puede, no obstante, dar
concepto aproxi mado diciendo que es un estado en que cada
uno es él m ismo, con una
claridad e intensid ad a la que no se aproxim a ninguno de los
mundos inferiores, y donde
cada uno siente al mismo tiem po que contiene a todos los
dem á s, siendo uno e
inseparable con ellos. (Recuerde el lector la Introducción y
vuelva a leer la descripción
de este estado dada por Plotino, que com ienza por estas
palabras: “Ven igualm ente
todas las cosas ...>> Y note las frases siguientes: <<Cada una
es igualm ente a todas las
dem á s>>, y <<en cada una, sin em bargo, predom ina una
cualidad diferente>>.)
Lo m á s análogo en la tierra
a este estado, es la condición de dos personas unidas por un
amor puro e intenso, que hace
de ellas com o un ser único, de suerte que piensan, obran
y viven al unísono, sin
barrera entre ellas, sin distinguir entre lo m ío y lo tuyo y sin
separación de ninguna especie
(Por esta r azón, la felicidad del am or divino ha sido
simbolizada, en m uchas
escrituras sagradas , por el am or profundísim o de los esposos,
como en el Bhagavad—Gita de
los indos y El Cantar de los Cantares de Salom ón. Este
es tam b ién el am or de que
hablan los m ísticos sufíes y todos los m ísticos.)
El débil eco de esta región
determ ina a los hom bres a buscar la dicha en la unión con el
objeto de su deseo,
cualquiera que éste sea.
El aislam iento com pleto es
la com pleta m iseria.
Encontrarse desnudo,
despojado de todo, suspe ndido en el vacío del espacio, en soledad
absoluta, sin nada m á s que
la propia indivi dualidad; sentirse aislado de todo cuanto
existe, encerrado siem pre en
él yo separado... es lo m á s intensam ente horrible que pueda
concebir la im aginación.
La antítesis de este infierno
es la unión, y la perfecta unión es, por lo tanto, la perfecta
felicidad.
Cuando entra en actividad
este aspecto beatífico del Yo, sus vibraciones,
análogam ente a lo que sucede
en los planos in feriores, atraen hacia ellas la m ateria del
plano en que actúan.
78.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Así se form a gradualm ente
el cuerpo búddhico o cuerpo de la bienaventuranza (1),
perfectam ente designado con
este nom bre. (1) (El Anandam ayakosha o estuche de
beatitud de los vedantinos.
Es tam b ién el cuerpo del sol, el cuerpo solar de que a veces
hacen m ención los Upanishads
y otros libro s) La única m anera de contribuir a la
edificación de esta form a
gloriosa, consiste en cultivar el am or puro, desinteresado,
universal, benéfico, el am or
que “no ansía nada para sí, que no conoce la parcialidad,
que se da sin reservas”.
Esta efusión espontánea del
am or es el m á s característico de los atributos divinos, el
amor que lo da todo y nada
pide.
Este am or crea el universo,
lo conserva y dirige a la perfección y a la felicidad.
Y cada vez que el hom bre
extiende sobre todos los que lo necesitan, sin predilecciones
ni diferencias, sin anhelo de
recom pensa, con el puro y espontáneo goce de la efusión,
desarrolla el aspecto
beatífico del Dios que hay en él y prepara el cuerpo de belleza e
inefable dicha en el que se
alzará el Pensa dor, libre de los lím ites de la separación, para
hallarse consciente de su
propia individua lidad y al m ismo tiem po uno con todo lo que
vive.
Esta es “la m orada no
construida con m anos, la m orada eterna en los cielos” de que
habla San Pablo, el gran
iniciado cristiano, que encomia la caridad y el am or puro sobre
toda virtud, porque ella
únicam ente contribuye en la tierra a edificar esa gloriosa
morada.
Por análoga razón los
budistas llam an a la separatividad “la gran herejía”, y por eso
tam b ién la “unión” es el
fin que se proponen los indos.
Alcanzar la liberación, es
libertarse de las limitaciones que nos dividen, y del egoísm o,
raíz del m al, que una vez
desaparecido, extingue para siem pre el sufrim iento.
El quinto plano, el plano
nirván ico, corresponde al suprem o aspecto hum ano del
Dios que hay en nosotros.
Los teósofos llam an a este
aspecto Atm a, o él Yo.
Este es el plano de la
existencia pura, de los poderes divinos m anifestados tan
completam ente com o pueden
serlo en nuestro quíntuple universo.
Lo que existe m á s allá,
sobre el sexto y séptim o planos, está sum ido en la in
vislum brada Luz de Dios.
Esa conciencia átm ica o
nirvánica es la que han alcanzado los Grandes Seres, prim icias
de nuestra hum anidad, que
han cum plido ya el ciclo de la evolución hum ana y a los que
se les llama Maestros. (Se
les llam a tam b ién Mahatm as o grandes espíritus, y
Jivanm uktas o alm as
libertadas. Están unidos a los cuerpos físicos con el fin de ayudar
la hum anidad. Otros m uchos
grandes seres viven tam b ién en el plano nirvánico.)
Estos han resuelto en sí m
ismos el problem a que consiste en aliar la esencia de la
individualidad con la
ausencia de toda separación, y viven inm ortales com o
inteligencias, perfectas en
sabiduría, am or y poder.
Cuando la Mónada hum ana
emerge de l seno del Logos, asem ejase a un finísim o hilo
de luz, aislado por una
cubierta de subs tancia búddhica, que se desprende del lum inoso
océano de Atm a, del hilo
pende una chispa que se rodea de una envoltura ovoide
perteneciente a la región
arrúpica o “sin form a” del plano m ental.
“La chispa pende de la llam a
por el sutilísim o hilo de Fohat. (Libro de Dzyan,
estancia VII. 5. Doctrina
Secreta, I.)
A m edida que la evolución
progresa, es m ayor y opalescente este huevo lum inoso, y el
hilo tenue se transform a en
un canal cada v ez m á s amplio, a través del cual fluye con
má s abundancia la vida átm
ica.
79.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Finalm ente estos tres elem
entos se funden, el tercero en el segundo y los dos en el
prim ero, quedando unidos com
o una llama a ot ra llam a de suerte que no es posible
distinguirlos.
La evolución hum ana en el
cuarto y quinto planos pertenecen a un período futuro de
nuestra raza; pero aquellos
que escogen el difícil sendero de un progreso m á s rápido,
pueden efectuarlo desde
luego, com o se explicará m á s adelante.
En este sendero el cuerpo de
bienaventu ranza evoluciona rápidam ente, el hom bre
comienza a vivir m á s
conscientem ente en esta región sublim e, y conoce la felicidad que
engendra la carencia de
barreras exclusivas, y la sabiduría que entra a torrentes cuando
desaparecen los lím ites del
intelecto.
El alm a se separa entonces
de la rueda que gira en los m undos inferiores y adivina la
completa libertad del plano
nirvánico.
La conciencia nirvánica es la
antítesis de la aniquilación; es la existencia elevada a
realidad e intensidad
inconcebibles para quién sólo conoce la vida de los sentidos y de
la mente.
Comparar la conciencia nirvánica
con la del hom bre sujeto a la tierra, fuera poner en
parangón el esplendor del sol
con un m enguado candil.
Confundir el Nirvana con la
aniquilación, so pretexto de que en el Nirvana han
desaparecido los lím ites de
la conciencia terrestre, es com o si un hom bre no conociese
má s luces que las del
candil, negara la posib ilidad de luz alguna sin m echa em papada en
aceite.
El Nirvana existe.
Los que han entrado en él y
viven esta vida gloriosa lo atestiguan en las Escrituras
sagradas.
Adem ás, tam b ién lo
atestiguan los hijos de nuestra raza que han subido esta escala
sublim e de la hum anidad
perfecta, y se encuen tran en relación con la tierra a fin de que
nuestra raza, en su larga
peregrinación, pueda subir sin tropiezo los peldaños.
En el Nirvana residen los
Seres poderosos que han cum plido su evolución hum ana
en universos anteriores y que
salieron del seno del Logos cuando éste se m anifestó para
poner nuestro universo en
existencia.
Son sus m inistros en el
gobierno de los m undos, los perfectos agentes de su voluntad.
Los Señores de todas las
Jerarquías de dioses y de seres que viven bajo sus órdenes en
los planos inferiores, tienen
allí su reside ncia, porque el Nirvana es el corazón del
universo de donde irradian
todas las corriente s de vida cósm ica, el corazón desde donde
el Gran Aliento envía
palpitaciones de vida a todas cosas, y el corazón a donde vuelve
ese Aliento el día en que el
universo toca a su térm ino.
El Nirvana es la Vida
Beatífica que anhela el m ístico en su ardiente celo.
El Nirvana es la Gloria sin
velos, la Meta Suprem a.
La fraternidad hum ana, m
ejor dicho, la fr aternidad de todas la cosas, encuentra base
firm e y sólida en los planos
espirituales: átm ico y búddhico.
Fuera de ellos no hay unidad
real, no existe ninguna sim patía perfecta.
El intelecto es, en el hom
bre, el princi pio separativo que distingue él yo del no—yo, que
tiene conciencia en sí m ismo
y considera toda cosa com o exterior y extraña.
Es el principio de com b
atividad que lucha y se afirm a.
Descendiendo a la base, a
partir del plano in telectual, el m undo nos presenta una escena
de lucha tanto m á s áspera
cuanto m á s parte tom a en ella intelecto.
La naturaleza pasional no es
espontáneam ente luchadora sino bajo el aguijón del deseo,
cuando encuentra algún
obstáculo entre ella y el objeto apetecido; pero a m edida que el
intelecto inspira su
actividad, se torna cada vez m á s agresiva, porque trata entonces de
80.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
satisfacer sus propios deseos
futuros, y tiende a apropiarse una parte cada vez m ayor de
las reservas de la
naturaleza.
En cuanto al intelecto, es
por sí m ismo bata llador, y su naturaleza esencial consiste en
afirm arse diferentem ente de
los dem á s.
Y aquí encontram os la raíz
de la separatividad y la fuente inagotable de las disensiones
hum anas.
Ahora bien, cuando la
conciencia alcanza el plano búddhico, la unidad se percibe
inmediatam ente.
Es com o si el rayo separado,
divergente respecto a los otros, se llegase hasta el sol
mismo, fuente idéntica de
todos los dem á s.
Supongan un ser vivo en el
sol, inundado de luz, con la única m isión de difundirla.
Sem ejante ser no
establecería diferencia alguna entre los diversos rayos y con la m isma
complacencia vertería la luz
en todas las direcciones.
Pues lo m ismo puede decirse
del hom bre que ha alcanzado conscientem ente el plano
búddhico.
Siente vivam ente en sí la
fraternidad de que los dem á s hablan com o de algo ideal, y se
extiende hacia cualquiera que
de su auxilio necesite, prodigando socorro m ental, m oral,
astral o físico, según la
necesidad sentida.
Considera a todos los seres
com o a él m ismo, siente que todo lo que posee es tan de
ellos como de él, m ejor que
de él, puesto que siendo m enor su fuerza son m ayores sus
necesidades. Sucede lo que en
una fam ilia cuyos herm anos mayores soportan todas las
cargas y preservan del dolor
y la privación a los m enores.
Por espíritu f r aternal, la
debilidad da derecho a la asistencia, a la protección
cariñosa, no pudiendo jam á s
servir de pretexto para la opresión.
Precisam ente por haber
llegado a tan excel so nivel, m anifestaron siem pre los
fundadores de las grandes
religiones su dulcí sima ternura, su desbordante com pasión
hacia la hum anidad,
proveyendo así a las m iserias físicas com o las aflicciones morales,
según las necesidades de cada
cual.
La conciencia de esta unidad
interna, la pe rcepción del Yo Único que reside igualm ente
en todos, tal es la única
base cierta de la fraternidad.
Otra cualquiera es deleznable
y caduca.
A semejante percepción se
añade la idea que el gado de evolución de todo ser
hum ano o no hum ano, depende
esencialm ente de lo que podem os llamar su edad.
Algunos com enzaron su
peregrinación a través de los tiem pos mucho después que otros,
y aunque las facultades sean
las m ismas para todos, hay quién las desarrolló de un m odo
má s completo porque tuvo
para ello m á s tiem po que sus herm anos má s jóvenes.
Denostando y m enospreciando
el grano porque no es ya flor, la yem a no podrá dar fruto
ni el niño ser hom bre; y
denostando y m enospreciando a las alm as infantiles que nos
rodean porque no han
evolucionado tanto com o nosotros, hacem os mal.
No nos denostem os por no ser
todavía com o dioses, porque ignoram os cuánto tiem po
ocuparem os el puesto que
ocupan hoy nuestros herm anos mayores.
¿ P or qué increpar entonces
a las alm as má s jóvenes que no se parecen todavía a
nosotros?
La palabra “fraternidad” im
plica identidad de raza y desigualdad de desarrollo.
Y por esto representa exactam
ente el lazo que existe entre todas las criaturas del
universo: identidad de Vida
esencial y difere ncias de grado en la m anifestación de esta
vida.
Tenemos nuestro origen,
nuestro m é todo de evolución y nuestro objeto; y las
diferencias de edad y de
nivel han de cont ribuir forzosam ente a la form ación de lazos
má s íntim os y am orosos.
81.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
LA REENCARNACIÓN
SABIDURÍA DIVINA
Ya estam os ahora en
situación de estudiar c on fruto una de las doctrinas esenciales
de la Sabiduría Antigua: la
doctrina de la reencarnación.
Nuestro concepto de la
reencarnación puede aclararse m á s y ponerse m á s en arm onía
con el orden natural, si la
consideram os como principio universal, y luego pasam os a
observar el caso especial de
la reencarnación del alm a hum ana.
Al estudiarla, este caso
especial se arranca gene ralm ente de su sitio en el orden natural,
y se le considera, con gran
detrim ento s uyo, com o fragm ento dislocado; pues toda la
evolución consiste en una
vida evolucionant e que pasa de una form a a otra a m edida
que se desenvuelve, alm
acenando en sí m isma la experiencia adquirida en dichas
formas.
La reencarnación del alm a
hum ana no es la añadidura de un nuevo principio a la
evolución, sino la adaptación
del principio universal para adquirir las condiciones que
exige la individualización de
la vida en constante desenvolvim iento.
Mr. Lafcadio Hearn (M r. Hearn
se ha equivocado en la expresión, pero no, según se
cree, en el concepto íntim o.
Parte de su e xposición del concepto budista de esta doctrina
y el m odo de usar la palabra
<<Ego>>, extravia rá al que lea su interesante artículo sobre
el asunto, si no tiene m uy
presente la difere ncia entre el ego real y el ilusorio.) ha
expuesto este punto, al
considerar el alcance de la idea de la preexistencia en el
pensamiento científico de
Occidente.
Dice:
“Con la aceptación de la
doctrina de la evolución, las ideas antiguas vinieron a tierra y
otras nuevas surgieron en
todas partes , reem plazando los antiguos dogm as; y ahora
tenem os el espectáculo de un
general m ovim iento intelectual, en sorprendente dirección
paralela con la filosofía
oriental.
La rapidez sin precedente y
lo m ultiform e del progreso científico durante los últim os
cincuenta años, no podían m
enos de provocar un aceleram iento intelectual, igualm ente
sin precedente, entre los no
científicos.
Que los organism os má s
elevados y com plejos se han desenvuelto de los ínfim os y
sencillos; que una sola base
física es la substancia de todo el m undo viviente; que no
puede trazarse línea alguna
de separación entre el anim al y el vegetal; que la diferencia
entre la vida y la no-vida es
sólo diferencia de grado y no de especie; que la m ateria no
es menos incomprensible que
la m ente, al paso que am bas sólo son m anifestaciones de
la misma realidad
desconocida: todas esta s cuestiones se han convertido ahora en
vulgaridades de la nueva filosofía.
Después que por prim era vez
fué reconocida la evolución física hasta por la teología,
era fácil predecir que no
podría retardarse indefinidam ente el reconocim iento de la
evolución psíquica, pues
quedaba rota la barrera erigida por los antiguos dogm as que
impedía a los hom bres m irar
hacia atrás.
Y hoy, para el estudiante de
psicología científ ica, la idea de la preexistencia pasa del
reino de la teoría al de los
hechos, pr obando de plausible m odo la explicación budista
del m isterio universal.
Considerem os la Mónada de
form a Atm a—Buddhi.
En esta form a, en la vida
expirada del Logos, yacen ocultos todos los poderes divinos;
pero, com o es sabido, están
latentes, no m anifestados ni funcionantes.
Han de ser despertados
gradualm ente por choques externos, pues en la m isma
naturaleza de la vida está en
vibrar en contestación a las vibraciones que la pulsan.
82.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Como en la Mónada existen
todas las pos ibilidades de vibración, toda vibración que
obre en ella despertará el
poder vibratorio correspondiente, y de este m odo, una tras
otra, pasaran todas las
fuerzas del estado latente al activo.
En esto consiste el secreto
de la evolución; el medio actúa en la form a de la criatura
viva—téngase presente que
todas las cosas viven--, y al trasm itirse esta acción a la vida
por m edio de la form a
envolvente, la Móna da que está dentro de ella despierta
vibraciones que responden y
pasan al exterior desde la Mónada a la form a, poniendo a
su vez en vibración sus
partículas y volvié ndolas a coordinar en form a correspondiente
o adoptada al choque inicial.
Esto es la acción y la
reacción entre el m edi o y el organism o, reconocida por todos los
biólogos, y que algunos
consideran com o explicación suficiente de la evolución.
La observación paciente y
cuidados de esta acción y reacción no da, sin em bargo,
explicación alguna de porque
el organism o res ponde así al estím ulo; y es necesario que
la Antigua Sabiduría venga a
descubrir el secr eto de la evolución, se ñalando al Yo en el
corazón de todas las form as,
com o la oculta fuente originaria de todos los m ovim ientos
de la Naturaleza.
Una vez comprendida la idea
fundam ental de una vida que encierra la posibilidad de
contestar a todas las
vibraciones que lleguen a ella desde el universo exterior, cuyas
respuestas son gradualm ente
determ inadas por la acción de fuerzas externas, conviene
comprender la segunda idea
fundam ental: la continuidad de la vida y de las form as.
Las form as transm iten sus
peculiaridades a otras form as que preceden de ellas, las
cuales son parte de su propia
substancia y se han separado para llevar una existencia
independiente.
Por división, por brotes, por
lanzam iento de gé rm enes, por el desarrollo del fruto dentro
de la m atriz, se conserva la
continuida d física, derivándose cada nueva form a de la
precedente y reproduciendo
sus características.
La ciencia agrupa estos
hechos bajo el nom bre de ley de herencia, y sus observaciones
sobre la trasm isión de la
form a son dignas de atención y delatan el m odo de obrar de la
Naturaleza en el m undo fenom
enal.
Pero debe tenerse presente
que esto se apli ca a la construcción del cuerpo físico, en el
cual entran los m ateriales
sum inistrados por los padres.
Los modos de obrar má s
ocultos, las operaciones de la vida sin las cuales la form a
no existiría, no han sido aún
observadas, por no ser susceptibles de observación física, y
este vacío solo pueden
llenarlo las enseña nzas de la Antigua Sabiduría, dadas por
Aquellos que em plean poderes
de observación Supra--físicos, y que por sí puede
comprobar todo discípulo que
pacientem ente estudia en sus escuelas.
Hay continuidad de vida así
como continuidad de form a, y la vida continua—cuyas
energías latentes, cada vez
en m ayor núm ero, se transform an en activas por el estím ulo
que reciben en las form as
sucesivas—es la que resum e en sí misma las experiencias
obtenidas en las form as
sucesivas de que se ha revestido; pues cuando la form a perece,
la vida conserva los anales
de esas expe riencias en las m ayores energías que han
despertado, y se halla pronta
a ser un alm a de otras form as derivadas de la antigua,
llevando consigo este acopio
acum ulado.
Mientras estuvo en la form a
anterior, funcionó por su conducto, adoptándola a la
expresión de cada nueva
energía despertada; la form a traspasa estas adaptaciones,
grabadas en su substancia, a
la parte que separada de ella constituye su fruto, el cual,
siendo de su substancia, ha
de tener n ecesariam ente las peculiaridades que a ésta
caracterizan; la vida se
vierte dentro de ese fruto con todos los poderes que ha
despertado, y lo m oldea aun
m á s; y así una y otra.
83.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
La ciencia m oderna prueba
cada día m á s y m á s claram ente que la herencia tom a una
parte siem pre decreciente en
la evolución de las criaturas superiores, que las cualidades
mentales y m orales no se
trasm iten de padres a hijos, lo cual es tanto m á s patente cuanto
má s elevadas sean dichas
cualidades; el hijo de un genio es m uchas veces un im bécil, y
padres vulgares dan nacim
iento a un genio.
Debe existir un substrátum
continuo, inherent e a las cualidades m entales y m orales, a
fin de que puedan
acrecentarse, pues de otro m odo la Naturaleza, en este im portantísim o
ram o de su obra, produciría
efectos vagos y sin causa, en lugar de dem ostrar en ellos
continuidad ordenada.
En este punto la ciencia está
m uda; pero la Antigua Sabiduría enseña que dicho
substrátum , continuo es la
Mónada, receptácu lo de todos los resultados, depósito en que
se almacenan todas las
experiencias com o poderes activos en crecim iento.
Una vez bien com prendidos
estos dos principios—de la Mónada con potencialidades
que se convierten en poderes,
y de la continui dad de la vida y de la form a—procedam os
al estudio porm enorizado de
su m odo de obrar , y verem os que resuelve m uchos de los
embarazosos problem as de la
ciencia m odern a, así com o aquellos otros que m á s atañen
al corazón, de los que se
ocupan el filántropo y el filósofo.
Principiem os por el estudio
en la M ónada, cuando se halla sujeta a las influencias de
los niveles arrúpicos de los
planos m entales, del principio m ismo de la evolución de la
forma.
Sus prim eros estrem
ecimientos para responder a las im presiones de que es objeto,
atraen a su alrededor algo de
la m ateria de este plano, y así tenem os la evolución
gradual del prim er reino
elem ental.
Los grandes tipos fundam
entales de la Móna da son siete, im aginados a veces com o
semejantes a los siete
colores del espectro solar, derivados de los tres prim eros.
(<<Así com o es arriba
es abajo. >> Ins tintivam ente recordam os los tres Logos y
los siete Hijos del Fuego
prim ordiales, y en el sim bolísm o cristiano a la Trinidad y los
<<Siete Espíritus que
están ante el trono>>, y en el Mazdeísm o a Ahura m azdao y los
siete Am eshaspendas.)
Cada uno de estos tipos tiene
peculiar colorido de características, y este colorido
persiste durante el ciclo de
eones de su e volución, afectando a todas las series de cosas
vivas a que anim a.
Entonces principia el proceso
de subdivisi ón en cada uno de estos tipos, que continuará
subdividiéndose, hasta llegar
a la individualización.
Las corrientes puestas en
acción por las ener gías incipientes de la Mónada—bastará
seguir una evolución, pues
las otras seis son iguales en principio—sólo tienen una breve
vida de form a; sin em bargo,
cualquiera que s ea la experiencia que en ellas se adquiera,
está representada por un aum
ento de vida que responde en la Mónada, la cual es fuente
y causa; y esta vida que
responde consiste en vibraciones, m uchas veces incongruentes
entre sí, estableciéndose en
la Mónada una tendencia hacia la separación, agrupándose
juntas las fuerzas las
fuerzas que vibran en arm onía, determ inando lo que pudiéram os
llamar acción concentrada,
hasta que se form an varias subm ónadas, si se nos perm ite
por un m omento esta
expresión, parecidas en sus principales características, pero
diferentes en los detalles,
com o matices de un m ismo color.
Estas se convierten, a su
vez, por los im pulsos de los niveles inferiores del plano m ental,
en las Mónadas del segundo
reino elem ental, pertenecientes a la región de la form a de
este plano, continuando el
proceso con el aum ento constante del poder responsivo de la
Mónada, de suerte que cada
una es la vida anim adora de form as sin cuento, por cuyo
medio recibe las vibraciones;
y cuando la form a se desintegra sigue vivificando
84.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
constantem ente nuevas form
as, continuando ta mb ién el proceso de subdivisión por las
causas ya descriptas.
Cada Mónada encarna así
continuam ente en form as y alm acena dentro de sí, com o
poderes despiertos, todos los
resultados obtenidos en las form as que ha anim ado.
Podem os considerar estas
Mónadas com o las almas de grupo de form as, y a m edida que
prosigue la evolución, estas
form as muestr an cada vez m á s atributos, siendo éstos los
poderes del alm a monádica
del grupo, m anifesta dos por m edio de las form as en que se
encarna.
Las innum erables subm ónadas
de este segundo reino elem ental llegan pronto a un
estado de evolución en que
principian a res ponder a las vibraciones de la m ateria astral
y com ienzan entonces a obrar
en este plano, convirtiéndose en las Mónadas del tercer
reino elem ental y repitiendo
en este m undo m á s grosero todo el proceso verificado en el
plano mental.
Hácense m á s y m á s
numerosas com o almas monádicas de grupos, m ostrando m á s y m á s
diversidad en los detalles, y
a m edida que las características especiales se definen con
mayor fijeza, en cada vez m
enor el núm ero de form as animadas por cada una.
Mientras tanto, puede decirse
que la fuente de vida del Logos sigue supliendo nuevas
Mónadas que form an en los
niveles superior es, de m anera que la evolución prosigue
continuam ente; y así que las
Mónadas m á s evolucionadas encarnan en los m undos
inferiores, son reem plazadas
por las Mónadas nuevam ente surgidas en los superiores.
Por este proceso siem pre
repetido de la reencarnación de las Mónadas o alm as
monádicas de grupos en el m
undo astral, pros iguen aquellas su evolución hasta que se
hallan en estado de responder
a la acción ejercida en ellas por la m ateria física.
Cuando recordam os que los
últim os átom os de cada plano tienen las paredes de sus
esferas com puestas de m ateria
m á s grosera de l plano inmediatam ente superior, es fácil
comprender cóm o la Mónada se
hace apta para responder a la acción de un plano
después de otro.
Cuando en el prim er reino
elem ental se hubo acostum brado la Mónada a vibrar en
contestación a los choques de
la m ateria de este plano, pronto em pezó a contestar a las
vibraciones recibidas, por m
edio de las form as má s groseras de esta m ateria, de la
materia del plano inm ediatam
ente inferior.
Así en su revestim iento de
las form as compuestas de los m ateriales m á s groseros del
plano mental, sé hacia
susceptible a las vibr aciones de la m ateria atóm ica astral; y una
vez encarnada en las form as
de la m ateria as tral m á s grosera, se hace igualm ente idónea
para responder a la acción
del éter atóm ico físico, cuyas esferas tienen sus paredes
compuestas de la m ateria
astral m á s grosera.
De este m odo puede
considerarse que la Mónada llega al plano físico, y allí principia, o,
mejor dicho, todas estas alm
as monádicas de grupos principian a encarnarse en form as
físicas como películas que
constituyen los dobles etéreos de los densos m inerales
futuros del m undo físico.
En estas f orm as o películas
construyen los espíritus de la naturaleza los m ateriales
físicos má s densos, form
ándose de este modo los m inerales de todas clases, los
vehículos m á s rígidos, en
los que se encierra la vida evolucionadora, y por los cuales
expresa el m ínimum de sus
poderes.
Cada alm a monádica de grupo
tiene su expresión m ineral propia, alcanzando entonces
un alto grado de
especialización las form as minerales en que está encarnada. Estas
almas monádicas de grupo son
llam adas alguna s veces en su totalidad la Mónada
mineral o la Mónada encarnada
en el reino m ineral.
Desde este m omento en
adelante, las de spertadas energías de la Mónada tom an una
parte m enos pasiva en la
evolución. Principian a tratar de expresarse activam ente hasta
85.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
cierto punto, cuando son llam
adas a funcionar y ejercer activa influencia en el m oldeado
de las form as en que se
hallan aprisiona das. Cuando han llegado a hacerse dem asiado
activas para su revestim
iento m ineral, se m anifiestan los principios de las form as má s
plásticas del reino vegetal,
evolución a que ayudan los espíritus de la naturaleza en los
reinos físicos. En el reino m
ineral, han mostrado ya una tendencia hacia la organización
definida de la form a: el trazado
de ciertas líneas según las cuales, prosigue el desarrollo.
Esta tendencia rige en lo
sucesivo en la c onstrucción de todas las form as y es causa de
la exquisita sim etría de los
objetos natura les, fam iliar a todos los observadores. Las
almas monádicas de grupos se
som eten en el reino vegetal a divisiones y subdivisiones
con creciente rapidez, a
consecuencia de la mayor variedad de influencias a que están
sujetas, debiéndose a esta
subdivisión invisibl e la evolución de las fam ilias, géneros y
especies. Cuando cualquier
género, con su alma monádica de grupo genérica, se halla
sujeta a condiciones m uy
variadas, esto es , cuando las form as relacionadas con ella
reciben m uy diversas
influencias, desarrólla se en la Mónada una nueva tendencia a
subdividirse,
desenvolviéndose varias especies, cada una de las cuales tiene su
especifica alma monádica de
grupo.
Cuando se deja obrar a la
Naturaleza por sí sola, el proceso es lento, aun cuando los
espíritus de la Naturaleza
hacen m ucho en la diferenciación de las especies; pero una
vez el hom bre se ha
desarrollado y principia con sus sistem as artif iciales de cultivo a
ayudar el funcionam iento de
una serie de fuerzas e im pedir el de otras, entonces esta
diferenciación puede
efectuarse con rapidez considerable y pronto se desenvuelven las
diferencias específicas.
Mientras que la división efectiva no tiene efecto en el alm a
monádica de grupo la sujeción
de la form a a las mismas influencias puede volver a
destruir la tendencia
separatista; pero com pletada ya la división, las nuevas especies
quedan definida y firm emente
estableci das y prontas a echar retoños propios.
En algunos individuos de
larga vida del reino vegetal principia a m anifestarse el
elemento de la personalidad,
cuyo pronóstico de individualización se debe a la
estabilidad del organism o.
En un árbol que viva varias veintenas de años, la repetida
ocurrencia de condiciones sim
ilares ejercen análoga acción: las estaciones que vuelven
año tras otro con los m ovim
ientos consecutivos internos que determ inan la elevación de
la savia, el brotar de las
hojas, el contacto de l viento, de los rayos del sol y de la lluvia,
todas estas influencias con
su progreso rítm ico, despiertan vibraciones a que responde el
alma monádica del grupo, y
com o la sucesión de aquéllas se im prim e por repetición
constante, la ocurrencia de
una conduce a la vaga expectación de su sucesora tantas
veces repetida.
La naturaleza jam á s
desarrolla súbitam ente una facultad, y esta vaga expectación de
que hablam os es el preludio
de lo que m á s tarde serán la m emoria y la previsión.
En el reino vegetal aparecen
tam b ién los preludios de la sensación, que en los
individuos superiores se
convierte en los indi viduos superiores se convierte en lo que el
psicólogo oriental llam aría
sensaciones “m acizas” de placer y de disgusto. Hay que
tener presente que la Mónada
atrajo a su alrededor m ateriales de los planos por donde
descendiera, y por tanto
puede percibir la acción de estos planos, haciéndose sentir en
prim er térm ino los impulsos
má s vigorosos de la s form as má s groseras de m ateria. Por
últim o, las sensaciones de
los rayos solares, así como el fr ío de su ausencia, se
imprim en en la conciencia
monádica; y su envoltura astral, vibrando débilm ente,
ocasiona la especie de ligera
sensación m aciza de que hem os hablado. La lluvia y las
corrientes de aire, al
afectar la constituci ón mecánica de la form a y su aptitud para
comunicar vibraciones a la
Mónada que le si rve de alm a, son otros “pares de opuestos”
cuyas funciones despiertan el
reconocim iento de la diferencia, la cual es la raíz de todas
las sensaciones, y m á s
delante de todos los pensamientos. De este m odo, por m edio de
86.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
las repetidas encarnaciones
en las plantas, evolucionan las alm as monádicas de grupos
en el reino vegetal, hasta
que las que sirven de alm a a los individuos m á s elevados de
dicho reino, llegan a estar
en situación de dar el paso siguiente.
Este paso las lleva al reino
anim al, en donde desarrollan lentam ente, en sus vehículos
físicos y astrales, una
personalidad ya dete rm inada. Siendo el anim al libre para
moverse, hállase som etido a
m ayor variedad de condiciones que la planta, fija en un
solo punto, y esta variedad
prom ueve difere ncias. Sin em bargo, el alm a monádica de
grupo que anim a cierto núm
ero de anim ales salvajes de la m isma especie o subespecie,
si bien recibe gran variedad
de influencias, com o quiera que éstas se repiten
constantem ente en su m ayor
parte, y está n compartidas por todos los individuos del
grupo, sólo se diferencia
lentam ente. Esta s influencias ayudan al desarrollo del cuerpo
físico y del astral, por cuyo
m edio adquier e mucha experiencia el alm a monádica del
grupo. Cuando perece la form
a de un indivi duo del grupo, la experiencia adquirida por
esta form a se acumula en el
alma monádi ca de todo el grupo, dándole color, por decirlo
así. El ligero aum ento de
vida que aquélla obtiene, al verterse en todas las form as que
componen su grupo, las hace
partícipes de la experiencia de la form a que pereció, y de
este m odo, las experiencias
continuam ente re petidas, alm acenadas en el alm a monádica
del grupo, aparecen en las
nuevas form as como instintos, com o “experiencias
hereditaria acum uladas”.
Cuando innum erables pájaros han m uerto víctim as de las aves
de rapiña, los polluelos
acabados de salir del huevo se encogen al aproxim arse uno de
sus hereditarios enem igos;
pues la vida en ellos encarnada conoce el peligro, siendo el
instinto innato la expresión
de este conocim iento. Así se form an los instintos
maravillosos que preservan a
los anim ales de innumerables peligros habituales, al paso
que un peligro nuevo los
encuentra desprevenido y los aturde.
Al ponerse los anim ales bajo
la influencia del hom bre, el alm a monádica de grupo se
desenvuelve con rapidez
creciente, y por causa s parecidas a las que afectan las plantas
cultivadas, aceleran la subdivisión
de la vida encarnada; la personalidad se desarrolla y
se hace m á s y m á s
saliente; en las prim eras etapas casi puede decirse que es com puesta,
pues tan por com pleto están
dom inadas las form as por el alm a común, que toda una
mónada de seres salvajes
puede actuar com o movida por una sola individualidad. Los
animales dom ésticos de tipo
superior, tales co mo el elefante, caballo, gato, perro, etc.,
muestran una personalidad m á
s individuali zada; por ejem plo, dos perros pueden obrar
muy diferentem ente bajo la
influencia de la s mismas circunstancias. El alm a monádica
de grupo encarna en un núm
ero cada vez m enor de form as, a m edida que se aproxim a
gradualm ente al punto en que
se alcanza la individualidad com pleta. El cuerpo de
deseo o vehículo Kám ico se
desarrolla consid erablem ente, y después de la m uerte del
cuerpo físico persiste por
algún tiem po con vida independiente en el Kam aloka.
Finalm ente, el núm ero siem
pre decreciente de form as animadas por un alm a monádica
de grupo, llega a la unidad y
anim a una serie de form as simples, cuyo estado sólo difiere
de la reencarnación hum ana
por la falta del Ma nas, con sus cuerpos m ental y causal. La
materia m ental que trajo
consigo el alma monádica de grupo, em pieza a hacerse
susceptible a las influencias
del plano m ental, y entonces el anim al se halla en estado de
recibir la tercera gran em
anación del Logos; el tabernáculo está dispuesto para albergar
la mónada hum ana que es
triple por natural eza, siendo sus tres aspectos respectivam ente
denom inados el Espíritu, el
Alm a espiritu al y el Alm a hum ana; o sea Atm a, Buddhi,
Manas. Sin duda alguna, en el
transcurso de los ciclos de la evolución, la m ónada
evolucionadora de la form a
podría desenvol ver el Manas por m edio del desarrollo
progresivo; pero ni en la
pasada raza hum ana ni en los animales al presente, no es tal el
curso de la Naturaleza.
Cuando la m orada estuvo dispuesta fue enviado el que debía
habitarla: de planos
superiores del ser de scendió la vida átm ica, velándose en Buddhi
87.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
como en hilo de oro y m
ostrándose en su tercer aspecto: Manas. En los niveles
superiores del m undo sin
form a del plano m ent al, se produjo el Manas germ inal dentro
de la form a, surgiendo de
esta unión el cuerpo causal em brionario. Esta es la
individualización del
espíritu, su clausura de ntro de la form a; y este espíritu así
encerrado en el cuerpo
causal, es el alm a, el individuo, el hom bre real. Este es el
momento de su nacim iento,
porque, aunque su esencia es eterna, nonata y sin fin, su
nacimiento en el tiem po como
individuo es definido.
Adem ás, esta em anación de
vida llega a las form as en evolución, no de un m odo
directo, sino por interm
ediarios. Cuando la raza ha alcanzado el punto en que es apta
para recibir la m ente, los
grandes seres llam ados Hijos de la Mente lanzan en los
hom bres la chispa m onádica
de Atm a-Buddhi -Manas, necesaria para la form ación del
alma embrionaria. Y algunos
de estos gra ndes seres encarnaron realm ente en form as
hum anas, para servir de
guías e instructores a la hum anidad en su inf ancia. Estos Hijos
de la Mente habían com
pletado su propia evolución intelectual en otros m undos, y
vinieron a este m undo m á s
joven, nuestra tie rra, con objeto de prestar auxilio a la
evolución de la raza hum ana.
Son, en realidad, los padres espirituales de nuestra raza.
Otras inteligencias de grado
m ucho m á s inferior, hom bres que habían evolucionado en
ciclos precedentes en otro m
undo, encarnaron ta mb ién entre los descendientes de la raza
que recibió sus alm as
infantiles del m odo descrito. A m edida que esta raza se
desenvolvía, m ejorábanse los
tabernáculos hum anos, y m iríadas de alm as que estaban
esperando la oportunidad de
encarnar, lo ve rificaron entre sus hijos. Estas alm as,
parcialm ente desenvueltas,
se m encionan tam b ién en los anales antiguos com o Hijos de
la Mente, porque poseían m
entalidad, aunque relativam ente poco desarrollada; alm as
niños, pudieran llam arse,
para distinguirlas de las almas embrionarias de la m asa de la
hum anidad y de las alm as
adultas de aquello s grandes Maestros. Estas alm as niños, a
causa de su m á s desenvuelta
inteligencia, c onstituyeron los tipos directores en el m undo
antiguo, las clases
superiores en inteligencia, y, por tanto, aptas para adquirir
conocimientos y para dom inar
a las m asas de los hom bres m enos desarrollados. De este
modo se han originado en el m
undo las enor mes diferencias m entales y m orales que
separan a las razas m á s
desarrolladas de las m enos desenvueltas, distinguiendo, aun
dentro de los lím ites de una
m isma raza, al elevado pensador y al filósofo del tipo casi
brutal de los hom bres m á s
perversos. Es tas diferencias dependen sólo del grado de
evolución, de la edad del alm
a, y han exis tido siem pre en toda la historia de la
hum anidad de este globo.
Retrocédase cuanto se pueda en los anales históricos, y se
encontrarán siem pre juntas
la inteligencia elevada y la baja ignorancia; y los anales
ocultos, que nos llevan aún m
ucho m á s lejos, cuentan parecida historia de los prim eros
milenios de la hum anidad. No
debe es to apenarnos, com o si unos hubiesen sido
indebidam ente favorecidos y
otros injustam ente cargados para la lucha de la vida. El
alma má s elevada tuvo su
juventud y su infancia allá en m undos anteriores, en donde
otras alm as estaban tan por
encim a de ella como están ahora otras por debajo; el alm a
má s ínfima tienen que subir
a donde se halla n las má s altas; y alm as aún no nacidas
ocuparán su puesto en la
escala de la evoluc ión. Las cosas presentes parecen injustas
porque sacam os a nuestro m
undo fuera de su lugar en la evolución, y lo colocam os
aparte, aislado, sin
antecesores ni sucesor es. Nuestra ignorancia es la que supone
injusticia; los m é todos de
la Naturaleza son iguales, y a todos sus hijos de infancia,
juventud y edad m adura. No
es culpa suya que nuestra necedad exija que todas las
almas ocupen el mismo grado
de evolución a un tiem po mismo, y grite “Injusticia” si la
exigencia no se realiza.
Se comprenderá mejor la
evolución del alma, considerándola desde el punto en que la
dejam os, cuando el hom bre-anim
al se hallaba en estado de recibir y recibió el alm a
88.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
embrionaria. Para evitar toda
m ala inteligencia posible, conviene explicar que desde
este m omento no existieron
dos m ónadas en el hom bre, o sea la que había construido el
tabernáculo hum ano y la que
descendió a este tabernáculo, y cuyo aspecto inferior era el
alma hum ana. Citando otro
sím il de H. P. Blavatsky, direm os que así com o dos rayos
de sol pueden pasar a través
del agujero de un postigo y m ezclarse form ando uno solo,
aun cundo eran dos, así
sucede con estos ra yos de Sol suprem o, el divino señor de
nuestro universo. Cuando el
segundo rayo pe netró en el tabernáculo hum ano, se
confundió con el prim ero,
añadiendo m eram ente al mismo nueva energía, y brilló, y a la
mónada hum ana, ya com o
unidad, principió su gran tarea de desenvolver en el hom bre
los poderes superiores de
aquella Vida divina de donde procedía.
El alm a embrionaria, el
Pensador , tenía en un principio por cuerpo m ental
embrionario, la envoltura de
m ateria m ent al que la m ónada de form a había traído
consigo, pero que aun no
había sido organi zada para ningún posible funcionam iento.
Era tan sólo el m ero germ en
de un cuerpo mental unido al germ en de un cuerpo causal,
y durante m uchas Vidas dom
inaron en absoluto al alma los fuertes deseos naturales,
precipitándola en el
torbellino de sus propi as pasiones y apetitos, donde era com b atida
por las furiosas olas de su
propia anim alidad sin freno.
Por repulsiva que en el prim
er m oment o pueda aparecer esta vida prim itiva del alm a,
mirándola desde el estado m á
s elevado que consideram os, es sin em bargo necesaria
para la germ inación de las
sem illas de la m ent e. El reconocim iento de la diferencia, la
percepción de que una cosa es
distinta de otra, es un prelim inar esencial para pensar; y a
fin de despertar esta
percepción en el alm a no pensante aún, son necesarios contrastes
fuertes y violentos que,
chocando con ella, le impongan sus diferencias: golpe tras golpe
del placer desenfrenado,
golpe tras golpe de l dolor desesperante, así form a el mundo
externo al alm a por m edio
de la naturaleza de deseos, hasta que las percepciones
principian lentam ente a form
arse y registra rse después de repeticiones innum erables.
Las cortas adquisiciones
hechas en cada vida se acumulan por el Pensador, y de este
modo principia a progresar
lentam ente.
Lentam ente en verdad, pues
apenas si al go pensaba; y por tanto, apenas si hacia algo
para la organización del
cuerpo m ental; y hast a que en éste no estuvieron grabadas gran
núm ero de percepciones com o
imágenes mentales, no hubo m aterial sobre el que
pudiera basarse al acción m
ental iniciada inte rnam ente; ésta principia cuando al juntar
dos o m á s de estas im
ágenes m entales, resu lta de ella alguna deducción, por elem ental
que sea. Esta deducción fue
el principio del razonam iento, el germ en de todos los
sistem as de lógica que la
inteligencia hum ana ha desenvuelto o se ha asim ilado desde
entonces. Todas estas
inducciones se hici eron en un principio en beneficio de la
naturaleza de deseos, para
aum entar los go ces y dism inuir el dolor; pero cada una de
ellas aumentaba la actividad del
cuerpo m ent al y le estim ulaba a obrar m á s prontam ente.
Vem os, pues, que en este
período de su infancia el hom bre no tenía conocim iento del
bien ni del m al: éstos no
existían para él. El bien es lo que está de acuerdo con la
voluntad divina, es lo que
ayuda al progres o del alm a, lo que tiende a fortalecer la
naturaleza superior del hom
bre y a educar y subyugar la inferior; el m al es lo que
retarda la evolución, lo que
detiene al al ma en los estados inferiores después de
aprendidas las lecciones que
en ellos se enseñan; lo que tiende al predom inio de la
naturaleza inferior sobre la
superior, lo que asimila al hom bre con el bruto, en vez de
identificarle con el Dios que
debiera desenvol ver. Antes que el hom bre supiera lo que
era el bien, tenía que
conocer la existencia de la ley, y esto sólo podía saberlo
propendiendo a cuanto le
atraía desde el m undo externo, abalanzándose a todo objeto de
deseo, y luego aprendiendo
por la experienci a, dulce o am arga, si su goce estaba en
arm onía o en oposición con
la ley. Tom emos como ejem plo un hecho vulgar: la com ida
89.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
de m anjares apetitosos; y
véase com o el hom bre niño podía aprender con esto la
existencia de una ley
natural. La prim era v ez, sació el ham b re, satisfizo el gusto, y sólo
placer resultó de la
experiencia, porque su acci ón estaba en arm onía con la ley. En otra
ocasión, deseando aum entar el
placer, com ió dem asiado y sufrió las consecuencias,
porque entonces violó la ley.
Para la inte ligencia que alboreaba, debió ser experiencia
confusa que lo causante de
placer, se convertía en dolor por el exceso. Una y otra vez el
deseo le inducía a excederse,
y en cada ocasión experim entaba las dolorosas
consecuencias, hasta que,
finalm ente, apre ndió la m oderación, esto es, aprendió a
ajustar sus actos corporales,
en este punto, a la ley física; pues vio que había
condiciones que le afectaban
y que no podía dom inar, y que sólo conform ando sus actos
a las mismas, podía asegurar
la felicidad física. Experiencias sem ejantes afluyeron a él
por m edio de todos los
órganos corporales, con constante regularidad; la satisfacción de
sus deseos le ocasionaba
placer o dolor, se gún se hallasen o no en arm onía con las leyes
de la Naturaleza, y a m edida
que fue aum entando la experiencia, principió a guiar sus
pasos, a influir en sus
decisiones. Y en cada nueva vida no tenía que principiar de
nuevo tal aprendizaje, porque
a cada nacim iento aportaba algún aum ento de facultades
mentales, un depósito de
experiencias cada vez m ayor.
Ya hem os dicho que el
desenvolvim iento en aquellas prim eras etapas era m uy lento,
porque no existía m á s que
el albor de la acción mental, y cuando el hom bre abandonaba
su cuerpo físico al m orir,
em pleaba la m ayor parte del tiem po en Kam aloka, pasando en
sueño un corto período
devachánico para la asim ilación inconsciente de leves
experiencias m entales, no
bastante desarrolladas aún para la vida activa celeste, la cual
tenía en perspectiva para m
ucho m á s adelante. Sin em bargo, el cuerpo causal
perm anente existía allí, com
o receptáculo de sus cualidades, que conservaba para m ayor
desenvolvim iento en la
próxim a vida terrestre . La función que el alm a monádica de
grupo representaba en los
prim eros grados de la evolución, está representada en el
hom bre por el cuerpo causal,
y esta entidad perm anente es la que en todos los casos
hace posible la evolución.
Sin él, la acu mulación de las experiencias m entales y
morales, que se m uestran com
o facultades, sería tan im posible com o la acumulación de
las experiencias físicas, que
aparecen com o cualidades características de raza y de
familia, sin la continuación
del plasm a físico. Alm as sin pasado venidas a la existencia
desde el no ser, con
peculiaridades m entales y m orales determ inadas, es un concepto tan
monstruoso com o lo fuera el
de niños que ap areciesen repentinam ente sin proceder de
parte alguna, sin estar
relacionados con nadi e ni con nada, pero m ostrando, sin em bargo,
tipos definidos de raza y de
fa milia. Ni el hom bre ni su vehículo físico carecen de
causa; provienen del poder
creador directo del Logos; y en esto, com o en otros casos,
las cosas invisibles se
perciben claram ente por su analogía con las visibles; pues,
verdaderam ente, lo visible
no es m á s que la imagen y reflejo de lo invisible. Sin
continuidad en el plasm a
físico, no exis tirían m edios para la evolución de las
peculiaridades físicas; sin
la continuidad de la inteligencia, no existirían m edios para la
evolución de las cualidades m
entales y m ora les. En am bos casos, sin continuidad, la
evolución se detendría en su
prim era et apa, y el m undo sería un caos de com ienzos
infinitos y aislados, en
lugar de un Cosm os en progreso constante.
No debem os pasar por alto la
circunstanc ia de que, en aquellos prim eros tiem pos, el
medio am biente producía m
ucha variedad en el tipo y en la naturaleza del progreso
individual. En últim o térm
ino, todas las al mas tienen que desarrollar sus poderes por sí
mismas; pero el orden en que
se desarrollan estos poderes depende de las circunstancias
en que se halla colocada el
alm a. El clim a, la fertilidad o esterilidad de la naturaleza, la
vida de la m ontaña o de la
llanura, de los bosques interiores o de las costas oceánicas, y
otras innum erables
circunstancias despertarán a la actividad una serie u otra de energías
90.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
mentales. Una vida de grandes
trabajos, de lucha incesante con la naturaleza,
desarrollará poderes m uy
diferentes de lo que ese desenvolverían en m edio de la
abundancia exuberante de una
isla tropical; ambas series de poderes son necesarias,
pues el alma tiene que
conquistar todas las regiones de la naturaleza; pero de este m odo
pueden desarrollarse
diferencias sorprendentes aun en las alm as de la m isma edad,
pudiendo aparecer una m á s
adelantada que ot ra, según que el observador aprecie m á s
los poderes “prácticos” o los
“contem plativos” del alm a, las energías activas externas o
las tranquilas facultades
internas de m editación. El alm a perfeccionada lo posee todos;
pero el alm a en progreso
tiene que desarrollarl os sucesivam ente, y esto da lugar a otra
de las causas de la inm ensa
variedad que se encuentra en los seres hum anos.
Y nuevam ente debem os hacer
presente que la evolución hum ana es individual. En un
grupo anim ado por una sola alm
a monádica, se encontrarán los m ismos instintos en
todos los individuos que com
pongan dic ho grupo, porque el receptáculo de las
experiencias es su alm a
monádica, la cual vier te su vida en todas las form as que de ella
dependen. Pero cada hom bre tiene
su vehículo físico propio, y sólo uno a la vez, siendo
el receptáculo de todas las
experiencias el cuerpo causal que vierte su vida en su
vehículo físico único, y no
puede af ectar ningún otro, porque con ninguno está
relacionado. De aquí que las
diferencias i ndividuales sean entre los hom bres m ayores
que jam á s lo hayan sido
entre anim ales estrecham ente relacionados, y de aquí tam b ién
que la evolución de las
cualidades no pueda estudiarse en al m asa de los hom bres, sino
siempre en el individuo
continuado. La im posibilidad de sem ejante estudio prohíbe a la
ciencia explicar por qué
algunos hom bres gigantescam ente intelectuales y m orales, se
hallan tan por encim a de sus
sem ejantes: sin que se pueda trazar la evolución intelectual
de un Shankara o de un
Pitágoras ni la evolución m oral de un Gautam a o de un Jesús.
Considerem os ahora los
factores en la reencarnación, toda vez que es preciso un
conocimiento claro de los m
ismos para explicar algunas dificultades, tales com o la
supuesta falta de m emoria y
otras con que tropiezan los que no están fam iliarizados con
esta idea. El hom bre, a su
paso, despué s de la m uerte, por Kam aloka y Devachán,
pierde, uno después de otro,
sus diversos cuerpos : el físico, el astral y el m ental. Estos
se desintegran todos, y sus
partículas vuelv en a mezclarse con los m ateriales de sus
respectivos planos. La
relación del hom bre c on el vehículo físico queda por com pleto
destruida; pero los cuerpos
astral y m ental transm iten al hom bre real, al Pensador, los
gérm enes de las facultades y
cualidades re sultantes de las actividades de la vida
terrestre, los cuales se alm
acenan en el cuerpo causal, com o simiente de sus próxim os
cuerpos astral y m ental.
Así. Pues, sólo que da entonces el hom bre real, el labrador que
ha entrojado la cosecha para
vivir de ella hasta su com pleta asim ilación. Despunta el
alba de una nueva vida, y
tiene que partir de nuevo a su trabajo hasta el anochecer.
La nueva vida principia con
la vivifi cación de los gérm enes mentales, los cuales
atraen m ateriales de los
planos m entales inferiores, hasta form ar con ellos un cuerpo
mental que representa exactam
ente el gra do m ental del hom bre, expresando todas sus
facultades m entales com o órganos;
las e xperiencias del pasado no existen com o
imágenes en este nuevo
cuerpo, pues perecier on al perecer el antiguo cuerpo m ental, y
sólo perm aneció la esencia,
los efectos de a quéllas com o facultades; eran el alim ento de
la mente, los m ateriales que
ésta convertía en poderes, y en el nuevo cuerpo reaparecen
como tales poderes, determ
inan sus materi ales y form an sus órganos. Cuando el
hom bre, el Pensador, se ha
revestido así de un nuevo cuerpo para su próxim a vida en los
planos mentales inferiores,
vivifica los gé rm enes astrales para proveerse de cuerpo
astral que le sirva de
vehículo en el plano astral. Este cuerpo representará exactam ente
su naturaleza de deseos, y
reproducirá fielm ente las cualidades que desenvolvió en el
pasado, de la m isma manera
que la sem illa re produce el árbol padre. De este m odo se
91.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
encuentra el hom bre com
pletam ente dispuest o para su próxim a encarnación, y la única
memoria de los sucesos de su
pasado se en cuentra en su cuerpo causal, su peculiar
form a perm anente, el único
cuerpo que pasa de una vida a otra.
Mientras tanto, una acción
independiente de él trabaja para proveerle de un cuerpo
físico adecuado a la
expresión de sus cualid ades. Los lazos que form ó y las deudas que
contrajo con otros seres hum
anos en pasadas vi das, contribuirán a determ inar el lugar de
su nacimiento y su f amilia.
¿ F ue origen de dicha o de desgracia para otros? ; Esto será
un factor que determ ine las
condiciones de su futura vida. ¿ S u naturaleza de deseos
estuvo disciplinada o
irregular y sin freno? : es to se tendrá en cuenta para la herencia
física del nuevo cuerpo. ¿
Cultivó ciertos poderes m entales, tales com o el artístico? : en
este punto tam b ién la
herencia es un factor im portante, pues requiere delicadeza en al
organización nerviosa y en la
sensibilidad táctil; y así sucesivam ente en variedad sin fin.
El hom bre puede que tenga en
sí, y tendrá seguram ente, m uchas cualidades
características
incongruentes, de m odo que sólo algunas hallen expresión en un solo
cuerpo, y así se elegirá una
parte de sus pode res adecuada a una expresión sim ultánea.
Todo esto lo hacen ciertas
poderosas Inteligen cias espirituales, llam adas generalm ente
los Señores del Karm a,
porque su función es inspeccionar los efectos de las causas que
constantem ente ponen en
acción los pensam ientos, deseos y actos. Tienen en sus m anos
los hilos del destino que cada
hom bre tejió, y guían al que ese reencarna hacia el
ambiente determ inado por su
pasado, y que inconscientem ente escogió en sus vidas
anteriores.
Determ inadas de este m odo
la raza, la nación y la fam ilia, estos grandes Seres
proporcionan lo que puede
llam arse el m old e del cuerpo físico—a propósito para la
expresión de las cualidades
del hom bre y pa ra la extinción de las causas que ha puesto
en acción—y el nuevo doble
etéreo, copia de a quél, queda form ado en el claustro
materno por obra de un elem
ental cuyo poder estim ulante es el pensam iento de los
Señores del Karm a. El cuerpo
denso está c onstruido sobre el doble etéreo, m olécula por
molécula, copiándolo exactam
ente; y aquí la herencia física dom ina por com pleto
dentro de los m ateriales
provistos. Adem ás , los pensam ientos y pasiones de la gente
que le rodea, especialm ente
de los padres, influyen en la tarea del elem ental constructor,
y de este m odo los
individuos con quienes el hom bre form ó lazos en el pasado, afectan
las condiciones físicas, en
desarrollo, para su nueva vida en la tierra. Desde los
prim eros m omentos, en nuevo
cuerpo astral se pone en relación con el nuevo doble
etéreo, ejerciendo gran
influencia en su form ación; y por su m edio, el cuerpo m ental
obra sobre el sistem a
nervioso, preparándolo para ser un instrum ento útil a su expresión
en lo futuro. Esta
influencia, com enzad a en una vida prenatal—de m odo que cuando
nace el niño, la form ación
de su cerebro re vela la extensión y equilibrio de sus
cualidades m entales y m
orales—, continúa después del nacim iento, y esta construcción
del cerebro y de los nervios,
y su correlaci ón con los cuerpos astral y m ental, prosigue
hasta el séptim o año de la
infancia, edad en que se com pleta la relación entre el hom bre
y su vehículo físico; y en
adelante puede d ecirse que trabaja m á s por m edio de él que en
él. Hasta esta edad, la
conciencia del Pensa dor m á s bien se halla en el plano astral que
en el plano físico, y esto lo
prueban m uchas veces las facultades psíquicas que suelen
observarse en niños pequeños.
Ven cam aradas invisibles y paisajes preciosos; oyen
voces im perceptibles para
sus padres, y perciben encantadoras y delicadas fantasías del
mundo astral. Estos fenóm
enos desaparecen ge neralm ente así que el Pensador principia
a funcionar de un m odo
efectivo por m edio de l vehículo físico, y el niño soñador se
convierte en el m uchacho o m
uchacha vulgar, lo cual m ucha s veces sucede con gran
satisfacción de sus alarm ados
padres, ignorante s de las causas de estas “rarezas” de su
hijo. La m ayor parte de los
niños tienen por lo menos algunas de estas “rarezas”; pero
92.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
pronto aprenden a ocultar sus
fantasías y vi siones a sus padres, tem erosos de que los
reprendan por decir “m
entiras”, o por lo que aun tem en má s; por el ridículo. Si lo
padres pudiesen ver el
cerebro de sus hijo s vibrando bajo una intrincada m ezcla de
estím ulos físicos y astrales
que los niños son incapaces de diferenciar, y recibiendo a
veces alguna vibración (tan
plásticos son) ha sta de regiones superiores, que les produce
visión de belleza etérea o de
acción heroica, tendrían m á s paciencia y sim patía por la
charla confusa de los
pequeños, al tratar de traducir con palabras que no les son
familiares, los choques
ilusorios de que tiene n conciencia y que tratan de recibir y
retener. Si fuese general la
creencia en la reencarnación y la com prendiera el com ún de
las gentes, libertaría la
vida inf antil de su aspecto m á s patético, el de la in-auxiliada
lucha del alm a para obtener
dom inio sobre sus nuevos vehículos y para relacionarse por
completo con su cuerpo m á s
denso, sin perder el poder de im presionar los m á s sutiles,
de m odo que les perm itiese
aportar a aquél sus propias vibraciones.
Los grados ascendentes de
conciencia, a través de los cuales pasa el Pensador conform e
va reencarnando durante el
largo ciclo de sus vidas en los tres m undos inferiores, están
claram ente determ inados; y
la necesidad de m uchas existencias para hacer experiencia
de ellos, si ha de
desarrollarse por com plet o, convencerá a las personas reflexivas de la
verdad de la reencarnación.
En el prim er grado, todas
las experiencias son sensaciones; el trabajo de la m ente sólo
consiste en reconocer que el
contacto con ci ertos objetos va seguido de una sensación de
placer, m ientras que al
contacto con otros si gue una sensación de dolor. Estos objetos
form an imágenes m entales,
que bien pront o comienzan a obrar com o estím ulos que
impulsan a la búsqueda de
cosas con el placer asociadas, cuando no se tienen delante,
apareciendo así los gérm enes
de la m emoria y de las iniciativas m entales. A esta tosca
división prim era del m undo
externo, síguese la m á s compleja idea de la significación de
la cantidad en m ateria de
placer y de dolor, conform e se ha expuesto.
En este punto de la
evolución, la m emori a es poco duradera, o en otros térm inos, las
imágenes m entales son m uy
transitorias. Aún no ha surgido en la m ente del Pensador la
idea de deducir del pasado el
porvenir, ni siquiera de un m odo rudim entario, y sus
acciones van guiadas por las
influencias del m undo externo, o a lo sum o, por el
incentivo de sus apetitos y
pasiones que ansían satisfacción, de suerte que por esto lo
rechazará todo, por
conveniente que sea para su futuro bienestar; la exigencia del
momento prevalece sobre toda
otra consideración. En los libros de viajes se encuentran
ejem plos numerosos de alm as
hum anas en esta situación em brionaria; y en tal concepto,
quienes se detengan a
considerar las condici ones mentales de los pueblos m á s salvajes,
y las com paren con las de la
m asa media de las naciones civilizadas, no podrán m enos
de convencerse de la
necesidad de las m ú ltiples existencias
No hay para qué decir que las
aptitude s morales no están m á s desarrolladas que las
mentales; aun no se ha
concebido la idea de bien y del m al. No es posible introducir ni
la má s elemental noción de
estos conceptos en un entendim iento falto de todo
desarrollo. El bien y el
placer son para él térm inos sinónimos, según aparece en el
notable caso del salvaje
australiano, m encionado por Carlos Darwin. Acosado aquél por
el hom bre, dio m uerte al
ser viviente que m á s a mano tenía, para servirle de alim ento,
recayendo la suerte en su
propia m ujer. Un europeo le echó en cara lo perverso de su
acción, m as no le produjo im
presión alguna; pues de la censura de que era una m ala
cosa el comerse a su m ujer,
sólo dedujo que el extranjero creía que era un alim ento
nauseabundo o indigesto; y en
su consecuencia, rectificó a su interpelante, sonriéndose
tranquilam ente, y diciendo
con satisfacción que “estaba m uy buena”. Mídase con el
pensamiento la distancia m
oral que separa a este hom bre de San Francisco de Asís, y se
concluirá que ha de haber una
evolución para las alm as como la hay para los cuerpos; y
93.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
que de no ser así, tendríam
os en al esfera del espíritu m ilagros absurdos y creaciones
dislocadas.
Dos cam inos hay por donde el
hom bre pue de salir gradualm ente de esta situación
mental em brionaria. Uno, que
le dirija n y dom inen hom bres m ucho m á s desarrollados;
y otro, el crecer lentam ente
sin ayuda. Este últim o implicaría el transcurso de m ilenios
sin cuento; pues sin ejem plo
y sin discip lina, abandonado el hom bre a los m udables
choques de los objetos
externos y al cont acto con otros hom bres, com o él faltos de
desarrollo, sólo con gran
lentitud podrían desp ertarse las energías internas. Ya hem os
visto que cuando la m asa de
la hum anidad, considerada en su tipo m edio, recibió la
chista que dio el ser al
Pensador, encarnar on como Maestros algunos de los m á s grandes
Hijos de la Mente, y que tam
b ién tom aron carne otros m uchos Hijos m enores de la
Mente, que se hallaban en
diversos grados de la evolución, los cuales constituyeron la
ola má s elevada de la
progresiva corrien te hum ana. Estos gobernaron a los m enos
desarrollados, bajo la
benéfica autoridad de los grandes m aestros; y la im puesta
obediencia a reglas elem
entales de bue n vivir (al principio m uy elem entales
ciertam ente) apresuró en
gran m anera el desarrollo de las f acultades intelectuales y
morales de las alm as
embrionarias. Prescindi endo de todo otro testim onio, los restos de
civilizaciones gigantescas
que hace m ucho tiem po desaparecieron y que m uestran
habilidades y concepciones
intelectuales m uy por encima de lo que era posible a la m asa
de la hum anidad, entonces en
la infancia, bastan para aprobar que existían en al tierra a
cabo grandes em presas.
Continuem os estudiando la
prim era etapa de la evolución de la conciencia. La
sensación era dueña absoluta
de la m ente; los prim eros esfuerzos m entales estaban
estim ulados por el deseo. Y
así lentam ente llevado, hizo el hom bre sus prim eros y
toscos ensayos de previsión y
de planes para lo futuro. Em pezó a reconocer la
asociación de ciertas im
ágenes m entales, y a la aparición de una espera la de otra, que
invariablem ente le había
seguido en su pa so. Comenzó, pues, a hacer deducciones y
aun a determ inarse a obrar
bajo la fe de estas deducciones: gran adelanto fue éste.
Tamb ién com enzó a dudar, en
ocasiones, si seguiría las vehem entes sugestiones del
deseo, visto que una y otra
vez se asociaba n en su pensamiento las satisfacciones por
aquél exigidas, con sufrim
ientos sucesivos. Este efecto fue vivificado por la im posición
verbal de ciertas leyes:
fuere prohi bido darse determ inadas satisfacciones,
advirtiéndosele que el sufrim
iento seguiría a la desobediencia. Así, pues, cuando
después de alcanzado el objeto
que provocara su deleite, experim entaba el dolor que al
placer seguía, el cum
plimiento de la prevenci ón que se le había hecho im presionaba su
alma mucho m á s que lo
hubiera verificado el mismo suceso no predicho e inesperado, y
por lo tanto para él
fortuito. De este modo surgían continuos conflictos entre la
memoria y el deseo, que
hacían m á s activa la mente, im pulsándola a funcionar con m á s
viveza. Estos conflictos
determ inaban, en r ealidad, la transición a la segunda gran etapa
del progreso. Entonces em
pezó a m anifestarse el germ en de la voluntad. El deseo y la
voluntad guían las acciones
de los hom bres, y aun se ha definido la voluntad com o el
deseo de que triunfen en la
lucha de deseos. Más éste es un concepto superficial e
imperfecto, que nada explica.
El deseo es la energía del Pensador, provocada por el
incentivo de los objetos
externos, m ientras que la voluntad es la m ima energía
determ inada por las
deducciones que la razón s aca de las experiencias pasadas, o por la
intuición directa del
Pensador. En otros térm inos: el deseo actúa de fuera d dentro, la
voluntad de dentro a fuera.
Al principio de la evolución
hum ana, el deseo es dueño absoluto del hom bre y le
acosa por todas partes; en el
punto m edio de la evolución, el deseo y la voluntad chocan
de continuo en alternadas
victorias; al term inar la evolución, el deseo ha m uerto, y la
94.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
voluntad dom ina sin
oposición ni rivalidades. Mi entras el Pensador no está lo bastante
desarrollado para ver
directam ente, guía a la voluntad por m edio de la razón; m as como
ésta sólo puede deducir sus
conclusione s del acopio de im ágenes m entales que
constituyen su experiencia, y
com o quiera que este acopio sea lim itado, la voluntad
ordena constantem ente
acciones erróneas. Los sufrim ientos que de estos errores
proceden, aum entan el caudal
de las im ágen es mentales, sum inistrando así a la razón
mayor copia de m ateriales de
donde sacar sus conclusiones. Así se realiza el progreso;
así se origina la sabiduría.
Más de tal m anera el deseo se m ezcla frecuentem ente con la
voluntad, que lo que aparece
determ inado desde dentro, lo sugieren en realidad anhelos
de la naturaleza inferior, excitada
por objetos que le brindan satisfacciones. En vez de
un conflicto declarado entre
las dos, la inferi or se introduce de m odo sutil en la corriente
de la m á s elevada y desvía
su curso. Si los deseos de la personalidad quedan derrotados
en campo abierto, conspiran
arteram ente cont ra su vencedor, y a m enudo consiguen por
astucia lo que no pueden por
fuerza. Durant e esta segunda etapa, en que las facultades
de la m ente inferior se
hallan en proceso de evolución, la lucha es condición norm al: es
la batalla que se libra entre
el predom inio de las sensaciones y el predom inio de la
razón.
El problem a consiste en
resolver el conflicto conservando la voluntad libre;
determ inar la voluntad a lo
m ejor, siendo lo mejor objeto de elección. Debe escogerse
lo mejor, pero por un acto de
volición autonóm ica, que dim ane rectam ente de una
necesidad ordenada de antem
ano. La certeza de una ley im pulsiva ha de obtenerse de
voluntades innum erables,
cada una de las cuales sea libre de determ inar su propio curso.
La solución de este problem a
es sencilla una vez conocido, por m á s que la contradicción
parezca irreductible a prim
era vista. Que el hom bre sea libre de determ inar sus propios
actos, pero que cada uno de
éstos produzca un resultado inevitable; que el hom bre
discurra librem ente entre
todos los objetos de l deseo y escoja el que quiera, pero que
sufra las consecuencias de su
elección, ag radables o penosas, y al cabo rechazará
espontáneam ente los objetos
cuya posesión trae aparejado el dolor, no apeteciéndolos
ciertam ente desde el punto y
hora en que haya adquirido la com pleta experiencia de que
su posesión acaba en
quebranto. Luchando por lograr el placer y evitar la pena,
procurará que no le aplasten
las tablas de la ley; y la lección se repetirá el núm ero de
veces que sea necesario, a
cuyo fin proporci onarán las reencarnaciones tantas vidas
como requiera el m á s
perezoso discípulo. Poco a poco desaparecerá el deseo de los
objetos que producen al cabo
sufrim iento, y aunque la cosa se presente envuelta en todo
su tentador espejism o, la
rechazará no por impulsión externa, sino por libre elección.
Ha dejado ya de ser
apetecible; ha perdido su poder.
Así sucederá con cada cosa
después de ot ra. La elección de los objetos m archa m á s y
má s en arm onía con la ley,
conform e el tiem po avanza. “Muchos son los senderos del
error; el de la verdad es
uno”; recorridos los prim eros y visto que todos term inan en
sufrim iento, no cabe perplejidad
en escoger el cam ino de la verdad, trazado por el
conocimiento. Los reinos
inferiores trabajan arm oniosamente a im pulsos de la ley; el
reino hum ano es un caos de
voluntades en pugna, en rebelión y en lucha contra la ley;
pero llega el m omento en que
se desenvuelv e dentro de él una unidad m á s noble, una
elección arm oniosa de
voluntaria obediencia, que, por estar fundada en el conocim iento
y en el recuerdo de los
resultados de la desobe diencia, es estable, sin que haya tentación
capaz de quebrantarla. El hom
bre ignorante y falto de lecciones está siem pre en peligro
de caer; m á s, conocido el
bien y el m al por pr opia experiencia, al escoger el bien está
eternam ente por encim a de
toda posibilidad de cam bio.
En la esfera de la m oral se
denom ina generalm ente conciencia a la voluntad, y está
sujeta a las m ismas dif
icultades que en los dem á s campos de su actividad. Mientras las
95.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
acciones recaen sobre asuntos
m uchas veces repetidos, y cuyas consecuencias son tan
familiares a la razón com o
al Pensador m ismo, la conciencia se expresa con prontitud y
firm eza. Pero cuando se
presentan probl emas nuevos, sobre cuya solución guarda
silencio la experiencia, no
puede la conciencia expresares con certeza; su respuesta será
vacilante, porque solo podrá
deducir consecu encias dudosas, y el Pensador es incapaz
de expresarse, porque su
experiencia nun ca se aplicó a las circunstancias que por
prim era vez se le ofrecen.
De aquí que la conciencia resuelva a m enudo erróneam ente;
esto es, que la voluntad,
falta de dirección se gura, ya por parte de la razón, ya de la
intuición, guíe las acciones
por m al camino. Y no podem os omitir las influencias
externas que afectan a la m
ente: form as de pensamientos de los dem á s, ya sean am igos,
individuos de la fam ilia o
conciudadanos. Todos estos rodean y com penetran la m ente
con su propia atm ósfera,
falseando el asp ecto de todas las cosas, desfigurando sus
verdaderas proporciones. Así
influida la r azón, se ve privada con frecuencia del reposo
necesario para juzgar ni aun
conform e a los dados de su experiencia propia, y acaba por
deducir conclusiones falsas,
engañada por el instrum ento falaz de que se ha servido para
el estudio de asunto.
La evolución de las
facultades m ora les está estim ulada por las afecciones, aun
animales y egoístas, de la
infancia del Pensador. Las leyes de la m oral están
establecidas por la razón ilum
inada, que discierne las en cuya conform idad la
Naturaleza se m ueve, e
induce al hom bre a pro ceder en arm onía con la voluntad divina.
Pero cuando no interviene
fuerza alguna exterior, el im pulso a al obediencia de estas
leyes radica en el am or en
esa deidad ocu lta en el hom bre, que procura difundirse y
entregarse a los dem á s. La
m oralidad com ienza para el Pensador niño, cuando por
prim era vez se siente m
ovido por el am or haci a la esposa, el hijo o el am igo, cuando se
siente inclinado a hacer algo
en provecho del ser querido, sin idea alguna de provecho
personal. Esta es su prim era
victoria sobr e la Naturaleza inferior, en cuya com pleta
sumisión consiste la
perfección m oral. De aquí la im portancia de no destruir las
afecciones ni empeñarse jam
as en debilitarlas, según practican m uchas bajas especies de
ocultism o. Por groseros en
im puros que sean los efectos, ofrecen siem pre posibilidades
de evolución m oral, la cual
se im piden a sí mismos los fríos de corazón y los que se
aíslan dentro de sí propios.
Es m á s fácil ta rea purificar el am or que crearlo. Por esto
dijeron los grandes Maestro,
que m á s cerca está n del reino de los cielos los pecadores
que los fariseos y los
escribas.
La tercera gran etapa de la
conciencia comprende el desarrollo de los m á s elevados
poderes intelectuales. Ya no
sólo se alim enta el pensam iento de las im ágenes m entales
suministradas por las
sensaciones, ya no especula únicam ente sobre los objetos
concretos ni se lim ita a los
atributos que diferencian unos de otros, sino que habiendo
aprendido a distinguirlos con
claridad por la apreciación de sus desem ejanzas, com ienza
a agruparlos por razón de
algún atributo esp ecial que es com ún a objetos diversos y
constituye su lazo de unión.
Así deduce es te com ún atributo y lo extrae, colocando
todos los objetos que lo
poseen aparte de los que carecen de él, y de este m odo
desarrolla la f acultad de
reconocer la identidad en al diversidad: prim er paso hacia el
reconocim iento futuro de lo
Uno com o funda mento de lo m ú ltiple. Así va clasificando
el Pensador cuanto le rodea,
desarrollando, en consecuencia, la facultad de sintetizar,
aprendiendo a construir al m
ismo tiem po que a analizar. Da entonces un paso m á s, y
concibe la propiedad com ún com
o idea separa da de todos los objetos en que aparece;
form ando así im ágenes m
entales de especie superior a las de los objetos concretos:
imágenes de ideas que no
tienen existencia fenom enal en el mundo de las form as, sino
que existen en los niveles m
as elevados de plano mental y ofrecen m ateria en que el
mismo Pensador ejerce su
actividad. La m ente inferior alm acena la idea abstracta
96.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
mediante la razón, y al
hacerlo, tiende ra udo el vuelo hasta tocar los lím ites del m undo
sin form a, desee donde
confusam ente vislum bra lo que hay m á s allá. El Pensador
considera estas ideas y vive
habitualm ente en medio de ellas; y ejercitado y desarrollado
ya el poder de razonar sobre
lo abstracto, el Pensador com ienza a encontrarse realm ente
en su propio m undo, com
ienza la vida de acti vo funcionam iento en su propia esfera.
Los hom bres que esto
alcanzan, se cuidan poco de los sentidos, de la observación
externa, de la aplicación del
pensam iento a la s imágenes de los objetos exteriores; sus
poderes se dirigen hacia
dentro, sin buscar fu era sus satisfacciones. Reposan tranquilos
en sí mismos, creciendo en el
estudio de lo s problem as filosóficos, en la inspección m á s
profunda del pensam iento y
de la vida, an tes procurando desentrañar las causas que
desvariar en al acum ulación
de efectos, y acercándose día tras día al reconocim iento de
Uno, que se oculta tras las
infinitas variedades de la Naturaleza visible.
En la cuarta etapa de la
conciencia se ve el Uno; y al franquear las barreras levantad
por el intelecto, la
conciencia abarca el m undo y ve todas las cosas en sí m isma y com o
partes de sí m ima, se ve a
sí m ima como un rayo del Logos, y por lo tanto, com o una
con El. ¿ Q ué es el Pensador
entonces? Ha llegado a ser Conciencia; y en tanto que el
alma espiritual puede usar a
voluntad cualqui era de sus vehículos, no esta aquél forzado
a usarlos ni siquiera los
necesita para su plen a y consciente vida. Ya han concluido las
reencarnaciones forzosas; el
hom bre ha vencido a la m uerte: ha alcanzado la
inmortalidad. Desde entonces
es “una colu mna del tem plo de Dios, de donde no saldrá
jam á s”.
Para com pletar esta parte de
nuestro estudio, se requiere com prender la vivificación
sucesiva de los diferentes
vehículos de la conciencia, y su ingreso, uno después de otro,
en la esfera de la vida
activa, com o instrum entos arm oniosos del alm a hum ana.
Hem os visto que el Pensador,
desde los comienzos de su vida separada, ha tenido
vestiduras de m ateria m
ental, astral etérea y física densa. Por estos m edios su vida
trasciende al exterior com o
puente de la conciencia, a lo largo del cual todos los
impulsos del Pensador llegan
hasta el cuerpo físico denso, y todas las im presiones del
mundo externo le alcanzan a
él. Pero este uno general de los cuerpos sucesivos, com o
partes de un todo encadenado
es cosa m uy diferente de la vivificación de cada uno de
ellos para servir alternativam
ente de vehículo a la conciencia, con independencia de los
inferiores. Esta vivificación
de los vehículos es lo que vam os a considerar.
El que prim ero debe
reducirse a orden arm onioso de actividad, es el vehículo inferior;
el cuerpo físico denso. Es preciso
afinar el cerebro y el sistem a nervioso, y hacerlos
delicadam ente sensibles a
todas las im presione s que caen dentro de al escala de su poder
vibratorio. En los albores de
la especie hum ana, cuando este cuerpo físico se com ponía
de la m á s grosera clase de
m ateria, la ga ma era m uy lim itada: el órgano físico de la
mente sólo podía responder a
las m á s lentas vibraciones. Com o era natural, respondía
con mucha m ayor prontitud a
las im presione s del m undo externo causadas por objetos
semejantes a él por su m
ateria.
Su vivificación com o
vehículo de la concie ncia, consiste en que se le haga sensible a
las vibraciones que parten
del interior; y la rapidez de esta vivificación depende de que
la naturaleza inferior ayude
en su obra a la má s elevada, de que se som eta lealm ente a
servir a su m isterioso
director. Cuando después de m uchas y m uchas vidas, la
naturaleza inferior com ienza
a colum b rar que ex iste sólo por el alm a, que todo ese valor
consiste en la ayuda que
pueda proporci onarle y que sólo puede conquistar la
inmortalidad fundiéndose en
ella, proseguirá su evolución a pasos de gigante. Antes de
esto la evolución ha sido
inconsciente; al pr incipio el único objeto de la vida era la
satisfacción de la naturaleza
inferior, y m ientras esto fue prelim inar necesario para
despertar las energías del
Pensador, nada propendió directam ente a convertir el cuerpo
97.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
en vehículo de conciencia. Su
acción directa sobre ésta com ienza cuando la vida del
hom bre establece su centro
en el cuerpo m ental, cuando el pensam iento com ienza a
dom inar la sensación. Los
poderes m entales en ejercicio actúan sobre le cerebro y el
sistem a nervioso, por cuya virtud
se expele gradualm ente la m ateria m á s grosera de que
se compone este organism o,
para dar sitio a materiales m á s finos que sean capaces de
vibrar al unísono con las
vibraciones del pensam iento que tratan de influirlo. El cerebro
llega a ser así de
constitución m á s delicada, aum entando, en circunvoluciones m á s y
má s complicadas la
superficie total que ha de responder a las vibraciones m entales. El
sistem a nervioso, a su vez,
adquiere m á s sutil equilibrio, se hace m á s vivo y sensible a
las influencias de la
actividad m ental, y cu ando llega la hora del reconocim iento de sus
funciones como instrum ento
del alm a, de que antes se ha hablado, coopera activam ente
la desem peño de estas
funciones.
Entonces com ienza la
personalidad a som eterse deliberadam ente a disciplina y a
posponer sus pasajeras
satisfacciones a los intereses perm anentes de la individualidad
inmortal. Em plea en el
desarrollo de la s facultades m entales el tiem po que podía
malgastar en la consecución
de groseros pl aceres; todos los días destina algunas horas a
estudios serios; el cerebro
se entrega gus toso a las im presiones que proceden del
interior, en vez de las que
recibe del exteri or; se siente arrastrado a responder a un orden
consecutivo de pensam ientos,
y aprende a refren arse en la libre em isión de sus propias
imágenes, inútiles e
inconexas, fruto de pasadas im presiones aprende a perm anecer en
reposo cuando no es requerido
por su m aestro, para corresponder a vibraciones, no para
iniciarlas. Con el tiem po
empezará a discernir los alim entos que m ejor pueden
suministrar al cerebro la
substancia y proscr ibirá el uno de los m á s groseros, tales com o
la carne, la sangre, y el
alcohol, form ándos e un cuerpo puro con alim entos puros. Y así,
poco a poco, las vibraciones
de orden inferior dejarán de encontrar m ateria dispuesta a
responder a su acción, y en
consecuencia, llega rá a ser el cuerpo físico un vehículo
idóneo de la conciencia,
reflector delica do de las im presiones del pensam iento,
sutilm ente sensible a las
vibraciones producidas por el Pensador.
El doble etéreo se conform a
tan estric tam ente a la constitución del cuerpo denso, que
no precisa estudiar por
separado su purif icación y vivificación. Norm almente no sirve
de vehículo separado de la
conciencia, sino que actúa sim ultáneam ente con su
compañero m á s denso, y
cuando se halla apartado de él por accidente o por m uerte,
responde m uy débilm ente a
las vibraciones que parten del interior. Sus funciones no
son, en realidad, de vehículo
de Prana, de la fuerza vital individualizada, y su
desencajam iento del cuerpo
denso, al cual lle va las corrientes de vida, es, por tanto,
perturbador y dañino.
El segundo vehículo de
conciencia que de be vivificarse es el cuerpo astral. Cuando
durante el sueño abandona al
cuerpo físico y flota en el m undo astral, alcanzada ya su
completa organización, la
conciencia que ha sta entonces ha actuado dentro de él,
comienza, no sólo a recibir
por su m edio la s impresiones de los objetos astrales que
constituyen la llam ada
conciencia del sueño, sino tam b ién a percibir, m ediante sus
sentidos, objetos de aquel
plano: esto es , com ienza a relacionar las im presiones que
recibe con los objetos que
las producen. Es tas percepciones son confusas al principio,
como en las prim eras
percepciones que la m ente recibe cuando le sirve de instrum ento
el cuerpo físico de un niño,
las cuales de ben corregirse en uno y otro caso por la
experiencia. El Pensador
tiene que descubr ir paso a paso las nuevas facultades de que
puede hacer uso m ediante
este vehículo m á s sutil, con el cual será capaz de dom inar los
elementos astrales y
defenderse de los pe ligros de aquel plano. Y no queda abandonado
a sus propias fuerzas en este
nuevo m undo, sino que seres experim entados en las
vicisitudes de la vida astral
le instruyen, ayudan y aun protegen hasta que es capaz de
98.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
valerse por sí m ismo. Y así
de un m odo gradual, llega a adquirir com pleto predom inio
sobre el nuevo vehículo de la
conciencia, hast a el punto de serle tan fam iliar la vida en
este plano com o en el
físico.
El tercer vehículo de
conciencia, el cuerpo m ental, es rarísim a vez vivificado para
actuar independientem ente,
sin la instrucción directa de un m aestro, y su
funcionamiento pertenece
entonces a la vida del discípulo, en el estado actual de al
evolución hum ana. Según ya
hem os visto, se recom b ina para funcionar separadam ente
en el plano mental, y esto
requiere tam b ién experiencia y educación a fin de que se halle
por com pleto bajo el dom
inio de su dueño. Es un hecho com ún a estos tres vehículos de
conciencia, pero que en los sutiles
induce m á s fácilm ente a error que en el denso, que
estos vehículos están sujetos
a evolución, y que a m edida que progresan, aum enta su
capacidad para recibir y
responder a las vibraci ones. ¿ Cuántos tonos no percibe el oído
amaestrado, que le pasan
inadvertidos al que no lo está, el cual oye sólo la nota
fundam ental? A m edida que
se aguzan los sentidos físicos, el m undo aparece m á s y
má s lleno; y en donde el cam
pesino sólo ve el surco y el arado, la m ente cultivada se
fija en la flor del arbusto y
del álam o tem b lón, en al arrebatadora m elodía de la alondra
y en el zum b ido de alas dim
inutas en el vecino bosque; en los conejos que corren a
través de los entrelazados
helechos, y en las ardillas que juguetean en las ram as de las
hayas; en los graciosos m
ovim ientos de las cosas silvestres; en los fragantes arom as del
campo y de la selva; en los
espléndidos cam biantes del cielo m atizado de nubes y en las
luces y som b ras fugaces de
las colinas. Tanto el cam pesino como el hom bre culto
tienen ojos, am bos tienen
cerebro; pero ¡cuán diferentes sus poderes de observación,
cuán distintas sus facultades
para recibir impresiones! Lo m ismo sucede en otros
mundos. Cuando los cuerpos
astral y m ental principian a funcionar com o vehículos
separados de conciencia, se
encuentran, por decirlo así, en el grado de percepción del
campesino, y sólo llegan a su
conciencia fr agm entos del m undo astral y m ental con
extraños y engañadores fenóm
enos; pero rápidam ente se desarrollan abarcando m ayor
radio y aportando a la
conciencia un reflejo cada vez m á s exacto de lo que les rodea.
Aquí, com o en otras partes,
debem os tener presente que nuestro conocim iento no es el
límite de los poderes de la
Naturaleza, y que en el mundo astral y m ental, lo m ismo que
en el físico, som os aún
niños que nos ocupa mos en recoger conchas arrojadas por las
olas, m ientras quedan
inexplorados los tesoros ocultos del Océano.
El desarrollo del cuerpo
causal com o vehículo de conciencia, sigue en tiem po
oportuno el desarrollo del
cuerpo m ental, y presenta al hom bre un estado de conciencia
aun má s maravilloso;
retrocede hacia el pasado sin lím ites, y avanza hasta penetrar las
eventualidades del porvenir.
Entonces el Pensador no sólo adquiere la m emoria de su
pasado, pudiendo rastrear el
propio desarrollo a través de la larga sucesión de vidas
encarnadas y desencarnadas,
sino que tam b ié n es capaz de recorrer su pasado en la
tierra, y aprender las
grandes lecciones de la experiencia del m undo, estudiando las
leyes ocultas que rigen la
evolución y los prof undos secretos de la ida, escondidos en el
seno de la Naturaleza. En
este elevado ve hículo de conciencia, puede acercarse a la
velada Isis, levantar una
punta del tupido velo y fijarse en sus ojos sin peligro de cegar
ante sus m iradas
resplandecientes; y puede ta mb ién ver en la luz que irradia, las causas
del sufrim iento hum ano y su
térm ino, sintie ndo piedad en el corazón, m á s ya no las
torturas del dolor sin
consuelo. La fuerza, la serenidad y la sabiduría descienden sobre
aquellos que usan el cuerpo
causal com o vehículo de conciencia, y contem plan con ojos
abiertos la gloria de la
Buena Ley.
Cuando se desarrolla el
cuerpo búdico com o vehículo de conciencia, el hom bre entra
en la dicha de la unión y
conoce con certi dum bre com pleta, con realidad vívida, su
unidad con todo lo que es.
Así com o en el cuerpo causal, el elem ento predom inante de
99.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
la conciencia es el
conocimiento y por últim o la sabiduría, así la felicidad y el am or son
los elementos predom inantes
de la conciencia en el cuerpo búdico. La serenidad de la
sabiduría determ ina
principalm ente al prim ero, al paso que la com pasión má s tierna
fluye de m odo inextinguible
del segundo; cua ndo a esto se añade la fuerza divina y
reposada que caracteriza el
funcionam iento de Atm a, entonces la Hum anidad se corona
con la divinidad, y el
Dios-hom bre se m anifiesta en plenitud de poder, sabiduría y am or.
Al desarrollo apresurado
sucesivo de los vehículos superiores, no sigue
inmediatam ente la f acultad
de aportar a los in feriores toda la parte de conciencia de
aquellos que éstos pueden
percibir. En este punto difieren grandem ente los individuos,
según sus circunstancias y
según obren, pues este apresuram iento en el desarrollo de los
vehículos ocurre rara vez
hasta que se alcan za el discipulado probatorio, y entonces los
deberes por cum plir dependen
de las exigen cias del tiem po. Al discípulo y aun al
aspirante al discipulado se
le enseña a poner sus facultades al servicio del m undo; y la
participación de la
conciencia inferior en el conocim iento de la superior se determ inan
principalm ente por las
necesidades de la obra en que el discípulo está ocupado. Es
necesario que el discípulo
pueda usar por co mpleto de sus vehículos de conciencia en
los planos superiores, en
tanto que su obra haya de efectuarse tan sólo en ellos; pero el
aportar el conocim iento de esta
obra al vehículo físico, que no interviene para nada en
ella, es asunto sin im
portancia, y el que pue da o no hacerlo, se determ ina generalm ente
por el efecto que una y otra
circunstancia deba tener en la eficacia de su trabajo en el
plano físico. En el estado
presente de la evolución, la violencia que se hace al cuerpo
físico cuando la conciencia
superior le oblig a a vibrar en consonancia con ella, a m enos
que las circunstancias
externas sean m uy favorables, puede ocasionar desarreglos
nerviosos y sensibilidad
histérica con todas sus nocivas consecuencias. De aquí que la
mayor parte de los que poseen
desarrollados los vehículos superiores de conciencia, y
que al m ismo tiem po deben
efectuar sus tr abajos m á s importantes fuera del cuerpo,
perm anezcan apartados de los
centros de poblaci ón, para traer a la conciencia física el
conocimiento que em plean en
los planos superiores, preservando de este m odo al
vehículo f ísico sensitivo
del uso grosero y del bullicio de la vida ordinaria.
Las preparaciones principalm
ente necesarias para recibir en el vehículo físico las
vibraciones de la conciencia
superior son: su purificación de los m ateriales groseros por
medio de alim ento puro y
vida pura; el dom inio completo de las pasiones y la form ación
de carácter y m ente
equilibrados, que no se af ect en por el tum ulto y las vicisitudes de la
vida externa; la costum bre
de la m editaci ón tranquila sobre asuntos elevados, apartando
el pensamiento de los objetos
de los senti dos y de las im ágenes m entales que provocan,
y fijándolo en cosas
superiores; el abandono de toda precipitación, especialm ente de
aquella, desasosegada y
excitable de la m ent e, que m antiene al cerebro en constante
trabajo, pasando de un asunto
a otro; un am or real de las cosas del m undo superior, por
cuya virtud se nos presenten
con m á s at ractivo que los objetos del bajo m undo,
haciendo que la m ente
descanse satisfecha en su compañía, com o en la del am igo
predilecto. En resum en, las
preparaciones son muy sem ejantes a las requeridas para la
separación consciente de “alm
a” y “cuerpo”, las cuales he expuesto en otra parte y aquí
repito para aleccionam iento
del estudiante com o sigue:
“Debe com enzar por extrem a
sobrieda d en todas las cosas, cultivando un estado
mental uniform e y sereno; su
vida debe ser pulcra y sus pensam ientos puros,
manteniendo su cuerpo
estrictam ente sujeto al alma, y acostum brando a su m ente a
ocuparse en tem as nobles y
elevados; debe practicar habitualm ente la com pasión. La
simpatía, el auxilio, m
irando con indiferenc ia las penas y placeres propios, y cultivando
el valor, la firm eza y la
devoción. En una palabra: debe observar la vida religiosa y
ética que la m ayor parte de
la gente sólo tiene en los labios. Una vez que por asidua
100.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
práctica haya aprendido a dom
inar su m ente harta cierto punto, de m odo que pueda
mantenerla fija en una
dirección determ inada de pensam ientos, debe em pezar una
educación m á s rígida de la
m isma por el ejercicio diario de concentración en algún
asunto difícil o abstracto, o
en algún objeto elevado de devoción; esta concentración
consiste en fijar la m ente
con firm eza en un solo punto, sin vagar ni dejarse distraer por
los objetos externos ni por
la actividad de los sentidos ni por la de la m ente m isma. Hay
que sujetar a ésta de m odo
que se m antenga invariable y fija, hasta que aprenda por
grados a apartar su atención
del m undo exter no y del cuerpo, de m anera que los sentidos
perm anezcan sosegados e
inactivos, m ientras e lla esté en plena actividad, con todas sus
energías replegadas al
interior, para c onvertirlas a un solo punto, el m as elevado que
pueda alcanzar el pensam
iento. Cuando se sostenga en esta situación con facilidad
relativa, estará en aptitud
de dar un paso m á s, y por un esfuerzo de la voluntad, potente,
pero reposado, será dueña de
trascender el má s elevado pensam iento de que sea capaz
con el instrum ento del
cerebro físico, con lo que se elevará y unirá con la conciencia
superior, viéndose libre del
cuerpo. Cuando se llega a esto, no hay sensación alguna de
sueño ni de ensueño ni
pérdida alguna de c onciencia; el hom bre se encuentra fuera del
cuerpo, com o si hubiera
arrojado de sí un pe sado estorbo, y no com o si hubiese perdido
una parte de sí m ismo; no
está realm ente “desencarnado”, sino que se ha elevado por
encima de la encarnación y
del cuerpo gros ero, “en un cuerpo de luz”, que obedece a
sus má s ligeros pensam ientos
y le sirve de herm osísimo instrum ento, perfecto e idóneo
para ejecutar su voluntad. En
este cuerpo se encuentra libre en los m undos sutiles; pero
necesita ejercitar sus
facultades por largo tiem po y con parsim onia, hasta ser apto para
verificar un trabajo útil en
las nuevas condiciones.
“La libertad fuera del cuerpo
puede obtener se de otras m aneras: por un arrobam iento
intenso de devoción, o por
sistem as especiales empleados por un gran m aestro con sus
discípulos. Cualquiera que sea
el m edio, el fin es el mismo: la liberación del alm a en
completa conciencia, pudiendo
exam inar su nuevo m edio am biente en regiones fuera
del círculo de acción de la
carne. A vol untad podrá volver al cuerpo; y en estas
circunstancias le será dado
im prim ir en la m ente cerebral, y retener así en la conciencia
física, la m emoria de las
experiencias por que ha pasado”.
Los que hayan com prendido
bien las prin cipales ideas bosquejadas en las anteriores
páginas, verán que tales
ideas son de por sí la mayor prueba de que la reencarnación es
un hecho en la Naturaleza. Es
necesaria a fin de que la vasta evolución que im plica la
frase “evolución del alm a”,
pueda llevars e a efecto. La única alternativa oponible –
dejando a un lado por un m
omento la idea m ateri alista de que el alm a es sólo el
conjunto de vibraciones de
una clase particul ar de m ateria física—es que cada alm a sea
una creación nueva hecha
cuando nace el ni ño, e im presa con tendencias virtuosas o
viciosas, con habilidad o con
estupidez, im puestas por el capricho del poder creador.
Como diría un m ahom etano,
su destino pende de sde el instante de su nacim iento; pues
el destino del hom bre
depende de su caráct er y del m edio en que vive, y cada nueva
alma lanzada al m undo, tiene
que ser condenada al sufrim iento o a la dicha con arreglo
a las circunstancias que la
rodean y al carácter impreso en ella. La predestinación en su
form a má s repulsiva, es la
única alternativa de la reencarnación. En vez de considerar a
los hom bres evolucionando
lentam ente, de m odo que el salvaje brutal de hoy haya de
lograr con el tiem po las
nobles cualidades del santo y del héroe, apreciando de este
modo al m undo com o
manifestación de un pr oceso de desenvolvim iento sabiam ente
concebido y dirigido, nos
veríam os obliga dos a ver en todo ello un caos de seres
sencientes tratados con la m
ayor injusticia, sentenciados a la dicha o a la m iseria, al
conocimiento o a la
ignorancia, a la virtud o al vicio, a la riqueza o a la pobreza, al
genio o a la idiotez, por una
voluntad externa, arbitraria, no inspirada en al justicia ni en
101.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
la misericordia: sería todo un
verdadero pa ndem ónium irracional y sin sentido. Y este
caos se supone ser al parte
superior del cosmos, en cuyas regiones inferiores se
manifiestan todas las herm
osísimas y ordenadas obras de una ley que siem pre
desenvuelve form as má s
complejas y elevadas de las m á s ínfimas y sencillas, de una ley
quede m odo conspicuo “tiende
siem pre a la justicia”, a la arm onía y a la belleza.
Si se adm ite que el Alm a
del salvaje está destinada a vivir y a desarrollarse, y no
condenada por toda la
eternidad a su presen te estado infantil, sino que su evolución se
verificara después de la m
uerte y en otros m undos, entonces se adm ite el principio de la
evolución del Alm a, y sólo
queda la cuestión del sitio donde tiene lugar. Si todas las
Alm as estuviesen en la
tierra en el m ismo grado de progreso, m ucho pudiera decirse
sobre la necesidad de otros m
undos para la evolución de las Alm as en los grados
superiores al estado inf
antil. Pero nos vem os rodeados de Alm as muy avanzadas y
nacidas con nobles cualidades
m entales y morales. Por paridad de razonam iento,
tenem os que suponer que han
evolucionado en otros m undos antes de su único
nacimiento en éste, y
entonces habría de sorprendernos el que un m undo que presenta
condiciones a propósito, así
para las Alm as que se encuentran en la infancia, com o para
las má s avanzadas, sólo esté
destinado a una so la visita pasajera de aquéllas durante el
período inm enso de su
desarrollo, y que todo el resto de la evolución haya de verificarse
en mundos sem ejantes a éste,
e igualm ente ap tos para proporcionarles la diversidad de
condiciones necesarias para
su progreso en su s diferentes etapas, tal com o las vem os
cuando nacen aquí. La Antigua
Sabiduría en seña, a la verdad, que el Alm a progresa a
través de m uchos m undos;
pero tam b ién enseña que nace en cada uno de ellos una y
otra y otra vez, hasta que ha
com pletado t oda la evolución posible en aquel m undo. Los
mundos m ismos, según sus
enseñanzas, form an una cadena evolutiva, y cada uno tiene
su papel propio, com o campo
adecuado de determ inado desarrollo. Nuestro m ismo
mundo ofrece cam po propio
para la evolución de los reinos m ineral, vegetal, anim al y
hum ano, y por tanto, tiene
lugar en él la r eencarnación colectiva o individual en todos
estos reinos. Ciertam ente,
una evolución m á s vasta nos espera en otros m undos; pero
conform e al orden divino, no
se abrirá ante nuestra m irada hasta que hayam os aprendido
y dom inado las lecciones que
nuestro propio m undo ha de enseñarnos.
Al estudiar el m undo que nos
rodea, observam os que podem os encaminar nuestros
pensamientos por diversas
vías que nos lleva n a la misma meta de la reencarnación. Ya
hem os determ inado las inm
ensas diferencias que separan al hom bre del hom bre, las
cuales implican un pasado
evolucionario detrás de cada alm a; y hem os llamado la
atención sobre tales
diferencias en cuanto distinguen entre la reencarnación individual
del hom bre (el cual
constituye una sola esp ecie), y la reencarnación de las alm as en
grupos m onádicos, que
corresponden a los reinos inferiores. Las diferencias
relativam ente pequeñas que
separan los cuerpos físicos de los hom bres, reconocibles
todos externam ente com o
tales hom bres, deben com pararse con las diferencias
inmensas que al salvaje
inferior sepa ran del tipo hum ano má s noble en capacidad
intelectual y m oral. Muchas
veces vem os salvajes de un desarrollo físico espléndido y
con grandes m asas
cerebrales; pero ¡cuanto di fieren en m entalidad de un filósofo o de
un santo!
Si las cualidades m entales y
m orale s se consideran com o acumulación de los
resultados de la vida
civilizada, entonces nos vem os frente al hecho de que a los
hom bres de m á s talento del
presente, sobrepuj an los gigantes intelectuales del pasado, y
de que ningún hom bre de
nuestra época alcan za la altura m oral de algunos santos
históricos. Por otra parte,
tenem os que cons iderar que el genio no tiene padre ni hijos;
que aparece repentinam ente y
no com o la meta de una fam ilia que haya venido
desarrollándose gradualm
ente, y que por regla ge neral es estéril, o bien que si tiene un
102.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
hijo, es un hijo del cuerpo y
no de la m ente. Más significativo aún es el hecho de que la
mayoría de las veces un genio
m ú sico nace en una familia mú sica, porque esta form a
del genio necesita de una
organización nerviosa de clase especial para m anifestarse, y el
organism o nervioso cae bajo
la ley de la he rencia. Pero ¿ cuantas veces sucede que la
misión de tales fam ilias
acaba tan luego como ha proporcionado un cuerpo para un
genio, y que luego degenera y
desaparece, al cabo de una cuantas generaciones, en al
obscuridad y la
insignificancia de la m asa general hum ana? . ¿ A caso han sido los
descendientes de Bach, de
Beethoven o de Mozart iguales a sus padres?
Verdaderam ente, el genio no
se transm ite de padres a hijos, com o sucede en los tipos
físicos de fam ilia de los
Estuardos y Borbones.
¿ D e qué m odo, si no por la
reencarnación, pueden explicarse los “niños prodigio”?
Considerem os, por ejem plo,
el caso del doc tor Young, el descubridor de la teoría
ondulatoria de la luz, un hom
bre cuyos m é rito s no han sido aún reconocidos en toda su
magnitud. A los dos años,
sabía leer “con m ucha soltura”; y antes de los cuatro había
llegado a leer por dos veces
toda la Biblia ; a los siete principió la aritm ética y dom inó
el Tutors Assistant (Ayuda
del Maestro) de W alkingham , antes de llegar a la m itad del
mismo bajo la dirección de un
preceptor; y unos cuantos años m á s tarde, aún en el
colegio, posee el latín, el
griego, las m atem á ticas , la teneduría de libros, el francés, el
italiano, el m anejo y la
fabricación del telescopio, y m uestra gran afición hacia la
literatura oriental.
Destinado a los catorce años, en com pañía de otro m uchacho año y
medio m as joven que él, a
estudiar bajo la dirección de determ inado m aestro, que no
llegó a tom arse a su cargo.
Young enseñó al otro m uchacho.
Sir W illiam Rowan Ham ilton
dem ostró facultades aun m á s precoces. Principió a
aprender el hebreo cuando
apenas tenía tres años, y a los siete, según declaró uno de los
catedráticos del Trinity
College de Dublí n, había dem ostrado m ayor conocim iento de
esta lengua que m uchos
aspirantes a cátedra. A los trece años sabía trece idiom as, entre
los cuales, adem ás de las
lenguas clásicas y europeas m odernas, se contaba el persa,
árabe, sánscrito y m alayo. A
los catorce a ños dirigió una carta de bienvenida al
embajador persa en una visita
de éste a Dub lín, el cual declaró “que no había creído que
hubiera en Inglaterra un hom
bre capaz de escr ibir en su lengua”. Un pariente suyo
escribe lo siguiente: “Me
acuerdo que cua ndo tenía seis años contestaba a cualquier
pregunta difícil de m atem á
ticas, y luego co rría alegrem ente a jugar con un carrito. A
los doce años luchó con
Colburn, el m uchac ho calculista am ericano, que entonces se
exhibía com o una curiosidad
en Dublín, y no si empre llevaba lo peor de la contienda”.
A los dieciocho años el
doctor Brinkley (Astr ónomo Real de Irlanda) dijo de él en 1823:
“Este joven no diré que será,
sino que es el prim er m atem á tico de su siglo.” En el
colegio su carrera no tuvo precedentes,
pues, entre m uchos com petidores de m á s que
ordinario m é rito, fue siem
pre el prim ero en todas las m aterias y en todos los exám enes.
Compare el hom bre reflexivo
estos m uch achos con algunos m edio idiotas y aun con la
generalidad de los chicos;
observe cóm o pr incipiando con tales ventajas llegan a ser
directores del pensam iento,
y pregúntese luego si tales Alm as no tienen pasado alguno
tras sí.
El parecido de f amilia se
explica generalm ente por la “ley de la herencia”, pero las
diferencias en el carácter m
ental y m oral que constantem ente se ven en una m isma
familia, se dejan sin
explicación. La reencar nación explica el parecido por el hecho que
por m edio de la herencia
física puede prov eerla de un cuerpo a propósito para expresar
sus características; y
explica las diferencia s atribuyendo el carácter m ental y m oral al
individuo m ismo, al paso que
dem uestra que los lazos forjados en el pasado le han
conducido a encarnarse en
relación con algún ot ro individuo de la fam ilia. Un “hecho
significativo es el de los
herm anos gem elos, los cuales durante la infancia son m uchas
103.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
veces indistinguibles el uno
de loro, aun para la vista penetrante de la m adre o de la
nodriza, al paso que m á s
adelante, en el tr anscurso de la vida, el Manas obra en su
envoltura física y la m
odifica de tal m odo, que dism inuye la sem ejanza física, y las
diferencias de carácter se
estam pan en las mudables facciones”. La sem ejanza física
unida a las diferencias m
ental y m oral, par ece implicar la unión de dos series distintas
de causas.
La diferencia sorprendente
que, para la asimilación de cierta clase especial de
conocimientos, se nota entre
personas de facu ltades intelectuales casi iguales, es otra
“huella” de la reencarnación.
Tal reconoce en seguida una verdad, m ientras que otro no
llega a verla ni aun después
de m ucho es tudio y observación; y sin em bargo, puede
suceder precisam ente lo contrario
respecto de otra verdad que se asim ile el segundo y
no llegue a com prender el
prim ero. “Dos pe rsonas m uestran afición a la Teosofía y
principian a estudiarla; al
cabo de un año, una se ha fam iliarizado con sus conceptos
principales y puede aplicarlos,
al paso que la otra se encuentra perpleja. A una le es
familiar cada concepto desde
que se le presenta; para la otra es cosa nueva, extraña,
incomprensible. El creyente
en la reencar nación, infiere de esto que la enseñanza es
antigua para la una y nueva
para la otra; aquélla aprende pronto porque se acuerda, no
hace m á s que recobrar un
conocim iento del pa sado; ésta aprende lentam ente, porque su
experiencia no encierra estas
verdades de la naturaleza, y las em pieza a adquirir
trabajosam ente por vez prim
era”. Del m ismo, la intuición es “m eram ente el
reconocim iento de un hecho
fam iliar en una vida interior, aunque encontrado por
prim era vez en el presente”:
otra huella de l camino por el cual ha viajado el individuo
en el pasado.
La principal dificultad que m
uchos tienen para adm itir la doctrina de la reencarnación,
es la falta de m emoria
respecto del pasado. Sin em bargo, cada día confirm an el hecho
de haber olvidado m ucho de
la vida presente , pues los prim eros días de la niñez están
borrosos, y los de la
infancia en vacío completo. Deben advertir tam b ién que los
sucesos pasados y por com
pleto desaparecidos de su conciencia norm al, se encuentran,
sin embargo, escondidos en
obscuras caverna s de la m emoria, y pueden presentarse
vívidam ente en ciertas
enferm edades o bajo la influencia del m agnetism o. Hay ejem plo
de un m oribundo que habló
una lengua sólo conoc ida en su infancia, y que le había sido
desconocida durante su larga
vida; en el de lirio, sucesos largo tiem po olvidado, se han
presentado de un m odo vívido
a la consciencia. Nada se olvida realm ente; pero m ucho
se halla oculto a la vista
lim itada de nuestra conciencia ordinaria, la cual es la form a
má s restringida de nuestra
conciencia gene ral, por m á s que sea la única conciencia
reconocida por la gran m
ayoría.
Del m ismo modo que el
recuerdo de una parte de la vida presente se halla fuera de los
límites de la conciencia
ordinaria y sólo se muestra de nuevo cuando hallándose el
cerebro en estado
súper-sensitivo, puede responder a vibraciones que ordinariam ente no
es capaz de percibir, así tam
b ién el recuer do de las vidas pasadas se halla alm acenado
fuera del alcance de la
conciencia física. Se halla todo en el Pensador, que es el único
que persiste vida tras vida y
tiene el libro de m emorias a su alcance, pues es el único
“yo” que ha pasado por todas
las experiencias que en él se registran. Por otra parte,
puede im prim ir el recuerdo del
pasado en su vehículo físico, así que lo haya purificado
de m odo que responda a sus
fugaces y sutile s vibraciones, y entonces el hom bre de
carne puede com partir el
acum ulado conocim iento del pasado. La dificultad de la
memoria no consiste en el olvido,
pues el vehí culo inferior, o sea el cuerpo físico, no ha
pasado nunca por las vidas
anteriores de su dueño; consiste en la absorción del cuerpo
actual en su m edio am biente
presente, en su grosera insensibilidad para responder a las
delicadas vibraciones, únicas
por las cuales puede hablar el alm a. Los que quieran
104.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
recordar el pasado, no deben
tener concentra do todo su interés en el presente, sino que
deben purificar y refinar el
cuerpo hasta que pueda recibir las im presiones de las esferas
má s sutiles.
Sin em bargo, la m emoria de
las vidas pasadas la posee un considerable núm ero de
personas que han llegado a
adquirir la sensib ilidad necesaria del organism o físico, no
siendo ya para ellas la
reencarnación m era teoría, sino asunto de conocim iento personal.
Así saben cuánto m á s rica
es la vida presente con el recuerdo de las pasadas, viendo que
los amigos de este breve día
son los m ismos de hace m ucho tiem po con lo que los
recuerdos antiguos fortalecen
los lazos del pasajero presente. La vida gana en seguridad
y en dignidad cuando se la ve
con una extens a perspectiva tras sí, y cuando los am ores
de antaño reaparecen en los
am ores de hoy. La m uerte se reduce a su propia
insignificancia, com o un
simple incidente de la vida, el cam bio de un escenario por otro,
como un viaje que separa los
cuerpos, pero que no puede separar al am igo del am igo.
Se ve que los lazos del
presente no son m á s que eslabones de una cadena de oro que se
extiende en el pasado,
pudiendo afrontarse el porvenir con la alegre confianza que
proporciona la idea de que
estos lazos subsis tirán, y que form an parte de aquella cadena
no interrum pida.
De vez en cuando vem os niños
que han aportado recuerdos de su inm ediato pasado,
las má s veces cuando han m
uerto en la niñ ez y vuelven a nacer casi inm ediatam ente.
En Occidente son estos casos
m á s raros que en Oriente, porque en Occidente las
prim eras palabras de tal
niño serían esc ogidas con incredulidad, y pronto perder la
confianza en sus propios
recuerdos. En Or iente, donde la creencia en la reencarnación
es casi universal, se
escuchan los recuerdos del niño para com probarlos a su debida
oportunidad.
Hay otra consideración
respecto de la m emoria, que m erece estudiarse. La de los
sucesos pasados, perm anece
como hem os dic ho, únicam ente en el Pensador; pero los
resultados de estos sucesos,
convertidos en facultades, se hallan al servicio del hom bre
encarnado. Si el total de
estos sucesos pasados se lanza dentro del cerebro físico, com o
una vasta m asa de
experiencias sin orden ni arreglo, el hom bre no podría guiarse por al
manifestación del pasado ni
utilizarlo para su ayuda presente. Obligado a escoger entre
dos tendencias de acción,
tendría que elegir sucesos sim ilares en carácter, entre los
desordenados hechos de su
pasado, ver cuáles fueron sus resultados, y después de un
estudio largo y penoso,
llegar a alguna conclu sión que probablem ente sería viciosa por
no haber tenido en cuenta
algún factor im por tante que se recordó tiem po después de
haber pasado el m omento de
la decisión. T odos los sucesos, triviales o im portantes de
algunos cientos de vidas,
form arían m á s bi en una masa caótica de referencia que no
fuera posible m anejar en el
m omento en que se requiriese una pronta decisión. El plan
mucho m á s eficaz de la
Naturaleza, deja al Pensador la m emoria de los sucesos, provee
un largo período de
existencia desencarnada pa ra el cuerpo m ental, durante el cual todos
los sucesos pueden com
pararse sinópticam ente y clasificar sus resultados. Luego estos
resultados se cam bian en
facultades, y éstas form an el cuerpo m etal siguiente del
Pensador. De esta suerte, las
facultades acrecentadas y m ejorada, se hallan dispuestas
para le em pleo inmediato, y
existiendo en ellas los resultados del pasado, puede llegarse
a una decisión inm ediata de
acuerdo con tale s resultados. El golpe de vista claro y
rápido y el pronto juicio no
son m á s que la expresión de la experiencia pasada,
moldeada en una form a
efectiva de em pleo; son, seguram ente, instrum entos m ucho m á s
útiles que lo f uera una m
asa de experiencias no asim iladas, de entre las cuales tendrían
que elegirse y com pararse
las m á s salientes, y de la que habrían de hacerse deducciones
cada vez que se necesitase
tom ar una resolución.
105.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Sin em bargo, desde estos puntos
de vista, la mente vuelve a apoyarse en la necesidad
fundam ental de la
reencarnación, para explicar la vida y no ver en ella al hom bre com o
mero juguete de la injusticia
y la cruelda d. Con la reencarnación, el hom bre se ve a sí
mismo digno e inm ortal,
evolucionando hacia un fin divino y glorioso; sin ella es una
arista que flota a m erced de
la corriente de circunstancias casuales, irresponsable de su
carácter, de sus acciones y
de su destino. Con ella puede m irar hacia adelante con
esperanza, libre de tem ores,
por bajo que se encuentre hoy en la escala de la evolución,
porque se halla en la que
conduce a la divinida d, y el llegar a su cúspide es sólo cuestión
de tiem po; sin ella no tiene
fundam ento raci onal de seguridad acerca del progreso en el
porvenir, ni siquiera
respecto a la realidad de porvenir alguno; porque (que porvenir
habría de aguardar una
criatura sin pasado? Puede ser una m era burbuja en el océano
del tiem po. Lanzando al m
undo desde el no ser, con cualidades buenas o m alas que
posee sin razón ni m erecim
iento, ¿ por qué habr ía de luchar para m ejorarlas? ¿ N o será
su futuro, si es que tiene
alguno, tan aislado, tan sin causa y tan falto de relación com o
su presente? El m undo m
oderno, al desech ar de sus creencias la reencarnación, ha
privado a Dios de Su justicia
y al hom b r e de su seguridad; puede ser “afortunado” o
“desgraciado”; pero carece de
la fuerza y la di gnidad que inspira la confianza en una ley
inmutable, y se le abandona a
m erced del insurcable océano de la vida.
106.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
EL KARMA
Una vez seguida la evolución
del alm a hum ana a través de vidas sucesivas, podem os
estudiar la gran ley de
causalidad que preside los renacim ientos y que se llam a Karm a.
Karm a es un térm ino
sánscrito que significa literalm ente “acción”.
Supuesto es que toda acción
es efecto de causa s anteriores, y que cada efecto viene a ser
a su vez la causa de otros,
esta noción de causa y efecto es elem ento esencial en la vida
de acción.
Por esto el térm ino acción o
Karm a se usa en el sentido de “casualidad” y designa la
serie ininterrum pida, el
encadenam iento de causas y efectos de que se com pone toda
actividad hum ana.
De ahí la frase que se em
plea a veces al ha blar de un acontecim iento: “es m i Karm a”; es
decir, “este hecho es efecto
de una causa puesta en juego por m í en el pasado.”
Ninguna existencia está
aislada; cada vida es el fruto de cuantas la han precedido y el
germ en de todas las que
siguen en el agre gado total de vidas de que se com pone la
existencia continua de la
individualidad hum ana.
No hay “suerte” ni hay
“accidente”.
Cada suceso está ligado a las
causas ant ecedentes y a los efectos consiguientes,
pensamientos, acciones y
circunstancias producen del pasado e influyen en el porvenir.
Como nuestra ignorancia nos
vela igualm ente lo pasado y lo futuro, nos parece que los
sucesos surgen de repente del
hado, que s on accidentales; pero esta apariencia es
ilusoria y proviene
exclusivam ente de nuestro escaso saber.
De la m isma manera que el
salvaje, ignorante de las leyes físicas del universo, considera
los sucesos como carecientes
de causa y com o milagros las operaciones de las leyes
físicas, un gran núm ero de
hom bres, desconoce dores de las leyes m entales y m orales,
consideran los acontecim
ientos m entales y m orales com o sin causa y los m iran cual
resultado de las leyes
desconocidas o com o buena o m ala “suerte”
Cuando surge por prim era vez
en el horizonte del pensam iento hum ano la idea de
una ley intransgredible e inm
utable, en el reino hasta entonces vagam ente atribuido al
azar, aparece en tal instante
un sentim iento de im potencia, com o de parálisis m ental y
mor al.
El hom bre se siente sujeto
por la férrea m ano de un destino inflexible y el “kism et” del
resignado m usulmán parece
ser la única form a filosófica posible.
Lo m ismo puede sentir el
salvaje cuando su adm irada inteligencia concibe por prim era
vez la idea de una ley física,
al ver que cada m ovim iento de su cuerpo y cada
movim iento de la naturaleza
exterior se efectúan por m edio de leyes inm utables.
Poco a poco llega a saber que
esas leyes fijan las condiciones indispensables de toda
acción, sin prescribir por
ello la acción m isma; de suerte que el hom bre perm anece
siempre libre, aunque lim
itado en sus actividad es externas por las condiciones del plano
en que obra.
Aprende adem ás que estas
condiciones le subyugan y frustran sus m á s vigorosos
esfuerzos cuando las ignora o
cuando conociéndol as se opone a ellas; pero que las hace
sus esclavas y auxiliares
cuando las com prende, conoce su dirección y calcula su fuerza.
En verdad, la ciencia es
únicam ente posible en el plano físico, porque las leyes de
éste son inviolables e inm
utables.
Sin leyes naturales no podría
haber ciencia alguna.
Un investigador realiza
cierto núm ero de experim entos para conocer cóm o opera la
naturaleza; y una vez
adquirido este conocim iento, puede adoptar las disposiciones
necesarias para llegar a
determ inado resultado.
107.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Si fracasa, sabe que ha
olvidado seguram ente una condición im prescindible, o que su
conocimiento de las leyes no
es com pleto todavía, o que se equivocado en los cálculos.
Vuelve al estudio, rectifica
el m é todo y re pasa serenam ente las operaciones, convencido
de que a todo problem a bien
planteado de be responder la naturaleza con exactitud
mat emá t ica.
El hidrógeno y el oxígeno no
le darán agua hoy y ácido prúsico m añana; el fuego que le
quem a no le helara m añana.
Si el agua puede ser hoy
líquida y sólida m añana, es porque han cam biado las
condiciones circunstanciales,
y el regreso a las condiciones prim itivas restablecerá el
resultado originario.
Cada nueva inform ación
respecto de las le yes de la naturaleza engendra un nuevo
poder, porque todas las
energías de la natura leza se convierten en fuerzas utilizables en
manos del hom bre, a m edida,
que las com prende.
Aquí tiene aplicación el
proverbio: “Saber es poder”; pues el uso que puede hacerse de
las fuerzas depende del
conocim iento que de ellas se tenga.
Escogiendo aquellas de que
quiere servirse, equilibrándolas entre sí y neutralizando las
energías que se oponen a sus
designios.
El sabio puede determ inar de
antem ano el resultado y provocar la realización de los
cálculos.
Comprendiendo y m anipulando
causas puede produc ir efectos; y así la rigidez de la
naturaleza, que al principio parece
paralizar la acción hum ana, puede em plearse por el
hom bre para producir
infinita variedad de resultados.
La perfecta rigidez de cada
fuerza considerándola aisladam ente determ ina la perfecta
flexibilidad de sus com b
inaciones; pues habiendo fuerzas de toda especie, que se
mueven en todas direcciones y
están todas sujetas a cálculo, se puede operar una
selección comb inando las
fuerzas elegidas de m anera que produzcan el resultado
apetecido, es preciso el
conocim iento, pues el ignorante cam ina de tropiezo en tropiezo
contra las leyes inm utables,
viendo fracasar t odos sus esfuerzos, m ientras que el sabio
sigue un orden m etódico, y
prevé, provoca o im pide cuanto se relaciona con el anhelado
objeto, que al fin logra no
por azar, sino porque conoce las leyes.
El uno es juguete y esclavo
de la naturaleza; el otro es el dueño que utiliza las energías
cósmicas, dirigiéndolas en el
sentido que su voluntad escoge.
Lo que es verdad en los dom
inios físicos de la ley, tam b ién lo es en los m undos
moral y m ental que igualm
ente son dom inios de la ley.
Tamb ién en ellos el
ignorante es esclavo y el sabio dueño.
Tamb ién la inviolabilidad y
la inm utab ilidad consideradas prim eram ente com o
paralizadoras de todo
esfuerzo, se reconocen luego com o condiciones indispensables de
seguro progreso y de
previsora dirección del porvenir.
El hom bre puede llegar a ser
dueño de su destino tan sólo porque este destino yace en
los dom inios de la ley, en
donde el conocim iento puede edificar una ciencia del alm a y
poner en m anos del hom bre
la facultad de gobernar su porvenir y escoger igualm ente su
carácter y circunstancias
futuras.
El conocim iento del Karm a
que parecía parali zar todo esfuerzo, se convierte en fuerza
inspirante, en sostén y
elevadora fuerza.
El Karm a es. Por tanto, la
ley de causalidad, la ley de causa y efecto.
Form almente la anunció el
iniciado cristia no San Pablo: “No os engañéis. Nadie se
burla de Dios; porque lo que
quiera que el hom bre siem bre, aquello tam b ién recogerá.”
El hom bre adm ite constantem
ente fuerza en los planos donde funciona.
Estas f uerzas que
cualitativam ente son ef ectos de sus actividades pasadas, resultan al
mismo tiem po causas de él em
anadas en cada uno de los m undos que habita.
108.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Producen determ inados
efectos tanto en él m ismo como en los dem á s; y a m edida que
esas Causas, em anadas de él
com o de un foco, irradian por todo el cam po de su acción,
es responsable de los efectos
que engendran.
Así com o el imán tiene su
cam po magnético, el am biente en que todas sus fuerzas,
mayores o m enores, actúan
según su potencia, cada hom bre posee tam b ién un cam po de
acción en donde obran las
fuerzas que em ite.
Estas fuerzas se trasm iten
en líneas curvas que regresan al punto de partida, al foco del
cual emanaron.
Como el asunto es m uy com
plicado, lo subdividirem os, y estudiarem os las
subdivisiones una por una.
En su vida ordinaria, el hom
bre emite tres clases de energías, que pertenecen a los
tres m undos que habita.
En el plano m ental, las
energías m ent ales originan las causas que llam amos
pensamientos; el plano
astral, las energías astrales producen lo que llam amos deseos; y,
en fin, en el plano físico,
las energías fí sicas suscitadas por las dos anteriores se
designan con el nom bre de
acciones.
Convendrá estudiar sucesivam
ente en sus oper aciones estas tres clases de energía para
comprender las tres clases de
efectos que respectivam ente producen, si querem os cargo
del papel que cada una de
esas categorías de fuerzas desem peña en las com plejas
comb inaciones que ponem os
en juego, y cuyo conjunto podem os llamar “nuestro
Karm a”.
Cuando el hom bre,
adelantándose a sus sem eja ntes, logra m á s elevados, llega a ser un
centro de elevadas fuerzas;
pero por ahora podem os prescindir de estas fuerzas de orden
espiritual y lim itarnos a la
hum anidad vulgar que efectúa su ciclo de reencarnación en
los tres m undos.
Al estudiar las tres clases
de ener gía que hem os enumerado, debem os distinguir entre
su efecto en el hom bre que
las em ite y los que se encuentran en su esfera de acción;
porque cualquier error en
este punto podría sumir al estudiante en insuperables
dificultades.
Hem os de recordar, por lo
tant o, que cada fuerza obra en su propio plano y
reacciona sobre el plano
inferior proporcionalm ente a su intensidad.
El plano en que se engendra
le da su especi al característica y al relacionar en los planos
inferiores determ ina
vibraciones de la m ateria sutil o grosera de dichos planos, de
conform idad con su
originaria naturaleza.
El m otivo generador de la
actividad determ ina el plano a que pertenece la fuerza.
Es necesario ahora distinguir
entre: 1º Él Karm a, pronto a m anifestarse en la vida
presente bajo la form a de
sucesos inevitables; 2º. , El Karm a de carácter, que se
manifiesta por las tendencias
provinentes de la experiencia acum ulada y susceptibles de
modificarse en la vida
presente (el Ego) que las creó en el pasado; y 3º. , Él Karm a en
vías de form ación, destinado
a influir, y Kriyam âna (en form ación.)
Adem ás hem os de tener en
cuenta que sobre el carácter y los sucesos futuros. (El
estudiante conoce estas
divisiones con el nombre de Prarabdha (com enzado), Sanchita
(acumulado), m anifestándose
en parte en las tendencias del individuo al form ar su
Karm a individual, el hom bre
se relaciona con los dem á s seres, pues entra en la
composición de grupos
diversos com o la r aza, nación y fam ilia, participando del Karm a
colectivo de cada uno de
estos grupos.
Se com prende desde luego que
el estudio del Karm a es sumamente com plejo.
A pesas de ello, los
principios fundam ental es de su operación, antes expuestos, bastan
para dar una idea coherente
de su alcance general, pudiendo estudiarse los porm enores
según se nos ofrezcan
ocasiones para ello.
109.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Lo esencial es no olvidar que
el hom bre engendra su propio Karm a, que crea
paralelam ente sus facultades
y sus lim itaciones, y que, trabajando siem pre m ediante las
facultades que ha creado y
bajo el peso de las lim itaciones que se ha im puesto,
perm anece siempre el m ismo,
la viviente alm a capaz de acrecentar o de reducir sus
limitaciones.
El mismo ha forjado las
cadenas que le sujetan, y puede lim arlas hasta rom perlas o
rem acharlas m á s fuertem
ente.
El m ismo ha construido tam b
ién la casa que habita, y puede a su antojo em bellecerla,
derruirla o reedif icarla.
Sin cesar trabajam os en la
plática arcilla que podem os modelar a nuestro gusto; pero la
arcilla se endurece y llega a
ser com o el hierro, conservando la form a que le hem os
dado.
Un proverbio del Hitopadesa
dice:
“Mirad: la arcilla se ha
endurecido com o hierro;
Pero el alf arero m oldea la
arcilla. El destino es
Hoy el dueño. El hom bre lo
fue ayer.”
Así todos som os dueños de
nuestro porvenir, cualesquiera que sean los obstáculos que
tengam os en el presente com
o consecuencia del pasado.
Vam os ahora a seguir, en el
orden i ndicado, las divisiones establecidas anteriorm ente
para f acilitar el estudio
del Karm a.
Tres clases de causas ejercen
sus efectos sobre su creador y en todo lo que éste
influye.
La prim era de estas causas
está constituida por nuestros pensam ientos.
El pensam iento es el factor
m á s poderoso en la creación del Karm a hum ano, porque
manifiesta la operación de
las energías del Yo en la m ateria m ental, m aterias cuyas
modalidades m á s sutiles f
orm an el vehículo m ismo de la individualidad y cuyas
especies má s densas
responden todavía con prontitud a las m enores vibraciones de la
conciencia.
Las vibraciones que designam
os con el nombre de pensam iento, consecuencia directa de
la actividad del Pensador,
originan form a de substancia m ental o im ágenes m entales
que, según hem os visto, m
odelan el cuerpo m ental del Pensador.
Cada pensam iento m odifica
este cuerpo, y las facultades m entales innatas de cada vida
son el resultado del
funcionam iento del pensam iento en las vibraciones anteriores.
No hay poder razonador ni m
ental que no ha ya sido creado por el hom bre m ismo con el
auxilio de pensam ientos
pacientem ente repetidos.
Adem ás, ni una sola de las im
ágenes m ent ales así creadas se pierde; todas ellas
contribuyen a la form ación
de las facultades, y la sum a de un cuerpo cualquiera de
imágenes m entales sirve para
construir una facultad correspondiente, que se acrecienta
por cada pensam iento adicional,
es decir, cada vez que se crea una im agen m ental del
mismo orden.
Conociendo esta ley el hom
bre puede gradualm ente construir el carácter m ental que
desee poseer, pudiendo
efectuar con precisión sem ejante a la del albañil que levanta una
pared.
La m uerte no interrum pe su
obra; al cont rario, librándole de las trabas del cuerpo,
facilita el proceso de asim
ilización de las im ágenes m entales en el órgano definido que
denom inamos facultad.
110.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El hom bre trae consigo esta
facultad cuando vue lve al plano físico, presto a renacer, y
una parte del cerebro de su
nuevo cuerpo se ad apta para servir de órgano a esa facultad,
del m odo que se verá m á s
adelante.
El conjunto de esas
facultades constituye el cuerpo m ental con el que com ienza su
nueva vida sobre la tierra; y
su cerebro y su sistem a nervioso se conform an dé m anera
que sum inistran al cuerpo m
ental los necesario s medios de expresión en el plano físico.
Así, las im ágenes m entales
creadas en una vida aparecen com o características y
tendencias m entales en la
siguiente.
Por eso dice uno de los
Upanishads:
“El hom bre es un ser de
reflexión; lo que refleja en esta vida llega ser en la siguiente”
Tal es la ley que pone en m
ano la construcción de nuestro carácter m ental.
Si construim os bien, la
ventaja y el honor se rán nuestro prem io; y si hacem os mal, nos
acarrearem os pérdida y
disgusto.
El carácter m ental es, pues,
un sorprendente ejem plo del Karm a individual en su acción
sobre el individuo que lo
crea.
Adem ás, este mismo individuo
que estudiam os, influye sobre los otros con su
pensamiento, pues las im
ágenes que construyen su propio cuerpo m ental, originan en el
espacio vibraciones del m
ismo orden y se reproducen en form as secundarias,
Los pensam ientos se
encuentran, por lo general, m ezclados con algún deseo, y sus
form as contienen adem ás
cierta porción de m ateria astral, por lo se designa aquí a esas
form as de pensam ientos
secundarios con el nom bre de im ágenes astro-m entales.
Sem ejantes form as
destácanse del ser que la s crea para vivir independientem ente, en
cierto m odo, perm aneciendo,
sin em bargo, en relación con él por un lazo m agnético.
Se ponen así en contacto con
los dem á s individuos a que afectan y establezcan lazos
kárm icos entre ellos y él,
influyendo adem ás en cierta m edida sobre el am biente futuro
del individuo considerado.
Atase así los lazos que, en
vidas ulteriores, han de agrupar a ciertas personas para el
bien o para el m al, los
lazos que nos rod ean de parientes, am igos y enem igos, poniendo
en nuestro cam ino a los que
están destinados a ayudarnos o a com b atirnos, a los que han
de favorecernos y a los que
han de perjudicarnos.
He aquí por qué unos nos am
an sin que haya mos hecho en esta vida nada para ello,
mientras que otros nos odian
aunque tam poco hayam os hecho nada para m erecer su
odio.
El estudio de estos
resultados nos perm ite form ular un principio fundam ental: al m ismo
tiem po que nuestros pensam
ientos obran sobre nosotros, creando nuestro carácter
mental y m oral, determ inan,
por su acción s obre el prójim o, nuestros futuros asociados
hum anos.
La segunda clase de energías
se compone de nuestros deseos, de nuestro apetito
respecto a los objetos que
nos atraen desde el m undo exterior.
Como quiera que en los deseos
del hom bre haya siem pre un elem ento m ental, podem os
extender el térm ino “imá
genes m entales” para incluir en él las que se m anifiestan en
gran parte en la m ateria
astral.
Los deseos, al obrar sobre el
que los crea, construyen y m odelan su cuerpo de deseo o
cuerpo astral, y labran su
destino en el Kam aloka tras la m uerte, determ inando, en fin, la
naturaleza del cuerpo astral de
su próxim a encarnación.
Cuando los deseos son
bestiales, intem perante s, crueles o asquerosos, son causa fecunda
de enferm edades congénitas,
de cerebros déb iles y enferm os que engendran la epilepsia
la catalepsia, y desórdenes
nerviosos de toda suerte.
De ahí proceden tam b ién las
deform idades y deform aciones físicas, y en los casos
extrem os las
monstruosidades.
111.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Los apetitos bestiales de
naturaleza anorm al pueden establecer en el m undo astral lazos
que retengan por algún tiem
po al Ego, en un cu erpo astral form ado por dichos apetitos,
en sujeción al cuerpo astral
de los anim ales en quienes sean peculiares dichos apetitos,
retardando así su reencarnación.
Cuando el individuo no sufre
esta pena, su cu erpo astral, en form a de bestia, im prim e a
veces la huella de sus
características en el cuerpo físico en form ación durante el período
prenatal.
Tal es el origen de los m
onstruos sem i-hum anos que aparecen de cuando en cuando.
Siendo los deseos fuerzas de
exteriorización que se apegan a los objetos externos,
impelen siempre al hom bre
hacia el m edio en que pueda satisfacerlos.
El deseo de las cosas
terrestres sujeta al al ma al mundo exterior y la arrastra hacia el
lugar donde los objetos
deseados pueden obtenerse m á s fácilm ente.
Por eso se dice que el hom
bre nace según sus deseos.
Los deseos son, pues, una de
las causas determ inantes del lugar de la reencarnación.
Las im ágenes astro-m entales
producidas por los deseos ejercen sobre nuestros
semejantes una acción análoga
a la de las im ágenes de igual naturaleza producidas por
los pensamientos.
Los deseos, por consecuencia,
nos ligan tam b ién a los dem á s hom bres.
Nos ligan com únm ente por los
poderosos lazo s del am or y del odio, pues en el grado
actual de evolución, los
deseos de un hom bre vulgar son, por lo general, m á s fuertes y
sostenidos que sus pensam
ientos.
Desem peñan, pues, un gran
papel en la dete rm inación del am biente social de las vidas
futuras y pueden ponerle en
contacto con algunas personas y som eterle a ciertas
influencias, sin que pueda
sospechar las relaciones, que hay entre ellas y él.
Supongam os que un hom bre
que, em itiendo un pensamiento de odio terrible y
vengativo, haya contribuido a
provocar en otro el im pulso del crim en.
El creador de sem ejante
pensam iento está unido por su Karm a al autor del crim en,
aunque jam á s se hayan
encontrado am bos en el plano físico; y él bajo la form a de un
perjuicio causado por el crim
inal.
Con frecuencia, una desgracia
im prevista, inesperada y en apariencia totalm ente
inmerecida, es efecto de
causa sem ejante; y m ientras la conciencia inf erior se revuelve
bajo un sentim iento de
injusticia, el alm a aprende una lección que no olvidará jam á s.
Nada inm erecido hiere al hom
bre, pero su falta de m emoria no cohonesta la trasgresión
de la ley.
Vem os, pues, que nuestros
deseos, en su acción sobre nosotros m ismos, form an nuestra
naturaleza astral e influyen
en gran m anera, a través de ella, sobre el cuerpo físico de
nuestra próxim a
reencarnación; que de sempeñan un im portante papel en la
determ inación de nuestro
lugar de nacim iento; y finalm ente, que por su acción sobre los
dem á s, ayudan a atraernos,
en cualquier vi da futura, a los seres hum anos a que nos
asociarem os.
La tercera clase de energías
se m anifiesta en el plano físico bajo form a de acciones y
engendra Karm a por su efecto
sobre los dem á s, pero no afecta sino m uy poco al hom bre
interior.
Las acciones son efectos de
los pensam ientos y deseos del pasado, y el Karm a que
representan está en su m ayor
parte agotado por el m ismo hecho que efectúan.
Pueden, sin em bargo, afectar
al hom bre indir ectam ente, en cuanto suscitan en él nuevos
pensamientos, deseos y em
ociones; pero en los deseos y no en las acciones m ismas
reside la fuerza generadora.
Es igualm ente cierto que las
acciones frecuentem ente repetidas producen en el cuerpo
físico un hábito que tiene
por efecto lim itar la expresión del Ego en el m undo exterior;
112.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
pero este acto no sobrevive
al cuerpo, y el Karm a de la acción, en lo que respecta a su
efecto sobre el alm a, se contrae
a una sola encarnación.
Otra cosa sucede cuando
estudiam os el efect o de nuestras acciones sobre los dem á s, la
dicha o la desgracia que
causan, y la influencia que ejercen com o ejem plos.
Nos ligan así a nuestros sem
ejantes, gracias a esa influencia, y constituyen, por lo tanto,
un tercer factor en la futura
determ inación de la que ha de rodearnos.
Son tam b ién el factor
esencial en la de term inación de lo que podría llam arse nuestro
medio am biente no hum ano.
Generalm ente hablando, el am
biente m ate rial, favorable o desfavorable, en el que
venim os al mundo, depende
del efecto ej ercido por nuestras acciones pasadas al
derram ar la f elicidad o la
m iseria entre los dem á s.
Los efectos físicos
producidos sobre el prójim o por nuestros actos físicos, se neutralizan
en la operación del Karm a,
al rodearnos de condiciones buenas o m alas para una
existencia f utura.
Si hem os de procurado a los
hom bres dicha m aterial a costa de nuestros esfuerzos, esa
acción revierte sobre
nosotros en form a de circunstancias felices que tienden a nuestra
vida m aterial; y si hem os
sido causantes de la miseria física para nuestro prójim o,
recogerem os entonces el Karm
a de circuns tancias físicas deplorables que llevan al
sufrim iento físico.
En am bos casos, las
consecuencias del acto físico son independientes del m otivo del
acto, lo que nos lleva a
considerar la segunda gran Ley:
CADA FUERZA OPERA EN SU
PROPIO PLANO
Si un hom bre siem bra la
dicha para los dem á s en el plano físico, cosechará condiciones
que propendan a su propia
felicidad en el m ismo plano; y el m otivo que presidió a la
acción no intervendrá para
nada en el resultado.
Un hom bre puede sem b rar
trigo con intento de arruinar a su vecino, pero la perversión
de su propósito no hará que
en vez de trigo nazca cizaña.
El m otivo es una fuerza m
ental o astral, se gún se proceda de la voluntad o del deseo, y
reacciona, en consecuencia,
sobre el carácter m ental o m oral o sobre la naturaleza astral.
La producción de la dicha física
por la acción es una fuerza física que actúa en el plano
físico.
“Por sus acciones afecta el
hom bre a sus sem ejant es en el plano físico; extiende en torno
a sí la dicha o la desgracia,
acrecentando o dism inuyendo el bienestar hum ano que
puede proceder de m otivos m
uy diversos, buenos, m alos o mixtos.
Un hom bre puede ejecutar una
acción que dif unda el bien, por sim ple benevolencia o
por ardiente deseo de
favorecer a sus sem ejantes.
Supongam os que por tal m
otivo ceda un parque a una ciudad para esparcim iento de los
habitantes.
Otro hacer parecida acción
por vanidad, para obtener, por ejem plo un titulo nobiliario.
Otro, en fin, lo hará por un
m otivo m ixto, de sinteresado en parte y en parte egoísta.
Los m otivos afectarán
respectivam ente a los caracteres de estos tres hom bres en sus
encarnaciones futuras, en
bien, en m al, o de una m anera m ixta.
Pero el efecto que la acción
produce al propor cionar solaz a gran núm ero de seres, no
depende del m otivo del
donante.
Cualquiera que sea la causa
del don, el efecto es el mismo y la gente goza por igual del
parque; y el gozo debido a la
acción del donant e, da a éste un crédito kárm ico cuya
deuda se le pagará
escrupulosam ente.
Nacem os en un medio
confortable y hasta lujo so, según la alegría difundida por él, y su
sacrificio de bienes físicos
le dará la reco mpensa debida y el fruto kárm ico de su acción.
113.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Esta en su derecho; pero el
uso que haga de su posición, la dicha que encuentre en sus
riquezas, dependerá esencialm
ente de su car ácter; aquí tam b ién alcanza la recom pensa
debida, porque cada sem illa
fructifica según su especie.
Verdaderam ente los cam inos
del Karm a son iguales.
No rehúsa el m alvado la
justa reversión de una acción benéfica; pero le da tam b ién el
carácter que m ereció por su
intención aviesa, de suerte que en m edio de sus riquezas es
pobre y queda descontento y
taciturno.
El hom bre bueno no escapará
al sufrim iento fí sico si extiende la m iseria física por
acciones erróneas debidas a
un buen m otivo.
La m iseria que ocasione, le
proporcionará m iseri a en su futuro am biente físico; pero la
intención pura ennoblecerá su
carácter, haciendo m anar de él una fuente de dicha eterna,
de suerte que estará
tranquilo y satisfecho en el seno de su turbación.
Muchos enigm as podrían
resolverse por la aplicación de esos principios a los hechos
que observam os en torno a
nosotros.
La diferencia entre el efecto
del moti vo y el de la acción m aterial se debe a que cada
fuerza posee las condiciones
del plano en que se ha engendrado.
Cuanto m á s elevado y
poderoso sea éste, m á s poderosa será la fuerza.
El m otivo es, pues, m ucho m
á s importante que la acción, y una m ala acción hecha con
buen propósito allega al
agente m ucho m á s bien que una acción determ inada por m alas
intenciones.
Al reaccionar el m otivo
sobre el carácter crea a la larga una serie de efectos, porque las
acciones futuras, determ
inadas por dic ho carácter, quedarán influidas por el
mejoram iento o perversidad
del m ismo carácter.
La acción, por el contrario,
al allegar a su autor la dicha o la desgracia física según su
efecto sobre el prójim o, no
entraña ninguna fu erza generadora, y se agota por su m ismo
esfuerzo.
Cuando un conflicto de
deberes aparentes dificulta reconocer el sendero de la justicia, el
hom bre que reconoce el Karm
a esfuérzase en escoger el m ejor cam ino, sacando el
mejor partido posible de su
razón y su juicio.
Es absolutam ente escrupuloso
en cuanto al m otivo, prescindiendo de toda consideración
egoísta, purifica su corazón,
obra sin tem or, y si yerra, acepta voluntariam ente el
sufrim iento que resulta de
ello, com o una lección que dará su fruto algún día.
Su elevada intención
ennoblece su carácter en lo futuro.
Este principio general de que
la fuer za pertenece al plano en que se engendra, tiene
un alcance inmenzo.
Si la f uerza em itida está
determ inada por el anhelo de objetos m ateriales, obra en el
plano físico y atrae al actor
a este plano.
Si aspira a objetos celestes,
actúa en el pla no devachánico y lleva al actor a este plano; y
si la fuerza no tiene otro m
óvil que el divino servicio, se engendra en el plano espiritual
y en nada puede sujetar al
individuo puesto que nada ansía.
Las tres claves del Karm
a.—El Karm a en sazón es el que está a punto de
cosecharse, siendo, por
consiguiente, inevitables.
De todo el Karm a del pasad
ta n sólo, una porción puede agotarse en el curso de una
misma existencia, pues
ciertas clases de Karm a son de tal m odo incom patibles, que no
pueden cum plirse en un sólo
cuerpo, sino que necesitan para su realización m uchos
cuerpos de tipo diferente.
Hay deudas contraídas con las
dem á s almas, y todas esa alm as no se encontrarán
simultáneam ente encarnada.
Hay así Karm a que debe
efectuarse en dete rm inado país o posición social, aunque el
mismo individuo tenga otro
Karm a que necesite am biente enteram ente distinto.
114.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
En consecuencia, el hom bre
no podrá pagar, en una encarnación, sino parte de su Karm a
total.
Los grandes Señores del Karm
a escogen esta parte, según direm os má s adelante, y el
alma va a donde ha de
encarnar en fam ilia, país, situación y cuerpo apropiados para
agotar la acum ulación de
causas escogidas, destinadas a producir sus correspondientes
efectos.
Estas causas determ inan el
período de la encarnación, dando al cuerpo sus
características, poderes y
lim itaciones, re lacionando con el individuo las alm as
encarnadas en la época en que
contrajo oblig aciones con ellas, rodeándola de parientes,
amigos y enem igos.
Estas causa determ inan, adem
ás, las condici ones sociales en que el individuo nace con
las ventajas e inconvenientes
que de ello resultan; fijan los lím ites de las energías
mentales que podrá m
anifestar, m odificando la organización cerebral y nerviosa que le
servirá de instrum ento; com
b inan, en fin, todo lo que es, en su Karm a, puede
proporcionar penas y alegrías
com patibles entre sí en el curso de la existencia presente.
Todo esto es el Karm a en
sazón y puede form ularse en el horóscopo echo por un
astrólogo com petente.
En todo esto el hom bre no tiene
facultad de elección, porque ya está hecha y fijada
desde el pasado.
No le queda m á s rem edio
que satisfacer sus deudas hasta el últim o denario.
Los cuerpos físicos, astral y
mental de que el alm a se revi ste para el nuevo período
de su existencia terrestre,
son, com o he mos visto, resultado directo de su pasado y
constituyen una parte m uy im
portante del Karm a en sazón.
Lim itan por todas lados el
alm a del hom bre, y su pasado se presenta ante él para
juzgarle, señalando los lím
ites que se ha im puesto a sí m ismo.
El sabio reconoce que no
puede sustraerse a estas condiciones y las acepta gozosam ente,
tal com o son, esforzándose
en am inorarlas de un m odo gradual.
Hay otra clase de Karm a en
sazón que es de gran im portancia: el de las acciones
inevitables.
Toda acción es el térm ino
final de una seri e de pensam ientos; tom ando de ejem plo la
quím ica, podem os referirnos
al caso de las soluciones saturadas y considerar que
añadiendo pensam iento a
pensam iento de la m isma especie, resulta al fin que un sólo
pensamiento nuevo, o un sim
ple impulso o una vibración de fuera, basta para producir
la cristalización, es decir,
el acto expresivo del pensam iento.
Si reiteram os con
persistencia pensam ientos del m ismo género, de venganza por
ejem plo, alcanzarem os por
fin el punto de saturación, y el m enor im pulso les hará
cristalizar en crim en.
O bien podem os almacenar
persistentem ente pe nsamientos de auxilio al prójim o hasta
el punto de saturación, y
cuando llegue la opor tunidad de estím ulo cristalizará en acto
de heroísm o.
Un hom bre puede traer al
nacer un Karm a en sazón de este género, y la prim era
vibración que se ponga en
contacto con este conjunto de pensam ientos dispuestos a
actuar, bastará para
precipitarle inconscien tem ente y sin voluntad preconcebida en el
hecho.
No tiene tiem po de pensar,
se halla en un estado en que la m enor vibración del m ental
provoca la acción, en una
situación de equilibrio inestable en que el m enor choque
determ ina la caída.
En sem ejantes circunstancias
se sorprende rá com únm ente el hom bre de haber podido
cometer un crim en tal o
cual, o un acto de sublim e abnegación.
115.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
“Lo he hecho sin pensar”,
exclam a ignora ndo que la frecuencia de sus pensam ientos
hizo el acto inevitable.
Cuando un hom bre ha querido
varias veces ejecutar una acción, su voluntad acaba por
fijarse irrevocablem ente en
esta, y el m oment o de la realización es tan solo cuestión de
circunstancia.
Mientras piensa, es libre de
elección, puede oponer a un pensam iento otro nuevo y
destruir de un m odo gradual
la tendencia pr imitiva por la reiteración de pensam ientos
contrarios; pero si el inm
ediato estrem ecimiento del alm a responde al estím ulo de
realizar el hecho, entonces
se extingue la facultad de elección.
Esto entraña la solución del
viejo problem a de la fatalidad y el libre albedrío.
Por el ejercicio de su libre
albedrío se cr ea el hom bre gradualm ente fatalidades para sí
mismo, y entre estos dos
extrem os se inter ponen todas las condiciones de libertad y de
fatalidad de donde resultan
las internas luchas de que tenem os conciencia.
Continuam ente cream os
hábitos por la repetición de las acciones deliberadam ente
efectuadas por la voluntad, y
llegando a ser un hábito una lim itación, ejecutam os
autom á ticam ente las
acciones.
Tal vez deduciendo que el
hábito en cuestión es m alo, nos propongam os laboriosam ente
extirparlo m ediante pensam
ientos de natura leza opuesta; y tras m uchas e inevitables
recaídas, la nueva corriente
de pensam ientos tom a su curso y recobram os por entero
nuestra libertad, de la que
nos aprovecham os para forjar enseguida nuevas ligaduras.
Así es com o los
pensamientos-form as de otro tiem po persisten y vuelven a lim itar
nuestra capacidad m ental, m
ostrándose en form a de prejuicios individuales y
nacionales.
Las m ayorías de las gentes
no conocen que están lim itadas de este m odo, y perm anecen
serenam ente atadas a sus
cadenas, ignorantes de su esclavitud; pero los que aprendan la
verdad acerca de su propia
naturaleza, se libertan.
La constitución de nuestro
cerebro y de nuestro sistem a nervioso es una de las m á s
señaladas fatalidades en la
vida.
Los tenem os inevitablem ente
así por efecto de nuestros pensam ientos pasados y se nos
presentan com o un obstáculo
contra el cual nos sublevam os.
Dichos órganos pueden m
ejorarse lenta y gradualm ente, am inorándose con ello las
limitaciones; pero es im
posible destruirlas de repente.
Otra form a de Karm a en
sazón se presenta cuando los m alos pensamiento del
pasado han form ado alrededor
del hom bre una corteza de m alas acciones que le
aprisionan y contraen a una
vida perversa.
Sem ejantes acciones son, com
o hem os dicho, in evitables consecuencias de su pasado, y
algunas veces pueden quedar
en suspenso dur ante m uchas vidas en que no han tenido
ocasión de m anifestarse, m
ientras el alm a ha progresado y se ha desarrollado.
Llega una existencia en que
la corteza de maldad pretérita encuentra ocasión de
manifestarse, y a causa de
ello el alm a es impotente para que prevalezcan de pronto las
cualidades adquiridas
después.
Como un polluelo pronto a
nacer, esta oculta en el cascarón que la envuelve y que solo
es visible al ojo exterior.
Al cabo de tiem po se acaba
este Karm a y cu alquier suceso aparente debido al azar, la
palabra de un gran Maestro,
un libro, una conferencia, rom pe el cascarón de donde el
alma surge súbitam ente
libre.
Tale son las conversiones
prodigiosas, al mismo tiem po súbitas y perseverantes, los
milagros de la gracia divina
de que oím os hablar en ocasiones, de cosas todas
completam ente com prensibles
para quien conoce el Karm a y lo ajusta al dom inio de la
Ley
116.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El Karm a acumulado que se m
anifiesta por el carácter, esta contrariam ente al Karm a
en sazón sujeto siem pre a m
odificaciones.
Puede decirse que consiste en
tendencias vi gorosas o débiles, según la fuerza m ental
que ha contribuido a su form
ación.
Estas tendencias pueden ref
orzarse o debilita rse por nuevas corrientes de f uerza m ental
dirigidas en el m ismo
sentido o en el contrario.
Si encontram os en nosotros
tendencias depl orables, podem os aplicarnos a la obra de
eliminarlas.
Comúnm ente, arrastrados por
la ola im petuos a del deseo, som os impotentes para vencer
la tentación; pero cuando m á
s tiem po resistam os, m á s seguros estarem os de la victoria.
Cada acontecim iento de esta
naturaleza es un paso hacia el éxito, pues la resistencia que
oponemos destruye parte de la
energía y dism inuye, en consecuencia la sum a disponible
para lo porvenir.
El Karm a en vías de form
ación lo hem os estudiado ya.
El Karm a
colectivo.—Considerem os la acción del Karm a sobre un grupo de
personas.
Las fuerzas kárm icas que
obran sobre cada individuo en su calidad de m iembro del
grupo, introducen un factor
nuevo en su Karm a individual.
Sabem os que cuando cierto núm
ero de fu erzas obran sobre un sistem a o grupo de
puntos m ateriales
relacionados entre sí, cada punto, adem ás de su m ovim iento peculiar,
participa del m ovim iento
total del sistem a, que se efectúa en la dirección resultante de la
comb inación de todas las
fuerzas.
Del m ismo modo, el Karm a de
un grupo hum ano es la resultante de las fuerzas kárm icas
de los individuos que
constituyen el grupo, y t odas siguen la dirección de la resultante.
Un Ego es atraído por su Karm
a individua l hacia determ inada f amilia, a consecuencia
de los lazos contraídos en
las vidas anteriores, que le sujetan estrecham ente a algunos
Egos que com ponen esa
familia.
La f amilia, por ejem plo, es
rica por here ncia, que se presenta a reclam ar un
descendiente del herm ano
mayor del abuel o, herm ano a quien se suponía fallecido sin
hijos, la f ortuna se escurre
de las m anos del padre de f amilia y le deja abrum ado de
deudas.
Es m uy posible que nuestro
Ego no hay tenido jam á s la menor relación con ese
heredero, con quien el padre
de f amilia ha contraído en el pasado ciertas obligaciones
que han provocado la
catástrofe.
A pesar de eso, está am
enazado de sufrirla porque se encuentra com prom etido en el
Karm a de f amilia.
Si hay en su pasado
individual alguna falta susceptible de borrarse por el sufrim iento
que ocasiona el Karm a de fam
ilia queda obligado a él; a m enos que lo solvente alguna
“circunstancia im prevista”,
quizá por un extr año benévolo que se siente inclinado a
adoptarlo.
Ese hom bre desde luego ha
sido su deudor en el pasado.
Este hecho resalta con má s
claridad todavía las catástrofes colectivas, com o los
accidentes ferroviarios,
naufragios, inundaciones, ciclones, terrem otos aéreos, etc.
Un tren choca con otro a
causa, por ejem plo, de que los m aquinistas, conductores y
empleados de la línea,
creyéndose m al rem unerados, enfocan contra la com pañía en
bloque sus pensam ientos o
disgustos o de odio.
Aquellos que tengan en su
Karm a acumulado (aunque no necesariam ente en su Karm a
en sazón) la deuda de una
vida bruscam ente segada, m orirán en la catástrofe a fin de
pagar su deuda; pero quienes
no tengan tal deuda en su pasado, llegarán
providencialm ente tarde para
tom ar el tren o resultarán m ilagrosam ente ilesos.
117.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
El Karm a colectivo puede
englobar a un individuo en las desgracias resultantes de
una guerra encendida por un
país.
Tamb ién en este caso, puede
pagar cier tas deudas de su pasado que no estén
necesariam ente com prendidas
en Karm a en sazón de su vida presente.
En ningún caso puede sufrir
el hom bre lo que no ha m erecido; pero si surge una ocasión
imprevista para satisfacer
una deuda del pasado, bueno es que la solvente.
“Los Señores del Karm a” son
las grandes inteligencias espirituales que llevan las
cuentas del Karm a y efectúan
las com plejas operaciones de la ley kárm ica.
H. P. Blavatsky m enciónalos
en La Doctri na Secreta, distinguiendo de una parte los
Lipikas o registradores del
Karm a y de otra los Mahârâjas (Los Mâhâdevas o
Chaturdevas (los cuatro
grandes dioses) de los INDOS.) que son con sus cohortes los
“agentes del Karm a en la
tierra”.
Los Lipikas ajustan las
cuentas kárm icas de todos los seres hum anos; con una sabiduría
a la que nada escapa, escogen
y com b inan una parte de esa cuenta para trazar el plan de
una existencia terrestre
determ inada.
Sum inistran la idea del
cuerpo físico que será la vestidura del alm a encarnada, de m odo
que sirva a la expresión de
sus capacidades y lim itaciones.
Esta idea, recogida por los
Mahârâjas, si rve de base a un m odelo al porm enor, que
después de elaborado transm
iten a uno de sus agentes inferiores.
Esto últim o lo reproduce
exactam ente en el doble etéreo, com o matriz del cuerpo denso;
y los m ateriales de uno y de
otro se form an de la m adre, sujetos a la herencia física.
La raza, el país, los padres
se escogen según su aptitud para sum inistrar al cuerpo
físico del Ego reencarnado
los m ateriales apet ecidos y el am biente que le conviene en su
prim era edad.
La herencia física de las fam
ilias produce ciertos tipos de fisonom ía y sirve para
proporcionar ciertas com b
inaciones materiales especiales.
Las enf erm edades
hereditarias y la sens ibilidad del aparato nervioso im plican
comb inaciones determ inadas
de m ateria física, susceptibles de transm isión.
El Ego que ha desarrollado en
sus cuerpos mental y astral ciertas peculiaridades,
necesita, para su expresión
en el plano fí sico, peculiaridades especiales del cuerpo
físico, y tendrá de sus
padres cuya herencia física responda a las condiciones requeridas.
Así un Ego dotado de
facultades m usicales de orden elevado, encarnará en una fam ilia
de m ú sicos, donde los m
ateriales que sirven para la construcción del doble etéreo y del
cuerpo denso habrán sido
elaborados de antem ano y podrán prestarse a sus necesidades;
adem ás el tipo hereditario
del sistem a nervioso le sum inistrará el aparato delicado
necesario para la expresión
de sus facultades.
Un Ego de carácter perverso
nacerá en una familia grosera y viciosa, donde los cuerpos
contengan las com b inaciones
má s viles, capaces de responder a los im pulsos de su
naturaleza m ental y astral.
Y un Ego que se haya dejado arrastrar
hasta el exceso por sus cuerpos astral y m ental
inferior, que se haya
abandonado, por ejem plo, a la em briaguez, encarnará en una
familia donde el sistem a
nervioso esté sum amente debilitado, y los padres ebrios le
suministrarán para su desarrollo
físico m ateriales m alsanos.
Así es com o la dirección de
los Señores del Karm a adecuan los m edios a los fines y
asegura el cum plimiento de
la justicia.
El Ego trae consigo sus
tesoros kárm icos, sus facultades y sus deseos, y recibe el cuerpo
físico má s conveniente a la
expresión de sus características individuales.
Una vez indicado que el alma
debe vol ver a la tierra hasta que haya satisfecho todas
sus deudas y agotado su Karm
a individual; y que por otra parte, en cada existencia, sus
118.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
pensamientos y sus deseos
engendran nue vo Karm a, y se presenta el problem a
siguiente:
“¿ Cómo rom per definitivam
ente estas ligaduras constantem ente renovadas?
“¿ Cómo puede conseguir el
alm a su liberación? ”
Esto nos lleva a la “cesación
del Karm a y al estudio de las condiciones necesarias para
la liberación.
Ante todo es preciso
comprender con clar idad cuál es, en el Karm a, el elem ento que
nos sujeta.
Dirigiendo el alm a sus
energías hacia lo exte rior, se sujeta hacia cualquier objeto, y por
este lazo se encuentra un día
sujeta al luga r donde su deseo pueda realizarse por la unión
con el objeto cualquiera,
tendrá que volver al lugar en donde pueda gozar de ese objeto.
El buen Karm a sujeta al alm
a tanto com o el malo, porque todo deseo, ya tenga por
objeto las cosas de aquí
abajo, ya las alegrías celestes, debe atraer al alm a hacia el lugar
de su satisfacción.
La acción está movida por el
deseo; y un acto se efectúa no por él m ismo, sino por
algún objeto deseado, con el
fin de conseguir los resultados, o en térm inos técnicos, a
fin de “gozar del fruto de la
acción”.
Los hom bres trabajan, no
porque quieran arar, construir o tejer, sino porque desean los
frutos del cultivo, de la
construcción o del tejido, bajo form a de dinero o de bienes.
El abogado defiende, no
porque quiera exponer los áridos detalles de un negocio, sino
porque está ávido de
riquezas, de renom bre y de distinciones.
En todas partes, alrededor de
nosotros, las gentes trabajan por algo, y el agujón de su
actividad está en el fruto
que consiguen y no en el trabajo m ismo.
El deseo del fruto les im
pele a la acción y el goce de este fruto viene naturalm ente a
recom pensar su esfuerzo.
El deseo es, por lo tanto, el
elemento que nos liga al karm a, y cuando el alm a no
desea ningún objeto ni en la
tierra ni en los ciel os, ha roto el lazo que la sujetaba a los
lazos que la sujetaba a la
rueda de la reencarnación, ha cum plido sus revoluciones a
través de los tres m undos.
La acción por sí m isma no
tiene ningún poder sobre el alm a, porque una vez efectuada
se desliza en el pasado; pero
el deseo de l fruto, renovado sin cesar, suscita de nuevo la
actividad del alm a, forjando
a cada m omento nuevas cadenas.
Haríam os muy m al, pues, en
experim entar disgusto viendo a los hom bres
constantem ente im pelidos a
la acción por el látigo del deseo, porque el deseo sirve para
despertar la inteligencia,
sobreponerse a la pereza y a la inercia. (El estudiante recordará
que estos vicios indican la
preponderancia de la cualidad Tâm asica, y que m ientras este
predom inio subsiste, el hom
bre no puede salir del prim ero de los tres peldaños de su
evolución), y porque incita
al hom bre a la actividad que le procura experiencia.
Ved al salvaje que sueña
tendido perezosam ente sobre la hierba; estim ula su actividad
por el deseo de alim entarse,
a fin de satisfacerlo ha de cultivar la tierra con paciencia,
habilidad y constancia.
Así es cóm o desenvuelve sus
cualidades m entales.
Saciada el ham b re, cae en
el estado bruto satisfecho.
Concíbese, pues, el papel
preponderante que el agujón del deseo ha debido desem peñar
en la evolución de las
cualidades m entales , y que servicios han prestado a la hum anidad
los deseos de fam a y gloria
póstum as.
Hasta para aproxim arse a la
divinidad, el hom bre necesita de las excitaciones del deseo;
y sus deseos se hacen m á s
puros y m enos egoístas a m edida que se eleva.
Pese a ello, sujétanle siem
pre a la rueda del nacim iento y para librarse debe destruirlos.
119.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Cuando el hom bre comienza a
aspirar a la liberación, se le enseña la práctica de la
“renuncia a los frutos de la
acción”, aprendi endo con ello a suprim ir gradualm ente el
deseo de posesión.
Prim ero se priva deliberada
y voluntariam ente de un objeto, adquiriendo así el hábito de
prescindir de él sin
violencia alguna.
Tras cierto tiem po no hecha
de m enos el objeto y se da cuenta de que el deseo
desaparece de su espíritu.
Al llegar a este grado no ha
de descuidar sus deberes, sino al contrario, cum plirlos todos
con cuidadosa atención, perm
aneciendo com pletam ente indiferente al fruto que pudiera
allegarle.
Una vez conseguida la
perfección en esto, cuando no tenga ni deseo ni repugnancia por
ningún objeto, no engendrará
m á s Karm a
Al cesar de pedir cualquier
cosa de la tierra o del cielo, ya no le llam arán ni una ni otro
No desea nada de lo que le
puedan dar, y rom pe así todo lazo com ún entre ellos y él.
Tal es la cesación del Karm a
individual, al menos en lo que respecta a la producción de
nuevo Karm a.
Pero el alm a no únicam ente
ha de ces ar de forjarse nuevas cadenas, sino que debe
desem b arazarse de las viejas,
ya perm itiendo que se desgasten gradualm ente, ya
quebrantándolas de un m odo
sistem ático.
Para rom per las cadenas es
necesario un conocim iento capaz de m irar hacia el pasado, a
fin de ver las causas puestas
en juego que producen sus efectos en el presente.
Supongam os que una persona,
m irando a través de sus vidas anteriores, encuentra
algunas causas destinadas a
producir todaví a un suceso en lo futuro; y supongam os,
tam b ién, que sem ejantes
causas sean pensam ient os de odio hacia quién le ha hecho m al,
y que, dentro de un año,
deben ocasionar, en la tierra, un torm ento al autor del daño.
La persona en cuestión podrá
introducir una nue va causa para com b inarla con las causas
del pasado cuya acción quiere
m odificar; y podrá, por ejem plo, equilibrarlas por
esfuerzos de pensam ientos de
am or y bene volencia que las neutralicen, im pidiendo así
el suceso, sin ello
inevitable, que habr ía engendrado a su vez nuevos disgustos
kárm icos.
Así el hom bre que sabe,
puede neutrali zar las fuerzas procedentes del pasado,
oponiendo fuerzas iguales y
contrarias, y puede en este cam ino “quem ar su Karm a por
el conocimiento”.
Y de esta m anera análoga
poner fin al Karm a engendrado en esta vida y destinado a
producir sus efectos en
existencias futuras.
El hom bre que trata de
libertarse puede todavía estar sujeto por obligaciones
contraídas con las dem á s
almas en el pasado, por los perjuicios que les haya ocasionado
y por los deberes que le
liguen a ellas.
Utilizando su conocim iento
puede encontrar a esas alm as, ya estén en este m undo o en
los otros dos, y buscar la
ocasión de serles útil.
Un alm a con la que tenga
alguna deuda kárm ica, puede estar encarnada al m ismo
tiem po que él; puede pues,
unirse a ella y pagar su deuda, desatando así un lazo que,
abandonado al curso de los
sucesos, hubiera podido necesitar de nueva reencarnación o
embarazarle en una nueva
futura.
Esto perm ite explicar la
extraña y enig má tica línea de conducta que a veces adopta un
ocultista.
Si, por ejem plo, el hom bre
sabio se une es trecham ente a una persona considerada por
los espectadores ignorantes
com o absolutam ente indigna de su com pañía, es que aquél
está ocupado por com pleto de
pagar una deuda kárm ica que sin extinguirla hubiera
impedido o retardado su
progreso.
120.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Los que no tienen
conocimientos ad ecuados para revisar sus vidas anteriores
pueden, sin em bargo, agotar
num erosa causas que han puesto en juego en su existencia
presente.
Pueden exam inar con cuidado
cuanto les ocurre y anotar todas las circunstancias en que
hayan ocasionado o recibido
perjuicios; neutra lizarán las causa de la prim era categoría
prodigando pensam ientos de
am or y de auxili o, realizando tam b ién en el plano físico
actos de socorro hacia la
persona perjudi cada siem pre que sea posible; y las de las
segunda categoría podrán
neutralizarse por pensam ientos de perdón y benevolencia.
Así es com o todos pueden
aligerar su deuda kárm ica y acelerar el día de la liberación.
Las gentes pías que devuelven
bien por m al, según el precepto de todos los grandes
Fundadores religiosos, agotan
de un m odo inconsciente el Karm a engendrado en el
presente y destinado, si no,
a producir sus efectos en el porvenir.
Nadie puede tejer con ellos
un lienzo de odio, si rehúsan, sum inistrar al tejido, hilos de
odio y si persisten en
neutralizar cada pe nsamiento de odio con un pensam iento de
amor.
Si un alm a irradia en todos
sentidos la com pasión y el am or, los pensam ientos de odio
no hallarán sitio en donde
atacarla.
“El Príncipe de este m undo
llega y nada encuentra en m í.”
Todos los Grandes
Instructores conocieron la ley y basaron sus enseñanzas en ella; y
aquellos que por veneración y
por devoción hacia ellos obedecen sus preceptos, se
benefician de la aplicación
de la Ley aunque no conozcan com o opera.
El ignorante que siga las
instrucciones de un sabio obtendrá resultados sirviéndose de
las leyes de la naturaleza,
aunque no las conozca.
El m ismo principio rige en
los m undos súper-físicos.
Muchos hom bres que no tienen
tiem po de estudiar, y que no pueden sino aceptar por
autoridad de los expertos las
reglas que deben guiar su conducta diaria, satisfacen
inconscientem ente sus deudas
kárm icas.
En los países donde el
rústico y el labrador adm iten la reencarnación y el Karm a,
estas creencias extienden una
aceptación tr anquila de los m ales inevitables, y
contribuyen a asegurar en la
vida cotidiana la tranquilidad y el contento.
El hom bre agobiado por el
infort unio no se rebela contra Dios ni contra sus sem ejantes,
pues considera sus desdichas
com o resultado de pasados yerros.
Los aceptan con resignación sacando
de ella s el mejor partido posible, evitando las
inquietudes y cuidados que el
ignorante agrava su situación, ya penosa de por sí.
Comprende que sus existencias
futuras depende n de sus propios esfuerzos, y que la ley
que le proporciona sufrim
iento le dará igualm ente la dicha si siem bra la sem illa del
bien.
De aquí una gran paciencia y
una c oncepción filosófica de la existencia que tienden
directam ente a asegurar la
estabilidad social y el general contento.
El pobre y el ignorante no
estudian m eta física sutil y profunda, pero com prenden a
fondo sus sencillísim os
principios: que cada hom bre renace sobre la tierra repetidas
veces, y que cada vida
siguiente se m odela sobre las que le han precedido.
Para ellos el renacim iento
es tan cierto e inevitable com o el amanecer y el ocaso del Sol;
form a parte del orden
natural de las cosas contra el que es inútil sublevarse.
Cuando la Teosofía coloque
estas viejas verd ades en el lugar en que el pensam iento
occidental les pertenece,
harán poco a poco su camino en el cristianism o, se infiltrarán
gradualm ente en todas las
clases sociales y extenderán por todas partes la com prensión
de la vida y la aceptación de
los resultados del pasado.
Entonces desaparecerá la
inquietud que procede de la im paciencia y desesperación
del hom bre que ve la vida
com o incomprensible e injusta, sin poder sacar de ella
121.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
provecho alguno; este
disgusto dejará lugar a la calma y a la paciencia, fruto de una
inteligencia esclarecida por
el conocim ient o de la Ley, fuerza que caracteriza a la
actividad razonable y
equilibrada de los que sienten que están f orm ados para la
eternidad.
122.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
LA LEY DEL SACRIFICIO
SABIDURÍA ANTIGUA
El estudio de la ley del
Sacrificio sigue, natu ralm ente, al estudio de la ley kárm ica; y
como observaba un Maestro, es
igualm ente necesario para el m undo conocer una y otra.
Por un acto de sacrificio
espontáneo se m anifestó el Logos para em anar el Universo; por
el sacrificio alcanza el hom
bre la perfección. (1)
(1) El indo recordará las
prim eras palabr as del Brihadâranyakopanishad, proclam ando
que el Alm a universal nace
del sacrificio; el discípulo de Zoroastro, recordará que
Ahura—Mazda produce tam b ién
de un acto de s acrificio; el cristiano, en fin, recordará
el Cordero (sím bolo del
Logos) inm olado desde el origen del m undo.)
Síguese de aquí, que toda
religión procedente de la Sabiduría Antigua tiene com o
enseñanza fundam ental el
sacrificio, y que en la ley del sacrificio radican algunas de las
má s profundas verdades del
ocultism o.
Tratando de comprender,
aunque imperfectam ente, cual es la naturaleza del
sacrificio del Logos, podeos
evitar el general e rror de considerar el sacrificio com o algo
esencialmente penoso, ya que
por esencia es una efusión espontánea y gozosa de la vida
a fin de que otros puedan
participar de ella.
No sobreviene el dolor, a m
enos que en el ser que sacrifica haya desacuerdo entre la
naturaleza superior, cuyo
gozo consiste en dar, y la inferior cuya satisfacción es recibir
y guardar.
Sólo este desacuerdo
introduce el elem ento dolor; y en la perfección suprem a, en el
Logos, no puede haber
desacuerdo.
El Único es el acorde
perfecto del Ser, síntes is de infinitos acordes m elodiosos, donde la
vida, la sabiduría y la
belleza se funden en la tónica una de la existencia.
Al objeto de m anifestarse,
se im pone el Logos un lím ite a su vida infinita.
Esto es lo que se llam a un
sacrificio.
Sim bólicam ente en el océano
de la luz infi nita cuyo centro está en todas partes y su
circunferencia en ninguna,
surge una esfera inmensa, llena de luz viva, un Logos; y la
superficie de esta esfera es
la voluntad que ha de lim itarse a sí m isma a fin de producir
su manifestación; es el velo
en que se e nvuelve a fin que en el interior pueda tener
form a el universo.
(Esto es, el poder de
auto—lim itación por el cu al se crean todas las form as. Su vida
aparece com o Espíritu, su
Mâyâ com o Mate ria, siendo am bos inseparables m ientras
dura la m anifestación.)
Este universo, por el que se
efectúa el sacrific io, no existe aún; su futuro SER yace en la
“MENTE” del Logos.
A él debe su concepción y
deberá su vida m ú ltiple.
LA DIVERSIDAD NO PUEDE SURGIR
EN EL “INDIVISIBLE BRAHMANA” SINO
POR EL SACRIFICIO VOLUNTARIO
DEL SE R DIVINO AL IMPONERSE FORMA A
FIN DE EMANAR MIRÍADAS DE
ELLA S DOTADAS CADA UNA DE UNA CHISPA
DE SU VIDA Y SUSCEPTIBLE POR
ELLO DE EVOLUCIONAR HASTA SU IMAGEN
PERFECTA”.
Se ha dicho:
“El sacrificio prim ordial de
que procede el nacim iento de los seres se llam a (Karm a)”.
Y este paso a la actividad
fuera del reposo perfecto, de la existencia en sí, se ha
reconocido siem pre com o
sacrificio del Logos.
123.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
Este sacrificio se perpetúa a
través de la duración del Universo, porque la vida del
Logos es el único sostén de cada
vida separada.
El m ismo circunscribe su
vida en cada una de las form as infinitas que engendra,
soportando todas las
restricciones y lim itaciones que im plica cada una.
De cualquiera de ellas puede
resurgir, no im porta en que m omento, el señor infinito,
llenando con su gloria el
Universo; pero sólo por una sublim e paciencia, por una
expansión lenta y gradual,
puede desarrollars e cada form a hasta ser, com o Él, un centro
independiente de ilim itado
poder.
Por esto se encierra en form
as, y soporta toda im perfección hasta que su criatura alcanza
la perfección y es sem ejante
a Él, y una c on Él, conservando intacto el hilo de su
memoria individual.
Esta efusión de la vida del
Logos en las form as, constituye parte del sacrificio original y
entraña la dicha del Padre
Eterno al envi ar sus hijos al m undo en form a de vidas
separadas, a fin de que cada
una pueda e nvolver una identidad im perecedera y acordar
su nota en arm onía con las
dem á s para entona r el him no eterno de felicidad, inteligencia
y vida.
Esto indica la naturaleza
esencial del sacrif icio, cualesquiera que sean los elem entos que
se entrem ezclen en esta
noción fundam ental.
El sacrificio es la efusión
espontánea de la vida divina, a fin de hacer de ella partícipes a
los dem á s seres, de traer
otros a la exis tencia y de m antenerlos hasta que puedan
subsistir por sí m ismos, y
esto es expresión de la alegría divina.
Porque siem pre es gozoso el
ejercicio de la actividad com o expresión de la potencia del
operante.
El pájaro goza entonando sus
gorjeos, y vibra entusiasm ado por su canto.
El pintor se regocija en las
creaciones de su obra, en el plasm o de su idea.
La actividad esencial de la
vida divina no puede ejercerse sino en don, puesto nada hay
que pueda recibir. Si
necesita ser activa (y t oda vida m anifestada es m ovim iento activo)
debe necesariam ente
efundirse. De aquí que el signo del espíritu sea el don, porque el
espíritu es la vida divina
activa en todas las form as.
Pero la actividad esencial de
la m ateria c onsiste, por otra parte, en recibir; y al recibir
las influencias vitales e
organiza en f orm as mantenidas por la continuidad de dichas
influencias que al cesar las
disgregan. Toda la actividad de la m ateria tiene este carácter
receptivo, y sólo por recibir
subsiste com o form a; por esto siem pre tom a, sujeta y
retiene. La persistencia de
la form a depe nde de su poder de abarque y contención. Así
atraerá hacia ella todo
cuanto pueda, cediendo de mal grado lo que haya de dejar. Tener
y retener es su única
alegría, y el dar es m uerte para ella.
Fácilm ente podem os ahora
ver cóm o surge la idea de que el sacrificio fue sufrim iento.
Mientras la vida divina se
deleita en el ejercicio de su actividad con la donación, aun
cuado incorporada en una form
a no cuida de si esta form a perece por el don y
preocúpase únicam ente de que
es una expres ión pasajera y un m edio de su individual
crecim iento. Por el
contrario, la form a que si empre escapársele las fuerzas vitales clam a
angustiada y ejerce su actividad
en retener la vida, resistiendo a la corriente de difusión.
El sacrificio dism inuye las
energías v itales que la form a reclam a como suyas,
agotándolas totalm ente, deja
que la form a perezca. En el m undo inferior, éste es el
único aspecto cognoscible del
sacrificio; y la form a, al verse próxim a al suplicio, grita
tem erosa de su agonía. ¿ Q
ué hay de sorp rendente, pues, en que los hom bres, cegados
por la form a, hayan
identificado el sacrificio con la agonizante form a en vez de con la
vida libre que se entrega
exclam ando aleg rem ente: “Hem e aquí, ¡OH Dios!, a tu
voluntad som etido y por ello
gozoso”? ¿ Q ué hay, adem ás de sorprendente en que los
hom bres, conscientes de sus
naturalezas s uperior e inferior e identificándose sin
124.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
embargo con ésta m á s que
con aquélla, haya n sentido las angustias de la naturaleza
inferior, de la form a, con
angustias propias, sintiendo que ellos aceptan el sufrim iento al
resignarse a una voluntad m á
s alta, y consideren el sacrificio com o la aceptación devota
y resignada del dolor?
Mientras el hom bre, en vez de identificarse con su vida, se
confunda con la form a, no
podrá elim inar del sacrificio el elem ento dolor. Pero el dolor
no puede subsistir en un ser
perfectam ente ar monizado, porque la form a es entonces el
vehículo perfecto de la vida
que con igua l complacencia recibe o abandona. El dolor
cesa al cesar la lucha,
porque el sufrim iento procede de traqueteos, frotaciones y
movim ientos antagónicos, y
cuando la natura leza opera en perfecta arm onía no existen
las condiciones de que el
dolor dim ana.
Siendo así la ley del
sacrificio la evolución de la vida en el universo, vem os que cada
peldaño de la escala se
franquea por el sacrif icio. Así la vida se efunde para renacer en
una form a má s elevada, m
ientras m uere la fo rm a que la contiene. Aquellos cuya m irada
se detiene en las form as
perecederas no ven en la naturaleza sino un gran osario; pero
quienes ven que el alm a
inmortal escapa pa ra anim ar form as nuevas y m á s elevadas,
escuchan en todo instante el
gozoso him no de la renaciente vida. En el reino m ineral, la
Mónada evoluciona por la
ruptura de sus fo rm as para la producción y m antenim iento de
las plantas. Los m inerales
se disgregan a fi n de que sus m ateriales puedan reconstruir
las form as vegetales. La
planta sacas del suelo sus elem entos nutritivos, disociándolos y
asimilándolos a sus propias
substancias. Así las form as minerales perecen a fin de que
los vegetales crezcan; y esta
ley de sacrificio es culpida en el reino m ineral, es la ley de
la evolución de toda vida y
toda form a. La vida pasa y la Mónada evoluciona para
producir el reino vegetal, siendo
el pereci miento de las form as inferiores condición
indispensable para la
aparición y m antenim iento de las superiores.
El proceso se repite en el
reino vegeta l, cuyas form as quedan a su vez sacrificadas
para que puedan producirse y
crecer las form as animales. En todas partes, hierbas,
semillas y árboles perecen
para que el m antenim iento de los cuerpos anim ales; sus
tejidos se disgregan a fin de
que el anim al pueda asim ilarse los m ateriales que los
componen para edificar su
cuerpo. De nuevo la ley del sacrificio rige en el m undo y esta
vez en el reino vegetal. La
vida subsiste y las form as perecen. La Mónada evoluciona
para producir el reino anim
al, y los vegetales se sacrifican a fin de que las form as
animales puedan engendrarse y
m antenerse.
Hacia aquí la idea del sufrim
iento apenas se asocia a la del sacrificio, pues com o visto
en el curso de nuestro
estudio, los cu erpos astrales de las plantas no están
suficientem ente organizados
para las sens aciones agudas de placer o de dolor. Pero
cuando consideram os la ley
del sacrificio en el reino anim al, no podem os por m enos de
reconocer que el dolor se
asocia a la ruptura de las form as. Puede decirse que la sum a de
dolor ocasionado cuando, en
“el estado de naturaleza”, un anim al hace a otro presa
suya, es com parativam ente
insignificante en cada caso particular, habiendo, sin
embargo, dolor; y en verdad
se puede decir tam b ién, que en el papel que desem peña
ayudando a la evolución de
los anim ales, acr ecienta el hom bre considerablem ente ese
dolor vigorizando los
instintos depredatorios de los anim ales carnívoros en vez de
debilitarlos. Sin em bargo,
no es {el quien ha infundido estos instintos en el anim al,
aunque los haya puesto a su
propio servicio para sus propósitos; y en innum erables
variedades de anim ales
carniceros en cuya evolución no ha ejercido el hom bre
influencia directa, las form
as se sacrifican para el m antenim iento de otras com o en el
reino m ineral y vegetal. La
lucha por la existencia siguió su curso desde m ucho antes
que el hom bre apareciese
sobre la escena y acelerase la evolución de la vida y de las
form as, m ientras el dolor
inherente a la de strucción de las form as comenzaba su larga
125.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
tarea; hacer sentir a la
Mónada evolutiva el carácter transitorio de todas las form as que
perecen y la vida que
subsiste.
La naturaleza inferior del
hom bre ha e volucionado según la m isma ley de sacrificio
que rige en los bajos reinos.
Pero con la ef usión de la vida divina que da la Mónada
hum ana, sobreviene un cam
bio en la m anera de operar la ley del sacrificio com o ley de
vida. En el hom bre, es
preciso desenvolve r la volunta, la energía autom otora, la
iniciativa. El im pulso que
fuerza en los rei nos inferiores el curso de la elevación, no
puede em plearse aquí sin
paralizar el creci miento de ese poder nuevo y esencial. No se
pide al m ineral, ni a la
planta ni al anim al la aceptación de la ley del sacrificio com o ley
de vida escogida voluntariam
ente. Se le impone desde el exterior e im pele a su
desarrollo por necesidad
ineludible. Pero el hom bre debe tener la libertad de escoger,
indispensable para su
desarrollo de una inteligencia dotada de conciencia y
discernim iento. Entonces
surge el siguiente problem a: “¿ Cómo esta criatura libre en
escoger, ha de aprender, sin
em bargo, a escoge r la ley de sacrificio, cuando se halla aún
en estado de organism o
sensible, tem iendo al dolor, que es inevitable en la ruptura de
las form as?
La experiencia de m uchas
eternidades, analizada por una criatura de inteligencia
continuam ente creciente,
habría podido, sin duda, llevar al hom bre a descubrir que el
sacrificio es la ley fundam
ental de la vida. Pero en esto, com o en tantas otras cosas, no
quedó sin ayuda y abandonado
a sus propios esfu erzos. Los divinos Instructores estaban
allí, al lado del hom bre, en
su inf ancia. Proclam aron con autoridad la ley del sacrif icio,
y en form a rudim entaria fue
incorporada a las religiones en que se sirvieron educar a la
naciente inteligencia de los
hom bres. Inútil era exigir de aquellas alm as infantiles un
abandono espontáneo de los
objetos que les parecían m á s apetecibles; objetos cuya
posesión garantizaba su
existencia fo rm al. Había que conducirlos por un cam ino
destinado a elevarlos seguram
ente, pero por grados, hasta las alturas sublim es del
sacrif icio voluntario. A tal
f in se les enseñó que no eran unidades aisladas, sino que
como parte de un conjunto m
ayor, su vida esta ba ligada a otras vidas así inferiores com o
superiores; pero su vida
física estaba m anten ida por las vidas inferiores, por la tierra y
por las plantas, cuyo consum
o constituía para la naturaleza un crédito que tenían que
saldar. Viviendo del
sacrifico de los dem á s seres, necesitaban sacrificar en cam bio algo
que pudiera m antener otras
vidas. Nutridos, debían nutrir. Y puesto que cosechaban los
frutos producidos por la
actividad de las entid ades astrales presidentes en la naturaleza
física, tenían que com pensar
con ofrendas adecuadas, las fuerzas gastadas en su
provecho. De aquí todos los
sacrificios ofr ecidos e esas fuerzas, com o les llama la
ciencia, o según la constante
enseñanza de las religiones, a esas inteligencias directoras
de la naturaleza física. El
fuego disgrega rápidam ente la m ateria física y densa y
restituye al éter las
partículas etéras de la ofrenda consum ida. Las partículas astrales
quedan, pues, f ácilm ente
libertadas para que se las asim ilen las entidades astrales
encargadas de sostener la f
ertilidad de la tierra y asegf urar el crecim iento de las plantas.
Así se m antiene el m ovim
iento cíclico de la producción y el hom bre aprende que está
constantem ente incurso en
deuda con la naturaleza y que debe constantem ente
satisfacerla. El sentim iento
de la obligación queda así im plantado y nutrido por el
espíritu y el pensam iento
hum ano recibe la estigm a del deber hacia todo, hacia la
naturaleza nutridota. Este
sentim iento de obligación alíase estrecham ente con la idea de
que el cum plimiento del
sacrificio es necesar io al bienestar del hom bre; y el deseo de
prosperidad continua le lleva
pagar su de uda. No es todavía sino un alm a infantil, que
aprende las prim eras
lecciones, y esta lección de interdependencia de las vidas, de la
vida de cada ser dependiente
del sacrificio de los dem á s, tiene capital im portancia para
su desarrollo. No puede
todavía experim entar la divina dicha de dar; es preciso que
126.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
antes venza la repugnancia de
la form a a dejar todo lo que la alim enta. El sacrificio se
identifica, pues, en el hom
bre prim itivo, con el abandono de una cosa estim ada;
abandono provocado por el
sentim iento de la ob ligación, por una parte, y por otra, por el
deseo de continua
prosperidad.
La lección siguiente traslada
la recom pensa del sacrificio a una región m á s allá del
mundo físico. Prim eram ente
el sacrificio de los bienes m ateriales debe asegurar el
bienestar m aterial; luego el
sacrif icio de esos mismos bienes m ateriales ha de
proporcionar dicha en el
cielo m á s allá de la m uerte. La recom pensa ofrecida al
sacrifico es naturaleza m á s
elevada, y el hom bre aprende que un bien relativam ente
perm anente puede adquirirse
por el sacrific io de un bien relativam ente transitorio:
lección importante que
conduce al discernim ient o. La sujeción de la form a a los objetos
físicos se trueca en apego a
las dichas celeste s. En todas las religiones exotéricas vem os
empleados por los sabios este
procedim iento de educación. Dem asiados sabios para
esperar de las alm as jóvenes
el heroísm o sin recom pensa, se contentan con sublim e
paciencia a animar dulcem
ente en la espinosa vía de la naturaleza inferior a los niños
indisciplinados confiados a
su custodia.
Gradualm ente los hom bres se
ven inducidos a subyugar su cuerpo, a dom inar su inercia
por el cum plimiento m
etódico de cotidianos ritos religiosos, de carácter frecuentem ente
áspero; y sus actividades se
reglam entan y canalizan en direcciones útiles. Se ven
impelidos a vencer la form a
y a m antenerla sum isa a la vida, y el cuerpo adquiere el
hábito de prestarse a obras
caritativas y benévolas, obedeciendo a las exigencias de la
voluntad aun cuando esta no
se halle es tim ulada todavía sino por el deseo de
recom pensa en el cielo.
Podem os ver entr e los indios, persas y chinos, com o los
hom bres aprenden a reconocer
sus m ú ltiples obligaciones, a ofrecer por el cuerpo su
sacrificio de obediencia y de
veneración hacia los antepasados, los padres y los
ancianos; a ser caritativos
con delicadeza y buenos con todo el m undo. Poco a poco los
hom bres se ven obligados a
desenvolver en el má s alto grado el heroísm o y la
abnegación, com o atestiguan
los m á rtires que entregan con gozo sus cuerpos a las
torturas del potro antes que
apostatar de su s creencias y traicionar su fe. Esperan, en
verdad, una “corona de
gloria” en el cielo en recom pensa del sacrificio de su form a
física; pero ¿ no es ya
bastante haber venci do el apego a la form a física y haber hecho el
mundo invisible de tan m odo
real que se le puede tom ar por el visible?
La siguiente etapa se
franquea cuando el sentim iento del deber está claram ente
establecido; cuando el
sacrifico de lo inferior a los superior se considera com o bueno en
sí, independientem ente de
todo estím ulo de recom pensa en otro m undo; cuando se
reconoce la obligación de la
parte hacia el t odo; y en fin, cuando el hom bre siente que la
form a que existe para el
servicio de los dem á s, debe en com pleta justicia a servir a su
vez sin derecho alguno de
recom pensa. El hom bre com ienza entonces a com prender la
ley de sacrificio com o ley de
la vida y a asociarse voluntariam ente con ella. Com ienza
igualm ente a distinguirse él
m ismo con su pensamiento de la form a que habita, para
identificarse con loa vida
evolucionante. Esto le lleva por grados a experim entar cierta
indiferencia por todas las
actividades de la form a, m enos por las consistentes en deberes
que cum plir, y acaba por
considerarlas a toda s como simples instrum entos para la
utilización de energías
vitales debidas al mundo y no com o acciones cuyo m óvil sea el
logro de un resultado. El hom
bre se eleva así hasta el punto antes ya señalado en este
estudio, punto en donde cesa
de engendrar el Karm a que le sujeta a los tres m undos, y
en donde se unce a la rueda
de la existencia porque es preciso que gire, pero no a causa
de los objetos deseables que
su revolución le pueda procurar.
Más el pleno reconocim iento
de la ley del sacrificio eleva al hom bre m á s allá del
plano mental donde el deber
se considera como deber, com o “lo que debe hacerse
127.
-------Cardiff Theosophical Society in Wales-------
Annie Besant – La Sbiduría Atigua
porque es debido”; y le
transporta al pla no má s elevado de Buddhi, donde se siente la
unidad de todos los “yos” y
todas las energí a se despliegan en provecho de todos y no
de un yo separado. Únicam
ente en este plano se siente la ley de sacrifico com o delicioso
privilegio, en vez de
reconocerse sólo por la inteligencia com o verdadera y justa. En el
plano búdico el hom bre ve
claram ente que la vida es una, que el Logos deriva
perpetuam ente en libre
efusión de am or, y que la existencia aislada no puede ser sino
mezquina y pobre, sin hablar
de la ingratit ud que apareja. Allí, el corazón se lanza
completam ente hacia el Logos
en potente im pulso de am or y de adoración, y se entrega
en gozosa renuncia a fin de
ser una de las vías por donde su vida descienda e irradie
sobre el m undo para ser
portador de su Luz, un mensajero de su com pasión, un operario
de su reino, com o única vida
digna de vivirs e para acelerar la evolución hum ana, servir
a la Buena Ley, y aliviar un
poco la carga del Seño m ismo.
Únicam ente en este plano
puede obrar el hom bre com o uno de los Salvadores del
mundo, porque allí es uno con
los “yos” de todos . Identificado con la hum anidad una, su
fuerza, su am or y su vida
pueden dirigirs e hacia cualquiera de los “yos” separados o
hacia todos. Se ha convertido
en fuerza espiritual y acrecienta la energía espiritual
disponible en el sistem a del
m undo al añad ir su propia vida. Las fuerzas que antes
empleara en los m undos
físico, astral y m ental en busca de satisfacciones para su yo
separado, se reúnen para un
acto de sacrificio, y transform as así en energía espiritual, se
difunden por todo el m undo
com o oleada de vi da espiritual. Esta transform ación se
efectúa según el m otivo que
determ ina el plano en el cual se descarga la energía. Si el
hom bre tiene por m otivo el
logro de objetos físi cos, la energía descargada opera sólo en
el plano físico; si desea
objetos astrales, des carga la energía en el plano astral; y si busca
goces m entales, su energía
funciona en el pl ano mental. Pero si se sacrifica para ser un
canal de vida del Logos,
descarga la energía en el plano espiritual, y esta energía opera
en todos los lugares con
potencia y sutilid ad de fuerza espiritual. Para un hom bre
semejante, la acción y la
inacción vienen a ser lo m ismo. Ocupa con gozo el lugar que
se le ofrece, porque el Logos
es idéntico en todo lugar y en toda acción. Puede dirigirse
hacia toda form a y en toda
acción. Puede di rigirse hacia toda form a y obrar en todo
sentido porque no conoce ni
escoge ni diferencia . Por el sacrificio se ha hecho su vida
una con la del Logos y ve a
Di os en todo y todo en Dios. ¿ Q ué le im portan los lugares o
la form a, si el m ismo es la
vida conscien te? “Nada tiene, y posee todas las cosas”; nada
pide y el universo entra en él. Su vida es dichosa, por